En Clarín del 9 de abril Néstor Restivo afirma en su nota “Los muros de la globalización ya dividen a veintisiete países” que proyectos como el muro de 1.300 kilómetros en la frontera estadounidense con México o el muro de 600 kilómetros entre Israel y la Cisjordania palestina “reviven la vieja, e inútil a la postre, tentación de tener paredes de segregación o protección”. Según Restivo, “Si en sus 28 años de vida el muro de Berlín provocó la muerte de 270 personas que quisieron cruzarlo, los nuevos bloques, alambrados, campos minados y rejas electrificadas que cortan el flujo humano entre al menos 27 países a lo largo y ancho del mundo provocaron ya muchísimos más muertos”. Restivo cita al escritor alemán Raul Zelik, quien sostiene que en los enclaves de España en Ceuta y Melilla, Marruecos, murieron 4.000 personas desde los años 90 intentando cruzar a Europa. “Unos en armado o en proyecto, otros ya acabados, hay también muros entre Chipre y Turquía; entre las dos Coreas; India y Paquistán (en Cachemira) e India y Bangladesh; entre Bostwana y Zimbabwe; Arabia y Yemen; Kirguistán y Uzbekistán; Tailandia y Malasia e Irak y Kuwait, iniciado tras la Guerra del Golfo y ahora suspendido. Holanda construyó uno en el puerto de Rótterdam (…) y hay que agregar la “línea de la paz” entre las Belfast católica y protestante en Irlanda del Norte. El que algunos legisladores de EE.UU. proponen para su frontera con México busca “atender” la presión latinoamericana, que aporta el 13% (25 millones en 2005) de los migrantes mundiales, según la CEPAL”.
Mientras tanto, en Página 12 del 23 de abril, Eduardo Galeano sostiene en su nota Muros que “el Muro de Berlín, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en el mundo, y aunque son mucho más grandes que aquel, de ellos se habla poco o nada. (…) Nada de nada se habla del Muro de Marruecos, que desde hace veinte años perpetúa la ocupación marroquí del Sahara occidental. Este muro, minado de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide sesenta veces más que el Muro de Berlín. ¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?”. Tras explicar la situación de los saharauis, Galeano culmina su nota sosteniendo que “Ellos se llaman hijos de las nubes, porque desde siempre persiguen la lluvia. Desde hace más de treinta años persiguen, también, la justicia, que en el mundo de nuestro tiempo parece más esquiva que el agua en el desierto”.
Hay muros más sutiles, pero no menos perversos. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires acaba de publicar un informe donde alerta sobre la grave situación sanitaria que vive la ciudad a raíz del colapso de la red cloacal, pluvial y de suministro de agua corriente, especialmente en algunos barrios de la zona sur. Esta situación podría provocar brotes de cólera, hepatitis y otras enfermedades por la contaminación del agua corriente.
MC (el que atiende)
Sobre los muros de la vergüenza, ver la nota del número 14 de café de las ciudades, y la nota Favelas en la ciudad: articular, no separar, de Jorge Mario Jáuregui, en el número 19.