Una de las críticas más recurrentes a la Nueva Agenda Urbana de ONU-Hábitat es el mínimo rol que tuvieron las ciudades del mundo en la definición de un documento del que son asunto principal. El Manifiesto de Quito señala, por ejemplo, que “Hábitat no nos representa. Se trata de reconstruir un Hábitat que no esté en manos exclusivamente de los gobiernos de los Estados. La mayoría de los miembros se repartiría entre los gobiernos de las ciudades y otros asentamientos locales, representantes de las organizaciones y de movimientos sociales y miembros colectivos profesionales o académicos. Todos ellos deberían comprometerse a defender un conjunto de principios que expresaran la vocación de hacer ciudad y de promover los derechos ciudadanos”.
Dos años después (y en el marco de una llamativa coincidencia de grandes ciudades del mundo con alcaldías caracterizadas por diversos grados de progresismo) se registran numerosas iniciativas en ese sentido. No solo a través de políticas implementadas por los municipios, por ahora con los límites propios de las relaciones de fuerzas existentes, sino mediante avances concretos en la creación de colectivos institucionalizados de ciudades. Este número de café de las ciudades registra uno, muy reciente: Ciudades por la vivienda adecuada, declaración municipalista de los gobiernos locales por el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad. El documento está firmado por Ciudades por el derecho a la vivienda: Ámsterdam, Barcelona, Berlín, Ciudad de México, Durban, Lisboa, Londres, Montreal, Montevideo, Nueva York, París y Seúl, junto a diversas entidades metropolitanas, organizaciones y personalidades.
Pocos días antes, Sadiq Khan -alcalde de Londres- y Ada Colau -alcaldesa de Barcelona- publicaron en conjunto un comunicado en el que reclaman “viviendas para los habitantes, no para los inversores”. “Enfrentamos”, sostienen, “un problema complejo y que opera a nivel global. Todavía nos faltan los poderes y los recursos que nos permitirían regular adecuadamente el mercado de la vivienda, proteger los derechos de los inquilinos a permanecer en sus hogares y dejar en el pasado el problema de la gente sin hogar que debe dormir en la calle. Mientras tanto, nuestros gobiernos nacionales, por el contrario, parecen felices de abandonar las ciudades a su suerte”.
Colau y Khan concluyen: “Solo tendremos éxito si podemos asegurarnos de que todos/as en nuestras ciudades tengan acceso a un hogar decente, seguro y asequible”. En términos más generales se expresa (también en este número) el presidente de Irlanda Michael D. Higgins, quien en su discurso sobre el concepto de ´hogar` insta a imaginar “un futuro compartido para todos los pueblos de nuestro hogar común”.
MLT (el que atiende)