Las recetas urbanas de Santiago Cirugeda presentadas en este número de café de las ciudades introducen el debate sobre la legitimidad y la legalidad de las intervenciones urbanas. Para el atípico arquitecto español, “los que más incumplen la normativa suelen ser los de la Administración pública..(…) la ilegalidad es una cosa tan antigua como la propia ley. La ilegalidad normalmente se aplica al beneficio económico puro y duro, y en nuestro caso planteamos ciertas ilegalidades no como un fin, sino como un medio. Lo que hacemos es tratar de cambiar la situación y llegar a legalizar situaciones diferentes. Siempre habrá que replantear la legislación. Es parte de su lógica. Las legislaciones deben evolucionar y hacerse mejores. No se puede ser perezoso para cambiar las cosas“.
Atlántico de por medio, Argentina (y toda América Latina) muestra otros conflictos que también ponen en cuestión las legalidades vigentes. Las villas de Buenos Aires crecen y de densifican sin control legal, pero también la mayor parte de las antenas de telefonía celular instaladas en las azoteas de la ciudad (como los apartamentos reversibles de Cirugeda) sin autorización urbanística ni certificado de aptitud ambiental. El discurso conservador legalista se escandaliza con las ocupaciones del espacio público, pero tolera los postes y cableados de las empresas de televisión. La evasión fiscal en los barrios privados es tan escandalosa por su inmoralidad como por su volumen. En algunas ciudades del interior, las mayores ocupaciones clandestinas de terrenos públicos son las realizadas por sectores de altos ingresos para establecer residencias de fin de semana en entornos de calidad ambiental.
Sin ley, seguramente no hay ciudad, pero esta también requiere y exige la permanente ampliación y revisión de las legalidades, la permanente ampliación y redefinición de los derechos urbanos.
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MC (el que atiende)