La gripe porcina ha generado un paisaje de Buenos Aires con barbijos y disparado algunas “persecutas” latentes. Para los más leídos, es además la ocasión de repasar algunos textos venerables.
Así, un amigo rionegrino me envía la versión digital de Vigilar y castigar, de Michel Foucault, del que aconseja repasar las páginas iniciales del título III, Panoptismo. Allí se describen las medidas que se debían adoptar cuando se declaraba la “peste” en una ciudad. Y una amiga cordobesa encontró subrayada en su ejemplar de La Peste esta frase de Albert Camus: “Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y esa es su ganancia. Orán, por el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad enteramente moderna”.
Otras Pestes acechan la Ciudad: el golpe de estado en Honduras revive los fantasmas de las dictaduras que asolaron Latinoamérica en el pasado siglo. Tan vergonzosa como la asonada militar resulta la tibia actitud de la prensa internacional, más preocupada en matizar sus comentarios que en condenar un ataque a la democracia (para muestra, basta un “botón”, como el editorial del otrora progresista diario El País). La hipocresía es el homenaje que el canalla rinde a la virtud: The Wall Street Journal califica al pustch hondureño de “golpe democrático” (en un último resto de pudor, el escriba introduce el adverbio “extrañamente” entre los dos términos del oxímoron).
MC (el que atiende)
Sobre dictaduras en Latinoamérica, ver la nota Mi vida en dictadura en el número 68 de café de las ciudades.