Muchos problemas, pero… ¿Cuál es el problema?

En la presentación de este café, y para olvidar por un momento las desventuras contemporáneas, un relato de siglos lejanos, en una ciudad de fábula:
En aquellos tiempos, el rey de Babilonia dominaba todo el mundo conocido. Reyes y príncipes de otras tierras le temían y lo envidiaban. Sus naves comerciaban en todos los puertos, sus ejércitos acampaban en mil territorios. Pero un siniestro produjo la ira del monarca, angustió a su pueblo y provocó los conciliábulos de sus sacerdotes, magos y consejeros: la majestuosa Torre (de la que se dijo que pretendía llegar al mismo cielo), la que debía asomar por sobre los ziguraths de la ciudad y celebrar la gloria del monarca, había caído fulminada por un rayo, según la primera versión, aunque en los corrillos de palacio se hablaba de una oscura conspiración. En el más alto y resguardado de sus jardines colgantes (el pentahazi, palabra que el correr de los siglos derivaría en pent-house), Nabush II de Babilonia discute con la corte los pasos a seguir para restablecer su aura omnipotente:
– Preciso es operar rápidamente, antes que la noticia llegue a los viles oídos del Faraón, que se atreve a discutirnos el dominio de las costas africanas (dijo Condonisa, la fiel sacerdotisa nubia, o afro-mesopotámica, como Nabush prefería decirle por corrección política). Nada mejor que una buena guerra contra un enemigo enclenque y vulnerable, que restablezca prontamente la confianza del pueblo y el temor de nuestros enemigos, pero ¿contra quien pelear en esas condiciones?
Nabush permaneció en silencio, masticando su odio, esperando que alguno de los consejeros le aportara la solución requerida. Todos callaron, menos Rumsifel el guerrero, que así habló:
– Hay en los confines del mundo unas tribus rústicas e ignorantes, que con seguridad podremos utilizar para nuestras intrigas. Desconocen la escritura jeroglífica, les es ajena la justicia del ojo por ojo que nos legara Hammurabi, e ignoran que el mundo está regido por las divinidades del Bien y del Mal: son herejes, dicen que en realidad nadie es completamente bueno ni completamente malo. Están más allá de las montañas y las praderas, más allá de la Galia bárbara y salvaje, más allá de toda civilización.
Se produjo un incómodo silencio, que solo el intrigante Dikcheni se atrevió a perforar con su voz sibilina:
– Hemos oído de esas tribus miserables, valeroso Rumsifel, pero ¿que gloria nos reportará cruzar la bárbara Europa para someterlos a la fuerza de nuestros ejércitos? ¿Y quien le explicará a la muchedumbre que esos andrajosos cazadores fueron capaces de abatir la bien construida Torre de nuestro amado Nabush?
Como tantas veces, Kolin (conocido como el Oscuro, astuto consejero en jefe del monarca), resolvió las dudas de la corte e ilumino el entendimiento del rey. Se decía que el Oscuro despreciaba en secreto a Nabush, pero lo servía con fidelidad por un compromiso asumido con el padre del rey, el legendario Nabuconodosor.
– Podemos argumentar (dijo con aparente mansedumbre) que aquellos bárbaros tienen trato secreto con las monstruosas divinidades que habitan más allá de los mares, en esas lejanas tierras que según la leyenda esperan ser descubiertas en los confines del Poniente. Nuestra gente gusta de esas historias y le gustará escucharlas, sobre todo si nuestra deliciosa Zianán es la encargada de contarles los “hechos”…
Todos miraron a Zianán (o Zeneéne, según otros dialectos del reino), la bella y engañadora prostituta favorita del rey. Tan elocuente en sus silencios como en sus palabras, un rápido parpadeo y una sonrisa maliciosa confirmaron a la corte que la estrategia estaba concluida, tranquilizando de esa manera a todos los presentes.
– Muy bien (tronó la voz aguda de Nabush, que entrecerró sus ojitos pequeños y trató de no confundir, como solía hacer, las palabras de su mandato). Rumsifel, ordena al Pentágono (un zigurath de 5 lados que albergaba a los jerarcas de los ejércitos reales) que prepare una rápida movilización de las tropas. Condonisa, sal a explicar en los reinos vecinos nuestra lucha, enfatiza que se trata de otra batalla del Bien contra el Mal y trata de conseguir algún aliado: quizás ese alcahuete de Aznh Ahr esté interesado en acompañarnos. Tu, Oscuro Kolin, piensa en algún negocio que podamos hacer en el camino, algo que podamos vender en Grecia o en Sicilia. Y Zianán, mi criatura adorada, acompáñame a la habitación principal y te ayudaré a elegir las palabras que usarás con la multitud (acompaño esta última orden con un pellizco en el muslo de Zianán, que simuló un gesto de pudor y coquetería hacia la corte y sonrió a su monarca).
Mientras caía la tarde sobre los Jardines Colgantes, Nabush se puso en pie y llamó a sus asistentes para que lo subieran a la litera y lo trasladaran al interior del palacio. Con voz casi inaudible, hablando ahora más para si mismo que para la corte, pero procurando ser escuchado por todos, se retiró diciendo:
– Y quiero que los arquitectos recomiencen las obras mañana mismo. Mi Torre debe ser concluida, para que todos los viajeros que pasan por Babilonia lleven al mundo la noticia de mi gloria, que es la gloria misma de la ciudad, y su emblema.
MC (el que atiende)