No hay política en la Ciudad sin política territorial (ya Aristóteles lo explicaba muy bien). En los últimos meses, esta sencilla verdad se ha manifestado en Buenos Aires con tanta sutileza como contundencia. Un mercado del suelo distorsionado y restrictivo del derecho a la vivienda, una normativa urbana obsoleta y emparchada, un diálogo de sordos entre vecinos indignados (y muchas veces egoístas) y desarrolladores que harían tabla rasa de la Ciudad si se les permitiera, una radical judicialización de la política urbana, profesionales confundidos entre su saber disciplinario y las oportunidades del mercado, funcionarios y legisladores perplejos ante una discusión urbana que se les escapa de las manos, criminalización de la pobreza urbana (¡pero también de la industria de la construcción, uno de los sectores claves en la superación de la crisis recesiva ’98-’02!).
Se ha señalado la próxima circunstancia electoral de las recientes Comunas como la causa de esta radicalización de los debates territoriales. Quizás este nuevo campo de disputa política sea en realidad otra manifestación de una misma naturaleza que el de la discusión sobre los edificios en altura y el Decreto 1.929, las tomas de tierras y edificios o la virulenta reacción contra la anunciada y concursada remodelación de la Plaza de Mayo. En todos estos asuntos, lo que encontramos es la inevitable, demorada y bienvenida irrupción del Territorio en el campo de la Política (casi como en la fórmula de Hollywood: girl-meets-boy…). Resta el paso siguiente: que la Política comprenda al Territorio, que el Estado entienda su rol planificador y la necesidad de su liderazgo y mediación.
MC (el que atiende)
Sobre la normativa urbana de Buenos Aires, ver la nota de Mario L. Tercco en el número 47 de café de las ciudades.