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Año 14 / Número 151
- 152 / Mayo - Junio 2015 >
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Lugares |
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El Paseo del Águila en Martínez
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Una postal del aboandono, entre rejas y candados
I
Por
Pablo Sapere |
N. de la R.: El
texto de esta nota fue publicado originalmente en el blog Salven los muebles.

I - Bicentenario
Para mayo de 2010 llevé a mis hijos al Paseo del
Águila, en la calle Pueyrredón y la barranca frente al río. Esto es en el límite entre Acassuso y Martínez, justo en el corazón del partido de San
Isidro, Buenos Aires. Eran los días de los festejos del Bicentenario
y en una charla de sobremesa salió el tema del primer Centenario, en 1910. Una
cosa llevó a la otra y al rato tomó forma la idea de visitar la vieja escultura
del Águila inaugurada cien años antes. Una oportunidad de repasar un poco de
historia y de revisitar con mis hijos
los lugares donde me llevaban mis viejos cuando era chico.
Para los que no son de la zona, los pongo en
contexto: Martínez, localidad del partido San Isidro, tiene unos dos kilómetros
de costa frente al río. Bordeándola, hay una
barranca donde construyeron sus fastuosas mansiones algunas de las fortunas más
ultrajantes de este país. Para los más bien modestos vecinos del Alto
Martínez, esas barrancas son inaccesibles, salvo en las angostas veredas de las
únicas cuatro calles que llegan hasta la costa. El único “trozo” de barranca
pública en toda la localidad –el único espacio pensado para que un vecino se
siente a tomar un mate a mirar el río desde cierta altura– es el Pasaje del
Águila. Este es pequeño, no tiene más que el ancho de una calle y una
superficie que no llega a los 2.000 metros cuadrados. Termina en un mirador,
con una pequeña escalera en forma de gruta que baja a la costa. En otras épocas había un balneario –dicen que los veranos eran mucho más frescos cuando se podía nadar en el hoy
infectado Río de la Plata– y ahora un muy
exclusivo club privado.

En la parte alta hay una escultura de un Águila con
una inscripción que apenas dice 1810-1910. El paisaje, que hace mucho tiempo
debió ser impresionante, cambió muchísimo: los millonarios vecinos linderos lo
fueron encajonando con paredones de varios metros de altura. Los árboles,
librados a su suerte, crecieron hasta prácticamente tapar la vista al
río.
A pesar de todo, para mí era un lugar de
recuerdos entrañables. Imaginarán mi sorpresa cuando encontré la plazoleta, ¡en pleno Mayo del Bicentenario!, enrejada y
cerrada con un candado. Averiguando, descubrí que el cierre fue a fines de
2009. Desde entonces volví varias veces (la última, esta semana) y siempre la
encontré cerrada. En poco tiempo cumple 6 años de estar clausurada,
sin otro cambio que una ligera mano de pintura para tapar graffitis.

II – Bicivoladores
Es cierto. Poco antes de la colocación de la reja,
parecía que hubiera caído una bomba que había arrasado la imagen de mis
recuerdos de niño, hace 30 años. Más allá de los graffitisen la vieja escultura
y la gruta, lo peor pasaba por que una banda de bicivoladores había convertido
la histórica barranca en el mejor circuito para bicicletas todo terreno del
gran Buenos Aires. No hay que negar el esmero de los pibes, que a pulmón
hicieron grandes estructuras de madera. Pero convertir un paseo público en una pista para un deporte extremo
seguramente es un problema para los vecinos que solo quieren pasar un rato
al aire libre sin correr el riesgo de terminar con un manubrio encastrado en la saviola.
El enrejado, ofrecido como una solución, fue una simple claudicación de la Municipalidad
de San Isidro al abandono de un lugar que era su responsabilidad cuidar y
sostener. Como no supo cómo mantenerlo abierto para todos los vecinos,
decidió clausurarlo. ¿Realmente no hay una solución alternativa a la negligencia
o al cierre?
Hablamos de un espacio público creado hace 107
años, que lleva los últimos 6 cerrados a cal y canto. La cosa se agrava si se
tiene en cuenta que Martínez es una ciudad de unos 75.000 vecinos y con
apenas dos metros cuadrados de espacio verde público por habitante
(el más grande, en el río, bastante inaccesible). La legislación bonaerense
exige 10 m2 de espacio público por habitante. Y aquí nos damos el lujo de
mantener cerrada una plaza.

Foto: Ariel Sebastián
Becker
III- Un poco de
historia
El paseo fue inaugurado, con la presencia
del Intendente y los Concejales de San Isidro, en la mañana el 24 de diciembre
de 1907, con el nombre de La Terraza de Martínez. En esos años
se abrieron muchos espacios similares en la localidad de San Isidro. Entre las
20 cuadras que separan la Plaza Mitre y ésta Terraza, fueron apareciendo el
Paseo de los Tres Ombúes y los pasajes El Tala (según dicen, construido
con $4.000aportados por la aristocrática familia Anchorena) y Los Paraísos.
Esos paseos se fueron constituyendo como la marca distintiva de San Isidro. En
1918 escribía La Dama Duende (seudónimo de Mercedes Moreno) en la revista Plus
Ultra: “San Isidro; es éste uno de los altos predilectos de esta
Duende, que fatigada de cruzar con la rapidez del pensamiento, dejando atrás
las umbrosas avenidas de las viejas chacras silenciosas, sin poder deslizarse
inadvertida en ellas, al abrigo de sus frondosos sauces... He de contentarme con la hospitalaria sombra de los
tradicionales Tres Ombúes; apoyada en la rústica baranda, trato de atesorar
la divina sugestión de ese atardecer maravilloso, en el que se refleja en las
aguas del río la opalina transparencia del horizonte”.
Para 1910 la plazoleta fue protagonista de los
festejos locales del Centenario; en el diario La Nación del 10 mayo figura el
cronograma de actividades del 24 de mayo, que empezaba a las 9 con el cambio de
nombre de la Avenida Santa Fe por el Avenida del Primer Centenario y, a las 14,
con la presentación de “gran monumento en la terraza de Martínez”. Según
la leyenda local, la escultura de esa ligeramente tenebrosa águila que está a
punto de emprender vuelo con unas rotas cadenas en su boca, fue donada por la
familia Saint, los que fabricaban los Chocolates Águila y vivían en la mansión
lindera con la calle Pueyrredón. Hoy por hoy, la misma es tristemente conocida
por ser “una de las casas abandonadas de Yabrán”.
El 10 de marzo de 1911 se trató en el Concejo Deliberante un proyecto para
mejorar el predio. El propulsor de la medida, el concejal Ernesto Gramondo, se
extendió un poco en la explicación de su propuesta “La Terraza de Martínez es el único paseo que tiene esa
población donde asiste siempre una buena concurrencia, he creído llegado el momento de poder completar ese hermoso paseo,
llegando la bajada hasta la vía férrea cuyo arreglo se hace necesario a fin de
darle mayor amplitud pues la terraza resulta bastante reducida”. Votado
sobre tablas, el Concejo Deliberante ordenó que se inviertan 7.000 pesos moneda
nacional para “el arreglo y embellecimiento” de la plazoleta.

El estilo de construcción elegido –muy en boga en
esos momentos– fue el que el arquitecto Daniel Schávelzon, una verdadera
autoridad en arqueología urbana, llama de grutescos y rocallas. Este
fue un estilo ornamental que se brindaba como “una recreación de la naturaleza, una apropiación mediante técnicas
artesanales y materiales industriales de las rocas, cascadas,
árboles, montañas, grutas y ramas de árbol”. Su seña distintiva eran esos
troncos de cemento que todavía se pueden ver en algunos lugares de la
localidad. El arquitecto específicamente señala que “el área del entorno de
la ciudad que tuvo el mayor proyecto de arquitectura de rocallas o al menos el
que más la usó en una propuesta global de jardinería, fue San Isidro,
posiblemente debido a que era la zona de mayor poder adquisitivo del Gran
Buenos Aires”. >
Quedan pocos rastros de este tipo de
construcciones en la mayor parte de estos pasajes, tal vez una baranda y poco
más. Pero Schávelzonapunta que “quizás la mejor conservada pese a todo es la del Águila, ahora
cerrada al público ya que es la única que tiene aún su gruta. Allí hay una a
través de la que se puede pasar, con bancos, barandas de troncos falsos,
vegetación rampante, escaleras, y maderas de cemento y plantas que dan la
imagen idílica de la selva dominante; la lujuriosa aunque artificial vegetación
de la inhóspita África”.
El trabajo de Daniel Schávelzon es extenso y muy
interesante, y más allá de alguna pequeña
discrepancia que tengo, lo recomiendo ampliamente para
quienes alguna vez piensen seriamente en reparar, restaurar o “poner en valor”
(expresión muy bastardeada, como veremos) la barranca del Águila.

Foto: Ariel Sebastián
Becker
Siguiendo con la historia, el 10 de marzo de 1919
se decide cambiar, a propuesta de Eduardo Madero, el nombre de La terraza
de Martínez, que según figura en las actas también era conocido
extraoficialmente como “Paseo del
Águila o De los Palitos” (¿referencia a las ramas de cemento que
formaban las barandas?), por el de Balneario Mar Dulce, en homenaje
al descubrimiento del Río de la Plata. No sé cuándo se empezó a llamar
oficialmente Paseo del Águila, pero es claro que fue el nombre que con el
tiempo lograron imponer los vecinos por encima de los nombres oficiales. En
julio de 1924 se entrega la zona costera del balneario en una concesión para
ofrecer diferentes servicios, como baños. La cesión fue por una década, pero de
alguna manera sigue vigente 91 años después. El status legal de las concesiones de la costa es uno de los grandes
misterios de San Isidro.
A partir de ahí, se convirtió en
uno de los puntos de mayor afluencia de público en el partido. Miles de
personas se acercaban los fines de semana para refrescarse, antes de que el río
se contaminara en forma definitiva. Incluso se cuenta que la primera línea de
colectivos de la localidad fue la que unió la Estación Martínez con El Águila,
dato no menor si tenemos en cuenta que la actualidad no existen medios de
transporte que unan el Alto Martínez con el río: cualquier vecino sin auto que
quiera acercarse a la costa, debe bajarse del colectivo en la Avenida Santa Fe
y caminar unos 1800 metros hasta las orillas. El Mar Dulce era un
balneario popular, exactamente lo contrario del ahora poco inclusivo Águila
Club.
En mi infancia mis viejos me llevaron varias veces
al Águila. Bajando la barranca, el paisaje era bien diferente; el agua llegaba
hasta el murallón al borde de las vías. La reapertura del Tren de la Costa
significó ganarle varios metros al río, cosa que sirvió para que Martínez
aumentara sus escasos espacios verdes. Esos nuevos parques costeros son lindos.
Se ven cuidados, pero lamentablemente resultan bastante lejanos para el vecino
peatón.
Le Corbusier decía que Buenos Aires es
una ciudad que le da la espalda al río. Lo de San Isidro es todavía peor, prácticamente solo permite que accedan
unos pocos privilegiados –los señores del Bajo. Para los demás, varias
barreras frenan el acceso. Como ejemplo de esas dificultades, la única forma de
llegar desde la parte alta de la barranca del Águila a la parte baja –poco más
de 50 metros de recorrido por las escaleras, si estuvieran abiertas–implica actualmente
hacer un rodeo de unos ¡2 kilómetros! (hay que retroceder 3 cuadras hasta
Quintana, caminar 7 cuadras hasta Alvear, bajar los 400 metros hasta Solís y
por ahí unos 700 metros hasta Pueyrredón; así podemos ver el otro lado de El
Águila, cerrado con otra reja y otro candado). El cierre del pasaje implica un
obstáculo extra para llegar al río, otro
pequeño aporte para convertirlo en un lugar cada vez más exclusivo.
En 1912 hubo un plan del gran paisajista Benito
Carrasco y del ingeniero todoterreno Jorge Duclout –a pedido del Ministro
de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires– que proponía exactamente lo
contrario: la creación de una gran serie de espacios verdes desde Vicente López
a Tigre, unidos por una ancha avenida costanera. El proyecto preveía
construir un gigantesco parque público en el bajo de San Isidro y, en Martínez, una serie de terrazas destinadas “a
las clases más modestas” (¡somos nosotros!). No sé por qué nunca se
concretó la idea, pero con ella perdimos la oportunidad de sentir la brisa del
río en la cara.

Carrasco, creador del Rosedal de Palermo entre
otras cosas, escribió una frase que merece nuestra mayor atención en estos momentos:
“para conocer el grado de adelanto de una ciudad basta estudiar sus paseos
públicos”.
IV- Armemos un
fideicomiso
El año pasado Karin Salvucci –no tengo el
gusto de conocerla– inició un petitorio online “para
que reabran la bajada del Paseo del Águila en Martínez”. Ahí cuenta que “este espacio esta con un
cartel de restauración hace más de 5 años y nunca he visto ningún operario ni
maquinaria en el lugar tratando de arreglar nada y paso todos los días por ahí”.
Y expresa un temor concreto “sin las firmas y la solicitud, venderán el
Águila en cualquier momento, como todos los espacios públicos de San Isidro”.>
Este miedo tiene un origen real: en septiembre
de 2008, la Municipalidad de San Isidro decidió "desafectar" (es
decir "vender") la barranca de la calle Güemes, la siguiente de
Pueyrredón hacia el lado de San Isidro. Si bien ahí no había una plaza o
mirador, era un espacio propiedad del Estado Municipal (es decir, de todos los
vecinos). El Municipio tenía otras
opciones aparte de venderlo, por ejemplo,construir otro espacio público que se sumara al histórico circuito de
paseos sanisidrenses.
Los argumentos para la venta fueron variopintos,
y se pueden leer en la versión taquigráfica
de las sesiones del Concejo. Por ejemplo, un edil dice que vota a favor de la
venta, a pesar de creer que “si se vende una calle, el 100 por ciento de los
fondos obtenidos por esa venta sean invertidos en bienes perdurables en el
tiempo y que no quede margen para que eso se licue en gastos superfluos”
(concejal Muñiz, del PRO). También se dice que si se hiciera otro paseo habría
que “asumir los problemas que en muchos casos generan algunos de los paseos
de barrancas que tenemos” (edil Castellano, del oficialismo).Otro
señala que apoya y acompaña para que se puedan “realizar acciones o comprar
bienes que le pueden ser útiles a la comunidad de San Isidro” como la
compra de “un video endoscopio” y de “ascensores para discapacitados”
(concejal Martín, del FPV). También hubo –pocas– voces en contra “Si
realmente pretendemos proyectar un San Isidro para un tiempo futuro, algunos
consideramos que el hecho de desafectar
esta barranca no es el camino más adecuado” (concejal Sánchez
Negrete, del GEN).

La ordenanza fue promulgada el 4 de septiembre de
2008. En ella se determinó la venta del terreno de 1612 metros cuadrados a un
precio que “no podrá ser inferior al equivalente a 248 dólares el metro”
(en una zona donde el valor del suelo cuadruplica cómodamente esa cifra). Se
decidió que el 20% obtenido a la firma del boleto se usaría para la adquisición
de un video endoscopio“y/o la compra de ascensores para discapacitados, para
las piletas de natación de los Campos Municipales que lo soliciten”. El
resto, que se pagaría en muy cómodas 120 cuotas mensuales (que el afortunado
comprador terminará de pagar en 3 o 4 años), sería destinado a engrosar el
presupuesto de la Secretaria de Obras Públicas. En otras palabras, se vendió una hermosa y única barranca de
Acassuso por unos u$s400.000. El video endoscopio se compró en abril de
2010 con un costo de $263.000 (unos u$s 68.000, en esa época). En cuanto a los
ascensores, nadie los debe haber solicitado porque no tenemos noticias de este
tipo de aparatos en los campos de deportes del distrito.
La
“desafectación” es un método común de la MSI para conseguir recursos. En los últimos años se vendieron partes de las
calles Posadas, Laínez, Rosario de Santa Fe, Héroes de Malvinas... estas
últimas sendas barrancas, en las zonas de Beccar y San Isidro. En el debate por
la venta de la calle Rosario de Santa Fe,la concejal Fandiño –una de las pocas
que siempre se opuso a las ventas de patrimonio municipal– dijo en broma “armemos
un fideicomiso y compremos, porque es un buen precio”. Es que una constante de estas ventas es un monto
bastante accesible, muy por debajo del valor de mercado. Un punto, claro,
es que estos negocios no se hacen abiertos al público general, si no a personas
específicas –siempre vecinos linderos, que en muchos casos ya estaban haciendo
uso de la propiedad y se busca normalizar la situación; son “gente bien”, parece que en estos casos no se conjuga el
verbo usurpar– cuyos nombres y precios de transacción
figuran claramente en las ordenanzas. La curiosa excepción es la barranca de
Güemes. Al día de hoy, no se sabe quién (ni exactamente por cuánto) compró la
hermosa barranca hermana del Paseo del Águila.

Foto: Ariel Sebastián
Becker
¿Se venderá el Águila? Sin noticias de su
reparación o de su apertura, sin explicaciones de su cierre, cumpliendo seis
años de clausura sin que haya novedades... todo
es oscuridad en relación a su futuro. El principal objetivo de estas líneas
es mantener vivo el recuerdo de este lugar, porque quizás con otros 6 años de
vallado, lo olvidemos para siempre.
En el debate de la calle Rosario, Fandiño
planteó un punto clave “La barranca no es metro por metro. La barranca es
una identidad de San Isidro, es un patrimonio valioso, y no puede ser
considerada solamente por metros cuadrados”. Esta línea nos sirve no solo
para reflexionar sobre estas ventas, sino también a la clausura de barrancas
públicas como el Pasaje del Águila o el Paseo de los Tres Ombúes, otro lugar
tradicional actualmente cerrado. La que
está encerrada ahí es nuestra identidad.

V- Puesta en Valor
En 2006 empezó un programa del Municipio de “puesta
en valor” de escaleras y miradores históricos (el único que no fue intervenido
fue “El Águila”), producto del trabajo conjunto “de profesionales y técnicos
de las Secretarías de Obras Públicas y Servicios Públicos de la Municipalidad
de San Isidro con los equipos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y
Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires (UBA)”.>
El plan buscó arreglar los paseos del Partido.
Se empezó por el característico Paseo de los Tres Ombúes con un ambicioso proyecto, que incluía
“restauración de la antigua escalinata y la reconstrucción y puesta en valor
del acceso al túnel. Los trabajos incluyen la parquización del paseo, la
instalación de bancos, canteros, papeleros y columnas de iluminación siguiendo
la tipología de los paseos de las barrancas”. Por otro lado, el proyecto
contemplaba “la iluminación del conjunto se realizará por medio de
artefactos que proyecten luz a los centros de interés.” Finalmente, el
broche de oro: “por razones de seguridad y a efectos de controlar los accesos
al paseo y disponer horarios para su uso se realizará el cerramiento mediante
la colocación de rejas”.
En fin. No sé quién coordinó el proyecto, pero los resultados estuvieron muy lejos de lo
propuesto. Los añejos escalones y los barandales con canteros fueron
reemplazados por simple hormigón, con una estética que remite a un agrio
estacionamiento de supermercado.
Ver las fotos del paseo original comparándolas
con la de hoy muestra un paisaje increíblemente cambiado. También es notable el
cambio con las configuraciones posteriores del lugar, como la que se puede ver
en la película Si muero antes de
despertar, de 1952. En ese gran clásico del cine argentino, Carlos
Hugo Christensen usó las escalinatas en varias escenas, incluso convirtiéndolas en el leitmotiv de
la alucinante secuencia onírica. En la película se nota que ya no estaba el
estilo de rocallas en el lugar, pero si se ven los escalones de ladrillos y los
bordes con canteros (pero sin flores). No muy diferente, más allá de cierto
deterioro, a los propios recuerdos de mi adolescencia, cuando me escapaba de
mis clases del Nacional de Martínez. Ahora es un paseo frío, con unos escalones
de cemento sin magia y sin misterio. Tres Ombúes está dentro del área de
preservación patrimonial de San Isidro, una zona de protección
arquitectónica. En la práctica, esta “puesta en valor” fue equivalente a que un
vecino del casco histórico demuela su casa colonial y la reemplace por uno de
esos nuevos hogares racionalistas de hormigón que están tan a la moda.>
Como sea, lo único del proyecto que funcionó con
precisión es el cerramiento de rejas,
que permite definir claramente cuando el vecino puede visitar el lugar: prácticamente
nunca. Que yo sepa, solo se abre para unas muy eventuales visitas guiadas.
Lo más curioso de todo esto es que no hubo
explicaciones oficiales sobre el cierre ¿definitivo? del Paseo de los Tres
Ombúes ni del Águila. Recién a fines de 2014 –algunos años tarde– hubo un tibio
y burocrático “pedido de informes” sobre “los motivos que motivaron” el
cierre de estos espacios. Que yo sepa, al momento nadie informó nada.

VI- Mi modesta proposición
A fines de 2014 se lanzó un nuevo escudo para San Isidro.Oficialmente fue ofrecido no como un reemplazo al tradicional (aunque lo
sustituyó en todas las imágenes públicas de la MSI) sino como una especie de logotipo, una marca para
identificar a quién presta servicios en el distrito. El mismo fue acompañado
con un fuerte operativo de marketing, que pasó por difundir un “video
institucional” en distintos ámbitos, carteles con el nombre de algunas calles,
todas las unidades municipales ploteadas, una enorme cantidad de afiches e
incluso laocupación y decoración de una playa en Mar del Plata “con el
objetivo de promover el turismo y las inversiones en San Isidro”.>
Puede que no sea tan mala idea, pero me genera
dudas. ¿Qué promocionamos, por ejemplo,
en el ámbito turístico en San Isidro? Hace unos meses fui a hacerme el
nuevo DNI a la delegación del Tren de la Costa. Vi varios contingentes de
turistas extranjeros que eran arrojados justo ahí, con la indicación de ver la
Plaza, y más allá, la Catedral. Pero la Plaza Mitre no está en su mejor
momento: Las baldosas (ladrillos, en rigor) rotas, los canteros sin pastos ni
plantas y cubiertos de tierra seca, la fuente despintada y sin agua, el “reloj
floral” sin flores ni agujas. Un lugar que, salvo los superficiales arreglos
cerca de las festividades de cada 15 de mayo, no suele tener
reparaciones.
Entonces, y más allá de la Quinta Pueyrredón que
está muy linda y cuidada, ¿qué otros
espacios municipales pueden visitar los eventuales turistas que son dejados
en ese punto, si la Estación está casi abandonada, la Plaza es una pena y el
Paseo de los Tres Ombúes está cerrado?
Mi propuesta es establecer un orden de
prioridades. Limitar los gastos relacionados con el marketing asociado al
“Nuevo Escudo” para invertir en
restaurar el tradicional circuito de paseos históricos. Digo, ponderar lo
de los “bienes perdurables” y los “gastos superfluos” que
mencionaba aquél ex concejal y que lo
que hoy identifique a San Isidro no sea un logo azul en un patrullero sino una
serie de paseos que recreen la sensación de nuestros antepasados al visitar la
zona. Recordemos las palabras de La Dama Duende en el mirador de Los Tres
Ombúes “la divina sugestión de ese atardecer maravilloso, en el que se
refleja en las aguas del río la opalina transparencia del horizonte”.
Hago unos números para que se entienda lo que
digo. Se gastaron $500.000 pesos en crear el logo, unos $532.400 en un video
institucional y otros $5.921.205,10 en impresión de carteles, lonas,
calcomanías para tachos de basura y ploteo de vehículos con el escudo azul
(esto desde septiembre de 2014 hasta mediados de diciembre del mismo año,
todavía no se publicó el último boletín oficial de 2014, ni ninguno de 2015).
Eso suma 6.953.605,10 pesos, al cambio de hoy unos u$s 800.000. Y hay gastos todavía
no contabilizados (impresión y colocación de miles de afiches, presentación en
el Hotel Hilton, la promoción en la costa bonaerense, etc.) que llevarían los gastos en este rubro a
superar, muy cómodamente, el
millón de dólares. Una comparación odiosa: todo lo ingresado por la
venta de la calle Güemes no alcanzaría ni para cubrir la mitad de lo que
costaron estas onerosas calcomanías.
¿Y si en
vez de pagar un millón de dólares en sobrepreciadosploteos (que con suerte
durarán cuatro o cinco años antes de que el sol los comience a decolorar), se
hubiera dedicado parte de eso en reparar El Águila? ¿Y si se reconstruyera Tres Ombúes –restaurarlo en
serio, digo– y los otros paseos con su espíritu original? ¿Si se trabajara un
poco en la Plaza Mitre? Tengamos en cuenta que la "puesta en valor"
de Tres Ombúes consistió en 249.700 pesos (u$s 83.000) en remodelación
de escaleras, muros de contención y rejas en diciembre de 2006,
115.500 pesos (u$s38.000) en instalación eléctrica, movimiento de
suelos y vereda en mayo de 2007 y $91.337 (u$s27.000) en la instalación
de rejas (nuevamente) hacia diciembre de 2008. Es decir que con
150.000 dólares se pudo reparar el paseo más característico del partido. Con un
poco más de dinero quizás se hubiera podido hacer bien. ¿Y con un palo verde? Ya es tarde, pero si se
hubiera hecho algo así –y por qué no, agregando un nuevo espacio en esas
barrancas vendidas como la de la calle Güemes– tendríamos una “Marca San
Isidro” sólida, una forma de atraer
inversores y turistas mucho más atractiva que un simple escudo azul detrás
de alguna no muy perdurable modelo de moda.

Pero más allá de esta idea relacionada con el
turismo, no hay que perder de vista que estos paseos son parte de nuestra
identidad. No hay familia de la zona que
no tenga algún recuerdo o anécdota en estos espacios. Varias veces me
contaron la historia –ahora se fue borroneando en mis recuerdos– de ese
bisabuelo que, creyendo que estaba en alguna desolada ribera de su Europa
natal, a duras penas pudieron detener cuando se mandaba en bolas al río. O la vez –en plenos años ´60– que mis viejos
cargaron en su jeep montañas de hortensias recogidas en la
ribera del Águila, que fueron repartiendo por las calles del barrio. Es que mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres
tuvieron sus historias en estos espacios. Yo también tengo mis recuerdos en el
Águila. Pero mis hijos no. Con suerte en unos años recordarán una reja
cerrada, una salida fallida y una muy larga caminata para llegar a algún lugar
donde poder consumar el picnic.
Se podrá argumentar que arreglar y reabrir los
paseos sería una invitación para que los “vándalos de siempre” lleven sus
rampas y aerosoles para arruinar todo el esfuerzo. Es discutible, la Plaza 9 de
Julio de Martínez es un ejemplo de un espacio sin rejas que la propia
Municipalidad puede mantener en perfectas condiciones. Pero bueno, si las rejas
debieran permanecer (insisto, creo que no deberían) no pueden aceptarse sin un
horario diario de apertura y cierre claramente definido.

VII – Audaz se eleva
envuelotriunfal
Hoy la barranca del Águila de Martínez, “el
único paseo que tiene esa población” en palabras del concejal Gramondo en
1911, está cerrada. Esas viejas postales que están aquí, sólo amplifican el
abandono actual. Eso, en sí mismo, marca una profunda diferencia con tiempos
pasados, con esa vieja Argentina. A principios del siglo XX las autoridades
municipales se ponían de acuerdo con los acaudalados vecinos (con todo lo mucho
que hay para criticar de los Anchorena y Cia.) que aportaban para crear,
mejorar y embellecer los espacios públicos, como con El Tala. En cambio, a
principios del siglo XXI lo vemos invertido como en un espejo: las autoridades municipales se ponen de
acuerdo con los acaudalados vecinos para venderles, a bajo precio, espacios
públicos como la calle Güemes.
Mientras tanto, el Águila del Centenario vio el Bicentenario
encerrada, sin siquiera un pequeño acto protocolar. Esa Águila –que todavía está
a punto de elevarse, amenazando con nunca concretado vuelo triunfal– hoy apenas
la podemos vislumbrar desde atrás de una reja. Una metáfora con varias lecturas. Todas fuleras.
PS
El autor es Programador en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre y Director en FM FÉNIX.
Consulta de materiales históricos: Museo, Biblioteca y Archivo Histórico
Municipal “Dr. Horacio Beccar Varela”.Fotos: San Isidro Barrio Histórico, Ariel Sebastián Becker y el autor.
Schávelzon afirma que “El monumento (El Águila) había estado en origen en la
Plaza Pueyrredón pero luego fue trasladado hasta allí” Esto se refiere seguramente a una postal
donde se ve la imagen del águila con la inscripción “Plaza Pueyrredón, Martínez”.
Yo creo, sobre la base de los documentos, que el Águila siempre estuvo donde
está ahora y que le mandaron Pueyrredón por error, por ser el nombre de la
calle donde está la barranca.
PS
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historia desordenada y personal de mi ciudad. | Marcelo
Corti |
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políticas socio-territoriales en la Argentina | Por Carmelo Ricot y
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último medio siglo, integrando las cuestiones de desarrollo inmobiliario,
coordinación de programas, proyectos y obras, mixturas, escalas de proyecto y
paisaje urbano; en definitiva, los puntos clave de cualquier tipo de
desarrollo urbano. Comienza ese proceso con la historia del reconocimiento
del “îlot” o manzana urbana, las características de
su división catastral y los distintos intentos de coordinación funcional y
morfológica a partir de Haussmann, incluyendo las
visiones opuestas de Robert Auzelle y Le Corbusier.
Esta tensión entre el urbanismo de grands ensembles y las propuestas para transformar el îlot en “una
suerte de Palais-Royal abierto en sus lados”
recorre todo el siglo XX. A fines de la década del ´60 comienza a
establecerse el reconocimiento de la calle, la manzana y la parcela como
elementos constitutivos del paisaje urbano parisino, y en general el respeto
al tejido constituido de la ciudad, “un espacio de sedimentación con una
forma construida y un valor antropológico”. |
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El caso Caval, las catástrofes y las políticas de suelo y ciudad en Chile
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El suelo urbano, sobre el cual la mayoría
de los habitantes de nuestro país, Chile, vive, circula, trabaja, estudia, es
el objeto central de la planificación urbana. En la tradición española de la
legislación urbanística, la ley central es la Ley del Suelo, donde se
califican los suelos por su uso. En nuestro país, el suelo urbano no ha
formado parte de la agenda política; incluso, el año pasado fue dejado fuera
de la reforma tributaria (véase, sobre el tema, el exhaustivo artículo de P. Trivelli, “Grandes ausentes de la reforma tributaria:
contribuciones y Ley de Rentas Municipales”). Sin embargo, en los primeros
tres meses de 2015 apareció como un importante tema político, al demostrarse
cómo el uso de mecanismos de planificación urbana lo convertían en generador
de riqueza, y cómo cuando no se toman en cuenta las regulaciones y exigencias
de resguardo de riesgos propios de la planificación, la vida se ve afectada.
Para ejemplificar la importancia de la
planificación urbana y la necesidad de una mayor regulación del mercado del
suelo, en esta nota se revisa el caso Caval y el
reciente desastre urbano y pérdida de vidas producto de los aluviones en el
norte del país, en marzo de 2015.
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Urbanidad contemporánea y Política de las ciudades |
Una Rayuela de antropología urbana argentina
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Sobre el libro de Ariel Gravano
I Por
Ana Falú
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La pregunta que propone Ariel Gravano,
“¿cómo llegar a una visión total?”, conlleva la intención de problematizar a
jóvenes intelectuales, estudiantes de antropología, no desde una pléyade de
casos, sino desde las teorías, los conceptos y las categorías de la trama
antropológica clásica y contemporánea. Y a ello se agregan además los
incentivos propios para el desarrollo de programas de investigación,
concibiendo una antropología que presta un servicio, que es útil, que prepara
para el debate. Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Gravano se sitúa en el hecho de reconocer que todos los
ciudadanos y ciudadanas tenemos unas ideas, unas concepciones y una poética
de la ciudad donde vivimos, orientando todo su esfuerzo intelectual en
atrapar esa multiplicidad de perspectivas y actantes. La lectura nos conduce
por los barrios, por las calles, hacia las bibliotecas y las aulas, por la
periferia a través de una amable retórica ligada a la cuestión identitaria y al necesario gesto político. El acento
antropológico en esta publicación define al fenómeno urbano como el objeto de
análisis; sin embargo, el énfasis está puesto en la cotidianeidad de las
personas en estas ciudades.
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Proyectos y Política de las ciudades |
Vivienda en cesión de uso en Can Batlló |
La Borda, una experiencia de autogestión en Barcelona
IPor
la Cooperativa de viviendas en cesión de uso La Borda.
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La Borda tiene como objetivo principal proveer de alojamiento digno y estable a
las personas asociadas a partir de la creación de una promoción de viviendas
en la que la el suelo y las viviendas sean propiedad colectiva y
exclusiva de la cooperativa. Se trata del primer intento en la ciudad de Barcelona de llevar poner en práctica
esta forma de acceso legal a vivienda no especulativa, y el proyecto
tiene una fuerte base
comunitaria. La toma de decisiones —desde el régimen interno y el
modelo de convivencia, hasta las cuestiones energéticas y los diseños de los
espacios comunes— pasa por la asamblea general, principal órgano decisorio de
la cooperativa. La cooperativa está organizada en seis comisiones:
arquitectura, economía, jurídica, convivencia, comunicación y secretaría. Cada
una lleva sus propuestas a la asamblea general o reuniones monográficas en la
que se toman las decisiones. En cierto modo, se podría afirmar que La Borda es una promotora autoorganizada para acceder a una vivienda digna. Una
experiencia que se piensa a sí misma como prueba piloto, para que a medio plazo no sólo queremos levantar
este proyecto, sino extender el modelo y fomentar su replicabilidad.
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Política de las ciudades
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Contradicciones entre la política y la gestión |
Esquivas entrelíneas metropolitanas de las PASO de la ciudad
I Por
Artemio Pedro Abba
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Un preliminar ejercicio de lectura de “las
propuestas” expuestas por los candidatos de los diversos espacios políticos
que se presentaron en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias
(PASO) porteñas revela que adolecen de la misma falta de mirada
metropolitana.
Se requiere un examen cuidadoso de las oscuras
entrelíneas del profuso marketing político, escaso en proposiciones escritas
y estudiadas, para hallar alusiones a las cuestiones que trimestre a
trimestre se ubican en la Agenda Metropolitana irresuelta del OUL-BAM. Llama
la atención que la propia gestión avanza muchas veces con mayor audacia sobre
temas interjurisdiccionales, encontrando formas
coyunturales de cooperación, que en algunos casos alcanzaron un nivel
superior de formación de institucionalidad, como sucedió con la creación de
la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), a partir de un histórico
fallo de la CSJN, o la más reciente creación de la Agencia de Transporte
Metropolitana (ATM).
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Arquitectura de las ciudades (I) |
La poética del vacío en la Ville Savoye
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Los patios en las viviendas de la modernidad
IPor
Carlos Gómez Sierra |
1929. Poissy, muy cerca de París. Una amplia parcela casi
cuadrada cubierta por una extensa alfombra verde de pasto tierno. En su
centro, una extraña construcción geométricamente pura que parece estar
suspendida sobre delgadas columnas cilíndricas. Incrédulos, nos aproximamos
lentamente por entre frondosos árboles hasta enfrentarnos con ella. Surge en
nuestro espíritu una leve conmoción que destruye siglos de cultura
depositados en nosotros capa sobre capa. Es cuando nos preguntamos ¿por dónde
accedemos? ¿Por dónde penetramos a esta forma fría y perfecta que parece
expulsarnos de su inalterable condición? Presurosos, nuestros cuerpos
responden al llamado de nuestros espíritus y comenzamos a trasladarnos, paso
a paso, en torno a ella. Recorremos el espacio, lo vivenciamos, lo sentimos.
Tal vez el pasto, húmedo por el rocío, recoja las hojas secas del invierno y
crujan bajo nuestros pies. Sentimos en nuestros rostros el sol del mediodía,
el mismo que rebota y reverbera en las lisas y pulidas superficies blancas de
“la forma”.
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Arquitectura de las ciudades (II) |
Arquitectura Fórmula Uno
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Foster y la tradición inglesa, del Crystal Palace a parque Patricios
IPor
Alejandro Cohen |
Viene de lejos esa pasión por el acero y sus
forjados. Quizás arranque en el movimiento arts & crafts, pasando por el Crystal Palace de Joseph Paxton y la tradición industrial
inglesa, especialmente de su etapa imperial y sus enclaves coloniales. Así se
diseminaron por el mundo puentes y diversas estructuras manufacturadas en las
acerías británicas: estaciones ferroviarias, barcos, armamentos, aviones y souvenirs deportivos (especialmente en la fórmula uno) de
la mercancía reina, como llamaba Tomás Maldonado al automóvil en el siglo XX.
Desde esa tradición industrial del acero y de las tecnologías de la artesanía
avanzada operan grupos como Foster + Partners.
Tiene el mismo romanticismo exquisito y a la vez declinante de Rolls Royce y Bentley (ahora propiedad de BMW y Volkswagen,
respectivamente). Son productos premium para un
mundo en crisis de sentido. Son celebraciones de la creatividad humana y su
cultura tecnológica. Son manufacturas de taller, alejadas del “in situ”,
aunque siempre singulares. Siempre piel y huesos. Y a veces buenos bíceps. |
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POSICiones Cordobesas |
Siete razones para (¿no?) demoler la penitenciaría de Barrio San Martín
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La necesidad del debate, la necesidad del proyecto
IPor
Carola Inés Posic |
Circuló por las redes una nota de opinión escrita
por Adolfo Ruiz en el diario Comercio y Justicia de Córdoba, que recibió una
considerable adhesión entre entendidos y neófitos. El artículo propone siete
razones (bastante razonables) para NO demoler la penitenciaria desactivada
del Barrio San Martin de Córdoba, ante el anuncio de demolición por parte del
Estado Provincial para convertir su predio en un parque urbano de seis
hectáreas. Independientemente del derrotero legal que tome el destino futuro
del edificio -cabe aclarar que la justicia federal suspendió en mayo de este
año su demolición a fin de ser preservada para numerosos juicios por
violaciones a los derechos humanos- aceptamos
el desafío de la nota, que no pretende imponer ideas sino abrir el debate, y
retrucamos con siete razones… para demolerla. Sin embargo, valga la
aclaración que estas afirmaciones solo tienen sentido como parte de esa
discusión. |
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Terquedades |
Una
mirada arrabalera a Buenos Aires |
Terquedad
Ni una menos
I Columna
a cargo de Mario L. Tercco |
El tiempo dirá si además tendrán efecto en lograr las
respuestas necesarias desde el Estado y la sociedad; en principio, no parece
probable que la energía social que insumió esta demostración se disipe sin
generar resultados concretos. La movilización tuvo varios puntos destacados:
fue auto-organizada, fue simultánea en casi cien ciudades, tuvo una consigna
muy clara (“ni una menos”) y tras ella unos reclamos específicos muy
concretos, y tuvo concurrencia desde todos los sectores sociales. En una
época de pertenencias débiles y compromisos efímeros, una demanda social
unificó a prácticamente toda la sociedad (salvo a algunos francotiradores a
ambos lados del river/boca K/antiK,
recelosos de una manifestación social que escapó a su elemental lógica
binaria). Esas demandas concretas que mencionamos (“puntos ineludibles para
recorrer el camino hacia Ni una menos”) fueron las nueve que se leyeron en
los actos de cierre y en general su implementación corresponde al Estado, en
sus distintos poderes y niveles. |
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Juramento y Ramsay (errar es humano), historias del Plan de Desarrollo
Urbano panameño y el Plan de Metas cordobés, el Puerto de Buenos Aires según el
Plan Estratégico y una mirada sobre las plusvalías de los parques industriales.
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Encuentros, Jornadas, Seminarios, Congresos: Propuestas para la Ribera de
Buenos Aires - Ciencias de la Tierra, en Malargüe -
Buenas Prácticas en Iberoamérica, conferencias on-line de la FIU - Gestión de
la Movilidad Sostenible, conferencias on-line de la FIU - XV Convención de
Ordenamiento Territorial y Urbanismo, en La Habana
Convocatorias y Concursos: Pensar la vivienda, vivir la ciudad
Cursos y programas académicos::Master UOC - Maestría en Urbanismo, en Córdoba - Gestión y
Revitalización de la Ciudad, el Paisaje y el Territorio, en Ciudad Real y
Toledo
Exposiciones y muestras: Sector Primario, en León - Con o Sin Techo, exposición itinerante
Noticias y Publicaciones: Docu-ficción
sobre Giancarlo De Carlo, arquitecto de Urbino - Land Lines en español -Brasilia, transformaciones en el orden urbano - Pista Urbana - Atlas de Barrios Vulnerables
de España - Guía
Práctica de Instrumentos Urbanísticos - Plan
Estratégico BALCARCE 2020. Ciudad inclusiva, región integrada.
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ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES
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café de las ciudades
es un lugar en la red para
el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre
la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina
o profesión: cualquiera que tenga algo que decir
puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos.
Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas,
según el gusto de cada uno), y tolerancia con las
opiniones ajenas, son la única condición para
entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café:
trataremos de demostrarle su error. Nuestro café
está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar,
pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos
en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque
desde allí se mira mejor en todas las direcciones.
Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles,
y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar
caminando a nuestro café, y por eso viene gente del
centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere
un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran
datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar
de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que
se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única
cadena a la que pertenece el café
de las ciudades: la
de todos los cafés únicos e irrepetibles,
en cualquier esquina de cualquier ciudad.
Marca en trámite
Las notas firmadas no expresan
necesariamente la opinión del editor.
Editor
y Director: Marcelo Corti |
Diseño:
Laura
I. Corti |
Corresponsal
en Córdoba: Carola Inés Posic
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Corresponsal
en Buenos Aires: Mario L. Tercco > |
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