Una recorrida por esta Londres actual del limbo (¿pre?) Brexit destaca varias impresiones visuales inmediatas: lujo, altísima tecnología y una escala de intervención desaforada, cercana a lo grotesco. Anna Minton, periodista de The Guardian con estudios de postgrado en arquitectura en la University of London, devela en Big Capital (Penguin, 2017) la estructura político-económica que explica la ciudad visible y su consecuencia social: el desplazamiento de miles de londinenses de su ciudad y la enorme dificultad de sectores trabajadores, medios y profesionales para acceder a la vivienda en la capital británica y en otras ciudades del Reino Unido.
El libro combina testimonios de vida de gente desplazada de barrios donde pasó toda su vida con una impecable descripción del dispositivo con el que se instrumentó la expulsión y el formidable aumento del valor del suelo que sustenta ese proceso. ¿Cómo, por ejemplo, se logra demoler un barrio entero de vivienda social como Heygate, en Southwark Council, para dar lugar a un complejo de lujo como Elephant Park, a cuyos apartamentos ninguno de los anteriores residentes puede siquiera soñar en acceder? Para Minton, este proceso ni siquiera puede llamarse “gentrificación”; se trata de un fenómeno completamente distinto, una nueva política del espacio en el que el capital global reconfigura por entero el territorio a partir de tasas de retorno sobre el valor de la propiedad que superan por lejos las que puede soportar la actividad productiva.
En el principio, fue la retórica antimodernista de matriz Charles Jenks vs Pruitt-Igoe la que alimentó la mala fama de los conjuntos de vivienda social (council housing, producida por los municipios) de postguerra, en los que al iniciarse los ochenta residía un tercio de la población londinense. Esta interpretación de la crítica arquitectónica y urbanística se combinó con el discurso thatcheriano del esfuerzo individual y el emprendimiento para salir del Estado de Bienestar. El programa Right to Buy, diseñado para “transformar proletarios en propietarios”, permitió el desguace de la estructura habitacional mediante el acceso a la propiedad de los inquilinos residentes. Esta operación llevaba implícita una trampa: se vendían las unidades de vivienda pero no el suelo sobre las que estas se localizan, que continuó siendo municipal. Lo que se disparó en este siglo es la compra forzosa de las viviendas para demolerlas y dejar lugar a intervenciones de extremo lujo, dedicadas a una elite global (la “alpha elite”) y altamente ligadas a operaciones de lavado de dinero –según Transparency International, el Reino Unido es un destino “premium” para blanquear riquezas ilícitas y acceder a un estilo de vida lujoso a la crema de la corrupción internacional. Los “propietarios” recibieron un pago que no considera el valor del suelo y cuyo monto, aun combinado con los ahorros de toda la vida, no alcanza para comprar una propiedad equivalente ya no en el nuevo desarrollo de lujo sino en el mismo distrito. Las familias se ven así obligadas a mudarse a barrios periféricos, perdiendo capital social, redes de relaciones, acceso al trabajo y servicios urbanos que habían logrado en su barrio original. En los distritos que las reciben se reproduce el mismo mecanismo y el filtro económico va desplazando familias y hogares fuera de Londres a otras ciudades en que recomienza el proceso, en un desolador efecto dominó. Los municipios que recuperan así el suelo de la anterior vivienda social ni siquiera se capitalizan como para aprovechar el proceso para una regeneración urbana que permita mantener sus residentes; la venta a las corporaciones desarrolladoras apenas cubre el costo de la sumatoria de compras forzosas.
De Heygate Estate a Elephant Park…
La eliminación del impuesto al mayor valor de la tierra, también una herencia de la era Thatcher, quita al sector público la posibilidad de actuar sobre la gestión del suelo. Minton recuerda que ese impuesto (promovido históricamente por personajes tan lejanos a un pensamiento de izquierda como Adam Smith, Loyd George y Winston Churchill) y el Cinturón Verde fueron clave en la política de planeamiento urbano posterior a la Segunda Guerra Mundial, que además mediante la Housing Act de 1949 promovía barrios integrados y con mixtura social. El dispositivo de expulsión y limpieza social que actualmente lo remplaza genera situaciones personales y familiares casi cercanas a las que retrató Charles Dickens en el siglo XIX. Integran este sistema el mal llamado subsidio a la demanda a través del otorgamiento de bonos de vivienda a los supuestos beneficiarios, la desregulación de precios y plazos de alquileres, el desacople entre los precios de la propiedad y los subsidios que los municipios pueden otorgar, las facilidades que la Housing and Planning Act de 2016 otorga a la demolición y “regeneración” de áreas construidas y las trampas legales que permiten a los desarrolladores eximirse de cumplir con los cupos de vivienda económicamente accesible que deberían incorporar en sus proyectos, a partir del falseamiento de sus evaluaciones financieras…
Tutorial de S106 Management, una consultora que ayuda a desarrolladores a eludir la provisión de vivienda a precio accesible.
Este proceso no puede desvincularse del desencanto que da origen al triunfo del Brexit en el plebiscito de 2016. Terry y Brenda, antiguos residentes de Heygate confinados a Sidcup, a una hora y media del centro de Londres en transporte público, votaron Leave aunque no tenían muy claro si era o no la mejor opción. “Pero entonces pensé que el gobierno municipal laborista de Southwark nos echó de nuestra casa y no hizo nada por protegernos. Nos dejaron sin opciones…”, dice Terry, y votar por salir de la Unión Europea se convirtió así en una opción.
Minton considera necesario para superar este panorama la consideración del Derecho a la Ciudad, una nueva concepción democrática y participativa de los procesos de planificación urbana, el estímulo a las asociaciones cooperativas de vivienda y políticas de completamiento de tejidos en áreas consolidadas, además, claro está, de establecer el impuesto a la valorización especulativa del suelo. Presenta ejemplos europeos que podrían servir de referencia a una política urbana progresista para Londres y el Reino Uniudo, como deFlat en Amsterdam, Sluseholmen en Copenhague y, sobre todo, el extenso stock público de vivienda de Viena o Berlín, ciudades que basan su política urbana “en no parecerse a Londres”.
MC
Anna Minton (2017). Big Capital: Who Is London For? Penguin Books, UK. ISBN 978-0-141-98499-5
Sobre los problemas del “subsidio a la demanda” de vivienda social, ver también la nota El problema de los “con techo”, entrevista a Alfredo Rodríguez en nuestro número 19, y el capítulo sobre México a cargo de Alicia Ziccardi en Hábitat en deuda (Michael Cohen, María Carrizosa y Margarita Gutman, editores).
Sobre los procesos de expulsión de poblaciones y control global corporativo de la propiedad urbana, ver también No necesitamos a Starbucks para tomar un buen café ni a IKEA para comprar una silla, entrevista de Ana Falú y Marcelo Corti a Saskia Sassen en nuestro número 151/2.
Sobre el acoso a la vivienda social en Londres, ver también El incendio de la Grenfell Tower: ¿un Pruitt-Igoe postmoderno?, por Marcelo Corti en nuestro blog.