
conocimiento, reflexiones
y miradas sobre la ciudad
r e v i s t a d i g i t a l
aparece
el primer lunes de cada mes
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AÑO
6 - NUMERO 61 -Noviembre 2007
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> SUMARIO |
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Política
de las ciudades |
Gobierno
local, desarrollo y ciudadanía
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De
la pirámide y la división de competencias a la
retícula y la convergencia funcional
I
Por
Fabio Quetglas |
N.
de la R.: Esta nota reproduce con algunos ajustes de edición
la disertación ofrecida por el autor el pasado 29 de
junio, en el curso "El desafío de construir ciudad
desde la planificación", organizado por la Facultad
de Ciencias de la Gestión – UADER, en la ciudad de
Paraná, Entre Ríos, Argentina (donde fueron
tomadas las fotos que ilustran la nota).

Cuando
hablamos con Marcelo Corti acerca de esta presentación,
tratamos de conjugar dos espacios que se presentan disciplinariamente
como separados, pero que sabemos que en la vida real, en la
vida cotidiana, son espacios que convergen: la idea de la
ciudad como una cuestión material y la idea de
la ciudadanía como una construcción simbólica.
En realidad,
la ciudad se expresa en la ciudadanía y hay
ciertas cuestiones materiales que se transforman a la postre
en barreras o posibilidades. Y al revés, en la construcción
de la ciudadanía puede haber una reconfiguración,
una resignificación, una apropiación distinta,
mejor o peor (y, en cualquier caso, enriquecedora) de la ciudad.
No creo que nadie piense que haya una visión material
y otra teórica, política, ideológica
o sociológica de la ciudad. La ciudad es una y tenemos
que aprender a mirarla desde esa unidad.
La primera
cuestión a subrayar, en esta presentación a
vuelo de pájaro sobre las cuestiones de Ciudad y Ciudadanía,
es que lamentablemente hay una larga tradición en América
Latina que, directa o indirectamente, por acción u
omisión, coloca al gobierno del nivel local en la
categoría del gobierno pequeño, del primer
escalón de la democracia. Y esto, en muchos aspectos,
es lamentablemente verdad. Es una expresión que, aunque
peyorativa, podemos constatar en la práctica: por ejemplo,
la suma de los 2.300 gobiernos locales que hay en la Argentina
ejecutan solamente el 7% del gasto público; entonces
podemos darnos cuenta que subyace una concepción de
"gobierno pequeño".
En nuestra
consideración no concebimos al gobierno local como
gobierno pequeño, sino como un espacio de gobierno
cualitativamente diferenciado. Gobernar la ciudad, el
espacio local, es simplemente diferente a gobernar otro nivel
de gobierno. Sin embargo, hay una tendencia en el ámbito
académico, por parte de los que nos dedicamos al desarrollo
local, a sobreactuar la importancia del gobierno local. Y
nos repetimos algo así como que "el gobierno local
es lo más importante del mundo y los intendentes son
la reserva moral del sistema político"; lo cierto
es que ni eso es verdad, ni tampoco el otro extremo de considerar
al gobierno local como gobierno de proximidad asistencial,
que se encarga de limpiar la plaza, enterrar los muertos,
y poco más…
Corresponde
hacerse la pregunta: ¿por qué el gobierno local es
cualitativamente diferente? Lo primero y lo más obvio
es que es el gobierno de la proximidad, una característica
que no tiene ningún otro nivel de gobierno. Se suman
otras cuestiones, pero me voy a centrar en la de la proximidad,
porque es un condicionante en la construcción de la
legitimidad, un insumo indispensable para cualquier gobierno,
de cualquier organización: una empresa, un equipo de
fútbol o el Estado.
Hay muchos
escritos sobre las ventajas de la proximidad en la producción
de legitimidad. Al intendente al que todos conocen "de
cerca" es más probable que una crisis del sistema
político lo preserve. En Argentina lo hemos verificado.
Al intendente que gobierna cerca de la gente es probable que
mecanismos menos burocráticos le sean suficientes para
tener consenso para las políticas complejas. Pero nadie
dice que la proximidad también tiene un debe, un
aspecto controversial, sobre lo que hay poco escrito (no
sé si por pereza científica o por una cuestión
ideológica). Seamos claros, cobrar impuestos de cerca
es dificilísimo. La proximidad, que es una ventaja
enorme para construir políticas publicas porque humaniza
las condiciones de poder, es una gran desventaja cuando el
Estado también tiene que construir un nivel de autonomía
con los ciudadanos, que le permita mantener una relación
basada en normas y alejada del más puro particularismo.
La ciudadanía
es una relación emancipada con el poder y esa emancipación
se funda en que tal relación esta sujeta a normas:
en una relación de ciudadanía, el poder no puede
cometer una bestialidad conmigo, sino que para actuar
sobre mí precisa de una norma, y ésta para su
construcción requiere (directa o indirectamente) del
consenso democrático. Y en tanto mi relación
sea más emancipada, hay más ciudadanía.
Cuando la relación está mas sujeta a la arbitrariedad
y el poder puede discrecionalmente operar sobre unos o sobre
otros, hay menos ciudadanía.
La proximidad
ayuda mucho en términos de humanización de poder,
pero complica en términos de establecer para y en el
Estado un nivel de autonomía suficiente para
la construcción de la ciudadanía. Este es el
laberinto de los gobiernos locales en la Argentina, a excepción
de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, San Miguel de Tucumán
y algunas otras grandes ciudades. Paraná esta en el
límite, pero en el resto de las ciudades entrerrianas
este también es el laberinto de los gobiernos locales.
Porque no disponer de ese nivel de autonomía relativa
hace a los gobiernos dependientes del resto del entramado
jurisdiccional, del resto de la estatidad.
Esa dependencia
se ha transformado en cultura política. Si el ciudadano
ve que su Intendente, para obtener el beneficio de un programa,
tiene que transmutarse, ¿por qué no se transmutaría
él? Y si esa lógica se traslada sistemáticamente,
la sociedad pierde mucho: no sólo los valores éticos
de la autonomía política, sino también
en previsibilidad y en criticidad a los programas públicos.

El segundo
aspecto diferencial del gobierno local se sintetiza en una
frase: la gente no vive en países, la gente vive
en ciudades. A mí no me dice mucho sobre la calidad
de vida de una persona el decir "vivo en los Estados
Unidos", me dice mucho más "vivo en Chicago"
porque mi realidad, el clima, las fiestas populares, los modos
de vida, la calidad de las prestaciones sanitarias, la educación
pública, etc., se resuelve muchísimo más
en el ámbito de la ciudad. Cuando se mide calidad educativa,
la Argentina en el promedio está siempre peleando el
3º o 4º lugar en América Latina, aunque la ciudad de
Buenos Aires está despegada adelante; pero en las mediciones
de criminalidad es al revés.
La otra
cuestión es que mientras los otros niveles de gobierno,
necesarios e indispensables, eslabones abstractos de la construcción
de poder, gestionan lo relativo al mantenimiento y la reproducción
estatal, al nivel local del gobierno todavía le toca
administrar (y ojala cada vez más) las cosas vinculadas
a la calidad de vida. Por lo tanto, no sólo es un gobierno
cualitativamente diferente por la cuestión de la proximidad
sino porque atiende las cuestiones vinculadas a la calidad
de vida.
Y acá
hay actualmente un cuello de botella. En los últimos
quince años hay una presión creciente sobre
los gobiernos locales para que expandan su agenda pública,
de parte de la opinión pública y de la academia,
pero no hay idéntica presión o reflexión
sobre la conformación del Estado en la construcción
de las herramientas necesarias para que el gobierno local
pueda dar respuesta a esa agenda. Por ejemplo, con la cuestión
del desarrollo. Hacer política de desarrollo no es
tan fácil como levantarse un día a la mañana
y proponérselo. Requiere de organización
normativa, entrenamiento de personal, información,
base de datos, vinculación con otros niveles de gobierno,
conocimiento del territorio, etc.; aunque disponga de
los recursos económicos, no lo puedo hacer de hoy para
mañana casi en ningún caso.
Por lo
tanto, toda la tarea de presión para la incorporación
necesaria y legítima de nuevos temas a la agenda pública
local golpea la legitimidad, en tanto los gobiernos locales
no están en condiciones fiscales ni organizacionales
de asumir un nuevo tema. Por ejemplo, las provincias petroleras
argentinas hoy están en una situación de pleno
empleo, reciben una cantidad importante de dinero por regalías
y tanto autoridades como ciudadanos saben que si los pozos
funcionan, eso es plata. Los trabajadores tienen salarios
muy altos, tan altos que por primera vez en la historia argentina
una demanda sindical fue para mover la base imponible del
impuesto a las ganancias (en Santa Cruz). En esos lugares,
las empresas requieren de infraestructura gruesa, pero también
de proximidad. No hace falta ser un lúcido intendente
para darse cuenta que montar una poderosa red de infraestructura
para industrias petroleras es una inversión que indudablemente
quedará obsoleta dentro de 10 años: son caminos
que van a ir a la nada, porque el día que el petróleo
no salga, ahí no habrá nada. Y muchas veces
se tiene un debate social en términos de si se invierte
para esa distancia no se cuántos millones de pesos
para llegar a un lugar donde dentro de 10 años no habrá
nada. Pero la debilidad de los gobiernos locales radica
en que no tienen técnicos para discutir con las empresas.
Disponen de la plata, y en definitiva la obra pública
moviliza más los recursos humanos y terminan presionados
por unas circunstancias donde ellos no tienen un problema
fiscal que los limite, sino un problema de falta de recursos
humanos, organización, planificación y hasta
de una conciliación ideológica entre el presente
y el futuro.
Los gobiernos
locales son diferentes por su proximidad y porque su acción
impacta sobre la calidad de vida, y ahora están bajo
un estrés, que ejemplifico con el dato estadístico
de que después del 2001 las ciudades intermedias que
son centros de servicios de áreas rurales productoras
de bienes transables están creciendo a tasas muy
altas: Río Cuarto, Rafaela, etc. De necesitar 50
cuadras de asfalto pasar a necesitar 100 cuadras no es una
diferencia sólo cuantitativa; empieza a ser cualitativa,
porque en una ciudad de 30 mil habitantes con recursos no
hay un problema de transporte público, pero en otra
de 80 mil hay problemas aunque exista el dinero para resolverlos.
El cambio
de agenda no es sólo cuantitativo sino cualitativo,
y si no cambia la calidad del gobierno, ese desfasaje de
centro de servicios a ciudad con actividades diversas,
complejas, con servicios completos, tiene dos posibilidades
de resolverse: o un reequilibrio demográfico, con ciudades
atractivas que tienen productos de valor y buena imagen,
o 40 mini-San Pablos, con los mismos problemas de San
Pablo pero con ninguna de sus ventajas. Un mini - San Pablo
entrerriano es Concordia. Tiene los mismos problemas de violencia
urbana, inseguridad, calificación de recursos humanos,
etc., con algo más de 100.000 habitantes.
Y la mala
noticia del día es que, en mi opinión, y siendo
favorable a los procesos de participación política
y expansión de la democracia, la diferencia que hay
en este salto de calidad que tienen que dar los gobiernos
no se salva solo con participación. Tiene que haber
un salto de calidad técnica de la política.
Quizás, presionada desde la participación.

Hablábamos
de la ciudad como espacio de realización de la ciudadanía,
de esta relación emancipada, y la respuesta más
fácil en la teoría es "fortalezcamos los
gobiernos locales". Pero no sé si es esa la respuesta
adecuada, porque es de ocasión. Tenemos una estatidad
organizada según el poder industrial. Cada nivel de
gobierno se encarga de un pedazo de la agenda: el gobierno
local, de la plaza, de enterrar los muertos, de la poda de
los árboles, de la lamparita; el gobierno provincial,
de la salud, de la educación; el gobierno nacional
de la política monetaria, controlar las fronteras,
las relaciones exteriores. Y las áreas de convergencia
son áreas de conflictividad, porque no queda muy
claro a quien "le tocaba" hacerse cargo de un tema
cuando pertenece a un área de convergencia.
Ese modelo,
similar a una línea de montaje, donde se puede decir
"fortalezcamos este eslabón", es un modelo
que está cambiando; no porque lo decidió un
teórico de la academia; sino por el impacto de las
nuevas tecnologías en el Estado. Hay una creciente
convergencia funcional, en la que cada vez se repiten más
los esquemas como el siguiente: un nivel de gobierno crea
un programa, otro nivel de gobierno califica los recursos
y otro nivel de gobierno lo aplica. Es creciente este fenómeno
de un nivel de gobierno que diseña o controla los estándares,
o los financia, y otro nivel que se encarga de otro aspecto
de su realización. Se rompe así la lógica
de la división y se pasa a la lógica de la
convergencia.
Por lo
tanto, la vieja lectura que concluía: "fortalezcamos
los gobiernos locales" es buena, pero insuficiente, porque
podríamos repreguntarnos: en un modelo de convergencia
funcional ¿qué es fortalecer los gobiernos locales?
Porque en el modelo clásico, de separación de
funciones, era "démosle mas plata a los gobiernos
locales para que puedan desarrollar ágilmente su actividad".
En el modelo de convergencia funcional, claramente no se trata
de girar más recursos a los gobiernos locales; es una
enorme transformación que implica "tengamos el
mismo estatus de entrenamiento de los recursos humanos de
los gobiernos locales respecto de otros niveles, que son sus
interlocutores válidos". Hagamos que la convergencia
funcional efectivamente funcione. Tengamos un nivel de conectividad
válido. Manejemos los mismos estándares de
evaluación. Si cambia la estatidad y la dinámica
que la sostiene, no hay más posibilidades de que
un gobierno diga "esto no es mí competencia".
Por lo tanto, la lectura relativamente simplificada de "fortalezcamos
los gobiernos locales" responde a un modelo anterior.
Igualmente, yo quiero que se fortalezcan los gobiernos locales...
Hay una
gran cantidad de temas sobre los que antes se pensaba que
no correspondían a un gobierno local y que, lamentablemente,
la dinámica demuestra que o bien se ocupa el gobierno
local de una parte de la cuestión o eso no lo hace
nadie. Por ejemplo: mi
mujer es militante de la causa de género y ella dice
que puede existir la ley nacional o provincial que sea necesaria,
pero los problemas de género se resuelven en el espacio
local, cuando hay compromiso del gobierno local.
¿Qué
programa de empleabilidad puede ser medianamente eficaz si
no se resuelve en el nivel local de gobierno?; ¿quien conoce
las cuestiones de versatilidad de la mano de obra, requerimientos
específicos, etc.? La convergencia funcional cambia
cualitativamente el lugar del gobierno local y cambia la visión
sobre qué es fortalecer el gobierno local.
Probablemente
sea mejor para fortalecer el gobierno local cambiar la
agenda de gobierno que tener más recursos (aunque
ambas cosas son importantes), porque una gran cantidad de
las cosas que hace está demostrado, paradójicamente,
que lo podría hacer otro nivel de gobierno. Pero la
realidad nos dice que, para que haya ejercicio real de la
ciudadanía, tiene que haber una base material que sostenga
la efectiva realización de derechos. Si bien no son
términos conceptuales que uno pueda batir en el mismo
bol, es muy difícil ser indigente y ciudadano.
Esa relación emancipada se realiza después de
cierto nivel de rentas.
En este
sentido, hay una cuestión importante a poner en juego
en los gobiernos locales en Argentina: lamentablemente, en
muchas ciudades, cuando uno habla de desarrollo, en general
la gente plantea esa cuestión del desarrollo en términos
agrarios. La idea es que hay una ciudad que vive "sedentariamente"
de un campo, que es el que produce, y que hay en la ciudad
unos seres casi parasitarios que no producimos nada y que
si al campo le va mejor, a nosotros también. Es la
visión de la ciudad hotel. La vida productiva
es reducida a lo que nos da la tierra.
No solo
es una mentira sino que es una mentira peligrosa, porque
nos libera de ver que la ciudad, aparte de ser un hábitat,
un lugar de interrelación, etc., es la plataforma de
muchas actividades económicas que desarrollamos todos
los días; nos hace ver el territorio como un espacio
segmentado, la ciudad y el campo. La verdad es que la ciudad
y el campo forman parte de un sistema y que, en la medida
que podamos administrar bien esa relación sistémica,
será mejor tanto para la ciudad como para el campo.
Este es un punto central, porque la agenda de la ciudad excede
la ciudad. Un buen intendente es aquel que incide más
allá de las fronteras de su ciudad. La ciudad no es
un hotel. Tanto es así que el 85 % del PBI de la Argentina
se produce en ciudades. Y la economía agraria (que
en Argentina es poderosa todavía, porque en los países
del primer mundo es el 4,5 o 6 % del Producto y en nuestro
país llega al 15%, y está bien que así
sea porque disponemos de un campo privilegiado) precisa, para
realizarse, de ingenieros agrónomos que van a estudiar
a un lugar en la ciudad, de una aduana, de puertos, de silos,
de que se registren patentes, de que se hagan estudios en
laboratorios. Una ciudad que también puede pensarse
en término de proveedor económico de servicios
de alta calidad, desarrollos culturales, industrias, comunicación
y ejecución, cadenas de frío, plataformas logísticas,
todo lo que hace a una ciudad económicamente más
competente.
La ciudad
es también un hábitat, pero aunque tenemos que
vivir bien, no deja de ser la plataforma donde desarrollamos
nuestras actividades económicas. En este sentido, no
va a ocurrir naturalmente que tengamos una ciudad amigable
a la ciudadanía, amigable al desarrollo institucional,
amigable a la inversión: necesariamente lo tenemos
que planificar. En general, las ciudades por donde uno pasea
y le gusta son las que combinan estas tres esferas. Las que
son sólo amigables al ejercicio ciudadano parecieran
ser parques temáticos; las que son sólo amigables
a las inversiones, como Hong Kong, son invivibles, y las que
son sólo amigables a las instituciones también
parecen de opereta, como Washington DC, donde parecería
que falta el dinamismo que tienen las ciudades que son más
amigables al ejercicio de la ciudadanía. En ese sentido,
esa ciudad completa y que tiene una mirada territorial
es una construcción de la planificación, no
es un desarrollo natural.
La planificación,
como consideración de las intervenciones sociales,
se introduce en tanto que nosotros no queramos que en nuestro
territorio pasen las cosas con esa dinámica del fatalismo.
El mercadismo es una versión del fatalismo.
Y en la historia de la humanidad, esta por demás demostrado
que no es así. Muchas veces el hombre se plantó
con su intervención frente a cosas que parecían
fatales y las revirtió.
La planificación
está hoy en día sometida a cinco grandes
asedios que no sufría antes: cultura de proximidad,
asedio mediático, transdisciplinariedad, inorganicidad
de los conflictos sociales, información abundante.
El primero
es la cultura de proximidad, que está instalada en
todos nosotros, al interior de nuestra concepción del
mundo ("un mundo pequeño"). Estamos entrando
en una cultura de inmediatez. Va a ser más necesaria
la planificación en un contexto de inmediatez; pero
conceptualmente es un tema difícil de resolver: las
cabezas pensando en tiempos inmediatos y la planificación
exigiendo alguna mediatez.
El otro
problema es que aun las planificaciones que fracasaban en
los ‘50 y los ‘60 eran, al menos en un aspecto, "buenas",
porque contribuían a ordenar la información.
Hoy esa "legitimación" parece ridícula,
a la luz de la disponibilidad de información existente
y de las facilidades de acceso y acopio. Ni hablar de los
otros tres temas: ¿cuanto impacta en un proceso planificador
la inorganicidad social, la restricción disciplinar
o el asedio mediático?
Y el tema
de la planificación desemboca inevitablemente en la
cuestión del Desarrollo: uno podría preguntarse
si la Londres desvastada de la posguerra era una ciudad desarrollada,
sí tenía la capacidad de reorganizarse, de sostener
un orden normativo aún en situaciones extremas, de
generar confianza, de responder a medio plazo al financiamiento
que se le podía dar, etc. Claramente, por más
que estuvieran pasando momentáneamente hambre, era
una ciudad desarrollada. El enriquecimiento habla poco del
desarrollo, mucho más nos dice del desarrollo la capacidad
de respuestas. Está claro que el desarrollo no
es el enriquecimiento y que se trata de un proceso que no
es espontáneo, porque estas capacidades son de construcción
transgeneracional.

Un ejemplo
claro, que nos toca vivir ahora como una cuestión regional,
tiene que ver con Venezuela. En Venezuela hay recursos como
para hacer lo que uno quiera, pero no hay recursos humanos
venezolanos preparados para hacer lo que el gobierno dice
que es necesario. Si Argentina (vamos a suponer una hipótesis
benevolente con nosotros) tuviera los recursos humanos, un
poco de plata se consigue en el mercado de capitales; pero
entrenar los recursos humanos, formar recursos humanos para
consolidar el trabajo industrial ¿cuántos años
lleva? Por más que se disponga de los recursos. Y si
los tengo que importar, eso implica el doble de salario, pero
además, no todas las competencias son transferibles;
mientras tanto tengo que crear el entramado de escuelas, talleres,
currículos, supervisiones, para quizás empezar
a ver los resultados 5, 6 o 7 años después.
Les voy
a contar la historia de una maldad... En los emiratos petroleros,
por decisión de los príncipes, la mano de obra
del sector, muy bien paga, se importa. Hasta las personas
que limpian las oficinas del sector petrolero son extranjeras.
Los ingenieros, por lo general, son muy buenos profesionales
que traen las empresas desde cualquier lugar del mundo donde
tengan capacidades. Ganan como mínimo 10 mil euros
por mes y tienen que "bancarse" vivir en Yemen;
van generalmente 2 o 3 años y se vuelven, porque es
bastante inhóspito vivir ahí. Los mandos medios
son de otros países árabes ó del Norte
de África. A la población la mantienen bajo
un esquema clientelar: no trabajan en el sector petrolero,
a propósito, porque el trabajo los independizaría
de la relación con el gobierno. Como están
ahora, no pueden hacer sindicatos, paros, ni cortar rutas,
ni nada; entonces llegaron a la conclusión de que era
mas barato darle la bolsita a fin de mes, en versión
argentina, que tener "ese lío". Un típico
caso de no conducción de ciudadanía. Ellos manejan
una perspectiva de que esta situación es eterna. Por
supuesto que a los jeques no les importa nada, pero ante cualquier
escenario de cambio económico o disminución
de rentas de la industria petrolera, cuentan con una población
que no sabe hacer nada. Entonces, la construcción del
desarrollo es un fenómeno bien complejo que no tiene
que ver sólo con la política económica.
Está bien que hablen de desarrollo los economistas,
pero no son los únicos que tienen que hablar.
Y ahora
que se ha puesto de moda la cuestión de desarrollo
territorial y local quiero hacer dos o tres salvedades. La
primera es que el desarrollo local no es la economía
social; por lo menos, hay que comprender que no son sinónimos.
Está bien que se armen cooperativas de artesanos para
venderle a los turistas, que se cooperativice la economía
primaria, todo eso está bien. Pero el desarrollo
local es una visión de la política pública
en el territorio orientada a fortalecer las capacidades sociales;
y en ese proceso de fortalecimiento hay aspectos educativos,
económicos, institucionales, infraestructurales, ambientales.
Tampoco
el desarrollo local es el municipalismo. Está muy bien
que las instituciones municipales sean autónomas y
que la municipalidad funcione bien, pero la verdad es que
el desarrollo local excede eso, aunque lo incluye. Y lo excede
en esta visión de construcción de capacidades
sociales. Uno podría preguntarse que rol juega la municipalidad
en materia de construcción de capacidades sociales
como respuesta, no sólo económica. Lo planteo
como algo central del tema, sabiendo desde ya que hay una
lógica económica, que es la lógica de
la concentración territorial.
Basándose
en alguna ventaja primaria original, en general las empresas
de un sector tienden a concentrarse territorialmente. Cuando
se hace un análisis de la geografía de las empresas
sectoriales, uno se da cuenta que en Buenos Aires las curtiembres
están todas en el mismo barrio y eso tiene que ver
con la tendencia centrípeto-territorial que se genera
a partir de las sinergias de proximidad. Creo que la primera
tarea que es necesario hacer en materia de desarrollo en el
gobierno local es saber qué ventajas genera mantener
la economía en aglomeración, compatibles con
una ciudad relativamente vivible: ver qué ventajas
competitivas tengo y cómo genero una aglomeración
positiva en términos de empleo, competitividad, etc.
Y el rol más importante del gobierno local no es
solo "hacer", sino "hacer con otros",
sobre todo por aquello que dijimos de la convergencia funcional:
saber dialogar interjurisdiccionalmente, porque el territorio
no es exclusivamente del gobierno local, el gobierno local
no es dueño del territorio.
Y para
eso faltan algunas cosas, por lo cual los gobiernos locales
hoy no pueden dialogar interjurisdiccionalmente. Hoy los gobiernos
locales no tienen información. Si yo le pregunto al
intendente cuál es la tasa de desempleo en Concepción
del Uruguay, como no la mide el INDEC, no lo sabe; no sabe
si son mujeres o varones o en qué segmento etario están
los desocupados; por lo tanto, no saben si es re-entrenamiento
o primer empleo lo que tiene que hacer. No hay capacidad
de formulación de proyecto. En general solo puede
decir "sí o no" pero no puede dialogar sobre
proyectos, no puede negociar, porque no tiene capacidad de
formulación. Sin capacidad proyectual, toda negociación
es cuasi-irracional.
Viví
la experiencia en Mocoretá, Corrientes, donde la ruta
14 pasa por el medio del pueblo. En el costo de la obra de
la autovía, intentar circunvalar la ciudad debería
ser el 1 por mil del presupuesto y habían previsto
un puentecito. De 20.000 habitantes, vivían 10.000
de un lado y 10.000 del otro y preveían construir un
puente. Entonces, se armó una comisión de vecinos,
que propusieron hacer... tres puentecitos. No pidieron que
se circunvale la ciudad, porque no tenían capacidad
de formulación (no había arquitectos en la municipalidad)
y llegaron a la conclusión de que tres puentecitos
eran mejor que un puentecito.
Pasa con
los planes de vivienda: los aceptas ahí donde los pongo
o nada; como del otro lado no hay equipo para negociar y siempre
hay gente que necesita viviendas, la solución es ponerlas
donde quiera la agencia estatal que las financia, cuando
quiera y como quiera.

Las otras
cuestiones: la capacidad de gestión como correlato
de un cierto poder planificador; y también la gobernabilidad.
Planificar requiere un clima de gobernabilidad. Hoy tengo
la sensación de que los gobiernos locales argentinos
prescinden de la reflexión sobre construir gobernabilidad
como requisito para planificar.
Esta idea
de la convergencia funcional saca también al gobierno
local de la punta de una pirámide, que es una idea
muy cómoda: el gobierno en el extremo de la pirámide
ordenando socialmente. Aceptar la lógica de la reticulación
contra la lógica de la pirámide es hoy una restricción
para planificar, porque la paradoja es que, si la pirámide
funciona, en el mejor de los casos el gobierno local se para
en la punta pretendiendo que el territorio es suyo y no se
da cuenta de que si cambia el precio de la soja en China cambia
la tasa de construcción de edificios en Rosario. Uno
no es dueño del territorio, es dueño en el mejor
de los casos de planificar reticularmente para tener un
poco más de control sobre ciertas dinámicas
territoriales.
Muchas
gracias.
FQ
El
autor es Abogado (UBA, 1989), posgraduado en Estudios sobre
la Sociedad Civil (Universidad San Andrés/Di Tella,
1997), Máster en Gestión de Ciudades (Universidad
de Barcelona, 2003). Fue Premio Quinto Centenario a los mejores
investigadores jóvenes de América Latina (1992).
Actualmente co-dirige el CEDET (Centro de Estudios del Desarrollo
y el Territorio de la Universidad de San Martín, Buenos
Aires) y es Director de Investigaciones del Centro Tecnológico
de Desarrollo Regional "Los Reyunos", de la Universidad Tecnológica
Nacional. Ejerce la cátedra universitaria y actúa
como consultor independiente.
Ver en café
de las ciudades su nota:
Número
50 I Política de las ciudades (I)
Revolución
informacional, nueva geografía y límites de
la estatidad en la gestión del territorio.
I Reconquistar el mundo para una ciudadanía inclusiva.
I Fabio J. Quetglas
Sobre la
ciudadanía contemporánea, ver también
en café
de las ciudades:
Número
32 I Tendencias
La
Revolución Urbana (II) I De un urbanismo
de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades, peligros
y abusos. I Jordi Borja
Número
31 I Tendencias
La
Revolución Urbana (I) I Las ciudades
ante la globalización: entre la sumisión y la
resistencia. I Por Jordi Borja
Número
15 I Política
"Tendencia
no es destino" I Ciudadanía global
e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja.
I Marcelo Corti
Número
10 I Tendencias
Saskia
Sassen: una visita guiada a la Ciudad Global I
Dispersión, centralidad, nuevos movimientos políticos,
culturas alternativas, y una pregunta: ¿de quien es la ciudad?
I Saskia Sassen
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Política
y Planes de las ciudades |
El
fuego fatuo del emergente periurbio y las luces del
atardecer suburbano
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Problemas
metropolitanos y dilemas políticos I
Por
Artemio Pedro Abba |
El
tejido urbano del suburbio se constituía por
una relación entre espacios adaptados y canales
de movilidad (o de actividades localizadas y actividades
de interrelación) que guardaba cierta familiaridad
con el que se establece en el urbio pero de menor intensidad.
La característica es que predominan los traslados
que comienzan y terminan con tramos peatonales dentro
del ámbito urbano público. En el periurbio
lo dominante es la nueva relación entre ámbitos
privados a través de movilidades no peatonales
(predominantemente mediante el uso del automotor privado)
generando patrones de espacio construido (espacios adaptados
y canales) diferentes.
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La
naturaleza regresa a la ciudad
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Planificación
ecológica y participación de las comunidades
en Venezuela I
Por
Sergio Laxalde |
Una
postura que hemos adoptado es ubicarnos explícitamente
como intermediarios entre el Estado y la comunidad.
Los investigadores latinoamericanos en Reforma del Estado
vienen promoviendo hace tiempo una respuesta semejante
a la pregunta: ¿en qué instancia se deben traducir
las entregas sectoriales que hace el Estado (educación,
deporte, vialidad, etc.) a las soluciones integradas
que requieren las necesidades de la población
(inequidad de oportunidades, aislamiento, deterioro
del cuadro de vida, etc.) y exigen nuestros principios
constitucionales (desarrollo sustentable, participación,
transmisión del poder a las bases sociales)?
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"Acordate
que la tierra no es de nosotros..."
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El
mercado inmobiliario en las villas de Buenos Aires, según
María Cristina Cravino I
Por
Marcelo Corti |
El
mercado no es abierto, porque se desarrolla especialmente
al interior de comunidades, y no tiene necesariamente
continuidad ni competencia con el mercado oficial, si
bien ambos son paralelos y complementarios. Este mercado
se explica también con las ideas de pacto, de
legalidad alternativa o de mercado con reglas propias:
un mercado racionado o restringido, en términos
neokeynesianos. La autora apela a la imagen de "esferas
separadas, aunque con fronteras difusas" y aclara
que la dimensión de este mercado en Buenos Aires
no puede asemejarse al de México o Brasil, donde
aparece la figura del intermediario profesional o broker
del mercado informal.
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Buenos
Aires 1536-2006
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La
Historia urbana del Area Metropolitana, por Margarita
Gutman y Jorge Enrique Hardoy I
Por
Marcelo Corti |
Las
sucesivas etapas de la formación metropolitana
son abordadas con precisión y buena síntesis
informativa, relacionando las ventajas locacionales
de Buenos Aires, los condicionantes económicos
de su crecimiento, la interacción con el territorio
nacional y las circunstancias más estrictamente
urbanísticas del desarrollo metropolitano, en
especial las vinculadas a los costos del suelo y los
modos de producción del centro, los barrios y
la periferia. Así discurren las etapas fundacionales,
la displicente apatía colonial, los desarrollos
republicanos, la Gran Aldea, la París
del Plata y la conformación fáctica
(pero no institucional) de la megaciudad actual.
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Los
libros y la ciudad
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De
Buenos Aires al DF, la misma gramática maternal
I
Por
Iván Peñoñori |
Bajar
al metro, en la Ciudad de México, se siente un
poco a ser olvidado, a que nadie nos ve, a ausentarse.
Es una estratagema que resulta. Y a pesar de que las
estaciones sigan sembradas de gente, el vagón
funciona como la antesala de la privacidad. Pasar del
Zócalo capitalino a la soledad del cuarto, sin
este interludio, resultaría un quiebre insoportable.
En el metro existe una biblioteca gratuita dispuesta
para el viajero. Se puede leer durante todo el trayecto.
El metro carece de experiencia: nadie es mejor persona
por haber viajado más en él, nadie se
lleva un aprendizaje. Sin embargo los libros no vuelven,
se extravían. México resulta el mejor
lugar para leer literatura argentina.
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Buenas
y Malas Prácticas Urbanas 2007
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Fotos
prohibidas - Kuala Lumpur – Beijing - Singapu - Centro
de Santiago - Kavanagh - Water-Taxi - Parque Alem -
ABL porteño.
Y
una "competición" paralela: ¿cuáles
son los mejores, o más influyentes, o más
recomendables libros escritos sobre ciudad y urbanismo
a lo largo de la historia?
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Una
denuncia sobre Ciudad Juárez y un análisis
de la relación entre el voto y el territorio
en la Argentina.
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Acceso
popular al suelo urbano en Argentina - Ciudad, periferia
urbana y habitabilidad, coloquio en Bogotá -
Cambio Climático y Energías Alternativas
- Seminario Internacional de Ordenamiento Territorial,
en Mendoza - Forma y Simetría - Mercados de Suelo
Informales y Regularización de Tenencia, en Caracas
- XII Seminario de Arquitectura Latinoamericana, en
Concepción y Chiloé - Nuevos instrumentos
de financiamiento y planificación - Seminario
de Gestión democrática de ciudades - Argentina
Urbana - Rutas de Aprendizaje, territorios rurales con
identidad cultural en Perú, Ecuador y Chile -
Maestría en Desarrollo Sustentable - Gestión
Local del Hábitat, en Rosario - ¿Un mundo suburbano?
- Gregotti y la extensión de Pudong, en Shanghai
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ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES
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café de las ciudades
es un lugar en la red para
el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre
la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina
o profesión: cualquiera que tenga algo que decir
puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos.
Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas,
según el gusto de cada uno), y tolerancia con las
opiniones ajenas, son la única condición para
entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café:
trataremos de demostrarle su error. Nuestro café
está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar,
pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos
en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque
desde allí se mira mejor en todas las direcciones.
Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles,
y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar
caminando a nuestro café, y por eso viene gente del
centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere
un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran
datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar
de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que
se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única
cadena a la que pertenece el café
de las ciudades: la
de todos los cafés únicos e irrepetibles,
en cualquier esquina de cualquier ciudad.
Marca en trámite
Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño: Laura
I. Corti
Corresponsal
en Buenos Aires: Mario L. Tercco
Las notas firmadas
no expresan necesariamente la opinión del editor.
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