El Centro Histórico de la Ciudad de México es el corazón
vivo de nuestro país. Sus calles, plazas y edificios sintetizan
los casi 700 años de la difícil historia de una gran ciudad
y una nación entera. Escenario de encuentros y desencuentros,
de victorias y derrotas, de las crisis y los momentos vitales
de la sociedad mexicana, pareciera que en pleno siglo XXI
el hecho de ser el “lugar del ombligo de la luna”, que eso
quiere decir México en náhuatl, y de dar nombre a todo el
territorio nacional, lleven a que esta antigua ciudad haga
valer sus años y se eche encima la tarea de salir a decir
que las cosas tienen
solución y que de las encrucijadas más complejas siempre
se sale poniendo por delante las ideas, el tesón, la solidaridad
y la memoria.
La historia de nuestro Centro Histórico ha sido la
historia de sus reinvenciones. La ciudad azteca nació
sobre un lago. La ciudad novohispana
se construyó con las piedras de la destruida y derrotada Tenochtitlán.
De la mano de pensadores como Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y
Góngora, la ciudad barroca conjugó la identidad
diversa y confrontada que subyacía en la primer
sociedad novohispana. La ciudad
ilustrada y neoclásica imaginada por Manuel Tolsá
y el Segundo Conde de Revillagigedo
se traduciría en los primeros alumbrados públicos, en nuevos
paseos y drenajes, en mejores trazos y nuevas ideas urbanas.
Estas calles y estas plazas fueron también el escenario en
el que se comenzó a inventar un país. El siglo XIX hizo de
la ciudad, a un tiempo, el lugar donde se forjó el concepto
de soberanía y el objeto de nuestra vida independiente, de
las ideas de libertad e igualdad y de las batallas por el
poder en el marco de una contradictoria realidad social, signo
de un intenso cambio histórico. Más adelante, la
Reforma liberal y el Porfiriato,
la Revolución y la
posrevolución, al reinventar al país, también reinventaron
la urbe. La vieja y cosmopolita ciudad de los palacios es
por ello y desde entonces
el espejo más importante
de la diversidad cultural, de los sueños y los ideales
de un país y un continente.

Hoy, de los murales de Orozco, Rivera y Siqueiros a la Catedral Metropolitana;
de la ruinas del Templo Mayor a la Torre Latinoamericana;
de la Merced
a la Alameda;
del Palacio de Bellas Artes y el Zócalo a las viejas vecindades
y las tradiciones vivas, la huella arquitectónica, económica,
cultural y social de todos los capítulos de la vida nacional
está presente en lo que el historiador Serge Gruzinski describió como una monumental y excepcional ciudad compuesta
de muchas ciudades superpuestas: el Centro Histórico de
la Ciudad de México, Patrimonio
de la Humanidad
por su valor universal excepcional.
A mediados del siglo XX este lugar era la mayor parte
y el centro de una gran y moderna metrópoli, capital de la República Mexicana.
También comenzaban a surgir los primeros rasgos del futuro
hipercrecimiento de la ciudad y
la industrialización se fue llevando la actividad económica
a la periferia. Poco después, la Universidad Nacional se mudó a la nueva Ciudad Universitaria y
dejaría al Centro sin una de las razones más importantes de
su vitalidad: la de miles de jóvenes y maestros habitando
en él, estudiando, debatiendo al país y llenando sus jardines,
sus cines, sus cantinas y sus cafés. Antes, en los años 40,
la decisión de congelar
las rentas de la vivienda, más que asegurar la vivienda popular,
abonaría en el deterioro futuro de miles de propiedades.
Todo lo anterior sería el principio de un sostenido proceso
de despoblamiento y de pérdida de habitabilidad cuya
consecuencias serían después el vacío, el deterioro y el abandono.
El descubrimiento de las ruinas del Templo Mayor en
1978 puso de nuevo la mirada nacional en el Centro. Esto llevó
a que el 9 de abril de 1980 se emitiera un decreto presidencial
que declaró la creación de la Zona de Monumentos Históricos
denominada “Centro Histórico de la
Ciudad de México”. Entre los considerandos
para ello se señaló que la capital mexicana se asentó sobre
los restos de la antigua México-Tenochtitlan,
expresión urbana notable de la tradición cultural mesoamericana;
la existencia de la traza urbana original del siglo XVI que
conjugó la concepción española y la heredada por los aztecas;
así como el haber sido sede del poder virreinal y de la vida
política y social novohispana, para
después ser asentamiento de los poderes federales de la república
desde 1824 y escenario los acontecimientos más importantes
del México independiente. En aquella exposición de motivos
también se afirmó que dentro de los planes de desarrollo de
la Ciudad
de México era indispensable la protección, conservación y
restauración de las expresiones urbanas y arquitectónicas
que constituyen el más extraordinario patrimonio cultural
del país, al tiempo de enfatizar la necesidad de atender convenientemente a la preservación
del legado histórico de la zona sin alterar o lesionar su
armonía urbana.

De acuerdo a los lineamientos establecidos en la
Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos,
Artísticos e Históricos, en aquel decreto se delimitó un polígono
de 9.1 kilómetros cuadrados constituido por 668 manzanas y
se enlistaron 1436 edificios como monumentos históricos (construidos
entre los siglos XVI y XIX) para ser protegidos por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia. Dentro de la zona se
estableció la creación de dos
perímetros: el “A”, con 3.2 kilómetros cuadrados -en el
que se encuentra la mayor
concentración de monumentos-, y el “B” con 5.9 kilómetros
cuadrados, que funcionaría como zona de amortiguamiento del primero. Entonces
se crearon también los primeros controles y criterios para
la conservación del Centro y se echaron a andar algunas acciones
de rescate. Hay que agregar que el trabajo de catalogación
del patrimonio arquitectónico del siglo XX que actualmente
lleva a cabo el Instituto Nacional de Bellas Artes podría
incluir alrededor de 400 edificios
más considerados como monumentos artísticos (construcciones
art decó,
modernistas y funcionalistas), lo que convierte al Centro
Histórico en la
Zona de Monumentos Históricos y Artísticos
más grande del país y de América.
La salida de
la Central
de Abastos del barrio de La
Merced en 1983 generaría el principio de
un perjudicial proceso de desintegración urbana en el oriente
del polígono. Los sismos de 1985 devastaron cientos de edificios
y destruyeron 45 mil viviendas en la zona central del Valle
de México. El Centro Histórico recibió entonces el más duro
golpe que ha sufrido hasta la fecha y su
viabilidad como espacio urbano habitable se puso seriamente
en duda; sin embargo, la tragedia dio paso a la confirmación de
que este era el corazón de una ciudad con la fuerza social
suficiente y el sentido solidario necesarios para levantarse.
En 1987 el Centro Histórico sería declarado Patrimonio de
la Humanidad
por la UNESCO
y una primer gran lectura de su Valor
Universal Excepcional buscaría sentar las bases para su futura
conservación.

El Centro nunca ha dejado de ser el espacio simbólico
de la construcción de México. Más aún, desde 1968 y hasta
nuestros días, se convirtió en el espacio vital de una ciudad
que, como hace poco dijo Friedrich
Katz, pasó de ser el objeto de las
batallas históricas para convertirse en un dinámico sujeto
transformador de la realidad nacional. Las libertades, los
derechos, las manifestaciones culturales contemporáneas y
el complejo cambio democrático del país no pueden explicarse
sin la historia centenaria y reciente de estas calles, estas
plazas públicas y estos recintos. Esta es una de las claves
del Centro del presente y su futuro posible: el que nunca ha dejado de ser un espacio de encuentro.
En 1990, la creciente preocupación sobre el rescate
del Centro Histórico llevó a la creación del Fideicomiso Centro
Histórico de la
Ciudad de México (FCHCM), que en un principio
fue un organismo privado encargado de reunir fondos y desarrollar
algunas intervenciones puntuales de conservación. En 1997
se eligió por primera vez en las urnas al Gobierno del Distrito
Federal. Con la democratización,
la recuperación del Centro Histórico tomó fuerza en la agenda
política y social de la ciudad; sin embargo, como fruto
de una prolongada crisis económica de casi 15 años y del cambio
de la estructura política de la ciudad, una vieja tradición
-incluso de raíces prehispánicas-, el comercio ambulante, había desbordado para entonces las calles de más
de la mitad de la
Zona de Monumentos Históricos.

Decenas de miles de personas desempleadas vieron en
el comercio en la vía pública su única alternativa de subsistencia.
Miles de puestos ocuparon de acera a acera cientos de calles.
El Centro Histórico perdió su espacio público y, sobre todo
en la zona oriente del perímetro A -el corazón de la vieja
ciudad-, el
paisaje histórico simplemente quedó oculto y varias generaciones
de mexicanos dejaron de conocerlo. Tras de sí, el crecimiento
sin control del comercio popular callejero provocó que el
deterioro y la degradación social se volvieran imparables
y otros problemas se tornaron indetectables e inatendibles.
Calles enteras se convirtieron en las calles de una ciudad
fantasma y la inseguridad se apropió de ellas.
Entre 1997 y 2000, sin embargo, el Fideicomiso Centro
Histórico, la
UNAM y el IPN realizaron un importantísimo
trabajo de diagnóstico. Para la llegada de la
administración 2000-2006, se concluyó que si confluían
los esfuerzos de la ciudad, el gobierno federal y la iniciativa
privada, era factible iniciar la implementación de acciones
concretas de mayor envergadura. En 2001 el FCHCM se convirtió en un organismo
público, se creó un consejo de ciudadanos vinculados al Centro
encabezado por el cronista de la ciudad Guillermo Tovar de
Teresa, el periodista Jacobo Zabludovsky y el empresario Carlos Slim.
Este último, auspició a su vez la creación de la Fundación del Centro
Histórico, enfocada a la participación de la iniciativa privada
en el esfuerzo. En 2002, a
partir de un pacto inédito y con una fuerte inversión presupuestal
del GDF se crearon modelos de intervención, se inició
la renovación de la infraestructura urbana, se habilitaron
las primeras nuevas viviendas y, sobre todo, se convenció
a la sociedad de que el rescate del Centro Histórico era posible.
En 2006 inició la actual administración del Distrito
Federal. El análisis profundo de los retos, la acumulación
de conocimiento sobre las posibles soluciones para las problemáticas
de la Zona de Monumentos y la convicción
de ver al Centro como
una ciudad viva y no como una “ciudad museo”, llevaron
a la determinación de crear un nuevo órgano de gestión que
llevara a cabo tareas de coordinación y gobierno: la
Autoridad del Centro Histórico (ACH). Esta
instancia ha tenido desde entonces la tarea de articular a
las múltiples dependencias gubernamentales locales y federales
involucradas en la gestión del Centro Histórico. La ACH es, a su vez, un importante
puente entre los habitantes, comerciantes e instituciones
públicas y privadas involucrados
en las tareas cotidianas de la ciudad histórica.

El primer obstáculo a resolver era el de la ocupación
casi total de una buena parte del polígono por el comercio
ambulante. Un complejo
proceso de negociación posibilitó que el 12 de octubre
de 2007 26,000 vendedores ambulantes liberaran el espacio
público de 200 manzanas del perímetro “A” de la Zona de Monumentos para ser
reubicados en 48 predios que fueron comprados o expropiados
por el GDF con el objeto de ser convertidos en plazas comerciales.
Ello posibilitó por primera vez una visión completa
del Centro y sus retos, así como el inicio de un diagnóstico
integral. También evidenció que la construcción de esa mirada
holística tendría que incluir a múltiples actores y que debía
plasmarse en planes conjuntos, en un intenso diálogo y en
la construcción de acuerdos en materia de gobernabilidad,
conservación del patrimonio histórico, desarrollo económico
y habitabilidad para la conformación de una nueva política
pública para la regeneración de la antigua ciudad. Así, hoy
es posible conocer a fondo las características y las dinámicas
sociales, económicas, culturales, turísticas y políticas del
Centro Histórico del siglo XXI, así como compararlo con el
desarrollo de otros Centros Históricos del mundo. También
se ha consolidado el ejercicio constante, coordinado y cotidiano
de la acción del Gobierno del Distrito Federal en todos los
terrenos.
La Autoridad
del Centro Histórico ha sistematizado y puesto al día el conocimiento
acumulado en las últimas décadas y por ello es factible saber
que, donde hasta los años 50 del siglo XX habitaron más de
400.000 personas, hoy sólo habitan 150.000. De estos habitantes,
120.000 residen en el perímetro B y apenas 30.000 en el perímetro
A (polígono en el que llegaron a habitar más de 250,000 personas
en las primeras décadas del siglo pasado). En contraste, se
calcula que tras la salida del comercio ambulante el número
de usuarios diarios del Centro ha aumentado considerablemente
hasta llegar a 2 millones de personas al día. Esto convierte
al Centro Histórico de la Ciudad de México en el lugar
más concurrido del país.
El Centro Histórico es, como nunca, un espacio urbano
vivo; sin embargo, su
despoblamiento es uno de los problemas más graves a resolver.
Los efectos nocivos que la situación de vacío de numerosos
inmuebles genera sobre los esfuerzos que se llevan a cabo
son múltiples: deterioro físico de las construcciones, ruptura
de los nexos comunitarios, especulación inmobiliaria y desaprovechamiento
de un enorme potencial urbano, por mencionar algunos de ellos.
Existen 9.000 edificaciones y se calcula que un 70% del espacio
construido en esos predios se encuentra desocupado o se utiliza
como bodega. La inmensa mayoría de ese espacio vacío (tal
vez un 90%) es de propiedad privada.
El abandono y mal uso de los edificios del Centro
Histórico debe ser combatido urgentemente y con eficacia.
Si bien diversas disposiciones federales y locales establecen
de manera general la obligación de los propietarios de conservar
en buen estado y dar un buen uso a sus inmuebles (sobre todo
en el caso de los que son considerados monumentos), la aplicación
de dichas normas ha sido prácticamente nula debido a múltiples
defectos y errores conceptuales y de aplicación.
Actualmente trabajamos en diversos programas que castigan
por la vía fiscal el mal uso de las construcciones y estimulan
a través de innovadores mecanismos de asociación su reciclamiento,
restauración y conservación para la creación de una oferta
amplia de vivienda dirigida a diversos sectores
sociales. Esto deberá acompañarse de estrategias
que procuren la oferta de servicios asociados al uso habitacional.

La inseguridad producida por el colapso de la vida
urbana en el CH que tuvo lugar hasta hace unos años, ha comenzado
a abatirse claramente en las zonas en las que avanza la recuperación
de las condiciones de habitabilidad y la calidad de vida de
sus habitantes. Los nexos comunitarios y el tejido social
han iniciado su regeneración paulatina, aún en el contexto
de marginación y pobreza que caracteriza a barrios históricos
como Peralvillo, Tepito, Mixcalco o la Colonia Guerrero.
Se ha hecho un esfuerzo sin precedentes para la recuperación
del espacio público y para hacer habitable el Centro Histórico.
A los cientos de calles recuperadas para el tránsito y disfrute
de los ciudadanos tras el reordenamiento del comercio en la
vía pública, hay que sumar la creación
de una moderna y nueva red subterránea de infraestructura
urbana, la peatonalización de
calles, la restauración de miles de fachadas que conforman
un paisaje histórico antes oculto, el remozamiento de decenas
de plazas y jardines, la rehabilitación de cientos de miles
de metros cuadrados de calles, la ampliación de banquetas,
la colocación de nuevos pavimentos y la renovación de miles
de luminarias.
Los más importantes criterios globales que definen
a una ciudad moderna
que funda sus principios en el bienestar de la gente,
se aplican hoy en el Centro Histórico. Se trabaja para garantizar
la movilidad y la accesibilidad plenas, se promueve el uso
de la bicicleta y se diseñan nuevos sistemas de transporte
público como los ciclotaxis y el
tranvía. El acceso libre y gratuito a Internet, el control
del ruido a través de mediciones digitales, de los gases peligrosos
a través de sistemas biodigestores
conectados al drenaje o la generación de nuevos espacios verdes
como los jardines verticales, son ejemplos de medidas innovadoras
en las que se utilizan las tecnologías más actuales. Esto
hace del Centro Histórico un espacio de innovación permanente, replicable
después en el resto de la ciudad.

Estas acciones han conformado un conjunto de programas
y políticas que se han consolidado a través de decretos de
gobierno y nuevas regulaciones. Especial énfasis se ha puesto
en lo referente a las políticas de protección civil. Se analizan
las problemáticas de las distintas redes subterráneas existentes
en el Centro a través de un Comité de Usuarios del Subsuelo
y de la modernización de la red de distribución eléctrica.
Se difunde permanentemente información preventiva entre la
ciudadanía; las escuelas del CH han sido las primeras en contar
con un sistema específico de alerta sísmica y se monitorean
constantemente aquellas construcciones que presentan riesgos
de colapso.
La inaccesibilidad y la desconfianza generadas por
la crisis en la que se sumió el Centro en los últimos años
del siglo XX, produjeron que
la inmensa mayoría de los habitantes del Valle de México
dejaran de reconocer en el Centro Histórico el valor patrimonial
del entorno. Esta desapropiación de la identidad cultural,
ha comenzado a revertirse para dar lugar a un proceso de reencuentro que hoy alienta las tareas de conservación.
La Autoridad
y el Fideicomiso han emprendido intensas campañas de difusión
en medios, publicaciones y ediciones sobre la historia de
la Ciudad de los Palacios, sobre
su enorme oferta comercial, turística y cultural, además de
fomentar un amplio debate académico sobre el pasado, el presente
y el futuro del Centro.

El establecimiento de nuevos mecanismos que obliguen y faciliten
el que los propietarios de las construcciones realicen de
manera expedita obras y adecuaciones
necesarias, es importantísimo. Para ello hoy existen nuevos
esquemas que suplen antiguos procedimientos burocráticos que
a lo largo del tiempo sólo obstaculizaron la inversión en
obras físicas, propiciando la destrucción, la ilegalidad y
la persistencia del abandono. En este camino, se construyen
nuevos criterios que buscan armonizar la preservación de los
valores arquitectónicos patrimoniales con el nuevo uso -pleno,
seguro y funcional- de las edificaciones y las aportaciones
de la arquitectura contemporánea de calidad. El gobierno local
y el federal estamos por terminar la actualización del catálogo
de la Zona
de Monumentos Históricos, a fin de poner al día la delimitación
de las volumetrías que conforman el valor patrimonial a preservar
y rescatar. Al tiempo que se
desarrollan nuevos sistemas digitales de información que sincronicen
y transparenten las múltiples bases de datos existentes
para una gestión moderna y eficaz del Centro.
En concordancia con el espíritu de la ciudad democrática
y con los lineamientos más recientes de UNESCO en torno al
Patrimonio Mundial, la transformación del Centro Histórico
se ha convertido en un proceso en el que es imprescindible
la regeneración del tejido social y el sentido de comunidad.
La sostenibilidad de la reinvención
urbana que vive el Centro, se cifra en la participación ciudadana para la creación de múltiples pactos -barrio por
barrio- para la conservación del patrimonio, el mantenimiento
del espacio público, el establecimiento de prioridades de
gobierno y la identificación de valores culturales a preservar
y fortalecer. El reencuentro con la memoria y con valores
olvidados, la definición de nuevas convicciones comunitarias
y la revitalización de múltiples tradiciones que han trascendido
los siglos, conforman hoy un patrimonio cultural intangible
único y vigoroso con el que debe comprometerse la gestión
gubernamental.
Al ser sede de una las más importantes infraestructuras
culturales del mundo, salvaguarda de las manifestaciones más
importantes del arte y la cultura de México y albergue de
múltiples migraciones indígenas o extranjeras como la judía,
la libanesa, la china y el exilio republicano español, el
Centro Histórico encuentra uno de los ejes estratégicos del
actual proceso de reinvención en su revitalización cultural.
Hemos creado una red de museos y centros culturales para la
formación de nuevos y más amplios públicos, la elaboración
de mejores prácticas y la creación de nuevos mecanismos de
difusión para alentar el surgimiento de nuevos públicos. También
se ha emprendido un esfuerzo importante para la rehabilitación
de decenas de foros culturales que permanecían en desuso o
eran subutilizados por su deterioro e inaccesibilidad; así
mismo, se ha tejido una red de artistas, colectivos independientes
e instituciones, a través de la cual, se ha logrado mantener
una oferta cultural diversa y de calidad en el espacio público
recuperado. Una decena de nuevos centros culturales comunitarios
de distinto signo abrieron sus puertas en el último año en
el Centro y sus calles comienzan a llenarse otra vez de jóvenes.

En el Centro Histórico se conserva físicamente una
buena parte de lo que fue su antigua naturaleza universitaria,
al tiempo que funcionan más de 40 escuelas de educación básica.
La UNAM, la UAM, el IPN y la UACM tienen hoy centros de extensión
y sedes importantes en los perímetros A y B. La Universidad del Claustro
de Sor Juana alberga un dinámico campus
y otras instituciones planean crear nuevos espacios en el
Centro; sin embargo, el potencial educativo que entrañan los
edificios históricos para la actividad docente es mucho mayor
y esto debe aprovecharse. Con la Universidad Nacional
se ha emprendido el
esfuerzo para que el viejo barrio universitario sea pronto
el escenario de la vuelta al Centro de miles de alumnos y
maestros. El GDF apuesta porque esta reactivación de la
comunidad del conocimiento alimente con nuevas ideas la construcción
de soluciones para la ciudad histórica y abone en su repoblamiento.
El Centro Histórico es uno de los polos de actividad
comercial más importantes del país. Esta vocación persiste
desde tiempos prehispánicos y se renueva permanentemente.
Múltiples giros comerciales tradicionales y modernos están
presentes en sus calles, organizados en zonas de especialización
en determinadas ramas. La reubicación de los vendedores ambulantes
y la creación de nuevas plazas de comercio popular ha reimpulsado
la actividad económica. Aunque el reto es complejo, el antiguo
comercio establecido se ha revitalizado y miles de comerciantes
que antes ocupaban la vía pública hoy pagan impuestos y consolidan
nuevos centros de trabajo. Las ventas al mayoreo de diversos
productos generan miles de empleos y atraen cientos de miles
de compradores todos los días. Teniendo claro que la vocación
del Centro Histórico no puede ser sólo comercial, el GDF ha
procurado apoyar esta creciente actividad económica incorporando
las necesidades y opiniones del comercio a la toma de decisiones.
Las actividades mercantiles más añejas han sido respaldas
para aumentar su calidad y asegurar su permanencia y competitividad
en el futuro. Se calcula que en las zonas en las que se han
concluido las acciones de rehabilitación urbana, recuperación
del espacio público y restauración del paisaje histórico,
la presencia de transeúntes y la actividad económica han aumentado hasta
un 70%.

Existen más de 6,920 habitaciones en 87 hoteles de
distintas categorías en el Centro. Se calcula en millones
la cantidad de turistas que cada año lo visitan y se tiene
conocimiento de que en 2010 la ocupación hotelera va en aumento.
Esto convierte a la antigua capital en uno de los centros
turísticos más importantes del país. También en este rubro
el potencial es mayor y se estima que el CH puede competir
en calidad y atractivos con los principales polos turísticos
del planeta. Para ello, la ACH, el Fideicomiso y la Secretaría de Turismo
del DF actualmente desarrollan estrategias que permitan mejorar
la promoción internacional, atraer nuevas inversiones y aumentar
las opciones de turismo cultural. El capital turístico del
Centro es vasto, por lo que debe procurarse un desarrollo
sostenible que se integre armónicamente con la regeneración
urbana y social del patrimonio histórico.
A partir de 2001 el principal soporte financiero del
rescate del Centro Histórico ha sido el Gobierno del Distrito
Federal. Se calcula que el presupuesto público de la ciudad
destinado en los últimos diez años a las obras públicas necesarias,
la recuperación del espacio público y la conservación del
patrimonio arquitectónico asciende a más 400 millones de dólares.
Esto ha generado una importante plusvalía y una considerable
inversión privada subsecuente; sin
embargo, debe trabajarse
en que dichas plusvalía e inversión acompañen en mejor medida
al esfuerzo que la ciudad hace.
Al final de 2010 se estima que un importante avance
será el aumento de la recaudación fiscal que el GDF realiza
en el Centro como fruto de su reactivación inmobiliaria, económica
y social, lo cual ayudara a financiar las múltiples tareas
pendientes. Sin embargo, por ser el Centro de la ciudad la
sede de los tres poderes federales y del principal patrimonio
cultural de la nación, es fundamental que la responsabilidad
compartida en una tarea que debe ser de todos los mexicanos
se establezca en mecanismos legales que aseguren presupuestos
anuales permanentes.
A partir de julio de 2008, el Gobierno del Distrito
Federal estableció un compromiso con la UNESCO para la construcción de un Plan Integral de Manejo
del Centro Histórico que será presentado al Centro del Patrimonio
Mundial en 2011 para su aprobación e inscripción oficial.
Este Plan definirá las líneas estratégicas de mediano y largo
plazo para la conservación y sostenibilidad del sitio, a fin de ser una carta de navegación
en la que ciudadanos y gobierno establezcan compromisos comunes.
El proceso es conducido por un Consejo Directivo integrado
por la Autoridad del Centro Histórico,
el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, la Secretaría de Desarrollo
Urbano y Vivienda, la
Oficina de UNESCO en México, el INAH, el
INBA, la UNAM, la UAM, el IPN, la UACM, ICOMOS y el Consejo de
la Crónica de la Ciudad de México. De acuerdo
a lo avanzado en la primera fase de su diseño, dicho Plan
tiene los siguientes preceptos rectores:
- Identificar, entender y administrar aquellos factores
que sean determinantes para el éxito y buen funcionamiento
del proceso de regeneración del CHCM, aprovechando la sinergia
de los diferentes actores sociales, económicos e institucionales.
-Asegurar la conservación integral del patrimonio arquitectónico y el valor universal
excepcional del sitio, a partir de su vínculo transversal
con la gestión urbana y la participación social.
- El reconocimiento del CHCM como un espacio democrático
de diversidad cultural, identidad e innovación.
- La creación de espacios de participación ciudadana para la conservación
del patrimonio y la regeneración urbana urbano.
- Generar las condiciones para la habitabilidad del
CHCM y la mejora en la calidad de vida de la población actualmente
residente.
- La construcción de nuevos, mecanismos, acuerdos
y responsabilidades entre las instituciones locales
y federales, académicas, iniciativa privada y la diversidad
de actores sociales cuyas decisiones inciden en el Centro
Histórico.
- La innovación de los instrumentos de apoyo del sector
público adecuados a las circunstancias sociales y económicas
presentes.
- En concordancia con los criterios que actualmente
discute el Centro del Patrimonio Mundial de UNESCO para los
sitios urbanos, generar
indicadores de gestión en todos los ámbitos relacionados
con el desarrollo del CHCM en su calidad de espacio urbano
vivo: conservación, habitabilidad, vivienda, legislación y
normatividad, financiamiento e inversión, dinámica fiscal,
combate al vacío y el abandono, participación ciudadana, economía,
turismo, medio ambiente, movilidad y accesibilidad, transporte
público y protección civil.
- La discusión sobre la pertinencia de los perímetros
vigentes del Centro Histórico y la definición de nuevos polígonos
de actuación de acuerdo a la dinámica urbana actual de la
zona.
- El desarrollo de una política de comunicación, articulación y promoción para implicar a los actores con los valores
patrimoniales.

El Plan de Manejo del Centro Histórico es un proceso
participativo y se alimenta del diagnóstico dinámico de todos
los problemas y de la gestión cotidiana de gobierno. La concurrencia
de las más importantes instituciones gubernamentales y académicas
en su elaboración será también la manera de incluir en él
todo el conocimiento generado a través del tiempo en torno
a los retos de la ciudad histórica. El Plan consolidará una
política pública integral más allá de los periodos de gobierno
y será también el eje rector de la aplicación de futuros lineamientos
legales.
Durante los últimos tres años ha tenido lugar un proceso
de diálogo que ha permitido múltiples encuentros y reconocimientos
entre actores institucionales y sociales. Se han definido
grandes consensos sobre el presente y el futuro de la ciudad
histórica. Hoy, se coincide en la necesidad de entender
al Centro como una ciudad viva y plural, y que la revitalización
urbana del espacio histórico significa la oportunidad de aprender
de la transformación social consciente y del ejercicio de
la ciudadanía.
Todos los actores coinciden en que es imprescindible
recuperar el espacio público para mejorar la habitabilidad
de la vieja ciudad, y en la importancia de las acciones para
que se vuelva a vivir en el Centro. También son consensos
el evitar la exclusión
y el desplazamiento de los habitantes tradicionales del Centro,
apostando firmemente por que la calidad de vida de la población
que actualmente habita aquí sea un
eje prioritario. En este diálogo plural se ha concluido
que para lograrlo es necesario contar con
un nuevo modelo de gestión eficaz y transparente que
fomente la conservación de los valores patrimoniales de la
ciudad histórica con una visión de futuro que fortalezca la
equidad y la calidad del desarrollo social, económico y urbano.
También hay consenso en que la nueva Autoridad del Centro
Histórico ha demostrado su pertinencia al ser capaz de atender
y resolver problemas diferentes a los del resto de la ciudad.
Esta visión colectiva sobre el Centro Histórico de
la Ciudad
de México se concreta en la creación de una nueva idea de
ciudad en el espacio urbano en el que fue fundada la nación
democrática y que hoy está habitado por mexicanos y mexicanas
del siglo XXI con plenos derechos y un compromiso renovado
con su entorno. Nuestra tarea es apostar un mejor presente
y un porvenir socialmente sustentable al lugar en el que México
ha construido y sigue construyendo su identidad: la gran Tenochtitlán,
la vieja Ciudad de los Palacios, la
ciudad libertaria y de la memoria en la que hoy se construye
la ciudad del futuro.
IMS
El
autor es Director General del Fideicomiso Centro Histórico
de la Ciudad
de México.
Ver
Km.
Cero, publicación mensual editada por el Fideicomiso
Centro Histórico de la
Ciudad de México.
Sobre
México DF, ver también entre otras notas en café
de las ciudades:
Número 36
| Cultura de las ciudades
Espectros
de la ciudad de México
| El urbanismo como mitología. | Juan Villoro
Número
47 | La mirada del flâneur
Imaginando
Tepito |
Una crónica de México DF. | Iván Peñoñori
Número
47 | Cultura de las Ciudades
En
el hoyo | Los trabajos y los días en
el Segundo Piso del Periférico mexicano. | Marcelo Corti
Las imágenes que ilustran esta nota fueron provistas gentilmente por el
Fideicomiso Centro Histórico de la
Ciudad de México.