En
la región metropolitana de Buenos Aires, el
proceso de planificación urbana presenta desde hace décadas
una base fuertemente tecnocrática,
sustentada en instrumentos jurídicos precarios o códigos de
ordenamiento urbano municipales obsoletos, que emergen del
Decreto-Ley provincial
8912 de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo,
de 1977. Este marco normativo da cuenta de un urbanismo reglamentario
que premia la verticalización
de la ciudad y conforma un modelo que excluye
del mercado formal del suelo a los sectores más pobres de
la sociedad, que generan de manera informal una -cada
vez más extensa- ciudad autoconstruida. Desde esa lógica, promueve la menor ocupación
del suelo, las parcelas de dimensiones máximas, la segregación
de usos y funciones y demás indicadores
que no dan respuesta a las lógicas de crecimiento urbano actual.
El
municipio de San Miguel, situado en el extremo noroeste metropolitano,
participa activamente de estos procesos, que han dado como
resultado un territorio conformado por sectores diferenciados.
La falta de regulación de los fraccionamientos del suelo rural,
la posibilidad de compra en cuotas de parcelas sin servicios,
los créditos hipotecarios, los planes de vivienda, la compra
a crédito en corralones de materiales, aunado a la posibilidad
de movilidad otorgada por la red subsidiada de ferrocarriles
y los servicios prestados por las incipientes líneas de transporte
público de colectivos, fueron políticas que permitieron expandir
la urbanización sobre lo que eran quintas productivas y tambos
hasta fines de los ´70. Estos fueron procesos de producción autogestionaria de
la tierra, la vivienda, los servicios y el equipamiento comunitario.
Tal
normativa provincial impacta en el municipio imposibilitando
la subdivisión de fracciones rurales sin servicios y equipamiento,
y da lugar a dos fenómenos que acentúan fuertes contrastes
y se manifiestan especialmente en sus bordes, de loteos populares,
de urbanización más precaria y con grandes parcelas por subdividir:
por un lado, la aplicación de esta ley paralelamente al descongelamiento
de los alquileres y la erradicación de villas en la ciudad
de Buenos Aires, que promovió las ocupaciones informales de
suelo; y por el otro, la aparición de clubes de campo y barrios
cerrados, favorecidos por la ampliación y mejora del sistema
de carreteras regionales.
Desde
ese momento, y en relación a la obligación impuesta por la
propia ley, el planeamiento del ex partido de Gral. Sarmiento
(antecesor del actual partido de San Miguel) se produjo exclusivamente
a través del Código de Zonificación Preventivo de 1979, que
no ha sido actualizado ni complementado por
las otras instancias de planeamiento. Con lo cual, mientras
la realidad imponía nuevas presiones sobre el territorio y
sobre el desarrollo económico y social, la forma de operar
ante nuevos escenarios fue a través de ordenanzas que modificaron
los indicadores urbanísticos de algunos sectores específicos.
Esta
forma desarticulada y fragmentaria de planificación urbana
ha hecho posible, por ejemplo, el cambio en el perfil urbano
de las zonas centrales a través de una normativa específica
que permite la densificación en altura o con viviendas mancomunadas
sobre áreas de baja densidad sin un correlato de planificación
y ejecución de equipamiento y servicios que abastezcan a la
nueva población. Por otra parte, los cambios de indicadores y provisión de
infraestructura en algunos sectores ha disparado el valor
del suelo, alejando de las posibilidades de acceso a las
familias de menores recursos que amplían los asentamientos
informales del distrito.
Hacia un nuevo modelo de ciudad
En
el marco del proceso observado, son diversos los actores que han alzado sus
voces reclamando por espacios y nuevas reglas de juego
que les permitan tener presencia como agentes intervinientes
en los escenarios claves de la gestación de las políticas
urbanas, junto con los actores ya instalados directa o indirectamente
con roles decisores. Si bien cuentan
con distintos grados de complejidad y de organización, sin
embargo, todos están conectados por redes relacionales que,
en última instancia, los sitúan dentro del mismo sistema urbano
local, y por ende, con capacidad desigual para accionar sobre
el territorio y sus habitantes.
Por
un lado, surgen reclamos de actores vecinales de los barrios populares periféricos en
demanda de mejoras en infraestructura y equipamiento,
dentro de un contexto de creciente fragmentación urbana y
segregación social. Este aspecto deficitario del proceso de
urbanización encuentra allí especialmente afianzados a los
distintos tipos de instituciones y organizaciones sociales
que han complejizado sus estructuras con el fin de brindar soluciones
a los déficit de servicios de estas barriadas. En ese marco
contestatario se gestó una identidad colectiva de movimientos
sociales cuyo logro más significativo fue la implementación
en 2006 del programa Presupuesto Participativo.

Asimismo,
durante los últimos años se sumó la protesta de los vecinos
de la zona Microcentro del municipio
ante la abrupta irrupción de un proceso de verticalización dentro de un tejido tradicionalmente
de muy baja densidad, protagonizado por inversores privados
de grandes capitales. En primer término, los actores vecinales
reclamaron por respuestas ante el colapso en los servicios
sanitarios y el deterioro de la calidad de vida. Luego sus
acciones también se orientaron a defender la identidad cultural del barrio. Sin embargo, con el paso del tiempo y la irreversibilidad
del proceso, sus voces se fueron diluyendo de manera gradual.
Ante
la situación planteada es menester reconocer la necesidad
de un plan que defina más claramente un horizonte. En este
sentido, si bien es significativa la implementación de tal
Presupuesto Participativo, la falta de concreción de aquellos
instrumentos del marco regulatorio provincial (tal como el plan de ordenamiento municipal
y los planes particularizados) dan cuenta de un proceso inconcluso
con repercusiones concretas en el territorio, que ponen en
evidencia la insatisfacción social de una ciudad que crece
a distintas velocidades.
En
este marco problemático, desde ámbitos académicos a los que
se acercaron distintos actores sociales y políticos para debatir
sobre problemáticas puntuales y sectoriales, se comenzaron
a articular acciones conjuntas tendientes a concretar acuerdos
básicos que impulsen un proceso de planificación participativa,
con el propósito de orientar acciones en el mediano y el largo
plazo. Basado en el diálogo del gobierno local con su comunidad
y reconociendo la disparidad de cuotas de poder que cada uno
ostenta, el primer paso ha sido dado. En consecuencia, hoy
la comunidad reclama una primera Carta-Acuerdo que instale un espacio
propicio para la formulación de un plan estratégico que defina
un modelo consensuado de ciudad.
GT,
EC, MM y DN
El
texto de esta nota integra el Proyecto de investigación desarrollado
por los autores en el marco del Instituto
del Conurbano de la
Universidad Nacional de General Sarmiento.
Para
más información, ver el artículo La
irrupción de las torres - Una explotación intensiva en las
periferias metropolitanas, de Guillermo Tella.
Sobre
el Decreto Ley 8912 de la
Provincia de Buenos Aires, ver en café
de las ciudades las notas respectivas de
la serie Un análisis crítico de la legislación argentina:
Número 85 I Planes de las ciudades
El
Decreto-Ley 8912/77 de Ordenamiento Territorial y Uso del
Suelo en la Provincia de Buenos Aires I Un análisis crítico de la legislación argentina
(IV) I Marcelo
Corti
Número
89 I Planes de las
ciudades (II)
Reglamentaciones
y contradicciones de “la 8912”
I Un análisis crítico de la legislación argentina (VIII) I
Por Marcelo Corti