Laberintos y
Desiertos urbanos
Los espacios
de la ciudad desarticulada.
(viene
de la presentación)
El relato
que da origen a esta nota
es también la extensión de otro cuento de Borges,
Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto.
Una llamada al pie en el relato de los dos reyes refiere que "Ésta
es la historia que el rector divulgó desde el púlpito"
y remite al párrafo "Nuestro rector, el señor
Allaby, hombre de curiosa lectura, exhumó la historia de
un rey a quien la Divinidad castigó por haber erigido un
laberinto y la divulgó desde el púlpito...".
Ahora bien, el Abenjacán del título resulta ser un
rey cobarde que huye a refugiarse en una pequeña aldea de
Cornwall y es asesinado por su primo, a quien había traicionado.
O al menos, esto es lo que parece: la verdad la descubre, un cuarto
de siglo más tarde, un ocasional visitante de la aldea, un
tal Unwin. Al descifrar el misterio a su amigo Dunraven, en una
taberna londinense, le dice: "Empezaré por la mayor
mentira de todas, por el laberinto increíble. Un fugitivo
no se oculta en un laberinto. No erige un laberinto sobre un alto
lugar de la costa, un laberinto carmesí que avistan desde
lejos los marineros. No precisa erigir un laberinto, cuando el universo
ya lo es. Para quien verdaderamente quiere ocultarse, Londres
es mejor laberinto que un mirador al que conducen todos los
corredores de un edificio" (la ciudad, cuyo aire se dice
que "es libre y hace libre", sirve también para
perderse, de uno mismo y de extraños; otra forma de libertad,
que exploraron los
situacionistas
en sus derivas).

Se ha visto
en una famosa escena de Hitchcock un corolario de esta asimilación
borgeana entre desiertos y laberintos. Es en North by Norhwest
(Intriga Internacional), cuando el personaje interpretado por
Cary Grant acude a una supuesta cita en medio del desierto californiano
y es perseguido por una avioneta fumigadora, sin encontrar lugar
donde guarecerse. El protagonista consigue trabajosamente escapar
a los disparos que le dirigen desde el aire, hasta que la avioneta
pierde el control, choca contra un camión parado en la ruta
y explota. En La noche de San Lorenzo, de los hermanos Taviani,
hay una escena semejante, una batalla entre fascistas y partisanos
donde todos se esconden en un trigal.
Obsesionado
con los laberintos, Borges
también planteó laberintos en el tiempo, como los
"innumerables futuros" de El jardín de senderos
que se bifurcan; laberintos literarios, como El libro de
arena (tan parecido pero, en realidad, tan distinto a lo que
luego fue Internet), Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y Examen
de la obra de Herbert Quain; o laberintos icónicos como
el Aleph o el Zahir. Pero los dos laberintos antagónicos
de Babilonia y Arabia son la síntesis perfecta de
los laberintos en el espacio. Hemos convocado a los lectores y lectoras
a proponer
sus propios laberintos y desiertos:
en los casos que siguen, presentamos algunos ejemplos que nos conciernen
(y remitimos a otros textos posibles en nuestro mismo café).

"Entrás
si querés, salís si podés", decía
hace unos años un graffiti en las paredes de La Cava (en
San Isidro, Buenos Aires). La villa miseria, la favela, la población,
el cantegril, los ranchitos, son laberintos físicos, por
lo intrincado de sus callejuelas, y laberintos sociales,
porque nunca es fácil "salir" de la villa. Se suponen
un reducto ideal para diversas mafias, pero no solo por la confusión
circulatoria (aun en la visión desde el aire) que las hace
trampa para policías, sino por la facilidad que da a los
capomafias el contexto de desesperanza y no futuro para conseguir
mano de obra. La historia de las Dos
Camilas ilustra
amargamente estas encerronas. Con lucidez y sensibilidad, Jorge
Jáuregui ha planteado algunas salidas posibles en
Favela
Bairro.

Son varias la
formas del desierto urbano. Durante la segunda mitad del siglo XX,
una vez que sus residentes lo abandonaron, el centro de la ciudad
americana fue el desierto por excelencia en las horas en que estaban
cerradas las oficinas (especialmente en los Central Business
Districts del norte y en los cascos históricos de
las grandes capitales del sur). La gentrificación y el auge
del turismo han variado esta tendencia en algunas ciudades. Pero
lo que permanece ajeno a la civilización es el mundo de los
bajo-autopistas, los espacios irresueltos de la utopía
automovilística.

Alto consumo
del suelo, impermeabilidad, concentración de gases y radiación
solar, hostilidad al peatón; improntas de otro desierto urbano
que además tiene facilidad para erosionar la ciudad: el parking.
Es además un paradigma de la ciudad monofuncional,
porque en general sirve a grandes pabellones conectados con otros
por medio de autopistas.
Los pabellones
pueden ser definidos también, al decir de Marc Augé,
como los "no
lugares",
los desiertos de la "hipermodernidad". Augé considera
la experiencia del no lugar como propia de nuestra época.
Cajeros automáticos, autopistas, aeropuertos, duty-free,
hoteles internacionales, aviones, constituyen en su análisis
"lugares superpoblados ... donde se cruzan millones de itinerarios
individuales en los que subsiste algo del incierto encanto de los
solares, de los terrenos baldíos y de las obras en construcción:
el encanto de todos los lugares de la casualidad y el encuentro".
Y este encanto se liga al anonimato, a una cierta sensación
de aventura y libertad, y a una placentera y voluntaria soledad
(nuevamente, "perderse" como una forma de libertad).

Todo lo contrario
ocurre en los ghettos. Según Richard Sennet, con el
establecimiento del ghetto judío de Venecia "hizo
por primera vez acto de presencia uno de los grandes temas de la
sociedad urbana moderna. La ciudad quedó establecida como
una entidad legal, económica y social demasiado amplia y
variada como para vincular a todos sus habitantes. Una "comunidad"emocionalmente
intensa exigiría la división de la ciudad".
Entre los excesivos
ghettos contemporáneos, los más conocidos son los
suburbios de inmigrantes. Algunos estallaron hace unos meses en
París,
pero los hay en todas las ciudades: hasta en la surrealista Dubai
(como
muestran los mejores pasajes de la reciente Syriana). Ghettos,
privatopías y territorios en disputa comparten como condición
la existencia de los
muros de la vergüenza.

Pero no solo
los muros aíslan al habitante privatópico, el poblador
de los barrios cerrados y las urbanizaciones de intereses
comunes. Los trazados internos tienden a reproducir las tramas cerradas:
los terrenos más cotizados están en los cul de
sac, en los remates desconectados donde se cierran las circulaciones.

Laberintos y
desiertos son antiurbanos por ser ajenos a la continuidad articulada
del espacio en la ciudad. La sucesión de lugares articulados,
fluidos o estancos, cerrados o abiertos, grandes o pequeños,
desérticos o laberínticos, es la manifestación
ciudadana del espacio. El recorrido, el paseo, la deriva, la
caminata programada o el delicioso extravío, son las
apropiaciones humanas del territorio que caracterizan el espacio
urbano o, simplemente, a la ciudad.
MC
El
relato Los dos reyes y los dos laberintos integra la colección
de cuentos El Aleph, de 1949. Las propuestas de desiertos y laberintos
urbanos donde deshacerse de reyes molestos pueden ser enviadas a
cartas@cafedelasciudades.com.ar,
al igual que las propuestas para nuestra Fiesta
Mundial.
Gran
parte de los cuentos de Jorge Luis Borges están reproducidos
en el sitio literatura.us.
Sobre
los situacionistas y sus derivas, ver las notas Situacionistas:
la deriva y el placer
y Formulario
para un nuevo urbanismo, en el número 7 de café
de las ciudades.
Ver
la historia de las Dos
Camilas (de la barbarie al gatillo fácil en Buenos
Aires) en el número 31 de café
de las ciudades.
Sobre
Jorge Jáuregui y el programa Favela Barrio, ver la entrevista
"Políticas
para construir ciudad, no para hacer casitas" en
el número 12 de café
de las ciudades.
Ver
el prólogo de los No
lugares de Marc Augé en el número 16 de
café
de las ciudades.
Sobre
los Muros
de la vergüenza (Berlín, barrios privados,
Palestina) ver la nota en el número 14 de café
de las ciudades, y su continuación, Favelas
en la ciudad: articular, no separar, de Jorge Mario Jáuregui,
en el número 19.
Sobre
los disturbios en los suburbios de inmigrantes de París,
ver las notas El
circulo vicioso de la marginación, entrevista
a Jordi Borja, y ¿Arde
París?, de Jean Luc Cohen en el número
38 de café
de las ciudades.
Sobre
Dubai, ver las notas El
Mundo, un paraíso chabacano
y La
burbuja y el kitsch (sobre
la urbanización hipercapitalista, incluyendo también
comentarios sobre "la fiebre inmobiliaria de los mercados emergentes"
y Ave María,
la ciudad católica que el fundador de Domino´s Pizza está
construyendo en Florida), en los números 35 y 41, respectivamente,
de café
de las ciudades.
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