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AÑO 7 - NUMERO 67 - Mayo 2008

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Título Subtítulo Ciudad
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Cultura de las ciudades – Nuestros antepasados (VIII)

Donde el zahorí lector oirá hablar de cierta celebérrima moneda

"Por la misma esquina de la plaza de Yanahuanca…" I Por Manuel Scorza

 

N. de la R.: Esta nota reproduce el primer capítulo de Redoble por Rancas (1970), primera de las 5 novelas de la serie La guerra silenciosa.


Por la misma esquina de la plaza de Yanahuanca por donde, andando los tiempos, emergería la Guardia de Asalto para fundar el segundo cementerio de Chinche, un húmedo septiembre, el atardecer exhaló un traje negro. El traje, de seis botones, lucía un chaleco surcado por la leontina de oro de un Longines auténtico. Como todos los atardeceres de los últimos treinta años, el traje descendió a la plaza para iniciar los sesenta minutos de su imperturbable paseo.

Hacia las siete de ese friolento crepúsculo, el traje negro se detuvo, consultó el Longines y enfiló hacia un caserón de tres pisos. Mientras el pie izquierdo se demoraba en el aire y el derecho oprimía el segundo de los tres escalones que unen la plaza al sardinel, una moneda de bronce se deslizó del bolsillo izquierdo del pantalón, rodó tintineando y se detuvo en la primera grada. Don Herón de los Ríos, el Alcalde, que hacía rato esperaba lanzar respetuosamente un sombrerazo, gritó: "¡Don Paco, se le ha caído un sol!".

El traje negro no se volvió.

El Alcalde de Yanahuanca, los comerciantes y la chiquillería se aproximaron. Encendida por los finales oros del crepúsculo, la moneda ardía. El Alcalde, oscurecido por una severidad que no pertenecía al anochecer, clavó los ojos en la moneda y levantó el índice: "¡Que nadie la toque!" La noticia se propaló vertiginosamente. Todas las casas de la provincia de Yanahuanca se escalofriaron con la nueva de que el doctor don Francisco Montenegro, Juez de Primera Instancia, había extraviado un sol.

Los amantes del bochinche, los enamorados y los borrachos se desprendieron de las primeras oscuridades para admirarla. "¡Es el sol del doctor!", susurraban exaltados. Al día siguiente, temprano, los comerciantes de la plaza la desgastaron con temerosas miradas. "¡Es el sol del doctor!", se conmovían. Gravemente instruidos por el Director de la Escuela —"No vaya a ser que una imprudencia conduzca a vuestros padres a la cárcel"—, los escolares la admiraron al mediodía: la moneda tomaba sol sobre las mismas desteñidas hojas de eucalipto. Hacia las cuatro, un rapaz de ocho años se atrevió a arañarla con un palito: en esa frontera se detuvo el coraje de la provincia.

Nadie volvió a tocarla durante los doce meses siguientes. Sosegada la agitación de las primeras semanas, la provincia se acostumbró a convivir con la moneda. Los comerciantes de la plaza, responsables de primera línea, vigilaban con tentaculares miradas a los curiosos. Precaución inútil: el último lameculos de la provincia sabía que apoderarse de esa moneda, teóricamente equivalente a cinco galletas de soda o a un puñado de duraznos, significaría algo peor que un carcelazo. La moneda llegó a ser una atracción. El pueblo se acostumbró a salir de paseo para mirarla. Los enamorados se citaban alrededor de sus fulguraciones.

El único que no se enteró que en la plaza de Yanahuanca existía una moneda destinada a probar la honradez de la altiva provincia fue el doctor Montenegro.

Todos los crepúsculos cumplía veinte vueltas exactas. Todas las tardes repetía los doscientos cincuenta y seis pasos que constituyen la vuelta del polvoriento rectángulo. A las cuatro, la plaza hierve, a las cinco todavía es un lugar público, pero a las seis es un desierto. Ninguna ley prohíbe pasearse a esa hora, pero sea porque el cansancio acomete a los paseantes, sea porque sus estómagos reclaman la cena, a las seis la plaza se deshabita. El medio cuerpo de un hombre achaparrado, tripudo, de pequeños ojos extraviados en un rostro cetrino, emerge a las cinco, al balcón de un caserón de tres pisos de ventanas siempre veladas por una espesa neblina de visillos. Durante sesenta minutos ese caballero casi desprovisto de labios, contempla, absolutamente inmóvil, el desastre del sol. ¿Qué comarcas recorre su imaginación? ¿Enumera sus propiedades? ¿Recuenta sus rebaños? ¿Prepara pesadas condenas? ¿Visita a sus enemigos? ¡Quién sabe! Cincuenta y nueve minutos después de iniciada su entrevista solar, el Magistrado autoriza a su ojo derecho a consultar el Longines, baja la escalera, cruza el portón azul y gravemente enfila hacia la plaza. Ya está deshabitada. Hasta los perros saben que de seis a siete no se ladra allí.

Noventa y siete días después del anochecer en que rodó la moneda del doctor, la cantina de don Glicerio Cisneros vomitó un racimo de borrachos. Mal aconsejado por un aguardiente de culebra, Encarnación López se había propuesto apoderarse de aquel mitológico sol. Se tambalearon hacia la plaza. Eran las diez de la noche. Mascullando obscenidades, Encarnación iluminó el sol con su linterna de pilas. Los ebrios seguían sus movimientos imantados. Encarnación recogió la moneda, la calentó en la palma de la mano, se la metió en el bolsillo y se difuminó bajo la luna.

Pasada la resaca, por los labios de yeso de su mujer, Encarnación conoció al día siguiente el bárbaro tamaño de su coraje. Entre puertas que se cerraban presurosas se trastabilló hacia la plaza lívido como la cera de cincuenta centavos que su mujer encendía ante el Señor de los Milagros. Sólo cuando descubrió que él mismo, sonámbulo, había depositado la moneda en el primer escalón, recuperó el color.

El invierno, las pesadas lluvias, la primavera, el desgarrado otoño y de nuevo la estación de las heladas circunvalaron la moneda. Y se dio el caso de que una provincia cuya desaforada profesión era el abigeato, se laqueó de una imprevista honradez. Todos sabían que en la plaza de Yanahuanca existía una moneda idéntica a cualquier otra circulante, un sol que en el anverso mostraba el árbol de la quina, la llama y el cuerno de la abundancia del escudo de la República y en el reverso exhibía la caución moral del Banco de Reserva del Perú. Pero nadie se atrevía a tocarla. El repentino florecimiento de las buenas costumbres inflamó el orgullo de los viejos. Todas las tardes auscultaban a los niños que volvían de la escuela. "¡Y la moneda del doctor?", "¡Sigue en su sitio!", "Nadie la ha tocado", "Tres arrieros de Pillao la estuvieron admirando". Los ancianos levantaban el índice; con una mezcla de severidad y orgullo: "¡Así debe ser; la gente honrada no necesita candados!".

A pie, o a caballo, la celebridad de la moneda recorrió caseríos desparramados en diez leguas. Temerosos que una imprudencia provocara en los pueblos pestes peores que el mal de ojo, los teniente-gobernadores advirtieron, de casa en casa, que en la Plaza de Armas de Yanahuanca envejecía una moneda intocable. ¡No fuera que algún comemierda bajara a la provincia a comprar fósforos y "descubriera" el sol! La fiesta de Santa Rosa, el aniversario de la Batalla de Ayacucho, el Día de los Difuntos, la Santa Navidad, la Misa de Gallo, el Día de los Inocentes, el Año Nuevo, la Pascua de Reyes, los Carnavales, el Miércoles de Ceniza, la Semana Santa y, de nuevo, el aniversario de la Independencia Nacional sobrevolaron la moneda. Nadie la tocó. No bien llegaban los forasteros, la chiquillería los enloquecía: "¡Cuidado, señores, con la moneda del doctor!" Los fuereños sonreían burlones, pero la borrascosa cara de los comerciantes los enfriaba. Pero un agente viajero, engreído con la representación de una casa mayorista de Huancayo (dicho sea de paso: jamás volvió a recibir una orden de compra en Yanahuanca) preguntó con una sonrisita: "¿Cómo sigue de salud la moneda?". Consagración Mejorada le contestó: "Si usted no vive aquí, mejor que no abra la boca". "Yo vivo en cualquier parte", contestó el bellaco, avanzando. Consagración —que en el nombre llevaba el destino— le trancó la calle con sus dos metros: "Atrévase a tocarla", tronó. El de la sonrisita se congeló. Consagración, que en el fondo era un cordero, se retiró confuso. En la esquina lo felicitó el Alcalde: "¡Así hay que ser: derecho!" Esa misma noche, en todos los fogones, se supo que Consagración, cuya única hazaña conocida era beberse sin parar una botella de aguardiente, había salvado al pueblo. En esa esquina lo parió la suerte. Porque no bien amaneció los comerciantes de la Plaza de Armas, orgullosos de que un yanahuanquino le hubiera parado el macho a un badulaque huancaíno, lo contrataron para descargar, por cien soles mensuales, las mercaderías.

La víspera de la fiesta de Santa Rosa, patrona de la Policía, descubridora de misterios, casi a la misma hora en que un año antes la extraviara, los ojos de ratón del doctor Montenegro sorprendieron una moneda. El traje negro se detuvo delante del celebérrimo escalón. Un murmullo escalofrió la plaza. El traje negro recogió el sol y se alejó. Contento de su buena suerte, esa noche reveló en el club: "¡Señores, me he encontrado un sol en la plaza!".

La provincia suspiró.

MS

Manuel Scorza nació en Lima en 1928. Poeta, novelista y militante político varias veces obligado a exilarse del Perú, entre sus obras destacan

Las Imprecaciones (1955, Premio Nacional de Poesía 1958), el ciclo La guerra silenciosa, que integran

Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo el invisible (1972), El jinete insomne (1976), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1978), y La Danza Inmóvil (1983). Murió en un accidente aéreo en 1983.

Nos hemos permitido la licencia editorial de ilustrar esta nota con fotografías de otras plazas y calles andinas: específicamente de la provincia argentina de Jujuy.

Nuestros otros antepasados…:

Número 62 I Cultura de las Ciudades – Nuestros Antepasados (VII)
La dolce vita I Roma, eco y escenario de una dulce decadencia I Marcelo Corti

Número 34 I Nuestros antepasados
Comala I La novela, el pueblo y la ciudad. I Ricardo Greene F.

Número 29 I Nuestros antepasados
Robocop I Detroit ya no es lo que era. I Marcelo Corti

Número 22 I Nuestros antepasados (IV)
Taxi Driver I ¿Me estás hablando a mí? I Marcelo Corti

Número 17 I Cultura Nuestros antepasados (III)
¿Dónde queda Springfield? I El hogar de los Simpsons I Marcelo Corti

Número 16 I Cultura Nuestros antepasados (II)
El cuarteto de Alejandría I La ciudad, y su Poeta. I Marcelo Corti

Número 15 I Cultura Nuestros antepasados (I)
Uno contra todos I El Manantial, un melodrama de la Arquitectura. I Marcelo Corti

 

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Ambiente
Innovación, solidaridad y diseño, claves para una región sostenible
Las propuestas de DOTT 07 en el nordeste de Inglaterra I Por Marcelo Corti

El modelo iconográfico de esta dispersión metropolitana no es distinto del de otros procesos contemporáneos similares: casas con jardín en distintas versiones de estilos arquitectónicos historicistas, cadenas globalizadas como Starbucks y Pizza Hut como referencias de servicios y cultura. No obstante, las fotos de algunas de las propiedades mostradas en la nota hacen pensar en una mayor participación del modelo de vivienda agrupada con respecto a la residencia individual de la que predomina en otras "huidas" (en especial, la norteamericana que sirvió de modelo original). Las fotos de Greg Girard que ilustran la versión digital de la nota muestran la convivencia de mansiones individuales junto a edificios en altura y viviendas agrupadas de 4 o 5 pisos de altura.

Urbanidad contemporánea
Curitiba, "do modelo à modelagem"
La construcción y los usos de una imagen urbana I Por Marcelo Corti

La lectura de los distintos textos escritos o compilados por Duarte, Ferrara y Caetano alienta una saludable desmitificación de los estereotipos sobre el modelo urbano-ambiental de Curitiba (sin caer en una estéril descalificación). Y estimula otras preguntas y cuestionamientos posibles: ¿el discurso ecológico alrededor de las políticas urbanas de Curitiba (y en particular, las implementadas a partir de la gestión de Jaime Lerner) apunta a competir con las imágenes potentes de otras ciudades brasileñas? ¿La Capital Verde es la respuesta a las ciudades maravillosas (Río y su paisaje, Salvador y su centro histórico, Brasilia y su arquitectura moderna que construye la ciudad) y las urbes industriosas de las que São Paulo es paradigma?

 
100 días de (no) institucionalidad metropolitana en Buenos Aires
"Sin lugar para los débiles" I Por Artemio Pedro Abba

Pero mucha agua pasó bajo los puentes y hoy, al evaluar los resultados de los primeros 100 días de los respectivos gobiernos involucrados, lo que más se destaca, por la negativa, es la falta de anuncios en la materia cuando se han cumplido los 45 días de plazo fijados a la mesa ad hoc. Las aguas y las tempestades políticas han sido muy fuertes, dejando la evidencia de que en el escenario metropolitano no hay lugar para los débiles intentos de institucionalidad metropolitana. Este incumplimiento resulta desalentador, porque haber recurrido a las estructuras interjurisdiccionalidades existentes para intentar la resolución del problema no es poca cosa en esta realidad.

 
La casa en la azotea de Santiago Cirugeda
Estrategias Subversivas de Ocupación Urbana, pero sin Pritzker a la vista I Por Marcelo Corti

No fui el único confundido en ese domingo de frío madrileño. Unas señoras que promediaban sus sesentas, un chaval cercano a casarse y algunas otras personas inquirían a la chica del mostrador de atención los detalles de la oferta. Algo sobrepasada, la muchacha explicaba a los interesados que la construcción exhibida y la promesa publicitaria ("alquiler de azoteas: instale apartamentos reversibles en la azotea de su edificio") eran en realidad parte de una instalación artística, pero que sin embargo los interesados podían acceder a una carpeta técnica con la cual construir en la azotea de sus casas una cabaña contemporánea (e incluso a un modelo de contrato para salvar las cuestiones legales del arrendamiento).

 
Sueño al Sur
Imágenes de un viaje a Uruguay I Por Mario Cerasoli

Y sin embargo, nada parece "extremo".
La Ciudad Vieja, con su estilo colonial y sus interferencias modernas, ya un poco decadentes, donde los empleados bancarios se alternan con los vendedores ambulantes de Plaza Matriz, y entre los turistas que descienden de los cruceros al puerto se alternan niños pidiendo "un peso, amigo".
Un barrio dividido en dos, apretado entre el puerto y la Ciudad Nueva, abandonado por una mitad y vivido de noche por la otra. La Ciudad Nueva, centrada sobre la Avenida 18 de Julio, con su frenético via vai de ómnibus y taxis, todos muy ruidosos. Los barrios "acomodados", Punta Carreta, Pocitos, El Prado, donde se encuentra un clima acogedor y seguro.

Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Columna a cargo de Mario L. Tercco.

En este número: Terquedad del Instituto

 

Proyecciones sobre los cambios que se avecinan, pregunta sobre Olavaria y reflexiones sobre el proceso político latinoamericano.

 

Ciudad Inclusiva, en Rosario - Seminario "Informalidad en la Tenencia de la Tierra y Regularización Dominial", en La Plata - Organizaciones sociales y políticas públicas, en la UNGS - Pinturas construidas – Padrevecchi en Palermo - Gestión Socio-Urbana y Participación Ciudadana en Políticas Públicas - Buenos Aires y el Río de la Plata - Proyectar en ámbito fluvial, en Milán - Gestión Integrada de Energía y Ambiente, en Buenos Aires - III Encuentro – Taller de Docentes de Historia de la Arquitectura, el Diseño y la Ciudad - El manejo de los shoppings - Becas de la OEA para cursos en cambio climático (Caracas) y patrimonio (Quito) - Imaginarios urbanos y participación social, en Costa Rica - Transformaciones Territoriales, en Curitiba - Jardines históricos y turismo cultural - Jorge Morello, nuevo Académico de Ciencias del Ambiente - "Denunciemos la conspiración para dividir a Bolivia".


 

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Diseño:
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Corresponsal en Buenos Aires: Mario L. Tercco

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