I.
Cambio espacial, cambio histórico e identidad cultural
La
transformación del tiempo y el espacio es la expresión material
de un cambio histórico estructural. La sociedad informacional
no es una excepción en este sentido. La revolución de las
tecnologías de información, consolidada en la década de
los setenta y difundida a través del planeta en todos los
ámbitos de actividad en las dos últimas décadas de este
milenio, ha inducido y acompañado un cambio profundo de
los procesos y formas espaciales. Pero dicho cambio no responde
a las profecías de los futurólogos ni a las extrapolaciones
simplistas de las características de la tecnología. Concretamente,
la predicción según la cual las ciudades podrían desaparecer
a partir de la difusión espacial suscitada por las telecomunicaciones,
ha sido desmentida por la observación empírica.
La
ciudad no desaparece, ni mucho menos. Insisto en este punto,
prevenido por el impacto mediático de libros como uno reciente:
The death of distance.
Según esta ideología no se trata sólo de la muerte de la
distancia sino de la muerte de todo lo que tiene una especificidad
espacial porque ya vivimos todos en un universo telemático
y en una organización de redes telecomunicadas. Ésta, en
el fondo, también era la idea de McLuhan,
del global village, de la aldea
global, de que toda la cultura se engloba en un sistema
de comunicación que supera las especificidades locales,
las particularidades, las identidades, etc. Es casi una
idea de gobierno mundial en que todo desaparece, todos somos
hermanos y hermanas y, a partir de ahora, las culturas se
funden en esa especie de universo indiferenciado. En el
fondo es una idea arraigada y que hoy en día tiene su expresión
tecnológica, arraigada en la vieja tradición racionalista,
tanto liberal y de la ilustración,
los ciudadanos del mundo, como marxista, los proletarios
del mundo. Es decir, la idea de las clases y, a partir de
las clases, de la humanidad como elemento indiferenciado.
La idea fundamental del racionalismo, tanto liberal como
marxista, es la superación de las culturas y, por tanto,
de los lugares. El instrumento tecnológico actual parece
permitir la realización de esa profecía, lo mismo que, por
fin, consigue liberar, y esto sí lo hace, al capitalismo
de sus ataduras institucionales y de controles de estado.
Pero, las culturas, los lugares, los espacios tienen mucha
más resistencia, mucha más densidad para poder ser disueltos
tan fácilmente. Y de hecho se organizan cada vez más. Se
puede mostrar empíricamente que la experiencia de la gente
es cada vez más local. Los controles sociales y políticos
son cada vez más locales. En el libro que acabamos de publicar
con Jordi Borja Local y global (Taurus,
1997), insistimos en este tema, en que lo global no disuelve
lo local, al contrario, crea la posibilidad de un papel
mucho más activo, mucho más decisivo de lo local. En términos
propiamente culturales, lo local y los lugares se convierten
cada vez más en trincheras de identidad. Frente a la disolución
general de identidades en el mundo instrumental del espacio
de los flujos (véase mi libro La sociedad red, Alianza Editorial,
1997), el espacio de los lugares se constituye como expresión
de identidad, de lo que yo soy, de lo que yo vivo, de lo
que yo sé y de lo que organizo mi vida en torno a ello.
II.
La disociación entre espacio de identidad y espacio funcional
El
relanzamiento público de espacios residenciales populares
en muchas partes del mundo, pero muy en concreto en Barcelona,
contribuye a esa idea de afianzar la identidad de lo local
y la identidad de la expresión cultural. Sin embargo, hay
un problema: es que si nos limitamos a esa constatación,
es decir a la importancia de lo local, a la importancia
del lugar, a la identidad de los lugares y, además, reforzamos,
como debe ser, la expresión de estas identidades mediante
operaciones urbanísticas que subrayen la significación de
los espacios residenciales,
incluidos los populares, se puede producir, y se está produciendo, el peligro
de una disociación creciente entre el espacio de la instrumentalidad
y el espacio de la identidad. Por un lado, el espacio de
una cultura cosmopolita global; por otro lado, el espacio
de lo local como espacio tan dominado que, en el fondo,
se hace el espacio de la identidad del barrio, de la identidad
de un lugar específico y, por tanto, no solamente pierde
conexión con lo instrumental sino que pierde comunicación
entre cada identidad. Porque si cada identidad se hace específica
y los puentes de conexión pasan por una instrumentalidad que es global y que está cortada de lo expresivo,
entonces tenemos a la vez un mundo de instrumentos globales
con una cultura cosmopolita ahistórica
y un fraccionamiento de tribus locales. De ahí se deduce
la importancia de dos viejos temas de urbanismo y de arquitectura:
la monumentalidad y la centralidad.
Porque
la monumentalidad, como capacidad de emisión simbólica generalizante
establece, puede establecer, un puente simbólico de significado
entre distintas localidades y entre las localidades y los
instrumentos de poder con los que tienen que coexistir,
negociar, interactuar, luchar. La lucha es una relación.
El peligro hoy día no es el conflicto (que es algo socialmente
sano y estéticamente creativo), sino la separación entre
lo local y lo global y, por tanto, la posibilidad de construir
instrumentos globales desconectados de las sociedades locales.
Junto
a la disociación significativa de la monumentalidad, se
plantea la reedificación de la centralidad urbana. La centralidad,
desde el punto de vista urbanístico, no tiene por qué ser
un centro, puede ser multinuclear.
Se plantea así la idea de que la ciudad no es solamente
unos elementos simbólicos centrales, a lo que se añaden
espacios residenciales que se hacen significativos, sino
que la centralidad es la difusión de esa monumentalidad
en distintos centros que articulen significado y función
en el conjunto del territorio.
III.
Monumentalidad, centralidad y articulación de lugares y
flujos en la ciudad Informacional
Entonces,
¿qué elementos, qué intentos de articulación se están dando
entre el espacio de los lugares y el espacio de los flujos
como intento de crear sistemas de comunicación?
Yo
diría que se observan dos tipos de intentos: uno más incipiente
y más exótico a partir del espacio de los flujos; otro más
tradicional, más diversificado y más complejo, a partir
del espacio de los lugares.
A
partir del espacio de los flujos se están dando intentos
de creación de ciberespacio público. Son intentos mucho
más desarrollados de lo que normalmente se piensa y, sobre
todo, tienen un enorme potencial en términos de sus manifestaciones
futuras. En 1997 existen 2.000 ciudades virtuales, entendiendo
por ciudades virtuales, un concepto un poco grandioso, páginas
urbanas en el world wide
web, en el Internet, páginas urbanas más o menos permanentes.
Hay todo un esfuerzo de pensadores y de analistas, incluidos
urbanistas, de, ante la pérdida del espacio público y el
declive de la vida urbana, plantear el ciberespacio como
un nuevo espacio público en el que la gente se reencuentre
en el ágora electrónica. Me refiero, por ejemplo, a Michael
Benedict o a las ideas de Howard
Rheingold en Virtual comunities,
la idea del ciberespacio como nuevo espacio de sociabilidad.
Entonces, por un lado habría el espacio de flujos instrumental,
por otro lado habría el espacio, casi indiferenciado, del
hábitat individual con algún lugar para ir a comer de vez
en cuando y el espacio de la sociabilidad real, fuera del
peligro de la ciudad, sería el ágora electrónica. Esto puede
tener más éxito de lo que pensamos desde Barcelona porque
no todos los espacios tienen la fuerza y la constitución
de Barcelona. Y si estamos pensando, por ejemplo, en las
megaciudades asiáticas en las que hay unos pequeños centros
y luego unas enormes constelaciones de barrios populares
absolutamente degradados, la idea de, en lugar de reconstruir
un espacios físico, reconstruir un espacio virtual, además
del enorme interés que puede tener desde el punto de vista
de la industria electrónica, es una idea bastante atractiva
para gente a quien le gusta aplicar soluciones tecnológicas
a los problemas sociales.
IV.
Ciudades virtuales
Veamos
un poco, con algún detalle, dos ejemplos de ciudades virtuales
porque creo que el tema no hay que tomarlo a la ligera y
puede, al contrario, tener una interesante virtud de articulación
a otros procesos. Hay dos tipos de ciudades virtuales, para
simplificar. Hay ciudades virtuales sin existencia física,
es decir que no responden a una ciudad en concreto sino
que la idea de ciudad aquí es una metáfora para acceder
a servicios diversos de la red global de Internet. Son,
en general, servicios comerciales y, en esta ciudad x, la
cityescape o lo que sea, hay un banco o hay una tienda, o
un servicio de difusión de productos comerciales o, en algunos
casos, propaganda política. Lo que a mí me parece interesante
de estas ciudades virtuales es que, frecuentemente, los
gráficos representan siempre o casi siempre pequeñas ciudades
o pueblos, incluso con arquitectura cuasi
infantil en una especie del naif
urbano de las películas de Walt
Disney.
El
otro tipo de ciudades virtuales, más importante en mi opinión,
son las ciudades reales que organizan su existencia virtual
en la red como sistema de información para los ciudadanos.
Y luego habrá un tercer tipo al que me referiré con más
detalle. En este segundo tipo incluyo la nueva red de ciudades
europeas ligadas en el proyecto de red de eurociudades telemático.
En su mayor parte, hoy por hoy, son fundamentalmente bancos
de datos administrativos e información sobre servicios.
En el caso de Barcelona, es un servicio interactivo, inteligente,
informado y eficaz. Estas páginas informáticas también funcionan
como catálogo publicitario con colores, foto y texto para
atraer turistas e inversiones y para promocionar el equipo
de gobierno. Yo creo que puede ser un proyecto muy interesante
hacia el futuro pero de momento la mayor parte de ciudades
reales que entran en la red son operaciones publicitarias
y de servicios de información al ciudadano.
Hay
también intentos más limitados, pero interesantes a subrayar,
que son las ciudades reales que construyen el sistema de
ciudad virtual participativo. Y más que hablar en general
daré dos ejemplos que son entre lo más desarrollado en Europa
y sobre los que existen algunos datos.
La
ciudad digital de Amsterdam y
el programa Iperbole de Bolonia. Son dos cosas que han estudiado con algún
detalle Stephen Graham
del Centre for Urban
Technology de la Universidad Newcastle,
y sobre los cuales disponemos de algunos datos, en particular
los que yo pude obtener a través de mi propia visita real
a la ciudad digital de Amsterdam.
Los dos fueron creados en 1994. La ciudad digital de Amsterdam
no es del Ayuntamiento sino que está financiada por una
fundación privada, sin lucro, y está organizada como ciudad
en secciones temáticas, cada una con una plaza que aparece
físicamente, sobre viviendas, sobre finanzas municipales,
sobre cultura local, sobre trabajo, sobre medio ambiente.
En el centro de estas plazas temáticas hay la información
de las organizaciones y alrededor hay los edificios, las
casas donde la gente, que está registrada en la ciudad virtual,
35.000 en el caso de Amsterdam,
puede poner su propia información sin costo. Se estructura
así una interacción entre la gente de estos edificios y
la información de las organizaciones en la plaza. Además
hay un programa de texto llamado Metro, que permite la interacción
directa entre los ciudadanos que incluso pueden, y lo hacen,
casarse virtualmente, formar familias, elegir el alcalde
virtual de la ciudad, es decir, vivir en esta ciudad virtual,
discutir sus problemas y relacionar los problemas de la
ciudad real con la ciudad virtual. Además, en Amsterdam
han hecho un esfuerzo especial para que haya terminales
públicas donde la gente pueda entrar en esta ciudad virtual
y las organizaciones de grupos sociales marginados han recibido
adiestramiento especial y programas especiales para poder
interactuar. También hay en algunos cafés y lugares públicos
ordenadores especialmente diseñados para los niños.
¿Espacio
público? Sí y no. Es un espacio público obviamente sesgado
en la construcción del programa y aunque, como insisto,
las ONGs han recibido ayuda para
conectar, de los 35.000 residentes de la ciudad virtual,
son residentes, hay que registrar que un 85% son hombres,
un 75% son universitarios y 58% tienen menos de 30 años.
Por otro lado los problemas de financiación hacen que cada
vez más, una vez que ahora ya es un éxito La ciudad digital
de Amsterdam, la fundación está vendiendo espacio de la ciudad
virtual para usos comerciales publicitarios con lo cual,
es interesante, se reproducen los problemas de los espacios
públicos físicos que algo, en cuanto funciona, se comercializa.
Por
otro lado hay otro problema que es el problema fundamental
para quien quiera desarrollar la idea del ágora electrónica
como desarrollo de la ciudad real y es que, aunque el texto
es holandés, obviamente, como está en el Internet, cualquiera
puede entrar desde cualquier parte del mundo. Como la ciudad
real. Pero digo sí y no porque, claro, no todo el mundo
toma avión de Jakarta a Amsterdam cada día; es
cierto que la ciudad real también está abierta a cualquier
tipo de visitante, y la llamada población flotante de la
ciudad real es uno de los temas más importantes de los urbanistas,
pero no es un acceso global on
line como puede darse en la ciudad virtual. En realidad, de
las estadísticas con que se cuenta, el 50% de los usuarios
de la ciudad virtual no están registrados en la ciudad virtual
porque, para registrarse, hay que dar una dirección en Amsterdam,
para entrar no, porque no hay manera de conectar la entrada.
Además,
la Cámara de comercio local y el Ayuntamiento de Amsterdam
están utilizando esta ciudad digital como reclamo internacional
de Amsterdam y, por consiguiente, difundiendo por el Internet
las imágenes, con lo cual la proporción de no residentes
reales aumenta y, en el fondo, se puede convertir en un
espacio público global en torno a una Amsterdam virtual, que es la tendencia de lo que está sucediendo
en este momento.
El
otro ejemplo como ilustración del análisis es el programa
Iperbole de Bolonia, también creado
en 1994. Éste es un programa creado por el Ayuntamiento
de Bolonia. En este programa en principio la información
es una información que parte del Ayuntamiento y de las organizaciones
cívicas y sindicales de la ciudad, con quien los ciudadanos
pueden interactuar, pero sin que los ciudadanos puedan poner
su propia información. Es un sistema más asimétrico. Está
dividido en tres departamentos, cada uno de los cuales tiene
una amplia gama de servicios y los departamentos tienen
origen en distintos tipos de organizaciones que controlan
cada departamento. Hay treinta y tres grupos de temas y
sobre estos grupos de temas hay grupos de tipo Usenet
de conversación sobre los temas. La participación en Hipérbole
es gratuita, es subvencionada por el Ayuntamiento en términos
de programas de formación a nivel de barrio y nivel de organizaciones
cívicas para que la gente pueda utilizarlo y, en ese sentido,
se ha conseguido que el Iperbole
tenga una participación mayoritariamente local. Casi el
90% de los participantes que entran en el programa Iperbole
son locales, en gran medida porque los problemas que se
discuten son muy locales, según la propuesta del Ayuntamiento
y las organizaciones locales. En 1996 parece que en Iperbole
se han empezado a alquilar, ahora que ya funciona el programa,
espacios publicitarios a las pequeñas empresas locales.
Pero se hace una selección de empresas, no cualquiera puede
anunciarse sino las empresas que el Ayuntamiento piensa
que deben ser ayudadas en el ámbito local. El Ayuntamiento
quería también utilizar el sistema Iperbole para organizar referéndums
indicativos sobre problemas concretos de gestión municipal
pero, sin embargo, hasta ahora los problemas técnicos de
organización lo han impedido. Los problemas técnicos, según
parece, y ésta no es una información oficial del Ayuntamiento,
consisten en: ¿cómo organizar un referéndum sobre un tema
local cuando cualquiera de otra ciudad o de otra parte de
mundo puede entrar en este referéndum y votar? Es un problema
complicado que no se ha resuelto todavía. Yo creo que se
puede resolver pero concretamente en Bolonia no lo han resuelto.
Entonces,
los problemas que plantean las ciudades virtuales es que
aún son muy excluyentes, son altamente comercializadas,
muchas de estas ciudades son redes de individuos que hacen
lo mismo que harían en sus relaciones personales pero lo
hacen en ciberespacio e incluso, los estudios muestran que
estas redes de individuos tienden a sustituir la vida urbana
que tenían antes por la vida en esta ágora electrónica.
Sin
embargo, existen posibilidades de articulación, hay posibilidad
de localidades en el espacio de los flujos, por ejemplo
se pueden crear comunidades virtuales que permiten el tránsito
entre flujos y lugares. Un ejemplo es en San Francisco,
donde existe un programa tipo Iperbole
que se llama Citysearch en el
cual la gente tiene conversaciones sobre temas y, a partir
de ello, pueden establecer interacción física personal y
también recibir información sobre qué tipo de actividades
pueden llevar a cabo en la ciudad real de San Francisco, etc.
Así, pues, funciona primero como conversación electrónica
y después como sistema de conexión a los servicios locales
de que se puede disponer.
Sin
embargo, insisto en que los intentos de conexión desde el
ciberespacio de momento están limitados a redes interactivas
de grupos de bastante alto nivel social, o espacios fundamentalmente
administrativos sin que, en ninguno de los dos casos, se
hayan podido recrear espacios públicos, no sólo en el sentido
en que los conocíamos históricamente, sino como traté de
definir antes como espacios de integración y como espacios
en que la integración permite crear una sinergia social.
V.
La localización de los flujos
¿Es
posible reconstruir la significación y establecer puentes
entre espacio de flujos y espacio de lugares desde los lugares?
Aquí hay toda una serie de intentos en los que el diseño
de arquitectura, el diseño urbano, están jugando un papel
cada vez más fundamental en una sociedad en que, insisto,
la gente y las sociedades se resisten a desaparecer en la
indiferenciación global del espacio
de los flujos.
Existen
varias vías de crear esta nueva monumentalidad y esta nueva
centralidad. La primera y la más sencilla serían los usos
simbólicos para instrumentalidades
nuevas de lugares culturalmente identificables y con un
sentido histórico y cultural. Para hablar claro, la Casa
de la Caritat en Barcelona es
un buen ejemplo. Representa el proyecto de utilizar edificios
en los que su valor cultural, su valor identitario,
su valor histórico se mantiene,
se refuerza, se subraya, para articularlos a una instrumentalidad
abierta hacia los flujos de información o, en otros casos,
hacia otro tipo de flujos. Los bancos están intentando absorber
edificios históricos y darles una instrumentalidad.
Esto puede ser criticable desde otro punto de vista, yo
no lo critico, pero hay un intento de conectar lo que era
identidad física de un lugar a proyección de una nueva instrumentalidad.
Las instituciones públicas y, en particular las administraciones
autonómicas en toda España, están reutilizando una buena
parte del patrimonio artístico y arquitectónico para sus
oficinas y sedes. No sé si se podrían utilizar para otros
usos pero, por lo menos, hay una conexión de la identidad
histórica, de la cultura física y de la nueva instrumentalidad. Y otro ejemplo que puede parecer ridículo
pero a mí me parece significativo es lo que hace McDonalds.
McDonalds, en una visión superficial,
se ha convertido en el símbolo de la cultura global, del
masacre de las formas culturales, siempre con sus arcos
amarillos nacidos en EE.UU. Pero lo que está haciendo McDonalds
en toda Europa es reutilizar edificios culturalmente significativos
en cada ciudad. No todos, porque son demasiados McDonalds,
pero siempre que pueden hacer un marcaje simbólico de algo
lo hacen. También lo hacen en Japón, por cierto. Entonces,
el intento de salto cultural es lo que, de una manera muy
primitiva, se plantea en la conexión de usos simbólicos
identificables por la gente con nuevos usos instrumentales.
Pero esto es demasiado puntual. El problema, como señalaba
antes, es cómo ampliar la esfera pública de la significación.
(Conference
lectured at the symposium “(In)visible Cities. Spaces of
Hope, Spaces of Citizenship”, Centre of Contemporary Culture
of Barcelona, 25-27 July 2003)
VI.
La nueva significación urbana
Empezaré
por lo que no funciona. Lo que no funciona es el intento
de marcaje de nuevos espacios instrumentales a los que se
intenta dar una nueva simbólica, mediante la privatización
de usos públicos. Para entendernos, los ejemplos en Barcelona
son L'Illa o el centro de Nova
Icària; es decir, la idea de crear
unos espacios que reproducen funciones de centralidad urbana,
que tratan de reconstruir, y reconstruyen, a veces con bastante
éxito, la densidad de vida urbana pero que privatizan. Y,
al privatizar, sesgan definitivamente los usos de ese espacio
y la percepción de ese espacio porque está dominado por
la función comercial. No hay nada malo en la función comercial,
una función tan legítima como cualquier otra en la sociedad.
Pero el tema es la estructuración simbólica en base a la
predominancia excesiva de esa función.
Un
caso más exagerado ya es el intento de aterrizar en lugares
acotados la lógica del espacio de los flujos. En el espacio
de los flujos, igual que los extraterrestres, están organizando
sistemas de aterrizaje, tiendas como Planet Hollywood. ¿Qué es Planet Hollywood? Es situar Hollywood en cualquier parte del mundo, en un espacio en el
que de repente entras en la cultura Hollywood.
O, para quien tenga algo más de dinero y más ambiciones,
lugares como Fashion Cafe, que es la idea de que metafóricamente se puede encontrar
allí cualquier día a la copropietaria, Claudia Schiffer,
y tomar café con ella.
En
una perspectiva más creativa, observamos el intento de ir
más allá de privatización e intentar la articulación entre
flujos y lugares. Para abreviar, fundamentalmente hay varios
tipos de incitativas. Esta articulación entre flujos y lugares
se puede producir bajo la dominación de los flujos o bajo
la dominación de los lugares. Bajo la dominación de los
flujos hay, en primer lugar, intentos de articular una nueva
monumentalidad de lo instrumental mediante el diseño de
la tecnología. Ejemplo: la obra del ingeniero-arquitecto
Calatrava. Los puentes de Calatrava, la torre de comunicaciones
de Calatrava, etc., la idea de que lo tecnológicamente avanzado,
lo que es el instrumento de conexión, por ejemplo un puente
(si tuviera río), pueda ser significativo y monumental,
al tiempo que instrumental. La articulación de significación
e instrumentalidad, lugares y flujos, está en la base del enorme
esfuerzo de arquitectura y urbanismo en torno a los intercambiadores:
aeropuertos, estaciones, autopistas; es lo que yo personalmente
llamo el modelo Changi, por el
aeropuerto de Singapur, que es realmente una ciudad absolutamente
diseñada por dentro para hacer muy agradable las esperas.
En un lugar y espacio en que la gente está nerviosa por
encontrarse suspendida en el espacio de los flujos, se construye
un espacio acogedor, incluidos conciertos de piano con música
clásica en el hall del aeropuerto y toda clase de actividades.
Aunque Changi está muy comercializado,
tiene un diseño de estar en el salón de su casa. O en un
modelo mucho más duro, pero que a mí me parece mucho más
interesante desde el punto de vista de diseño, el aeropuerto
de Barcelona, que es la idea de tratar un espacio que es
un intercambiador pero tratarlo significativamente, con
elementos comerciales a los que se añade una dimensión estética
y de relación entre cultura e instrumentalidad.
O lo que hizo Moneo en la estación del AVE de Madrid, que
es un guiño genial. La estación del AVE son dos estaciones,
la vieja estación de Atocha, que, con un diseño rehabilitado
maravilloso con árboles y pájaros que andan por allí, es
un parque, no es una estación. Al lado hay una porquería
de nueva estación donde hay un AVE que va de Madrid a Sevilla
y nada más. Entonces, obviamente la idea, el guiño, es que
aquello no podía ser una estación sin un parque y que ese
ave está allí por casualidad porque a alguien se le ocurrió
poner un AVE de Madrid a Sevilla. Otro ejemplo importante
es el diseño del intercambiador de Lille por Koolhas.
El tratamiento de centralidad del Grand Palais y de la organización
en torno a los intercambiadores europeos combina, de nuevo,
instrumentalidad, expresión y
apuesta cultural. En suma, el intento de hacer de los lugares
por donde pasa mucha gente espacios públicos y no sólo espacios
de conexión corriendo, es una idea que al menos tiene la
fuerza de estar intentando integrar lo expresivo en lo funcional.
Sigo diciendo, sin embargo, que es bajo la dominación de
los espacios de los flujos.
En
cuanto a los intentos de articulación de los espacios desde
el punto de vista de la dominación de los lugares, existe,
por un lado, la idea de la prolongación de lo histórico,
la idea de
mantener y desarrollar lugares públicos, tal y como se ha
hecho en Barcelona. La Rambla sigue siendo un lugar histórico.
Uno de los grandes urbanistas americanos, Allan
Jacobs, acaba de publicar en MIT
el año pasado un libro que engloba las grandes urbes con
todas las grandes calles del mundo y la primera y la segunda
mejores calles del mundo. Según él, la mejor calle es la
Rambla y la segunda el Paseo de Gracia. Es un análisis cualitativo,
pero de una opinión autorizada. Sin embargo, la idea de
prolongación de lo histórico, como podía ser Piazza Navona en Roma, es una idea
que mantiene el espacio de los lugares pero no es capaz
de organizar la contraofensiva en el espacio de los flujos.
Para entendernos, en La Rambla sólo se hace flujo cuando
gana el Barça, es decir, en ese
momento vibra como el acontecimiento mediático y allí se
articula y entra en otro espacio más allá del lugar. Si
no, sigue siendo en espacio muy local, muy de Barcelona
y de sus turistas. Entonces, la idea de la prolongación
histórica de la pervivencia de los lugares de alta significación,
aunque permite la supervivencia de las culturas y de las
identidades locales, no organiza la contraofensiva del significado
en el espacio de los flujos. Lo difícil, por tanto, es articular
la monumentalidad física con memoria con los flujos de información
como actividades y con los espacios de vida urbana como
elemento de articulación entre memoria y actividad.
Esta
es, en mi opinión, la frontera del urbanismo y de la arquitectura
en la ciudad informacional. La idea de conectar la actividad con la memoria,
de conectar los flujos con los lugares. ¿Se hacen cosas
en este sentido? Pues sí. Yo creo que aquí sí que vale la
idea de la actividad museística que ha habido y que, en
parte, entra por aquí aunque es limitada a los elementos
propiamente culturales y de actividades. El modelo del Centro
Pompidou de París, por ejemplo, aunque el diseño a mí personalmente
me parece bastante horrible, pero el modelo cultural y su
relación a la ciudad, su redinamización
del barrio de Les Halles, etc. funcionó.
Aunque
esto, que a veces se llama el modelo francés, no ha funcionado
siempre, por ejemplo, la Gare
d'Orsay es una catástrofe como
elemento de dinamización en su
entorno urbano y La Villette se
mueve entre los dos. Pero esta idea de un elemento potente
dinamizador de flujos, de actividades, de todo tipo de actividades
de información, pero pegados a una expresividad cultural
e integrados en un espacio urbano que se activa, aunque
no sea directamente por estas actividades, por la presencia
de este proyecto, es un elemento absolutamente interesante.
En
EE.UU. también existen elementos así. Sólo citaré un caso
para no extenderme, el esfuerzo que se hizo en Santa Mónica,
Los Ángeles, en articular la memoria colectiva con rehabilitación
de edificios, etc. y expresiones culturales, con un juego
de imágenes generadas de la propia experiencia californiana;
porque California también tiene su cultura y su historia,
una historia de
cincuenta años pero muy intensa, tan intensa que la tenemos en nuestro imaginario
todos los días, no solo Hollywood
sino el surf, los patines, los videoclips.
Todo este conjunto son la identidad y la cultura californiana,
como el barroco podía haber sido la cultura y la identidad
italiana en otros siglos. Entonces, Santa Mónica ha organizado
la vida urbana con multitud de guiños en los espacios públicos
en torno a los motivos Hollywood,
surf, patines, etc. Que articulan, por tanto, esa vida urbana.
La
conjunción de actividades del Centro de Cultura Contemporánea,
del edificio Casa de la Caritat,
del vecino Museo del Arte Contemporáneo, del barrio del
Raval, de las cercanas Ramblas,
Barcelona, Cataluña..., estas conexiones son el tipo de
conexiones que realmente pueden empezar a tender puentes.
El problema con este tipo de conexiones es que todavía están
demasiado restringidas a lo que son actividades culturales
relativamente de élite, pero laidea de la conexión de flujos de información con significación
histórica y con una integración en el espacio urbano, esta
idea generalizada a otro tipo de barrios, a otro tipo de
actividades y de expresión cultural, parece que puede ser
una de las vías de reconstruir la articulación entre lugares
y flujos.
Así,
pues, experimentar con un nuevo diseño informacional
de lo material y un nuevo diseño material de lo informacional,
me parece que es la nueva frontera del urbanismo. Cómo hacer
de una ciudad informacional una ciudad. Es decir, un productor de cultura
a partir de la interacción entre trabajo, vida cotidiana
e imaginario. La articulación entre la nueva capacidad de
crear y el arte renovado de soñar en un tiempo y en un espacio.
MC