(*)Texto
traducido del original en francés de la conferencia para
el, Grand Prix de l'urbanisme,
Cité de l'architecture et du patrimoine, diciembre de 2008.
Traducción: Miguel Mayorga.

Ariella
Masboungi:
En un debate sobre el Gran París, Roland Castro expresaba
su desacuerdo con el himno a la proximidad, pero hacer proximidad
significaba cambiar los estilos de vida, desplazarse menos, vivir
dentro de un pequeño entorno muy limitado.
¿Pero entonces qué se entiende finalmente por proximidad?
Jean-Marc
Offner:
Aquí aparecen de nuevo, las sutilezas de vocabulario. Habría
que reinventar una cierta noción de proximidad entendida
más bien como un orden de proximidad extrovertida, que vendría
a ser el contrario de una de tipo local. En las cuestiones de gobernanza,
se le relaciona con lo local metropolitano, es decir de lo local
que no es cerrado y que dialoga con un sistema más amplio.
Se trata pues de definir bien en este aspecto la proximidad, que
tiene mucho éxito como retórica del desarrollo sostenible
en el sentido más general del término. Pero su éxito
parece ser ya algo del pasado.
Existe toda
una corriente entre los economistas, a quienes le llaman economistas
de la proximidad, y que explica -en parte con toda la razón,
en particular cuándo se quiere precisamente innovar- que
es mejor mantener una relación basada en el verse cara a
cara. Verse cara a cara, es la proximidad física y espacial
que permite la coordinación, la cooperación y la confianza.
Y la confianza en economía, como puede entenderse hoy, es
esencial. Cuando se ve la gente, cuando se le puede volver a ver,
es posible que se tenga más confianza. Esta corriente está
muy vinculada con el tema de los clusters, por ejemplo, con sólo
preguntar cómo se llama el cliente. ¿El cliente volverá
a la misma cafetería? La cafetería es un lugar emblemático
de la creación innovadora, como el ascensor desde el momento
en que su utilización equivale a invertir algo de tiempo
para que la gente pueda encontrase y discutir. Se percibe entonces,
hoy ya hay una voluntad e interés en gestionar la proximidad
con referencia a una supuesta eficacia económica.
Luego la política
se ha apoderado de esta noción. Una de nuestras últimas
leyes de reforma del sistema institucional es la ley llamada de
democracia de proximidad, conteniendo esta idea, muy reciente finalmente,
se concibe que se gobierna mejor si se es próximo. Se ha
pensado ya por mucho tiempo que se gobernaba mejor si se estuviera
lejos, si se estuviera fuera de los intereses, y en particular de
los intereses locales. Existe también el comercio de proximidad,
los jueces de proximidad (vistos como una reinvención de
la relación social), el éxito de los sitios web de
Internet de vecindad (los vecinos se hablan previamente por Internet
antes de verse), lo local termina siendo la última muralla
contra la tiranía de los flujos (siendo una paradoja para
la defensa de los servicios públicos de proximidad, por ejemplo
los lugares: son más seguros que los servicios a distancia
vía Internet, más seguro que la venida del cartero
es un edificio sobre el cual está escrito en letras de oro
la palabra "Oficina Postal", así se afirma la presencia
de lo local y se asegura su accesibilidad).
Antes incluso
que el desarrollo sostenible no se apoderará de esta noción,
muchos discursos convergentes ya revalorizaban o revalorizan al
cliente. Y después el desarrollo sostenible -legítimamente
en nombre de la economía de los recursos, del espacio, del
suelo y de la energía- nos denomina: "Circuitos cortos,
ciudades de cortas distancias, ciudades al alcance de la mano como
sugieren algunos alemanes" y por lo tanto se nos incita a reinventar
la proximidad en nuestros grandes conjuntos metropolitanos. Es por
esto que debemos intentar favorecer y crear las zonas de proximidad.
Pero hay que
ir más lejos para localizar las vertientes perversas de la
noción de proximidad. En principio, la proximidad que se
desvía hacia el localismo exacerbado: las comunidades cerradas,
las identidades hipertrofiadas, el perimetraje o el urbanismo de
sector -un localismo que se hace pues antagonista con las características
esenciales de la urbanidad que son la alteridad y el anonimato.
Otra subversión
perjudicial de la proximidad es la autarquía exacerbada.
La autarquía: una palabra que ha hecho su puesta en escena
en la primera crisis energética en 1974, en respuesta a la
cual numerosos proyectos de casas autárquicas han surgido.
La autarquía se asume igualmente tanto en los proyectos de
reciclaje como de las aguas de lluvia o de los circuitos cortos
de la logística. (A propósito de los circuitos cortos,
controversias que se han presentado en Alemania afirman que un buen
circuito largo, con una economía de escala, incluyendo en
términos de balance energético, es, en ciertas situaciones,
preferible a los circuitos cortos.) La recuperación del agua
de lluvia en este caso es un ejemplo muy interesante.
Se puede cuestionar
la economía de los sistemas de agua y de saneamiento. Porque,
si todo el mundo se pone a recuperar su agua de lluvia, los que
no tienen agua de lluvia a recuperar pagarán por los otros.
Porque, en un sistema de distribución de agua y de saneamiento,
lo costoso, son las infraestructuras. La idea de esta autarquía,
se basa en la economía de los recursos, es presentada como
una prenda de paz. Cuando se mira la literatura sobre la independencia
energética, se descubre que la energía renovable es
local y que si cada uno posee su energía, no molestará
al vecino; y la paz estará asegurada. Es interesante comprobar
que los modelos antagonistas, como las grandes redes nacionales
o internacionales en el siglo XIX, que tenían un mensaje
totalmente simétrico, es decir: gracias a las grandes redes
y a las interdependencias, la paz universal está garantizada.
Si hay interdependencias por todas partes, no puede haber alguien
solo en su rincón, ya que éste necesitará del
otro.
Así el pacto republicano, en Francia, consistía en
la solidaridad por las grandes redes técnicas, ya sea al
nivel nacional o al nivel local.
Entonces
aquí quería llegar.
¿Qué pasa con el Gran París?
En principio
querría precisar que hay una miopía posible del desarrollo
sostenible cuando éste no mira más que los aspectos
locales. Para ilustrar esta idea, desarrollaré el ejemplo
preferido de Yves Lion y de David Mangin: el efecto "barbacoa".
Si no se mira más que lo local en materia de movilidad, si
uno se interesa por la movilidad urbana. (Dicho sea de paso, uno
se interesa porque no dispone de cifras. Sino al contrario se encuentra
uno desbordado por las estadísticas.) Y cuando se mira la
movilidad urbana, se comprueba, evidentemente, que los habitantes
de la ciudad compacta y del París intramuros son más
privilegiados que los habitantes la periferia, obligados a tomar
su coche o hasta dos coches para el menor desplazamiento. Pero si
un investigador, como Jean-Pierre Orfeuil que produce sus propios
datos, dice que: estas estadísticas son útiles para
los días laborables de la semana. ¿Por qué
no tener en cuenta los fines de semana, los días de ocio
y las vacaciones? Resultado: el Parisino se vuelve menos privilegiado,
ya que se va más de vacaciones, se desplaza mucho más
lejos, tiene más a menudo una residencia secundaria, utiliza
más las redes de transporte a ingresos iguales. El habitante
privilegiado de repente se transforma en abominable agente contaminante,
al efectuar un viaje de ida y vuelta París-New York que,
en materia de gasto energético, equivale a grosso modo a
un año de coche en Île-de-France.
No se trata
de generalizar y de decir que un asentamiento urbano extendido es
conveniente ... ¿por qué el efecto "barbacoa"?
Porque este habitante de la periferia- que nosotros todos los urbanistas
tenemos tendencia a criticar- se queda a menudo en casa suya y hace
el su propia barbacoa en su jardín, el fin de semana, los
días de fiesta y numerosas veces durante las vacaciones.
Esta anécdota revela que hay que evaluar las cosas en su
escala, que esta escala no es a la fuerza la de lo local y que en
materia de desarrollo sostenible, las soluciones no son siempre
homotéticas a nivel local y a nivel global.
Con el grupo
Descartes (equipo pilotado por Yves Lion, con François
Leclercq, David Mangin y en colaboración con otros..., participando
en la consulta sobre el futuro de la aglomeración parisina),
hemos desarrollado la idea que en términos de funcionamiento
y probablemente en términos políticos también,
hay que encontrar un nivel intermediario entre el local y el metropolitano.
Este nivel intermedio,
no son las unidades de vecindad a la antigua, no son las de las
ciudades nuevas (con un conveniente equilibrio residencia-trabajo
interno en su unidad), es el local metropolitano o de la proximidad
extrovertida, es decir un sistema que debe funcionar con un cierto
número de relaciones a nivel de la proximidad, pero que a
la vez es conciente que su futuro depende del sistema metropolitano.
Y desde este punto de vista, la articulación de las escalas
-lo que David Mangin llama la continuidad del espacio público-
es indispensable para anclar este local, no en su introversión,
pero si en el total metropolitano y que necesita de una movilidad
a gran escala para una parte importante de las actividades.
(1)
Jean-Marc
Offner: Investigador, laboratoire Techniques, Territoires
et Sociétés (École nationale des ponts et chaussées)
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