> AÑO 1 - 17 de Julio 2009
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Urbanismo neoliberal: la ciudad y el imperio de los mercados (*)
Por Nik Theodore, Jamie Peck y Neil Brenneriy (1)

 

Este artículo es una contribución al proyecto Development models and logic of socio-economic organization in space (DEMOLOGOS) / Los modelos de desarrollo y la lógica de la organización socioeconómica en el espacio, financiado por el Sexto Programa Marco de la Comunidad Europea (CIT2-CT-2004-505462). Agradecemos a nuestros colaboradores en el proyecto, especialmente a Andreas Novy y Bob Jessop, por sus aportes, aunque la responsabilidad por los contenidos aquí desarrollados es nuestra.


Las reglas del mercado

La ideología neoliberal se sustenta en la creencia de que los mercados abiertos, competitivos y 'no regulados', que no se encuentran sometidos a injerencias estatales ni a las acciones de colectivos sociales, representan el mecanismo óptimo para el desarrollo socioeconómico.

El neoliberalismo adquirió relevancia por primera vez a fines de la década de los setenta, al surgir como una respuesta política estratégica a dos fenómenos: la decreciente rentabilidad de las industrias de producción masiva y la crisis del Estado de Bienestar keynesiano. Para los Estados nacionales y locales del mundo industrializado más antiguo, estos dos procesos significaron el desplome de los regímenes de acumulación y de los sistemas de gobernanza vigentes. La reacción del mundo industrializado, aunque vacilante al comienzo, fue comenzar a desmontar los componentes institucionales básicos de los acuerdos de posguerra, para poner en marcha un conjunto de políticas orientadas a fortalecer la disciplina del mercado y la competencia. Al mismo tiempo, en todos los sectores de la sociedad se transformaba los bienes y servicios en commoditíes, esto es, en mercaderías transables.

En este contexto, las doctrinas neoliberales se utilizaron para justificar diversos proyectos; entre ellos:

• la desregulación del control del Estado sobre la industria;

• las ofensivas en contra del trabajo organizado;

• la reducción de impuestos corporativos;

• la contracción y/o privatización de los recursos y servicios públicos;

• el desmantelamiento de los programas de bienestar social;

• la ampliación de la movilidad del capital internacional;

• y la intensificación de la competencia entre localidades.

El Chile de Pinochet representó el primer ejemplo de un 'tratamiento de choque' neoliberal, con la incorporación de tendencias como el thatcherismo y el reaganismo entre sus proyectos de vanguardia más característicos. No obstante, en países tradicionalmente socialdemócratas o socialcristianos, como Canadá, Nueva Zelanda, Alemania, los Países Bajos, Francia e Italia, también se implementaron políticas neoliberales, aunque con variantes más moderadas y discretas. Más aún, tras la crisis de endeudamiento de comienzos de los ochenta, los programas de reestructuración neoliberal fueron impuestos selectivamente en todo el hemisferio sur. Las encargadas de hacerlo fueron diversas agencias multilaterales de la órbita de Estados Unidos, con sus esfuerzos por someter a los países periféricos y semiperiféricos a la disciplina de los mercados de capital. Hacia mediados de los ochenta, como secuela de este realineamiento de las políticas en todo el mundo —un realineamiento desigual, pero concertado—, el neoliberalismo se había convertido en la forma dominante de globalización capitalista, tanto política como ideológicamente.

Aunque a menudo se equipara el neoliberalismo con las presiones e imperativos 'globales', de hecho : su naturaleza es esencialmente política. Esto se hace evidente en sus fuertes vinculaciones con los diversos proyectos y transformaciones de alcance nacional que han tenido lugar durante los últimos treinta años. Sin embargo, más allá de ese carácter nacional, el neoliberalismo es muy claramente un fenómeno multiescalar, y ello al menos en dos sentidos: uno, reconstituye relaciones a distintas escalas —regionales, nacionales, internacionales— entre actores institucionales y económicos, como los Estados locales y el capital 'financializado'; y dos, sustituye las lógicas regulatorias redistríbutivas por lógicas competitivas, al mismo tiempo que transfiere los riesgos y responsabilidades a las agencias, actores y jurisdicciones locales.

En este artículo destacamos tan solo un aspecto de lo anterior: las conexiones entre neoliberalización y transformaciones urbanas. Exploramos teóricamente las complejas intertaces institucionales, geográficas y sociales entre neoliberalismo y reestructuración urbana. Comenzamos presentando los fundamentos metodológicos de nuestro análisis, que pueden resumirse en el concepto de 'neoliberalismo realmente existente'. A diferencia de la ideología neoliberal misma, uno de cuyos supuestos es que las fuerzas del mercado operan de acuerdo con leyes inmutables, independientemente del lugar donde se les dé rienda suelta, el concepto de 'neoliberalismo realmente existente' destaca la inserción contextual los proyectos de reestructuración neoliberal, y su dependencia de la trayectoria (2) En particular, este concepto ofrece una base analítica a partir de la cual explorar la producción de tales proyectos al interior de contextos nacionales, regionales y locales específicos, cuya especificidad está determinada por el legado de marcos institucionales, políticas estatales, prácticas regulatorias y conflictos políticos que han sido transmitidos a través del tiempo.

Por tanto, para comprender el neoliberalismo realmente existente, se debe tener en cuenta las interacciones dependientes de la trayectoria y contextualmente específicas que se dan entre los escenarios regúlatenos heredados, por una parte, y proyectos emergentes de reformas neoliberales orientados al mercado, por la otra. Esto es, proyectos cuya semblanza y conexiones sustantivas los definen como significativamente neoliberales.

Estas observaciones llevan a una conceptualización de los procesos contemporáneos de 'neoliberalización' como catalizadores y expresiones de un proceso de destrucción creativa del espacio político-económico existente, y que se da en múltiples escalas geográficas. En este sentido, postulamos que a pesar de que los proyectos de reformas neoliberales de las últimas tres décadas han fracasado en asegurar una base consistente para un crecimiento capitalista sustentable, sí han logrado reprocesar profundamente las infraestructuras institucionales y las normas regulatorias en que se basaba el capitalismo fordista-keynesiano.

Presentamos, entonces, el concepto destrucción creativa para describir las trayectorias del cambio institucional/espacial que han ido cristalizando en estas circunstancias, trayectorias que son geográficamente dispares, socialmente regresivas y políticamente volátiles. Concluimos analizando el papel de los espacios urbanos en las contradictorias y crónicamente inestables geografías del neoliberalismo realmente existente. Apuntamos con ello a que, en todo el mundo capitalista desarrollado, las ciudades se han transformado en lugares estratégicamente centrales para el avance irregular de los proyectos reestructuradores neoliberales, para su constitución y resistencia tendencial. Las ciudades definen algunos de los espacios en que echa raíces el neoliberalismo, un proyecto geográficamente variable, pero interconectado translocalmente. Es también en el ámbito urbano donde se da el reiterado fracaso de las políticas neoliberales y algunas esporádicas resistencias a ellas, con lo que también se hacen visibles ciertos límites potenciales del proyecto neoliberal.


El liberalismo realmente existente

La ideología neoliberal descansa en una visión descarnadamente utópica de la supremacía del mercado, visión que tiene sus raíces en una concepción idealizada del individualismo competitivo y en una profunda antipatía hacia las distintas formas de solidaridad social e institucional. Pero, más allá de esa consistencia, existen importantes discrepancias entre esta ideología del neoliberalismo y sus operaciones políticas y efectos sociales cotidianos (véase Harvey 2005). Es así que aunque el neoliberalismo aspira a crear una utopía de mercados libres, ajenos a toda forma de injerencia estatal, en la práctica ha intensificado drásticamente algunas formas coercitivas y disciplinarias de intervención estatal, cuyo objetivo es imponer distintas versiones de la supremacía del mercado y, a partir de allí, manejar las consecuencias y contradicciones de tales iniciativas de mercantilización.

Más aún, mientras la ideología neoliberal entiende que los mercados autorregulados generarán una óptima asignación de inversiones y recursos, la práctica política neoliberal ha generado fallas del mercado generalizadas, nuevas formas de polarización social, una grave agudización de las desigualdades en el desarrollo espacial, y diversas crisis al interior de las formas institucionalizadas de regulación y gobernanza estatal. Los efectos disfuncionales que han tenido las vías neoliberales de reestructuración capitalista, visibles en diversas escalas espaciales (véase Amin 1997; Brenner y Theodore 2002; Gilí 1995; Peck y Tickell 1994), incluyen un persistente (aunque desigual) estancamiento económico, creciente desigualdad, competencia destructiva entre localidades e inseguridad social generalizada.

De manera decisiva, las múltiples discrepancias —entre ideología y práctica, doctrina y realidad, visión y consecuencia— que han ido de la mano con la expansión transnacional del neoliberalismo no son meros efectos secundarios accidentales de este proyecto disciplinario. Más bien, se encuentran entre sus rasgos más importantes desde un punto de vista diagnóstico y político. Portal razón, sostenemos que una aproximación esencializada y puramente 'definicional' a la economía política de la reestructuración neoliberal presenta importantes limitaciones analíticas. Ello porque, tal como lo sugieren Peck y Tickell (2002), nos enfrentamos aquí no tanto a un 'ismo' limitado coherentemente, un sistema o 'resultado final', sino a un irregular y contradictorio proceso de neoliberalización en curso. De allí que, en el contexto actual, ese algo difuso fenómeno que requiere 'definición' debe ser pensado como un proceso específico, fungible e inestable de transformación socioespacial impulsado por el mercado, más que como un régimen de políticas vigente en su totalidad, un aparato ideológico o un marco regulatorio. En este sentido, la neoliberalización se refiere a un patrón prevaleciente de reestructuración regulatoria, que está tomando cuerpo a lo largo de un escenario institucional irregular y en el contexto de procesos político-económicos que co-evolucionan.

Desde esta perspectiva, para comprender de manera adecuada los procesos  contemporáneos de neoliberalización se requiere no solo captar sus fundamentos político-ideológicos, sino también —e igualmente importante— examinar sistemáticamente sus diferentes formas institucionales, tas direcciones en que se desarrolla, sus diversos efectos sociopolíticos y sus múltiples contradicciones. Porque mientras la ideología del neoliberalismo descansa en la deferencia hacia un 'mercado' singular, ahistórico y singularmente eficiente, la infinitamente más turbia realidad es que los programas de neoliberalización realmente existentes —dados sus rasgos genéricos, semejanzas e interconexiones estructurales— siempre están insertos en un contexto y son mediados políticamente. Todo análisis de la neoliberalización se enfrenta, entonces, a este necesario hibridismo, porque no solo es difícil, sino quizá analítica y políticamente inadecuado, visualizar el neoliberalismo como un modelo abstracto, un sistema, ya sea acabado o en formación.

Incluso, más que darse en forma aislada, el neoliberalismo tiende a existir en una suerte de relación 'parasitaria' con otras formas de Estado o de sociedad (neoconservadurismo, autoritarismo, social-democracia, etc.), en aquellos contextos híbridos a partir de los cuales se configuran tanto la forma como las consecuencias de las estrategias reestructuradoras (Tickell y Peck 2003). Y de la misma forma en que la noción de un mercado libre y autorregulado ha sido desenmascarada en tanto mito peligrosamente productivo (Polanyi 1944), también es importante reconocer que la evocación que hace el neoliberalismo de un 'orden del mercado' espontáneo, es un discurso fuerte (Bourdieu 1998),(3) más que un enfoque desprolijo de la capacidad política real del neoliberalismo. El neoliberalismo realmente existente, al igual que los mercados realmente existentes, son fenómenos ineludiblemente insertos en un contexto, y dependientes o  condicionados por ese mismo contexto, aunque sus propias (falsas) representaciones discursivas intenten rutinariamente negarlo.

A la luz de lo anterior, ni las formas profundas de neoliberalización, ni el 'dominio ecológico' o hegemonía tendencial del neoliberalismo a escala global (Jessop 2000), implican necesariamente una simple 'convergencia' en formas regulatorias y estructuras institucionales. Al contrario, la neoliberalización se basa en un desarrollo espacial desigual y se materializa a través de esa desigualdad; esto es, su 'estado natural' se caracteriza por una topografía desigualmente desarrollada y persistentemente inestable. No debiera esperarse que esos desarrollos desiguales converjan en un neoliberalismo final unificado y monolítico, ni menos postular tal convergencia como una especie de 'prueba' del alcance de la transformación neoliberal. De la misma forma, para que se dé una neoliberalización de los regímenes de políticas estatales no se requiere la sustentabilidad en el largo plazo de ningún proyecto específico de política neoliberal (como liberalización del comercio o reforma de los sistemas de bienestar social); la neoliberalización opera a través de prueba y error, y a menudo en condiciones de crisis. Por lo tanto, la congruencia y coherencia entre políticas de diferentes dominios no es un prerrequisito para el funcionamiento de un programa activo de neoliberalización. Más bien, las formas profundas de neoliberalización incluirán ciertos aspectos cruciales, como los siguientes:

• el creciente dominio ecológico de estructuras, discursos, rutinas e impulsos neoliberales al interior de las estructuras estatales;

  la intensificación de los esfuerzos de reestructuración regulatoria en el marco de parámetros neoliberales; y • la interpenetración mutua de las reformas neoliberales, una congruencia cada vez más estrecha entre ellas y su creciente complementariedad.

En este trabajo, enfocamos los procesos de neoliberalización en curso a través del concepto de neoliberalismo realmente existente. El objetivo de este concepto no es solo subrayar el carácter contradictorio y destructivo de las políticas neoliberales. Lo que se pretende es destacar las formas en que la ideología neoliberal sistemáticamente distorsiona los verdaderos efectos que tienen las políticas neoliberales en las estructuras macroinstitucionales y trayectorias evolutivas del capitalismo. En este contexto, dos aspectos merecen especial atención:

• Primero, la doctrina neoliberal presenta a los Estados y el mercado como si fueran principios de organización social y económica diametralmente opuestos, en vez de reconocer el carácter políticamente construido de todas las relaciones económicas.

• Segundo, la doctrina neoliberal tiene como premisa la existencia de un modelo único de implementación de políticas que supone que a la imposición de reformas orientadas al mercado siempre le seguirán idénticos resultados, en vez de reconocer las extraordinarias variaciones que se generan al instalar reformas neoliberales en escenarios institucionales y sistemas de políticas contextualmente específicos. El neoliberalismo, en lo que a esto respecta, explota y a la vez produce diferencias socioespaciales. El desarrollo desigual no es señal de una cierta etapa transitoria o interrupción en la senda de la neoliberalización 'total'; más bien, representa una faceta co-evolutiva y co-dependiente del proceso mismo de neo-liberalización.

Un análisis del neoliberalismo realmente existente, entonces, debe comenzar por explorar aquellos escenarios donde la regulación capitalista se ha consolidado: escenarios derivados del periodo fordista-keynesiano de desarrollo capitalista, en el marco del cual se activaron por primera vez los programas neoliberales tras la crisis neoeconómica de comienzos de los setenta. Desde esta perspectiva, los impactos de las estrategias neoliberales no se pueden comprender adecuadamente mediante un análisis abstracto y descontextualizado de los méritos relativos de las iniciativas reformadoras basadas en el mercado, o de los supuestos límites de ciertas formas específicas de políticas estatales. Más bien, para una cabal comprensión del neoliberalismo realmente existente se requiere explorar:

• en primer lugar, los escenarios regulatorios y acuerdos políticos históricamente específicos prevalecientes en territorios (nacionales) particulares durante el periodo fondista keynesiano de desarrollo capitalista;

• segundo, los patrones de formación de crisis históricamente específicos, el desarrollo desigual y las protestas sociopolíticas que emergieron al interior de esos territorios tras la crisis sistémica del modelo fondista keynesiano de desarrollo a comienzos de los setenta;

• tercero, la subsiguiente interacción entre iniciativas neoliberales orientadas al mercado

y ciertos marcos regulatorios, patrones de desarrollo territorial y alianzas sociopolíticas que han sido heredados a través del tiempo;

• y cuarto, la concomitante evolución de las agendas neoliberales relativas a políticas estatales y sus estrategias reestructuradoras, en su conflictiva interacción con condiciones político-económicas, disposiciones regulatorias y 'geometrías de poder' contextualmente específicas.

En lo que sigue, analizamos las especialidades (y, por implicación directa, las temporalidades) de procesos contemporáneos de neoliberalización. Seguimos para ello tres pasos estrechamente relacionados. Comenzamos destacando el carácter 'dependiente de la trayectoria' de las iniciativas de reforma neoliberales. Luego centramos la atención en los 'momentos' destructivos y creativos del proceso de neoliberalización. Por último, concluimos examinando las formas en que las ciudades han devenido arenas estratégicamente esenciales para el desarrollo de modalidades neoliberales aplicadas a la experimentación de políticas estatales y reestructuraciones institucionales.


Neoliberalización dependiente de la trayectoria

La noción de neoliberalismo realmente existente tiene por objetivo iluminar las formas complejas —y siempre sujetas a disputa— en que las estrategias neoliberales de reestructuración interactúan con usos del espacio, configuraciones institucionales y constelaciones de poder sociopolítico preexistentes. Tal como lo hemos recalcado, los programas neoliberales de reestructuración capitalista nunca son impuestos en una forma 'pura', porque siempre se los introduce en contextos político-institucionales que han sido moldeados significativamente por un legado de disposiciones regulatorias, prácticas institucionalizadas y arreglos políticos transmitidos a través del tiempo (véase Peck 2004). En este sentido, existe una gran probabilidad de que la evolución de toda configuración político-institucional tras la imposición de reformas neoliberales en materia de políticas estatales, muestre fuertes propiedades de dependencia de la trayectoria, en que la institucionalidad vigente configura de manera significativa el alcance y trayectoria de la reforma. En este contexto, las instituciones pre-neoliberales o no-neoliberales que perduran en un proceso de reestructuración neoliberal no deben ser vistas como simples residuos institucionales anacrónicos, pues al interpenetrarse con formas neoliberales de reestructuración configurarán trayectorias y resultados en modalidades que son específicas, generadoras y contradictorias. De ello se desprende la posibilidad de que cada forma híbrida de neoliberalización —cada formación neoliberal realmente existente— esté asociada a sus peculiares propiedades emergentes. Así, las distintas variedades de neoliberalismo son más que contingentemente variables; representan formaciones coyunturales inconfundibles, aunque interconectadas. Esto exige llevar a cabo análisis situados de formaciones híbridas específicas en conexión, no evaluaciones espurias de los grados de divergencia respecto de una 'norma' estadounidense putativa, o ingenuos ejercicios de catalogación de 'tipos' de neoliberalismo (véase Peck y Theodore 2007).

A lo largo de las últimas tres décadas, las agendas neoliberales dirigidas a la  reestructuración de políticas estatales se han visto modificadas a través de su interacción con institucionalidades y configuraciones de poder heredadas. El neoliberalismo ha evolucionado considerablemente durante este tiempo, desde un doctrina económica relativamente abstracta (su forma inicial en los años setenta) y un medio para desmantelar los acuerdos de bienestar keynesianos (forma prevaleciente en los ochenta), a ser, más recientemente, una forma reconstituida de regulación dirigida por el mercado, orientada no solo a estimular el crecimiento económico 'financializado', sino también a manejar algunas de las profundas contradicciones sociopolíticas inducidas por formas anteriores de intervención neoliberal en las políticas estatales.

En el contexto actual, el punto clave es que estos cambios político-ideológicos han surgido, en una medida importante, a lo largo de una evolución fuertemente dependiente de la trayectoria: las políticas neoliberales se propusieron inicialmente como una respuesta estratégica a la crisis de un marco político-económico anterior (el capitalismo fordista-keynesiano), pero luego fueron modificadas cualitativamente para hacer frente a diversos fracasos gubernamentales, tendencias a las crisis y contradicciones. Algunos de estos mal-funcionamientos eran endógenos al neoliberalismo en cuanto proyecto polítíco-regulatorio en sí mismo; otros, en cambio, fueron consecuencia de dilemas regulatorios contextualmente específicos surgidos frente a formaciones híbridas particulares. La transición desde los neoliberalismos ortodoxos, radicalmente antiestatistas, de Reagan y Thatcher en los ochenta, a los neoliberalismos más moderados y tolerables socialmente de Blair, Clinton y Schröder en los noventa, puede explicarse como un ajuste y reconstitución de las estrategias neoliberales, ambos dependientes de la trayectoria, en respuesta a disfunciones y trastornos endógenos. Incluso si, en un sentido abstracto, las líneas generales de los proyectos neoliberales muestran una serie de rasgos distintivos (o definitorios) —tales como tendencia al capital financializado orientado a la exportación, preferencia por modos de regulación no burocráticos, rechazo a la redistribución socio-espacial, inclinación estructural hacia sistemas de gobernanza tipo mercado o monopolios privados—, los actuales neoliberalismos realmente existentes son marcadamente diferente de, digamos, sus predecesores de comienzos de los ochenta. Concomitantemente, puede esperarse que los intereses, emplazamientos, estructuras y materias de la neoliberalización contemporánea sean significativamente diferentes en, por ejemplo, Berlín, Johannesburgo y Chicago. Cada una de estas neoliberalizaciones 'locales' echó raíces en distintos momentos críticos de sus respectivas institucionalidades vigentes y como reacción a esas crisis, y cada una de ellas implica trayectorias coyunturales únicas.


El neoliberalismo creativamente destructivo

A fin de captar las interacciones dependientes de la trayectoria que se dan entre las formas institucionales existentes y los proyectos neoliberales emergentes, proponemos analizar el neoliberalismo realmente existente en referencia a dos 'momentos' dialécticamente entrelazados, pero analíticamente diferenciables: primero, la destrucción (parcial) de disposiciones institucionales y acuerdos políticos vigentes, mediante iniciativas reformadoras orientadas al mercado; y segundo, la creación (tendencia!) de una nueva infraestructura para un crecimiento económico orientado al mercado, la mercantilización de bienes y servicios (su transformación en commodities), y una normatividad centrada en el capital.

Los programas concretos de reestructuración neoliberal tienden a combinar dos tendencias:

• el desmantelamiento de formas institucionales que les son 'ajenas', a través de la destrucción de sistemas colectivistas y progresivamente retribucionistas y de la desregulación contradictoria de las economías; y

• el lanzamiento de nuevas modalidades de regulación institucional y nuevas formas de gestión estatal (Peck y Tickell 2002).

En este sentido, la neoliberalización no puede ser considerada como un 'sucesor' coherente del Estado de Bienestar keynesiano en los países fondistas atlánticos (o como sucesor de los Estados desarrollistas en el sur globalizado). Ello porque, en la práctica, los programas de reestructuración neoliberal se ven abocados de manera importante, primero, a desmontar las institucionalidades heredadas, tarea de largo aliento y siempre incompleta; y segundo, al desafío de manejar las consecuencias económicas asociadas a los programas de neoliberalización y sus derivados sociales. En contraste con los discursos primigenios relativos a la competencia y la libertad, que sirven de marco a las estrategias liberales y las legitiman, estas formas de reacción institucional no solo son más prosaicas, sino que necesariamente entrecruzan todas y cada una de las estrategias de reestructuración neoliberal con un pertinaz conjunto de legados institucionales y condiciones co-evolutivas.

Con esto no queremos tan solo apuntar a que las estrategias neoliberales replican políticas estatales 'nacionales' y son dependientes de la trayectoria de maneras meramente contingentes;  nuestro propósito es plantear una idea más radical: que las estrategias neoliberales están conformadas profunda e indeleblemente por diversos actos de disolución institucional; que esa cara del neoliberalismo que se manifiesta en el desmantelamiento de institucionalidades que le son extrañas, más que una simple fase de 'limpieza', es parte integral de sus orígenes, dinámicas y lógicas. Todos los neoliberalismos realmente existentes acarrean la fuerte impronta de antiguas luchas regulatorias, que recurrentemente configuran las capacidades y orientaciones políticas y las trayectorias futuras de las reestructuraciones neoliberales. Y ninguna trayectoria o 'modelo' único debiera ser considerado paradigmático (esto es, uno a partir del cual pueden medirse 'desviaciones'), dado que los neoliberalismos realmente existentes son coyunturalmente específicos. Conceptualmente, esto habla de la naturaleza de la neoliberalización como un proceso abierto, más que una fase; políticamente, subraya su carácter de conjunto 'de estrategias de reestructuración que se intersectan, más que 'sistema' estable y autónomo.

Antes de seguir, debemos añadir dos importantes advertencias para aclarar esta  conceptualización del neoliberalismo realmente existente como un proceso de destrucción institucional creativa.

Primero, el énfasis que colocamos en las capacidades tendencialmente 'creativas' del neoliberalismo está en desacuerdo con estudios anteriores, que subrayaban su carácter preponderantemente destructivo; no obstante, sostenemos que esta conceptualización dialéctica, a dos frentes, puede ayudar a iluminar las complejas y a menudo extremadamente contradictorias trayectorias del cambio institucional generado mediante el despliegue de programas políticos neoliberales en diversas escalas espaciales. El punto, sin embargo, no es sugerir que el neoliberalismo pudiera, de alguna manera, proveer una base para el crecimiento capitalista estable, reproducible. Más bien, se trata de explorar sus amplios impactos transformadores sobre las infraestructuras político-institucionales y geográficas heredadas de los Estados y economías capitalistas desarrollados. Este  último tema debe ser explorado aparte de la cuestión (regulacionista) convencional relativa a si una forma institucional dada promueve o socava el crecimiento capitalista sustentable. Incluso cuando las reformas neoliberales aplicadas a políticas estatales son incapaces de impulsar olas de crecimiento capitalista de corto o mediano plazo, sí pueden imponer rupturas evolutivas mucho más duraderas al interior de las reglas del juego institucionalizadas y de las desigualmente desarrolladas políticas estatales asociadas con la regulación capitalista.

En segundo lugar, debemos reconocer que los 'momentos' destructivos y creativos del cambio institucional al interior del neoliberalismo realmente existente, en la práctica están íntima e inextricablemente interconectados. Nuestro uso del término 'momentos' para describir estas interconexiones remite, entonces, al sentido hegeliano-marxista de elementos en conflicto pero mutuamente relacionados al interior de un proceso  dinámico, dialéctico, más que a una descripción de 'unidades' temporales distintas en una transición lineal. Nuevamente, las formas de los neoliberalismos realmente existentes —y ciertamente algunos de los rasgos definitorios de la neoliberalización en tanto una abstracción real— son 'reactivas', en el sentido de que están configuradas tanto por sus antipatías y antítesis (por ejemplo, a la redistribución keynesiana o a las instituciones de solidaridad colectiva), como por sus explícitas e intrínsecas metas de transformación del mercado, meta que es social, ecológica y, por cierto, económicamente irrealizable.


Urbanización neoliberal

La dinámica de destrucción creativa nunca ocurre sobre una 'tabla rasa' en la cual el 'viejo orden' es eliminado repentinamente y el 'nuevo orden' se despliega como una totalidad completamente formada. Más bien, ocurre a lo largo de un paisaje institucional que se encuentra en disputa, donde 'espacios proyectados' emergentes nuevos interactúan continua y  conflictivamente con las regulaciones heredadas, lo que a su vez lleva a nuevas 'capas' de espacio político-económico, no previstas y a menudo altamente inestables (Lipietz 1994). Estas amalgamas donde se recombinan disposiciones institucionales heredadas con otras emergentes, también redefinen las arenas e intereses políticos en los cuales y a través de los cuales se articularán y desarrollarán las subsiguientes disputas en torno a la regulación de la acumulación y las contradicciones que se le asocian.

Claramente, a partir de las crisis geoeconómicas de comienzos de los setenta, los procesos de destrucción creativa señalados antes se han estado manifestando en una amplia gama de escalas geográficas y en una gran variedad de emplazamientos institucionales. Postulamos, sin embargo, que —a lo largo de las tres últimas décadas— las ciudades se han convertido en ruedos estratégicamente decisivos donde se han estado desplegando las formas neoliberales de destrucción creativa. La ubicación central de las ciudades en los sistemas fordistas-keynesianos de producción y reproducción las definen como arena clave (si no 'blanco') para las estrategias neoliberales de desmantelamiento, pero su significado estratégico como loci de innovación y crecimiento, y como zonas de gobernanza delegada y experimentación institucional local, igualmente las posicionan a la vanguardia del avance neoliberal.

Lo anterior no implica sostener que el ámbito urbano haya alcanzado una cierta primacía escalar en estos tiempos pos-keynesianos, sino plantear que las ciudades han llegado a ser nodos críticos, y puntos de tensión, en las políticas escalares de la neoliberalización. Las infraestructuras urbanas son necesarias para la acumulación y regulación neoliberal, incluso cuando en el proceso simultáneamente se las socava y devalúa; se coloca a las ciudades en las fronteras de la formación de políticas neoliberales, al tiempo que son lugares de resistencia concertada a la neoliberalización (Leitner et al. 2007). Tampoco esta resistencia puede ser ubicada simplistamente 'después' de la neoliberalización, porque la dialéctica propia de las disputas ha moldeado cada faceta de la evolución del neoliberalismo, desde las primeras luchas en torno a los desmantelamientos y 'cortes', hasta las más audaces formas de avance del neoliberalismo tardío.

Aceptando que los procesos de destrucción creativa institucionales asociados con el neoliberalismo realmente existente están operando claramente en todas las escalas espaciales, postulamos que ocurren con particular intensidad en la escala urbana, en las grandes ciudades y ciudades-regiones. Se suma a ello que las ciudades se encuentran hoy insertas en un entorno geoeconómico extremadamente incierto, caracterizado por inestabilidad monetaria, movimientos especulativos del capital financiero, estrategias globales de localización de grandes compañías transnacionales y una cada vez mayor competencia entre localidades (Swyngedouw 1992). En el contexto de este cada vez más profundo 'desorden global-local', la mayoría de los gobiernos locales se han visto forzados, en cierto grado con independencia de sus orientaciones políticas y del contexto nacional, a ajustarse a crecientes niveles de incertidumbre económica por la vía de participar en formas corto-placistas de competencia interespacial, marketing territorial y desregulaciones, a fin de atraer inversiones y empleos (Leitner y Sheppard 1998; Peck y Tickell 1994). Entretanto, la reducción de los regímenes propios de los Estados de Bienestar y de los sistemas intergubernamentales también ha impuesto sobre las ciudades nuevas y pesadas restricciones fiscales y responsabilidades regulatorias, llevándolas forzosamente a la austeridad presupuestaria frente a la profunda deslocalización socioeconómica y nuevos desafíos competitivos.

Por otra parte, en muchos casos los programas neoliberales también han sido  directamente 'interiorizados' en las políticas urbanas, a medida que algunas alianzas territoriales de formación reciente intentan robustecer las economías locales a través de un 'tratamiento de shock' de desregulación, privatización, liberalización y mayor austeridad fiscal. En este contexto, las ciudades (y sus zonas suburbanas de influencia) se han convertido en blancos geográficos cada vez más importantes, y también en laboratorios institucionales para diversos experimentos de políticas neoliberales, como el marketing territorial, la creación de zonas empresariales, la reducción de impuestos locales, el impulso a las asociatividades público-privadas y nuevas formas de promoción local. Recurren para ello a sistemas de prestaciones sociales condicionadas, planes de desarrollo de las propiedades, nuevas estrategias de control social, acciones policiales y de vigilancia, y una batería de otras modificaciones institucionales al interior del aparato estatal local. La meta última de tales experimentos neoliberales de políticas urbanas es movilizar espacios de la ciudad tanto para el crecimiento económico orientado al mercado, como para las prácticas de consumo de las élites, asegurando al mismo tiempo el orden y el control de las poblaciones 'excluidas'. En la Tabla Uno se ilustra esquemáticamente algunos de los muchos mecanismos político-institucionales utilizados para promover proyectos neoliberales en ciudades de América del Norte y de Europa occidental durante las dos últimas décadas, distinguiendo en forma sintética sus componentes destructivos y momentos creativos.

Para los propósitos de este artículo, dos aspectos de los procesos de destrucción creativa señalados en la tabla merecen explicación.

Primero, los diferentes caminos de la reestructuración urbana neoliberal que han cristalizado a lo largo del viejo mundo industrializado no solo reflejan la diversidad de proyectos políticos neo-liberales, sino también las interacciones contextualmente específicas de dichos proyectos con los marcos de regulación urbana político-económica heredados y co-evolucionantes. Un examen de los diversos caminos a través de los cuales las agendas políticas neoliberales han sido impuestas a las ciudades y reproducidas en ellas es, por lo tanto, un aspecto central en cualquier indagación amplia en las geografías del neoliberalismo realmente existente. Esto plantea la clara posibilidad de que la familia de híbridos del neoliberalismo que son significativos tanto analítica como políticamente, no solo puede estar poblada por 'variedades' nacionales o 'modelos' del neoliberalismo, sino que también puede incluir una serie de formaciones y coyunturas urbanas características.

Un segundo tema se refiere a la evolución y/o reconstitución de ciertas formas neoliberales de políticas urbanas, desde el momento de su implantación inicial en ciudades de América del Norte y de Europa occidental a fines de los años setenta y comienzos de los ochenta. Los espacios urbanos han desempeñado papeles estratégicamente significativos en las sucesivas olas de neoliberalización. Durante el ascenso inicial del neoliberalismo, las ciudades se convirtieron en puntos álgidos de las principales deslocalizaciones económicas y de diversas formas de lucha sociopolítica, en particular en la esfera de la reproducción social. Las ciudades también estuvieron entre los principales campos de batalla de las luchas políticas en torno a la forma y trayectoria de la reestructuración económica durante la prolongada crisis del régimen de crecimiento fordista-keynesiano. Como consecuencia, en muchas de las más antiguas ciudades industriales se adoptaron iniciativas económicas locales a fin de promover 'desde abajo' un crecimiento renovado, mientras al mismo tiempo se buscaba defender los acuerdos sociopolíticos y arreglos redistributivos ya establecidos.

No obstante, durante los años ochenta, cuando la faceta de desmantelamiento del neoliberalismo era el aspecto dominante, las formas imperantes de políticas urbanas cambiaron significativamente. En esta era de del 'gobierno racionalizado' (lean govemment), se forzó crecientemente a las municipalidades a introducir diversas medidas tendientes a rebajar costos, incluyendo reducción de impuestos, concesiones de tierras, recortes en los servicios públicos, la privatización de obras de infraestructura, entre otros. La meta era disminuir los costos administrativos y productivos de corto plazo en sus jurisdicciones y, de ese modo, lubricar y acelerar las inversiones externas de capital. En este contexto, los Estados nacionales neoliberalizadores impusieron medidas de austeridad fiscal a los gobiernos locales, con lo que se redujeron las formas fordístas-keynesianas tradicionales de consumo colectivo localizado. Concomitantemente, la mayor eficiencia administrativa, paralela a subsidios estatales directos e indirectos a las grandes corporaciones, y una creciente privatización de las funciones de reproducción social, pasaron a considerarse las 'mejores prácticas' para promover un 'buen clima de negocios' en las grandes ciudades.

Las contradicciones de esta forma de empresarialísmo urbano suma-cero, orientado a reducir costos, hoy son claramente evidentes. Además de sus consecuencias extremadamente polarizadoras, se ha visto que la efectividad de tales estrategias destinadas a promover el robustecimiento económico decae aceleradamente al difundirse a lo largo del sistema urbano mundial (Leitner y Sheppard 1998).

La consolidación de diversas formas del neoliberalismo en expansión desde comienzos de la década de los noventa puede considerarse como una reconstitución evolutiva del proyecto neoliberal, en respuesta a sus propias contradicciones inmanentes y tendencias a hacer crisis. En los últimos quince años, ha tenido lugar una marcada reconstitución de las estrategias neoliberales, también a escala urbana. Por una parte, el imperativo neoliberal básico de movilizare! espacio económico como arena para el crecimiento capitalista, para la conversión de bienes y servicios en mercancías y para implantar la disciplina de mercado, se ha mantenido como el proyecto político dominante de los gobiernos municipales. Ciertamente, las instituciones estatales se han visto arrastradas a convertirse en formas cada vez más explícitas de destrucción creativa de los entornos urbanos construidos (véase Hackworth y Smíth 2001; Weber 2002).

Por otra parte, las condiciones necesarias para promover y mantener la  competitividad económica han sido reconceptualizadas por muchas elites para incluir diversos criterios administrativos, sociales y ecológicos. Así, los neoliberalismos institucionalmente destructivos de los ochenta aparentemente han sido sustituidos por formas cualitativamente nuevas de urbanización neoliberal, que se hacen cargo activamente del problema de establecer formas de coordinación y 'gobernanza' ajenas al mercado, a través de las cuales sostener la participación en el mercado, los recursos competitivos y una continua acumulación. En estas  circunstancias, las formas neoliberales de creación institucional ya no se orientan simplemente hacia la promoción de un crecimiento capitalista impulsado por el mercado, sino también hacia el establecimiento de nuevos 'mecanismos complementarios' y otras formas de desplazamiento de las crisis, a fin de blindar a los actores e intereses económicos poderosos frente a las fallas endémicas de los mercados y regímenes de gobernanza.

De manera igualmente decisiva, estas mutaciones también han implicado diversos realineamientos institucionales a escala urbana, los cuales incluyen:

• redes y agencias orientadas a los negocios que han sido empoderadas con miras a su

participación en las disputas en torno a la redistribución de los recursos;

• la movilización de nuevas formas de políticas de desarrollo económico local que incorporen la cooperación interempresas y 'clusters' industriales;

• el despliegue de programas de base comunitaria e iniciativas que ya no cumple el Estado destinados a combatir la exclusión social;

• la promoción de nuevas formas de coordinación y creación de redes interorganizacionales entre las que hasta ese momento eran esferas de intervención estatal local distintas; y

• la creación de nuevas instituciones regionales para promover el marketing territorial a escala metropolitana y (formas limitadas de) coordinación intergubernamental.

De lo anterior se desprende que la destrucción creativa de espacio institucional a escala urbana i no se da como una transición lineal desde un 'modelo genérico de 'ciudad de Bienestar' hacia un nuevo modelo de 'ciudad neoliberal'. Más bien, estos procesos multifacéticos de transformación institucional local implican un proceso de búsqueda en disputa que se desarrolla a base de prueba y error, en el cual el repertorio emergente de estrategias experimentales es movilizado en formas y combinaciones específicas al lugar en que se dan (Brenner 2004). No obstante, incluso en su forma 'madura', estas estrategias de localización suelen exacerbar los problemas de regulación que ostensiblemente buscan solucionar —como el estancamiento económico y el desempleo o subempleo—, generando a su vez nuevas rondas de mutaciones impredecibles. Como consecuencia, las múltiples formas y caminos de la urbanización neoliberal debieran considerarse no como medidas coherentes y sustentables destinadas a 'solucionar' las contradicciones y dilemas regulatorios arraigados en el capitalismo contemporáneo, sino como estrategias reestructuradoras profundamente contradictorias que están desestabilizando significativamente los escenarios heredados de gobernanza urbana y regulación socioeconómica. El paisaje institucional del urbanismo neoliberal es, por consiguiente, agitado y dinámico, uno cuya continua turbulencia es reflejo de la creatividad contradictoria del neoliberalismo: su capacidad para responder reiteradamente a las fallas endémicas del diseño e implementación de políticas neoliberalizadoras a través de toda una gama de estrategias de desplazamiento de las crisis, rápidos ajustes de las políticas, y "refomas" experimentales. El paisaje de la neoliberalización —su 'superficie' topográfica— es así disparejo e inestable a la vez.


Conclusión: ¿de las ciudades neoliberalizadas al urbanismo neoliberal?

Es importante reconocer que las ciudades no son meramente arenas localizadas en las cuales se despliegan proyectos 'accesorios' de reestructuración neoliberal. Por el contrario, durante las tres últimas décadas, las ciudades se han convertido en espacios cada vez más centrales para la reproducción, transmutación y continua reconstitución del neoliberalismo mismo. Así, podría argumentarse que a lo largo de este periodo ha estado ocurriendo una marcada urbanización del neoliberalismo, a medida que las ciudades han devenido metas estratégicas y terrenos de prueba para una cada vez más amplia gama de experimentos de políticas neoliberales, innovaciones institucionales y proyectos políticos. En estas condiciones, las ciudades se han convertido en incubadoras para la reproducción del neoliberalismo como régimen institucional 'viviente', y en nodos generadores al interior de él.

Queda por verse si las profundas contradicciones inherentes a la actual forma urbanizada del neoliberalismo en expansión posibilitarán aperturas para reapropiaciones del espacio urbano más progresistas, radical-democráticas, o si, por el contrario, las agendas neoliberales se afianzarán más firmemente aún al interior de las estructuras institucionales subyacentes a la gobernanza urbana. Si ocurriera esto último, nos asisten todas las razones posibles para anticipar la cristalización de geografías urbanas todavía más 'racionalizadas' y mezquinas que las actuales, en las que las ciudades se ven forzadas a incursionar agresivamente en políticas de marketing territorial mutuamente destructivas, en las que el capital transnacional es liberado de sus responsabilidades en cuanto a la reproducción social local, y en las que los ciudadanos urbanos se ven crecientemente despojados del poder de conformar las condiciones básicas de la vida urbana cotidiana.

En el corto a mediano plazo, estas condiciones definen ampliamente el terreno para las luchas contra el neoliberalismo en todas sus formas. Vale la pena recordar que tal como el neoliberalismo explotó las crisis del Estado de Bienestar keynesiano, y se alimentó de ellas, puede anticiparse que las crisis cada vez más profundas al interior del proyecto mismo del neoliberalismo, y en torno a él, abrirán nuevas oportunidades estratégicas para movimientos tanto reformistas como antihegemónicos. Por supuesto, nada hay de predeterminado en tales luchas, pero parece indudable que el terreno urbano será un campo de batalla decisivo. Las luchas locales en torno a viviendas dignas, salarios vitales y justicia medioambiental, cada una a su manera, por ejemplo, plantean pertinentes alternativas progresistas al neoliberalismo. No obstante, revertir el neoliberalismo también implicará una extendida re-regulación de la ciudad misma, en la forma de medidas destinadas a hacer frente a los corrosivos efectos de la competencia interurbana y la redistribución regresiva. Una de las claves para trascender el neoliberalismo es, entonces, la construcción de nuevas formas de solidaridad urbana, entre ciudades y al interior de ellas.

NT, JP y NB

(*) Reedición del artículo traducido para Temas Sociales,
SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación.
Santiago, Chile.

(1) Nik Theodore: Urban Planning and Policy Program y Center for Urban Economic Development, University of Illinois, Chicago. Jamie Peck: Department of Geography, University oí British Columbia, y Center for Urban Economic Development, University of Illinois, Chicago. Neil Brenneriy: Department of Sociology, y Metropolitan Studies Program, New York University. (volver al texto)

(2) Existe "dependencia de la trayectoria" (calco semántico del Inglés path-dependence) cuando el resultado de un proceso depende de la secuencia completa de decisiones tomadas por los actores a través del tiempo, y no solo de las condiciones del momento. Ejemplo son las decisiones del Estado —usualmente a cargo de la infraestructura—, cuyo impacto perdura por muchos años. En otro artículo, "Cities and the Geographies of 'Actually Existing Neoliberalism'", en Spaces of Neoliberalism: Urban Restructuríng in North América and Westem Europe (Malden, MA: BlackweII Publishers, 2002), de Neil Brenner y Nik Theodore, se indica lo siguiente:"... los programas neoliberales de reestructuración capitalista raramente, si es que ello llega a ocurrir, son impuestos en una forma pura, porque siempre están introducidos en contextos político-institucionales que han sido moldeados significativamente por regulaciones, prácticas institucionalizadas y acuerdos políticos establecidos con anterioridad. En este sentido, la evolución de toda configuración político-institucional producto de la imposición de reformas basadas en políticas neoliberales posiblemente tenga fuertes rasgos de dependencia de la trayectoria, en la cual los acuerdos institucionales existentes limiten de manera importante el alcance y trayectoria de la reforma" (p. 361). [N. de t.] (volver al texto)

(3) En su articulo "La esencia del neoliberalismo", Fierre Bourdieu  dice: "En efecto, el discurso neoliberal no es simplemente un discurso más. Es más bien un 'discurso fuerte' —tal como el discurso psiquiátrico lo es en un manicomio, en el análisis de Erwing Goffman [Asilos. Estudios sobre la condición social de los enfermos mentales. París: Ediciones Minuit, 1968]—. Es tan fuerte y difícil de combatir solo porque tiene de su lado todas las fuerzas de un mundo de relaciones de fuerza, un mundo que contribuye a hacer como es. Esto lo hace muy notoriamente al orientar las opciones económicas de aquellos que dominan las relaciones económicas" (visitado 20/01/2009). [N. de T] (volver al texto)

 

Referencias

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- Weber, R. (2002) Extracting valué from the city: neoliberalism and urban redevelopment. Antipode 34:519-540.  

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