No merece la pena
Será mejor volver a casa
Y empezar a pensar por nuestra cuenta
(Tratado de urbanismo, Poesía de Ángel González 1925-2007)
1. Contra la gobernabilidad como retórica
Hay palabras que triunfan. Por ello deben ser destruidas
o deconstruidas si el uso se ha convertido en abuso. Aprendices
de concepto como Participación, Sostenibilidad, Competitividad,
Buenas Prácticas y Gobernabilidad obviamente han sido prostituidos.
Sirven para todo y a todos. No sirven para nada. O quizás
sí, permiten a las autoridades públicas y a los funcionarios
(locales, nacionales o internacionales)
mejorar la retórica de sus discursos y de sus documentos,
una retórica que casi siempre sirve para encubrir o justificar
cualquier política o propuesta, pues cada uno puede entender
lo que quiera, y los que las usan no se sienten obligados
a nada concretamente. También les sirven para encargar informes,
para organizar coloquios y para corregir a los autores o conferenciantes
que alguna vez olvidan el concepto “passepartout”, añadiendo
la palabreja bien como sustantivo o como adjetivo. Y los profesionales
o supuestos “expertos” en algo (como los autores) los utilizamos
puesto nos permite, además de satisfacer al cliente,
atribuirnos la legitimidad de los que hablan en nombre
del “interés general”.
El desarrollo debe ser sostenible, la gestión municipal
participativa, las políticas públicas locales se evalúan por
sus buenas prácticas, las ciudades competitivas y por descontado
que las instituciones deben promover la gobernabilidad y/o
la gobernanza de los territorios. Aunque solo fuera para evitar
los debates sobre gobernanza y gobernabilidad se justificaría
la prescindencia de estos términos y conformarnos con el de
“gobierno”. Aquéllos términos, que se presentan como nuevos,
están gastados por el uso excesivo y muchas veces tramposo
o rutinario. Son hoy inútiles o confusionarios, multívocos
en unos casos o simplemente utilizados en vano en otros. Lo
cual no quiere decir
que no fueran inicialmente un avance, ni que no haya una problemática
a la que en algún momento supieron nombrar.
Esta problemática existe lo cual explica que en muchos
casos se utilicen de buena fe y se les atribuya un sentido
preciso y positivo. Pero la recepción del término esta viciada
y solamente si se especifica con rigor el significado que
se les atribuye podemos aun servirnos de ellos. Por lo tanto
nos conformaremos con utilizar el término de gobierno.
Y para terminar esta nota introductiva, que quisiéramos
que fuera considerada pertinente y no impertinente, una muy
breve digresión nominalista. Los hechos o los procesos reales
existen si somos capaces de nombrarlos y a nuevas realidades
deben corresponder nuevos nombres, conceptos que permitan
generalizar los casos y que ayuden a entenderlos. Cuando las
palabras confunden la primera de las tareas intelectuales
es disparar contra ellas puesto que oscurecen en vez de iluminar,
generan debates que no conducen a nada, se prestan a usos
perversos. Sabemos lo que es gobierno o poder político, instituciones
representativas (más o menos) que lo materializan, competencias
normativas y ejecutivas que
lo hacen operativo, instituciones judiciales que resuelven
los conflictos de intereses, etc. No sabemos lo que es con
cierta precisión gobernabilidad o gobernanza, aunque mucho
se escriba al respecto.
Sabemos lo que es ciudad y por esto podemos deducir
que urbanización no se puede confundir con ciudad. Y sabemos
también que es ser ciudadano, un estatuto que atribuye un
conjunto de derechos y deberes que igualan a
los habitantes de un territorio y
los hacen sujetos activos de las instituciones de gobierno
y de las políticas públicas, posibilitando así el ejercicio
real de sus teóricos derechos. Y porque sabemos que es ser
ciudadano podemos afirmar que no todos los habitantes de las
áreas urbanas son ciudadanos: muchos no pueden ejercer sus
teóricos derechos pues no viven en entornos que lo hagan posible,
y otros ni tan solo tienen reconocidos formalmente estos derechos.
Por lo tanto no nos queremos prestar
a servir en la ceremonia de la confusión que es la utilización
de términos que suponen que lo que hoy es un problema pendiente
ya estuviera prácticamente resuelto y solo faltaría ponerle
el lacito de la gobernabilidad. Como si la ciudad existiera
ya en toda la extensión de lo urbano y los habitantes de estos
territorios fueran ya todos ciudadanos. La gobernabilidad
se vende como un artefacto procedimental que organiza una
democracia a la vez representativa y participativa sobre un
territorio ya definido y una sociedad articulada. Pero no
es el caso de los nuevos territorios urbanos ni de unas sociedades
urbanas con fuertes tendencias anómicas (1).
2. Los nuevos territorios urbanizados y el desgobierno metropolitano.
La urbanización no equivale a crecimiento de la ciudad,
y menos aún progreso
de la ciudadanía. La ciudad, tanto en la historia europea
y mediterránea como americana se distingue por la densidad,
la heterogeneidad, la capacidad de autogobierno, la identidad
formal y un perfil cultural propio. Desde finales del siglo
XIX se distingue la ciudad-centro de su periferia (suburbs,
banlieu), como anteriormente se distinguía la ciudad enmurallada
de sus entornos. La dominación de la ciudad-centro era indiscutible,
daba nombre al conjunto y determinaba el desarrollo del mismo.
A lo largo del siglo XX se ha mantenido el poder del centro
sobre la periferia: en unos casos se integró a los municipios
preexistentes (o los nuevos territorios urbanizados no dotados
de personalidad político-jurídica) y en otros se crearon organismos
públicos (de planeamiento y de gestión) y privados (sociedades
urbanizadoras, empresas de transportes y de servicios). Las
denominaciones eran expresivas: Gran Madrid, Gran Barcelona,
Gran Buenos Aires, Gran Sao Paulo, etc.
Pero en las últimas décadas la urbanización
del territorio ha cambiado de escala y de naturaleza. El desarrollo
urbano se independiza del crecimiento de la población. Por
ejemplo tanto en la región metropolitana de Barcelona como
en la de Madrid a lo largo del último cuarto de siglo XX duplicaron
el suelo urbanizado mientras que la población permanecía estable.
Se rompe la continuidad de la urbanización, el territorio
aparece fragmentado y los costes sociales y ambientales se
agravan. Las actuales regiones metropolitanas no son simplemente
las antiguas áreas o ciudades metropolitanas, son otra cosa.
La ciudad central es aún polarizante pero hay otros centros
que le disputan funciones de centralidad. Los nuevos desarrollos
no se deben únicamente a los impulsos o iniciativas de la
ciudad central, a veces tampoco de otras centralidades, sino
de agentes externos que realizan operaciones que en muchos
casos son enclaves segregados del resto. En estas regiones,
en las que actúan múltiples actores, la eficacia del planeamiento
es muy relativa y se imponen lógicas sectoriales en la implantación
de las infraestructuras y particularistas en los desarrollos
urbanístico-inmobiliarios. (2)
El desgobierno está servido. Las actuales regiones
metropolitanas requieren potentes políticas públicas y concertadas
(público-privadas), planes estratégicos que creen un marco
coherente para las inversiones en capital fijo y generen certidumbres,
infraestructuras que sean el soporte de nuevas o renovadas
actividades económicas y garanticen desarrollos
sostenibles, planeamientos urbanísticos que establezcan condiciones
favorables a la cohesión social y a la mixtura de poblaciones
y funciones. Pero estos territorios que se enfrentan a dinámicas
contradictorias que diseñan espacios de geometría variable
difícilmente gobernables están fragmentados institucionalmente.
En unos casos son tantos los entes competentes que los acuerdos
son costosos, los tiempos inacabables, los solapamientos inevitables,
la desesperación de los actores sociales o privados infinita.
En la ciudad de ciudades y urbanización difusa o
regiones metropolitanas actuales encontramos decenas de autoridades
municipales competentes en planeamiento urbano, entidades
intermedias de naturaleza diversa que planifican y programan
servicios, delegaciones de los gobiernos nacionales o regionales
cuyas competencias y funciones se superponen y se imponen
a las locales, entes públicos o parapúblicos autónomos que
controlan elementos estratégicos básicos (puertos, aeropuertos,
complejos de I+D, etc.). Por ejemplo si pensamos en el futuro
de Ciudad de México el territorio pertinente de las decisiones
que hay que tomar hoy es el valle de México que incluye además
de la Ciudad
y tres estados (México, Morelos, Hidalgo), el gobierno federal
y decenas de gobiernos municipales. Y cuando después del 11
S de 2001 se trata de replantear el futuro del sur de Manhattan
nos enteramos que el ente competente es la Autoridad Portuaria.
Evidentemente existen hoy “buenas prácticas” de gobierno,
pero casi siempre referidas a las ciudades compactas, con
historia y cultura urbanas, densidad de relaciones sociales
y gobierno local potente. Sin embargo el futuro de los territorios
y de las poblaciones urbanas se juega principalmente en los
grandes espacios de urbanización dispersa, de centralidades
débiles o especializadas, de fuerte segregación social, de
costes insostenibles, de comportamientos anómicos. Todo ello
en un marco institucionalmente más confuso que complejo, mal
articulado, opaco, en el que no funcionan los mecanismos de
representación y de participación debido por una parte a la
crisis de los mecanismos representativos (ámbitos que no corresponden
a las problemáticas, sistemas electorales y de partidos que
de facto son excluyentes) y a la complejidad mal articulada
de las actuales poblaciones metropolitanas (segregación social,
desempleo, inmigración, etc.).
Por estas razones utilizamos los términos de gobierno
y desgobierno. La prioridad no es cultivar la retórica sobre
la gobernabilidad sino “inventar” formas de gobierno democrático
para estos nuevos territorios urbanos, que incluyen ciudades,
especialmente una gran ciudad-centro; centralidades diversas
por su tamaño, multifuncionalidad relativa y no siempre bien
articuladas entre ellas; núcleos de población más o menos
compacta que corresponden a pequeños o medianos municipios
con historia; y espacios de urbanización reciente, difusa
y fragmentada.
El gobierno de los territorios metropolitanos es a la vez democrático
(si lo es el Estado como ocurre ahora en Europa pero no tanto
en los países del borde sur del Mediterráneo) y no democrático.
Democrático hasta el exceso puesto que en una región caracterizada
por la metropolitanización coexisten un conjunto de instituciones
políticas locales surgidas directamente del sufragio universal
y otras (intermedias o entes públicos prestadores de servicios)
que podríamos denominar de democracia “indirecta” puesto que
se derivan de las primeras o de lo gobiernos regionales o
estatales. Pero precisamente esta complejidad institucional
hace que el gobierno resultante sea poco eficaz a la hora
de desarrollar políticas democráticas en su dimensión material.
El entramado político metropolitano es además, en su dimensión
formal, opaco puesto que el solapamiento de instituciones
y organismos diversos supone que en muchos casos las decisiones
públicas se tomen sin debate político y sin control ciudadano.

Planeamiento
de la Comunidad Autónoma de Madrid del año 2000
Habría que preguntarse las razones por las cuales se ha llegado
a esta situación, porque no se han producido reformas políticas
que ordenen la organización del territorio a las realidades
y a las dinámicas existentes. En algunos casos hay una cierta
adecuación, como en Madrid o en Roma, pero ello es debido
es que una institución preexistente corresponde a un nivel
metropolitano. En Madrid es la provincia reconvertida en Comunidad
autónoma y en Roma el municipio de una extensión excepcional
(que multiplica por 10 o por 12 la superficie de ciudades
equivalentes como Milán o Barcelona). Pero la tónica general
es que los gobiernos metropolitanos no se han creado y cuando
lo fueron no han tenido larga vida. Es curioso el caso español.
Con muchas limitaciones se crearon entidades metropolitanas
con competencias de planeamiento y de gestión durante la dictadura
en las principales áreas metropolitanas (Madrid, Barcelona,
Bilbao, Valencia y Sevilla). En la primera década de la democracia
todas fueron suprimidas. Las razones son de naturaleza estrictamente
política. Por una parte desconfianza de los gobiernos regionales
o de los ministerios centrales ante un posible poder (o contrapoder)
demasiado fuerte. Por otra el temor de los municipios periféricos
a no quedar sometidos por la ciudad-capital. A lo que se añade
que la multiplicación de instituciones y organismos favorece
la inflación partitocrática, es decir más cargos públicos
a repartir.
La paradoja es que la lógica de nuestros sistemas
políticos determina que la innovación o creación de nuevas
entidades y/o disolución o supresión de las viejas depende
de los actores políticos instalados en la institucionalidad
vigente. En la mayoría de los casos son proclives a mantener
el statu quo que
les beneficia y solamente aceptan de buen grado crear nuevas
entidades derivadas de las instituciones existentes. Como
tampoco hay una demanda social explícita reclamando algo que
no existe la conclusión es que parece imposible crear una
institucionalidad metropolitana democrática, es decir representativa
y capaz de impulsar las políticas públicas que requieren estos
territorios.
Por esta razón renunciamos inicialmente
a la vía formal (institucionalizadora) para construir gobierno
metropolitano y como dice el final del poema de Ángel González
que citamos al principio “mejor dejarlo... y empezar a pensar
por nuestra cuenta”. Y llegamos a dos conclusiones. La primera
es que la dificultad de crear gobierno metropolitano no se
debe únicamente a las resistencias políticas, es decir de
los aparatos partidarios y de las autoridades que ocupan ahora
el entramado institucional. También hay una gran dificultad
a delimitar los territorios puesto que las actuales dinámicas
metropolitanas evolucionan rápido y crean territorios de geometría
variable. Los programas de vivienda y los planes de movilidad
cotidiana requieren unos ámbitos distintos a la localización
de las grandes infraestructuras de comunicación. Y la segunda
conclusión es que es más viable empezar por proponer las principales
estrategias urbanas de ámbito metropolitano y si se reconoce
su necesidad será más fácil crear un escenario político consensuado
en el que puedan delimitarse territorios y establecer formas
de gobierno adecuadas. Las cuales probablemente serán innovadoras,
consorciadas, en red y con procedimientos de e.gobierno.(3)
3. Estrategias urbanas y territorios
metropolitanos (4)
A.
Infraestructuras de comunicación y construcción del territorio
metropolitano
La utilización de las redes de transporte como
ordenadoras del desarrollo
de una región metropolitana es una de las herramientas
básicas para la articulación interna del territorio además
de posibilitar su accesibilidad externa.
El planeamiento de las infraestructuras de comunicación,
la localización de los centros intermodales y de nuevos puertos,
aeropuertos y estaciones ferroviarias, la reconversión de
las zonas ocupadas por las viejas infraestructuras citadas,
la jerarquización de la red viaria y la elaboración
de los planes integrales de movilidad constituyen hoy un componente
fundamental de planificación urbana metropolitana. El planeamiento
y la organización de las redes (de infraestructura fija o
no) contribuyen decisivamente a definir como se inserirán en el territorio y por lo tanto la
forma del mismo.
Las líneas de metro, ferrocarril o tren ligero
(o tranvía) no son ya, o no deben ser, una intrusión más o
menos violentas en el tejido urbano sino un potente elemento
de conformación de un corredor que contribuye a definir el
paisaje urbano y con un alto potencial de atraer inversiones
y actividades. Ya no son barreras, elementos segregados y
segregadores, factores de desvalorización de los entornos,
sino todo lo contrario, integran y valorizan. Y lo mismo ocurre
con vías potentes si están bien insertas en el territorio como
ocurre con las últimas generaciones de vías urbanas semirápidas.
El éxito de operaciones como las Rondas de Barcelona y la
cobertura de la M30 de Madrid, orientadas a servir
la movilidad privada, tienen su contraparte en las afortunadas
iniciativas latinoamericanas de los carriles especializados
para el transporte público de Curitiba, Bogotá o Ciudad de
México. En todos estos casos se ha contribuido a hacer ciudad
en zonas centrales que tendían a degradarse y en periferias
caóticas y desestructuradas, se ha racionalizado la movilidad
y se ha creado un espacio público de calidad.

Troncal
sólo-bus del sistema Transmilenio en Bogotá
Otro de los aspectos renovadores de mayor interés
es la concepción de las estaciones terminales y de intercambio
del sistema. La mayoría de las ciudades europeas vienen apoyando
sus políticas de nuevas centralidades metropolitanas sobre
la organización de esos espacios, que, por la importante afluencia
de personas a lo largo del día, constituyen espacios del mayor
interés para la transformación urbana. Las reformas de los
sistemas de transporte generan grandes oportunidades de disponibilidad
de espacios y de recursos financieros, lo cual las ha convertido en una de las más potentes estrategias
metropolitanas
Las antiguas estaciones terminales entendidas
como un lugar de paso, donde se concentraban gran cantidad
de instalaciones y de muelles de carga han perdido su razón
de existir; las modernas tecnologías de gestión del transporte
y de logística han llevado hacia un nuevo concepto de estación
donde lo que tiene importancia no son la cantidad de muelles
de carga sino los espacios de afluencia de personas y actividades.
Estos espacios si aprovechan
las externalidades para atraer actividades
de todo tipo son recalificadotes de los entornos al
irradiar riqueza y urbanidad.
Es conocida importancia que la reforma de estaciones
ha tomado en las políticas urbanas europeas, ligada fundamentalmente
a la nueva era del ferrocarril, tanto en la versión alta velocidad como conector de ciudades como en
la versión blanda de ferrocarril de cercanías y los tranvías
o trenes ligeros como conectores de barrios. Un caso especialmente
interesante es el de Roma, que ha basado su reforma
urbana global en reforma
ferroviaria. La oportunidad de la alta velocidad ha implicado
la reforma de casi una decena de estaciones periféricas, de forma que su renovación
supondrá la disponibilidad
de una enorme cantidad despacio en su entorno para crear espacios
públicos, edificios comerciales y de oficinas, espacios de
ocio y viviendas. Y al mismo tiempo se define como un objetivo
a menos de 10 años el que la mitad de la población metropolitana
disponga de una parada de “ferro” (tren, metro o tranvía)
a menos de 300 metros de su residencia.

Proyecto
para la Estación del Tren de Alta Velocidad de la Sagrera
en Barcelona
Otro ejemplo que muestra la complejidad y la
polivalencia de estas operaciones que implican grandes proyectos
es Barcelona. La reforma de los accesos ferroviarios para
dar entrada a la alta velocidad ha implicado la
construcción de dos grandes estaciones (al sur y norte/este
de la ciudad). Ambas operaciones suponen reformas radicales
de corredores degradados que penetraban anteriormente en el
tejido de la ciudad constituyendo barreras importantes para
su continuidad. La operación principal es la de la estación
del norte/este, la parte más desestructurada de la periferia,
se acompaña de la ordenación
urbanística de un gran corredor de 100 has, de las que se
recuperan 80 para la ciudad. El proyecto motor es obviamente
la gran estación central. Un todo compacto donde se comunicaran
verticalmente el metro, los trenes de cercanías, los autobuses
urbanos y la alta velocidad, con un amplio hall que se abre
lateralmente a la ciudad, concentra espacios comerciales y
de ocio y posibilita, en la parte superior, oficinas de negocios. La operación corre a cargo de una agencia pública
construida al efecto entre las autoridades del transporte
(Estado y Autonomía) y los servicios de urbanismo del Ayuntamiento.
La recuperación de una parte de la plusvalía generada por
la de recalificación
del entorno financia el gran proyecto urbano del entorno (espacio
público, eje verde, viviendas, equipamientos). En los casos
citados se demuestra que las infraestructuras de transporte
pueden ser una estrategia clave para “hacer ciudad metropolitana”.
B. Las áreas de nueva centralidad

Áreas
de nueva centralidad en las transformaciones urbanas de la
Barcelona de 1992
La generación de áreas de nueva centralidad
en las conurbaciones metropolitanas responde a tres objetivos
principales:
a) Poner orden en áreas de urbanización confusa, en proceso de transformación,
con potencial de crecimiento y con déficit de equipamientos
de cualidad, diversificados, capaces de atraer a una población
relativamente extensa
b) Crear un polo de desarrollo urbano distinto del que ha prevalecido hasta
entonces en la zona, atraer nueva población (residente y usuaria)
y nuevas actividades, en un marco de visión poli céntrica
de la ciudad futura
c) Contribuir a la integración social ciudadana,
generar autoestima de la población de la zona, propiciar formas
de desarrollo endógeno, expandir calidad urbana al entorno,
proporcionar al conjunto visibilidad y reconocimiento.
La “nueva centralidad” es una apuesta de futuro,
no es el resultado de un proyecto realizado en un plazo más
o menos corto y que crea de golpe una centralidad que antes
no existía. Es el resultado de un proceso más o menos largo
que en parte depende de las políticas públicas, de su capacidad
de invertir y de atraer también inversiones privadas. Y en
parte de las dinámicas, menos previsibles de la sociedad,
tanto de los agentes económicos como de factores diversos:
comportamientos sociales inducidos por modas o cambios en
la estructura de la población, oportunidades no previstas
inicialmente o incidencias no deseadas (por ejemplo un accidente
en una obra pública o la quiebra de un promotor emblemático),
cambios políticos en algún nivel del Estado, etc.
Apuntamos algunos criterios generales que son
determinantes para el éxito de una política pública de “nuevas
centralidades”:
a)
La
accesibilidad. La nueva centralidad será
tanto más posible si es una área de comunicación intermodal,
si está bien conectada con otros núcleos de centralidad, si
es “centro” de capilaridad comunicacional, de encuentro de
trayectos, si resulta en resumen lugar de paso o accesible
a una población numerosa,
que vaya más allá de su entorno inmediato. Por ejemplo la
llegada del metro a una zona periférica.
b)
La
multipolaridad. La polivalencia de los equipamientos, es decir
la diversidad y la calidad de las ofertas
de servicios, públicos y privados, a su vez generadores de
empleo. Es conveniente que existan algunos servicios de fuerte
atractividad permanente, por
ejemplo: un estadio deportivo no genera nueva centralidad
pero un centro comercial urbano prestigioso o un equipamiento
cultural de uso intenso si que contribuyen a veces de forma
decisiva a ello. Pero nunca es suficiente un solo tipo de
actividad para generar centralidad, aunque si puede cumplir
un rol motor o de consolidación de la centralidad naciente;
por ejemplo: el Corte Inglés es un motor del denominado Eix
Macià (en Sabadell, importante ciudad de la región metropolitana
de Barcelona).
Se dice que allí donde se instalan estos almacenes aparece
la centralidad.

Transformación
urbana en torno al Eix Macià
en Sabadell (Barcelona)
c)
La existencia de algunos elementos urbanísticos o arquitectónicos emblemáticos. La monumentalización de un barrio centralidad
o de una periferia poco estructurada proporciona visibilidad,
atractividad, imagen de calidad. Es decir atrae público y
comercio. No basta con poner un museo Guggenheim
para generar centralidad, pero que ayuda no hay duda. En general la calidad del espacio público si favorece la
animación urbana atraerá actividades de centralidad y poblaciones
consumidoras de “centro” (las “clases creativas”).
d)
Vivienda
y comercio. La centralidad, o mejor dicho gran parte del los
elementos que permitan que lo sea (equipamientos y servicios
varios, comercio, transportes, etc.) requieren una masa
crítica que es la población residente en la propia área o
en su entorno próximo. Una población diversificada, que
cubra la noche y el día, los restaurantes y los cines, los
comercios de lujo y los de uso diario. Una centralidad especializada
en el tiempo es tan imperfecta como la que esta especializada
en una sola función; por ejemplo los parques empresariales
no son centralidades aunque proporcione imagen y recursos
a una municipalidad periférica.
e)
Simbología.
Es interesante y a veces indispensable que la nueva centralidad
posea elementos diferenciales que le proporcionen
identidad y sean marcas visibles en el territorio. Con frecuencia
estos elementos pre-existen y no siempre se aprovechan bien:
el patrimonio arquitectónico, incluido el industrial; las
estaciones ferroviarias o de buses y sus talleres y las instalaciones
portuarias y la especificidad de los frentes de agua; el relieve
del terreno y el paisaje
configurado por los espacios públicos; equipamientos educativos
o sanitarios si generan espacios de transición abiertos al
público y receptores de otras actividades etc. En ciertos
casos estos elementos mantendrán la actividad originaria,
en otros serán objeto de una reconversión y destinados a otros
usos. Pero el uso para el que fueron creados debe visualizarse,
sentirse.
f)
La
iniciativa pública acostumbra a ser el actor determinante,
especialmente en el inicio. Se trata de hacer una apuesta,
es decir una opción con una cuota significativa de riesgo.
La nueva centralidad en muchos casos es deseable que no sea
una pura adecuación a dinámicas potentes del mercado, si no
una operación destinada a abrir nuevos frentes o ejes de desarrollo,
correctores o reductores de desequilibrios y desigualdades.
Es el sector público mediante el planeamiento de gran escala
que seleccionará las áreas idóneas según criterios de viabilidad
o potencialidades presentes o vinculadas a proyectos (es decir
inversiones) futuros.
Asimismo,
es el sector público el que puede y debe planearse objetivos
de integración ciudadana, de cohesión social, de identidad
cultural del territorio. Por ejemplo en Barcelona nunca el
sector privado hubiera planteado (o hubiera podido desarrollar
solo) una operación del frente de mar como actuación de centralidad,
destinada tanto a generar un polo de actividades de “excelencia”
(más o menos discutibles como las zonas de Diagonal mar y
zona Forum) y al mismo tiempo un planteamiento de espacio
público (playa, parque) destinado a un gran uso popular.

Programa
del proyecto Diagonal Mar en Barcelona
g)
Buen
uso o aprovechamiento de las oportunidades, o invención de
las mismas. El planeamiento define unos objetivos deseables,
pero no los garantiza, por lo menos en el corto o medio plazo.
Los objetivos del planeamiento o de las políticas públicas
sin un buen aprovechamiento de las oportunidades de poco servirán.
Por ejemplo: el buen uso de los eventos. Si no ha habido una
acumulación previa en forma de ideas o propuestas más o menos
socializadas, de planes y reservas de suelo incluso, de algunos
proyectos que impulsa el sector público o el privado que van
en el sentido de hacer centralidad. Sin estas condiciones
previas será difícil aprovechar la oportunidad de un evento.
Y lo mismo vale para otras “oportunidades”: una iniciativa
estatal o privada, la posibilidad de una operación de reconversión
de un área con una base funcional obsoleta, etc. El Forum
es la oportunidad, ni más ni menos.
h)
La
operación motora. Puede confundirse con la oportunidad o puede
ser el resultado de un proceso largamente elaborado y negociado
entre una diversidad de actores. El ejemplo de Bilbao no se
reduce al museo Guggenheim,
es una operación compleja, como lo son lo que en la cultura
urbanística francesa han definido como los “grandes proyectos
urbanos”.
i)
Un
caso específico lo representan las operaciones que responden
a una deuda social o a un desafío político pendientes. Por
ejemplo la regeneración o reactivación de una zona de la ciudad
que progresivamente se ha degradado y entró en un proceso
de marginación. Sin una actuación sobre el conjunto del entorno,
un plan que proporcione certidumbres a los actores públicos
y privados, algunas operaciones motoras (por ejemplo la reconversión
de estaciones ferroviarias, o una zona portuaria o industrial
obsoleta, un gran equipamiento o la regeneración ambiental
de un cauce de río, etc.) las actuaciones aisladas, si se
llegan a hacer, tienen un impacto mínimo.
j)
Reconversiones
industriales, portuarias, ferroviarias, militares, etc. que
acabamos de citar y que también se citaron al tratar de la
simbología. En este punto solo queremos señalar
que el crecimiento de la ciudad tiende a hacer de estas
áreas grandes “espacios de oportunidad” pues lo que habían
sido localizaciones periféricas y que por su naturaleza puede
ser lógico que lo sean ahora ocupan áreas con un potencial
de centralidad evidente.

Operación de transformación urbana Euralille en torno a la
estación del TAV
k)
Operaciones
“off ciudad” a partir
de una operación monofuncional. Por ejemplo ciudades aeroportuarias,
empresariales, universitarias, sanitarias, etc. Este supuesto
parece contradecir los criterios enunciados al principio;
pero una política concertada y flexible puede aprovechar el
impulso de este tipo de operaciones para favorecer la atracción
de otras actividades y combinar las mismas con programas de
viviendas y de transportes.
l)
La
nueva centralidad puede producirse como resultado de dinámica
endógena de la periferia, de una decisión pública (o mixta)
promovida por una autoridad local externa a la ciudad central.
Estos casos se confunden con operaciones de regeneración de
periferias degradadas o poco estructuradas y que trataremos
en el punto siguiente.
En
conclusión, la producción y la gestión de las áreas de nueva
centralidad se pueden resumir en los siguientes conceptos:
Se trata siempre de un proyecto complejo, no reducible a una
operación singular. Requiere una capacidad de gestión específica
y continuada. La promoción y legitimación es una dimensión
fundamental tanto para atraer agentes inversores como para
generar apoyo en la sociedad urbana. Se trata de una centralidad
para el conjunto (o una parte
significativa) de la ciudad metropolitana. El tiempo es otra
dimensión principal, no se trata de operaciones llaves en
mano, ni de una promoción realizable en pocos años, ni en
el periodo que cubre un mandato de alcalde. El planeamiento
y la gestión de las nuevas centralidades metropolitanas requieren
una gran flexibilidad, capacidad de modificar las prioridades
y agilidad para aprovechar las oportunidades.
C.
Políticas de suelo y vivienda e integración de la marginalidad
residencial.
Los actuales desarrollos urbanos en las ciudades-regiones
metropolitanas han acentuado los problemas clásicos relativos
a la degradación o especialización de los centros y los déficits
y segregación de las periferias. La nueva ciudad metropolitana
ofrece en teoría una oferta multiplicadora de posibilidades
o “libertades urbanas” e incluso los medios para satisfacerlas.
La nueva escala de lo “metropolitano” multiplica las áreas
de residencia posibles, las ofertas de formación, empleo o
ocio, la diversidad de movilidades y relaciones… en teoría,
o más exactamente para una minoría de la población. La ley
del mercado se impone casi siempre a las políticas públicas
(y en muchos casos éstas se le subordinan) y se producen una
serie de procesos que agravan las disfunciones y las desigualdades.
Como
son:
a) Las
políticas de suelo “urbanizadoras” facilitan la dispersión
y la fragmentación de los tejidos, la ruptura de las continuidades
y el aumento de las distancias. Las zonas de vivienda para
las poblaciones de más bajos ingresos son las más alejadas
de las áreas compactas y equipadas y la nueva escala metropolitana
agrava los costes derivados de la segregación social. A estos
costes se añaden los costes de sostenibilidad de este tipo
de urbanización y el derecho a la movilidad, indispensable
en la nueva ciudad metropolitana supone un alto coste de tiempo,
económico y ambiental.
b) La
no recuperación de las plusvalías urbanas y la aceptación
por parte del planeamiento de operaciones residenciales homogéneas
y de actividades especializadas
por parte del sector público crean un déficit estructural
que impide que la urbanización se convierta en ciudad.
c) La
lógica de este modelo tiende a una urbanización cada vez más
extensiva, por lo tanto que agrava los problemas citados.
Insistimos que el efecto de “escala” conduce a una dinámica
perversa puesto que la multiplicación de las distancias es
también multiplicación de los costes sociales, ambientales
y de gestión.
La política de suelo y de vivienda se convierte
así en la cuestión clave del desarrollo metropolitano. Esta
política es la que determinará si los procesos urbanizadores
son capaces de producir una ciudad a la escala territorial
de región metropolitana o crearán una amalgama de situaciones
urbanas contradictorias, desiguales, poco sostenibles y de
cuasi imposible gobierno.
En los últimos años en los países europeos se
han realizado intentos tanto legislativos y de planeamiento
como actuaciones de iniciativa local que han pretendido orientar
el desarrollo urbano según el principio de “hacer ciudad”.
Apuntamos seguidamente algunas líneas “constructoras
de ciudad” que contribuyan a revertir los procesos indicados.
a) El
planeamiento territorial y estratégico de la ciudad metropolitana
debe situarse a la escala de las dinámicas existentes y apoyarse
en un marco legal que fije condiciones básicas al desarrollo
urbano. Por lo tanto los planes territoriales no pueden ser
de ámbito local o de aglomeración sino de región metropolitana
y deben integrar las otras estrategias que se exponen en este
texto (transportes, corredores ecológicos, nuevas centralidades,
etc.).
b)La
legislación y el planeamiento deben garantizar usos equilibrados
del territorio, mixtura social y funcional de cada zona urbana,
prioridad a las formas compactas de crecimiento, ejes urbanos
articuladores, distribución de las nuevas centralidades y
acceso a la movilidad metropolitana por parte de toda la población.
c) La
vivienda es una condición básica para ejercer la ciudadanía.
Para ello debe estar integrada en el tejido urbano y favorecer
la comunicación y el intercambio entre poblaciones diversas.
Las políticas de vivienda no pueden limitarse a favorecer
ofertas inmobiliarias segmentadas según los ingresos de la
población sino favorecer la producción de conjuntos de composición
diversa y articulados con el sistema urbano metropolitano.
d) Los
beneficios generados por el desarrollo urbano deber revertir
al conjunto de la colectividad y por lo tanto las plusvalías
urbanas de los propietarios del suelo y de los promotores
inmobiliarios deben servir principalmente para producir una
urbanización de calidad.
e) El
desarrollo urbano y las grandes operaciones que lo materializan
deben considerarse como oportunidades para integrar los barrios
degradados o marginales de las periferias.
Este
último punto nos parece especialmente interesante y que permite
exponerlo a partir de un caso práctico.
En
Río de Janeiro, al casi un millón de personas que vive en
favelas en el municipio podríamos añadir gran parte de los que viven
en la periferia norte (la baixada
fluminense) que tiene 4 millones de habitantes.
Es interesante comentar la experiencia del amplio
programa urbano con que esta ciudad abordó el tratamiento
de estos barrios, buscando su incorporación plena a la ciudad
formal y la finalización o atenuación de las condiciones de
marginalidad que afectan a sus habitantes. Programa denominado
Favela Barrio, iniciado
en 1994 y que continúa en la actualidad, pudiendo catalogarse
como el programa más importante llevado a cabo en la última
década en materia de políticas urbanas en América Latina.
El Programa Favela-Bairro fue una iniciativa municipal, para “construir toda la
infraestructura y equipamientos de servicios públicos necesarios
para transformar las favelas
en barrios formales de la ciudad”, no en algún aspecto
puntual como se efectuó en políticas recientes, sino abarcando
la totalidad de las 608 áreas y la globalidad del proceso
de adaptación a la ciudad. Sobre esta base se formuló una
estrategia de intervención físico-urbanística, con la idea
que la integración formal, es decir, la normalización del
espacio, favorecería la integración social, el proceso de
ciudadanía plena de sus habitantes. Para ello, la Alcaldía
consiguió un apoyo financiero del Banco Interamericano de
Desarrollo, préstamo que cubrió el 60% del coste total aprobado
para el programa, y que posteriormente fue complementado con
una aportación de la Unión europea.

Canalizaciones
y mejoras ambientales en el programa Favela-bairro en Río
de Janeiro
Los criterios que han orientado la realización de este programa
son los siguientes:
1. respetar y mantener las viviendas existentes, construidas por el esfuerzo
de años de las familias de las favelas;
manteniendo los valores constructivos y espaciales propios
de los asentamientos.
2. complementar la estructura urbana (saneamiento y accesibilidad, como prioridades
principales) y ofrecer condiciones para la consolidación del
barrio como parte del tejido formal de la ciudad.
3. introducir en esas áreas valores urbanísticos propios de la ciudad formal
como calles, plazas, infraestructuras, servicios públicos
y sociales.
4. considerar la participación de diversos grupos sociales dentro del barrio
en la formulación de las propuestas físico-urbanísticas y
en los programas de equipamiento.
5. resolver los problemas de riesgo físico-ambiental por deslizamientos de
terrenos, inundaciones, etc., definiendo, en su caso, programas
de realojo en el área.
Pero más allá de los datos numéricos, interesa
destacar la puesta en marcha de la concesión de casi ochenta
mil títulos de propiedad, en un proceso lento pero inexorablemente
con final, la calificación con nombre a cerca de cien kilómetros
de nuevas calles, con la consecuente adquisición de dirección
“formal y legal”- base primera de ciudadanía - a un enorme
volumen de población. Percepción de ciudad nueva que es compartida
por sus vecinos de los barrios colindantes, que puso en el
plano de la ciudad nuevos nombres que comienzan a ser conocidos
por el resto de los ciudadanos; incluso, aunque es revelador
el hecho de que 200 escuelas primarias de los alumnos de las
favelas han incorporado enseñanzas sobre
el uso de espacios creados y las prácticas propias de los
habitantes de una ciudad-.
Aspecto
fundamental ha sido el proceso de regularización de la tenencia
de la tierra. El reconocimiento del derecho de ocupación del
suelo y la legalización de la vivienda modifica la relación
de la población con su entorno físico, adquiere rápidamente
comportamientos más cuidadosos con el espacio público y la
propia vivienda. La integración en las redes de servicios
les hace más ciudadanos: cuando se va a la escuela o se busca
trabajo no es lo mismo decir que se vive en una favela
que en una calle, con número, con nombre, con transporte para
llegar a ella, con servicios, de hecho, situada en el plano
de la ciudad.
D. La ciudad del conocimiento y la nueva economía.
La nueva economía es el resultado por una parte de la internacionalización
de la actividad económica y por otra por la difusión de las
nuevas tecnologías de comunicación. Paralelamente los cambios
en los comportamientos sociales y en la gestión económica
han comportado la emergencia de nuevos sectores de la actividad
o que algunos que en el pasado tenían relativamente poco peso
en la producción hoy generen una parte importante del producto
y del empleo. Nos referimos a cambios
como la mayor autonomía de los individuos, las exigencias
de calidad de vida tanto en servicios a las personas como
en relación al medio ambiental, la externalización de muchas
funciones que antes se realizaban en el seno de las empresas
industriales o comerciales, la importancia adquirida por las
industrias culturales, audiovisuales y del ocio (ver punto
sobre Corredores culturales), así como por los sectores vinculados
a la educación y a la salud, y también a los servicios financieros,
el auge del turismo y la importancia vital que han adquirido
las comunicaciones, etc. Sin hablar de sectores específicos
de la nueva economía como todo lo que se refiere a contenidos
y a la tecnología propios de la “galaxia Internet” (Manuel
Castells).
La
nueva economía aparentemente podría localizarse en cualquier
parte puesto que el progreso de las comunicaciones, la posibilidad
de estar siempre conectado con el resto del mundo y relacionarse
en tiempo real, el hecho que las decisiones y los documentos
se pueden transmitir a distancia con costes nulos o mínimos
de tiempo y dinero, que sea posible mantener teleconferencias
con diversidad de interlocutores y evitar los desplazamientos,
que se pueda conseguir la información navegando por internet
en vez de atravesar los océanos, etc. todo ello nos llevaría
a concluir que la difusión de la urbanización, es decir de
las personas y las actividades es la consecuencia lógica para
evitar los problemas que conllevan las altas densidades.

Nuevas
relaciones urbanas apoyadas en las nuevas tecnologías
Sin embargo es lo contrario que ocurre. O mejor
dicho las grandes ciudades y áreas metropolitanas, y en especial
las ciudades con mayor densidad cultural son las que tienden
a concentrar la actividad principal de la nueva economía.
Es la ciudad del conocimiento.
La ciudad del conocimiento es la que concentra
recursos humanos cualificados y hace de la producción de capital
humano eje principal de su proyecto económico. Y ello por
una razón sencilla: las actividades de la nueva economía requieren
personal cualificado, abierto a la formación continuada, polivalente,
creativo. Este tipo de población requiere un medio bien comunicado
y productor de información, demanda un ambiente cultural tolerante
que facilite el intercambio, aprecia la calidad de vida del
entorno.
Se trata de una ciudad densa, de un área metropolitana
con centralidades articuladas, espacios de calidad ambiental
y en la que no solo viviendas y actividades puedan convivir,
también donde se concentren todo tipo de equipamientos y actividades
culturales, educativas y de ocio- A pesar de las dinámicas
del mercado que empujan a la difusión urbana, siguiendo los
intereses de la renta urbana y de los promotores inmobiliarios
que responden a intereses especulativos y a las demandas expresadas
por sociedades muy desiguales, la opción más funcional hoy
es a favor de la ciudad compacta. O la ciudad metropolitana
en la que coexistan núcleos compactos de tamaños distintos,
zonas de más baja densidad y espacios abiertos, “naturales”,
insertos en el tejido urbano.
Una ciudad que en las regiones metropolitanas
es necesariamente policéntrica, que se ha convertido en el
espacio económico significativo, la otra cara de los espacios
globales y de las uniones supraestatales. El espacio económico
significativo que hoy ya no es el espacio “nacional”, sino
el regional-metropolitano. La ciudad del conocimiento, sea ciudad de un solo centro o sea policéntrica,
es hoy el espacio de las sinergias.
Las
estrategias metropolitanas productoras de ciudad de conocimiento
no son sola aquéllas obvias destinadas a mejorar las infraestructuras
de transportes y de comunicaciones, los centros logísticos,
las ciudades aeroportuarias, etc. Tan o más importantes que
éstas son las que hacen la ciudad más atractiva, los equipamientos
para la celebración de congresos y conferencias, la oferta
cultural, de ocio y hotelera, el ambiente urbano, la calidad
del espacio público, la seguridad, etc. Es decir iniciativas
ya expuestas en otros puntos de este texto anteriores.
Existen
estrategias más específicas,
aquéllas destinadas directamente a favorecer la producción
de conocimiento, su conexión con el tejido productivo y la
difusión del uso de tecnologías avanzadas en el conjunto de
la actividad económica. Un tipo de acción especialmente significativa
es la transformación de ciertas áreas urbanas, en general
con un pasado industrial en áreas de nueva economía. No se
trata de promover nuevos “polos de desarrollo” del tipo de
parques tecnológicos o empresariales, o de servicios a las
empresas, nombres pomposos que frecuentemente disimulan que
se trata de meros conjuntos de oficinas con un centro comercial
o de industrias banales cuando no son simples galpones de
montaje o de depósito que se benefician de condiciones especiales
merced al nombre del lugar. Las áreas de “nueva economía”
o “distritos tecnológicos” que pretenden conseguir a la vez
una fuerte densidad de
ocupación (uso intensivo del suelo e importancia en cualidad
y en cantidad de los recursos humanos) y alta densidad de
conocimientos.
En
resumen las áreas de nueva economía que contribuyen a crear
“ciudad metropolitana” son aquéllas que se caracterizan por
todos o gran parte de estos elementos: a) Localización
en el tejido urbano, frecuentemente en un área con tradición
industrial, en el que
se da mixtura de actividades (comercio, vivienda, servicios
varios) y buena comunicación con un centro urbano de cualidad. b) Contribuyen a crear un área con un potencial susceptible de
adquirir cualidades de nueva centralidad y en todo caso de
posibilitar una oferta cultural y de ocio atractiva.
c) Coexisten con centros
universitarios y de investigación próximos, atraen actividades
que generan una cuota significativa de valor añadido, usan
intensamente las actuales tecnologías avanzadas de comunicación
y facilitan el desarrollo de las actividades consideradas
emergentes (diseño, industrias culturales y multimedias, consultorías
y estudios profesionales, servicios ambientales, etc.). d)
Urbanísticamente generan espacios públicos abiertos y cerrados
que multiplican las posibilidades de interacción y de encuentros
no previstos y disponen de una flexibilidad morfológica de
los espacios construidos que permiten la evolución formal
y la diversidad de usos distintos.
E.
Corredores ecológicos
La
planificación urbanística convencional ha tratado siempre
el suelo periférico a la ciudad y no urbanizable como una
reserva de espacio para futuras expansiones con determinaciones
de protección de ese proceso para determinados espacios que
reunían características específicas de relieve, vegetación,
paisaje o valores análogos.
Por
eso, los planes de Ordenación municipal o de Desarrollo Urbano
se han limitado o a no regular esos espacios (como correspondería
a zonas de reserva para la expansión, que a lo largo del tiempo
entrarían en el proceso) o a marcar parámetros de uso y ocupación
para el suelo rural (incluso estableciendo categorías forestales,
agraria, de protección, etc.) cuya lógica emanaba de la misma
lógica de parcelación y edificación que aplicaban a la producción
del suelo urbano (obviamente con aprovechamientos mucho más
bajos y parcelaciones mas propias de la explotación agrícola).
Cabe
hacer referencia a la temprana necesidad de proteger ciertos
espacios que constituyen ecosistemas naturales relevantes
(el primero fue el de Yellowstone, ya en 1872, que dio origen
a la creación en USA del Servicio de parques nacionales en
1916), que ha ido evolucionando desde de la creación y gestión
de parques naturales hacia una gama mucho más amplia que distingue
diversos tipos de parques y de áreas de protección, y ha ido
incorporando a la idea de reserva y protección una actitud
mas activa que supone planes de manejo y gestión de recursos.
En
cualquier caso, esta política de protección se ha introducido
en el planeamiento urbanístico como definición de áreas reguladas
por su propia lógica (de existir esos parques en el entorno
de una ciudad), precintos intocables con las determinaciones
urbanísticas, espacios “tabú” que permanecen como ínsulas
en el mosaico de zonificaciones.
La
divulgación, desde inicios de los años noventa, de las ideas
de sostenibilidad del sistema urbano ha introducido una fuerte
crítica a este sistema de entender la interrelación entre
lo rural y lo urbano, entre el campo y la ciudad, entre lo
edificado y lo vacío. La concepción de ambos como un sistema
único ha llevado a crear nuevas metodologías de determinación
de emisiones de lo urbano y estimación de su impacto ambiental,
de cálculo de la huella ecológica de la ciudad (determinación
de la magnitud de soporte de espacio natural que precisa)
y de creación de indicadores que muestre la vulnerabilidad
de cada subsistema y la presión que puede colocarlos en situación
crítica.
Sin embargo,
en los últimos años han comenzado a darse diversas experiencias
al respecto que anuncian una nueva manera de entender la ciudad
como parte de un ecosistema regional metropolitano más amplio.
Como son:
- Creación de corredores ecológicos o conectores
entre espacios naturales.
·
Introducción
en la planificación de matrices de conectividad ecológica,
que definen corredores y espacios en el entorno y a través
de la ciudad
· Producción
de planes de actuación para territorios periurbanos con usos
agrarios o rurales productivos
· Recuperación
de corredores húmedos e integración de la noción biológica
de cauce vivo en los ríos y torrentes urbanos
· Reconversión
de áreas industriales obsoletas (o portuarias, ferroviarias,
etc.) en parques urbanos o regionales en los que la edificación
contribuye a dotar al paisaje de una identidad específica
(Rhur en Alemania, Fundidora en Monterrey, puerto de Genova,
etc.).
· Introducción
de la noción del territorio como paisaje, y por tanto de las actuaciones urbanas como
constructoras de paisaje
·
Formalización
de indicadores de control del plan y su implementación que
integran

Corredores
infraestructurales y matrices ecológicas en el Plan Metropolitano
de Milán
Un
concepto que comienza a tomar fuerza en el planeamiento urbanístico
es el de construcción del paisaje.
Territorio y paisaje entendidos como dos caras de un mismo hecho;
y actuaciones humanas como configuradoras de ese paisaje.
La definición de unidades de paisaje
(sobre nuevas clasificaciones tipológicas, como la establecida
por R. Folch en 1999 de espacios urbanos, espacios paraurbanos,
espacios periurbanos y espacio rururbanos) introduce una nueva
perspectiva en las decisiones de ordenación y en la definición
de las actuaciones en cada tipo de espacio. Los corredores
de las infraestructuras metropolitanas se entienden también
a través del paisaje que generan y a través de su posible función
de conectores de distintas unidades, lo que influye tanto
en las determinaciones de usos y tipología edificatoria como en las determinaciones de su proyecto de
implantación (el ejemplo, antes mostrado en plano, de los
corredores infraestructurales del Plan Metropolitano de Milán
es una buena referencia). Cataluña ha sido pionera en España
en el establecimiento de una Ley del Paisaje, cuyas determinaciones
alumbraran los planes territoriales de tipo urbanístico y
los planes sectoriales de infraestructuras.
Un
último aspecto a destacar se refiere a la concepción de las
denominadas matrices ecológicas definidoras de zonas y de
conectividad, que sintetizan la conformación del ecosistema
territorial. Comienzan a aparecer experiencias de planeamiento
que fijan índices ecológicos de vulnerabilidad del territorio
y de valoración del patrimonio, indicadores que se refieren
a espacios o a conectividad entre ellos, y que fijan las categorías
urbanísticas de usos y parámetros del plan. El planeamiento
de la ciudad metropolitana no es ya únicamente productivista-funcionalista
sino también integrador y paisajístico.
F.
Centros y barrios históricos, corredores
culturales y áreas de oportunidad.
La
ciudad metropolitana basa en parte su dinamismo en la atracción
de
las “clases creativas”, es decir recurso humanos cualificados
e innovadores en todos los campos de actividad. Y este tipo
de población valora por encima de todo la calidad de vida,
la oferta cultural y las posibilidades de ocio variado. Por
otra parte para contrarrestar los efectos anómicos o desintegradores
de los actuales procesos metropolitanos la revalorización
de la ciudad y de sus “historias” son un elemento con un fuerte
potencial identitario, diferenciador y cohesionador. Nos referimos
tanto a los centros antiguos o “modernos” (de los siglos XIX
y XX), los viejos barrios populares o las urbanizaciones que
fueron periféricas y que se han integrado en el tejido urbano
con su perfil específico, las áreas industriales en reconversión
y los espacios ocupados por infraestructuras hoy obsoletas.
Hay que
considerar el importante efecto sobre la producción de bienes
y servicios, la generación de empleo, la animación del comercio
y del espacio público y la seguridad ciudadana que posee la
oferta cultural y de ocio. Los impactos positivos indirectos,
económicos y sociales son en general muy superiores a los
posibles impactos negativos que puede conllevar un
uso más intensivo de la ciudad.
La oferta
cultural y de ocio no va destinada principalmente a una población
externa a la ciudad, la masa crítica que la hace posible,
es decir la demanda estable, la proporciona la misma ciudad.
La integración de la ciudadanía, la cohesión social, la
capacidad socializadora de la ciudad, la existencia
de pautas comunes formales e informales que hacen posible
la convivencia en el espacio público, son dimensiones del
funcionamiento de la sociedad urbana que dependen en gran
parte de la oferta cultural y de ocio.
Por último
es importante destacar la vinculación entre imagen
de la ciudad y su dimensión cultural. En esta época
en la que la globalización económica es también cultural,
de banalización del consumo cultural, de homogeneización de
las ofertas, la ciudad, sus elementos históricos, su patrimonio
físico, sus ofertas específicas, su perfil propio, son factores
multiplicadores tanto de su atractividad externa como de su
capacidad integradora interna.
Pero de
la misma forma que se ha dicho que no hay mujeres feas pero
si mujeres que no saben o no pueden cuidar su imagen, lo mismo
puede decirse de las ciudades. Barcelona o Bilbao, Glasgow,
Liverpool o Manchester, Torino, Marsella o Genova, hace un
cuarto de siglo eran percibidas como ciudades industriales,
grises y sucias, poco atractivas, que recibían pocos visitantes
y no siempre valoradas por sus habitantes. En pocos años su
imagen ha cambiado, han sabido reconvertir y revalorizar su
patrimonio físico, se han “remonumentalizado”, han generado
múltiples espacios urbanos atractivos y animados, han inventado
eventos y ofertas culturales diversas, tanto “excepcionales”
(eventos, festivales, etc.) como permanentes (exposiciones,
gastronomía, etc.), han renovado o construido ex novo importantes
equipamientos que se han convertido en motores de la actividad
comercial, turística, etc., incluso del desarrollo urbano
y de la autoestima ciudadana.
La
ciudad puede ser en su conjunto la
oferta cultural y de ocio, aunque tenga sus ejes y sus lugares
fuertes, sus referentes físicos y simbólicos más característicos,
los puntos de concentración de más ofertas diversas.
Sobre estas bases las ofertas culturales y de ocio, los equipamientos
y las actividades, deberán definir públicos objetivos, tanto
por ámbitos (local, regional, nacional, continental) como
por categorías (niños, jóvenes, familias, “nuevos públicos”
es decir no usuarios habituales, etc.). El éxito de la oferta
cultural y de ocio se mide especialmente por la conquista
de nuevos públicos sea para la oferta cultural strictu sensu,
o para la actividad deportiva, el uso del espacio público
y el ocio en general.
Ante todo
hay que enfatizar que la oferta cultural y de ocio no debe
ser una amalgama de elementos dispersos, distribuidos aleatoriamente
en la ciudad, a veces aislados y aislantes, otras confundidos
en espacios sin cualidad o sumergidos en áreas comerciales
banales. Conviene que en la medida de lo posible existan conjuntos
concentrados de ofertas que no solamente generen espacios
dotados de centralidad, accesibilidad y significación simbólica,
si no que también tengan un efecto transformador, dinamizador,
sobre sus entornos.
Los corredores
culturales y de ocio representan una concentración de ofertas
culturales y de ocio que se apoyan en unos ejes y lugares
puntuales fuertes y que” marcan” toda una zona de la ciudad.
Unas veces son resultado de una larga historia, y en ciertos
casos la decadencia no se ha podido evitar (el Paralelo en
Barcelona o la Canebière en Marseille,
los “grands boulevards” de Paris o la calle Corrientes de
Buenos Aires en menor grado),
pero casi siempre son recuperables para la ciudad contemporánea.
Otras veces son resultado de una intervención pública potente
y continuada, mediante medidas de planeamiento y actuaciones
inversoras estratégicas destinadas a favorecer las iniciativas
privadas y los usos sociales.
Una de
las estrategias más habituales y con muchas posibilidades
de éxito es la recuperación de los centros históricos. En
Ciudad de México se está desarrollando una gran operación
destinada a recuperar el centro histórico, o por lo menos
una parte de él, entre el Zócalo y Bellas Artes, como centro
cultural y comercial y como espacio público de ocio. EL modo
de gestión es original y parece ser eficaz. La recuperación
y reconversión de los edificios y de los servicios básicos
que les corresponden (agua, gas, saneamiento) corresponde
a la iniciativa privada por medio de una Corporación que mediante
pacto con el gobierno de la ciudad gestiona un patrimonio
que adquiere progresivamente y revende o alquila, equilibrando
operaciones lucrativas, necesariamente “gentrificadoras” con
otras de carácter social o cultural (hoteles para jóvenes,
centros culturales, etc.).
Por
su parte el gobierno de la ciudad se ocupa de la recuperación
del espacio público, la relocalización o reducción del ambulantaje,
la seguridad ciudadana, la mejora de algunos equipamientos,
el mobiliario urbano, etc. Y tanto la Corporación como
el gobierno se ocupan de programar actividades que hagan de
los espacios recuperados lugares animados y significantes.
Esta gran operación se está ejecutando sobre una base de planeamiento
muy elemental, mínimo. Se apoya más en las relaciones contractuales
y de colaboración factual entre la Corporación y
el gobierno de la ciudad. Y una parte de su fuerza reside
en la vistosidad inmediata de las acciones en curso.
Otro
ejemplo es el corredor Seminario-Liceo como un gran eje cultural
del centro histórico de Barcelona, en el cual
importantes equipamientos culturales y universitarios
juegan un rol decisivo (Centro de Cultura Contemporánea, Museo
de Arte Contemporáneo, Biblioteca de Catalunya, tres Universidades,
etc.), en un entorno popular, con zonas de inmigración reciente
“no comunitaria” (es decir no de la Unión Europea)
y calles marcadas por la marginación social. No nos extendemos
pues los ejemplos son interminables. Si algo es seguro que
se sabe hacer es reconvertir una parte del centro histórico
en un lugar atractivo para la propia ciudad o para el turismo
o bien para ambos “públicos”.

Corredor
de equipamientos educativos y culturales del centro histórico
de Barcelona
Otros tipos de actuaciones destinadas a crear corredores,
ejes y lugares con una fuerte atractividad basada en la cultura
y el ocio se han dado en zonas en proceso de cambio como:
a) Zonas
portuarias y frentes de agua. También en este caso los ejemplos
son muy numerosos: Genova, Liverpool, Cap Town, Baltimore,
San Francisco, Sydney, etc. Destaquemos las ciudades portuarias
de río como Rosario, Buenos Aires, Lisboa, Milan (los canales),
San Antonio, Valencia.
b) Antiguas estaciones y
talleres ferroviarios, grandes industrial o áreas industriales obsoletas, instalaciones militares,
etc. Hay ejemplos numerosos en Europa, en Inglaterra (Londres,
Manchester, etc.). Y en España (Bilbao especialmente), en
Italia (Torino, Milan), en Francia (Marseille, Nantes-Saint
Nazaire, Lille), Pero también en América latina, en Brasil
(Rio y Sao Paulo), en Buenos Aires , en Santiago de Chile
(el anillo ferroviario y el aeropuerto de Cerrillos), etc.
c)
Las nuevas centralidades, ya citadas. En este caso
es especialmente importante que haya una voluntad pública
que garantice o incite a que se planeen corredores de
cultura y ocio: reservas y cesiones de suelo, determinación
de las morfologías y de los usos de la edificabilidad adyacente,
equipamientos motores, accesibilidad y centralidad interna
y externa, etc. Si la nueva centralidad se basa en un gran
centro comercial rodeado de estacionamiento la cualidad del
espacio público es pobre, la oferta cultural banal y el efecto
positivo sobre el entorno mínimo. Los ejemplos positivos son
menos numerosos, excepto cuando la nueva centralidad se apoya
en el tipo de casos citados anteriormente.
d) Hay que destacar también numerosos ejemplos exitosos
de paseos o “ramblas”
remodelados en barrios populares periféricos (o que lo fueron)
y espacios públicos también periféricos vinculados a grandes equipamientos
(Saint Denis, Stade de France, zona Expo en Lisboa). Los antiguos
barrios populares tienen un potencial identitario que los
hace muy susceptibles de reconvertirse en espacios con una
oferta cultural y de ocio que reanime sus actividades. En
estos casos es importante no morir de éxito, que se expulse
a la población residente que es un elemento esencial de su
personalidad y que se banalice su imagen y su oferta.
Los espacio
públicos animados, que no son siempre corredores culturales son, en síntesis, unos
ejes definidos por ser a la vez lugares y trayectos, oferta
material y simbología, espacios
comerciales, de ocio y equipamientos culturales, concentración
de funciones diversas y a veces dotados de una
cierta especialización, espacios
colectivos abiertos o cerrados combinados con viviendas de tipologías diversas. La arquitectura
debe proporcionar algunos elementos cualificantes y diferenciadores.
A
continuación exponemos 10 breves consideraciones sobre equipamientos
culturales y espacios públicos:
a) Los
centros deben ser ante todo accesibles, y los barrios periféricos
bien comunicados con los centros. Pero también es necesario
dar elementos de centralidad, de visibilidad,
a las zonas periféricas (“monumentalizar las periferias”
según la afortunada expresión del arquitecto Oriol Bohigas),
es decir no solo equipamientos culturales de barrio (centros
cívicos o similares, imprescindibles sin duda). Monumentalizar
la periferia significa introducir algunos equipamientos de
escala de ciudad (polivalentes en unos casos, otras deportivos
o religiosos o museísticos, etc.) y de arquitectura poderosa.
b) El equipamiento
cultural y sus entornos deben tener una dimensión lúdica,
ser capaces de atraer nuevos públicos, facilitar el acceso
de familias enteras, niños, gente mayor, usuarios no habituales
del consumo cultural. Son especialmente importantes los espacios
de transición, entre el equipamiento y el espacio público
comercial o viario, espacios de transición que permiten el
ingreso casi imperceptible en el equipamiento (puntos atractivos
en el espacio público, terrazas, actividades off equipamiento,
etc.). Por ejemplo los entornos del centro Pompidou o de La
Villette, y como ejemplo negativo la Gran Biblioteca, siempre
en Paris.
c) Es
fundamental proporcionar una identidad a cada corredor cultural,
utilizar el patrimonio y la memoria de la zona (por ejemplo
su pasado industrial), garantizar su “diferencia” en la medida
de lo posible. Frente a la “macdonaldización” de los espacios
y de los equipamientos oponer la historia del lugar y la capacidad
de innovación de sus habitantes.
d) Hay que tener en cuenta
que no todos los equipamientos tienen el mismo poder de atracción,
por ejemplo los museos y los estadios, pero en cambio estos
últimos son de uso más intermitente y éste ser tan masivo
que puede ahuyentar otros usos. Es importante utilizar el
poder de atracción de un gran equipamiento para atraer otras
actividades que aseguren la continuidad de los usos sociales.
e) Los espacios públicos
pueden tolerar e incluso promover usos privados por parte
de colectivos o empresas: pequeñas canchas de juego, terrazas
de bares y restaurantes, ambulantaje controlado. Por otra
parte los espacios privados o propios de un equipamiento,
por ejemplo jardines o patio de una universidad,
museo o iglesia, espacios abiertos de un centro comercial
o de un conjunto edificado (son susceptibles de usos públicos
pactados.
f) La cualidad del
diseño es una dimensión principal del equipamiento y del espacio
público, muchas veces determina su eficacia, su capacidad
de generar un uso social intenso y diverso. El buen uso de
la obra arquitectónica no es tanto su originalidad “singular”
como la combinación entre su adecuación a los destinos propios
que debe servir y su prestigio formal que representa un plus
de autoestima y poder de atracción (por ejemplo el Guggenheim
de Bilbao).
g) El uso social de
los equipamientos y espacios públicos es la prueba definitiva
de su eficacia y de la justificación de la inversión pública.
El uso es también creador mediante sus demandas y su participación
en el proceso productor, o mediante las prácticas que desarrolla
posteriormente a su realización. Y es por lo tanto transformador de espacios
y equipamientos que deben evolucionar con las dinámicas sociales.
Un caso particular, interesante y positivo aunque genere inicialmente
problemas de convivencia, es la irrupción de nuevos colectivos
con pautas culturales distintas, como bandas de jóvenes, grupos
de inmigrantes recientes, etc.
h)
Los corredores son “objetos animados”, dotados de vida.
Y si no lo son, no son. Además del equipamiento construido,
del espacio diseñado, de los usos formales más o menos intensos,
deben tener alma, transmitir sentido, crear ambientes amables,
estimulantes, adecuados a usos y públicos diversos.
Deben haber políticas públicas (o privadas o ciudadanas) que
promuevan prácticas de animación, fiestas, exposiciones, terrazas,
kioscos, etc. Y que también regulen los usos inevitablemente
conflictivos que se darán si el equipamiento o el espacio
público es exitoso y polivalente. Es tan importante además
de la ejecución hacer una previsión del mantenimiento que
no es solo referido a los aspectos físicos (mobiliario, alumbrado,
limpieza, etc.) sino también a las actividades de apoyo al
uso social (por ejemplo gestores culturales del espacio público,
o especializados en determinados colectivos sociales).
i) No es útil establecer
dicotomías aparentemente contradictorias o no mezclables como
propiedad o gestión pública o privada, espacio abierto o cerrado,
gratuito o oneroso, etc. De lo dicho se deduce que hay que
combinar casi siempre estas dimensiones. Como tampoco sirve
contraponer el consumo (supuestamente pasivo) a la creatividad
(a la que se atribuye el monopolio de la actitud activa. El
consumo posee siempre aspectos activos, incluso creativos,
y la actividad creadora puede ser conveniente y es posible
vincularla con el consumo.
j) La
organización de la ciudad es decisiva para el buen funcionamiento
de los corredores, de los equipamientos y de los espacios
públicos. Es evidente en lo que se refiere a los puntos de
información (real y virtual), a los transportes, a la seguridad
ciudadana. Queremos destacar especialmente la cuestión de
los horarios. La ciudad actual tiende a funcionar las 24 horas
del día, las pautas son muy distintas según la edad, género
o ubicación de las personas.. Los horarios comerciales, de
los restaurantes, de los equipamientos culturales, etc. deben
de tener en cuenta esta nueva realidad. Sería deseable que
algunos corredores culturales funcionen las 24 horas del día
(como Broadway en New York, la calle Corrientes en Buenos
Aires, o la calle de las 24 horas de Curitiba).
4. Por una propuesta política derivada del reconocimiento de los derechos
de la ciudadanía
En el punto anterior se han expuesto una serie de
estrategias urbanas que se caracterizan por su dimensión regional
metropolitana, por el rol determinante de los poderes públicos
y, sobre todo, por su potencialidad de “hacer ciudad”. La
cuestión del gobierno de este territorio en consecuencia se
plantea como un desafío dialéctico. Es preciso que existan
instituciones y procedimientos con capacidad normativa y ejecutiva
para impulsar las políticas territoriales metropolitanas.
Pero estas políticas no pueden concebirse simplemente como
respuestas a problemas sectoriales, de funcionamiento del
sistema urbano, sino como elementos articulados generadores
de ciudad de ciudades. Lo cual nos remite a considerar a los
habitantes de este territorio como ciudadanos
metropolitanos y por lo tanto sujetos de derechos que
las políticas públicas deben hacer efectivos.
Cuando se proponen nuevas instituciones u organismos
a escala regional o metropolitana se parten de dos tipos de
consideraciones (nos referimos a las propuestas serias no
a las que proceden de autoridades políticas que tienen como
principal objetivo conservar y adquirir cuotas de poder).
Un tipo de consideraciones son las que parten de
las necesidades de racionalizar las propias Administraciones,
hacer la gestión más eficiente y mejorar las prestaciones
públicas. Estas buenas intenciones en la práctica distan de
cumplirse. La pretendida racionalización en muchos casos se
convierte en inflación institucional, para satisfacer los
intereses políticos y obtener los consensos necesarios se
multiplican instituciones y organismos, especialmente en las
democracias multipartidistas. La gestión por lo tanto no es
más eficiente pues si bien se pueden crear organismos, programas
o servicios nuevos que responden a demandas sociales reales,
la dificultad a suprimir otros servicios o departamentos obsoletos
suponen una carga burocrática y presupuestaria que limita
el crecimiento de las prestaciones. Puesto que cuando se habla
de mejorar las prestaciones no puede partirse del hecho de
que éstas responden a demandas permanentes y homogéneas sino
que aparecen nuevas demandas y nuevas necesidades.
Un segundo tipo de consideraciones es el acercamiento
de la gestión hacia los ciudadanos, la “proximidad” como valor
o test de calidad de las políticas
públicas. Se opta por
el uso de procedimientos participativos para elaborar
o ejecutar programas y gestionar equipamientos y servicios.
Y supone un reconocimiento de los actores sociales como pártners
de la burocracia pública y como receptores activos. Pero el
marco legal y administrativo y la cultura política no ha progresado
respecto a la naturaleza de los derechos de los ciudadanos,
de sus necesidades y aspiraciones. Nos movemos aun en un escenario
propio, en el mejor de los casos, de la sociedad industrial
y de los contenidos mínimos del “estado del bienestar”. Como
en el caso anterior falta una reconsideración de los derechos
ciudadanos en nuestras nuevas sociedades urbanas.
Por lo tanto hay que volver al principio, a los derechos
ciudadanos. Pues al principio no están las instituciones,
ni las políticas públicas, ni los medios (funciones, servicios,
recursos) para realizarlas, sino los derechos de la ciudadanía.
Y éstos son hoy lo que hay que redefinir hoy.
A. En primer
lugar el derecho a la ciudad, que incluye el derecho a la
vivienda, al espacio público, a
la monumentalidad, a los servicios urbanos, a la calidad ambiental,
a la belleza del entorno, a la accesibilidad, a la movilidad,
a la visibilidad en el tejido urbano, a la centralidad cercana,
a la identidad del lugar, a permanecer o a elegir donde vivir
(desde el barrio a el país). Son derechos que sin haberse
formalizado están presentes en nuestra cultura urbana y que
en mayor o menor grado se pueden ejercer en las áreas centrales
y no degradadas de la ciudad compacta. Pero que están ausentes
de gran parte de las zonas de urbanización difusa, segregadora
o marginal.
B. En segundo lugar los derechos ciudadanos de carácter
político son la otra cara de la misma moneda, pues sin éstos
los derechos específicamente urbanos no son de facto exigibles.
Los ciudadanos tienen derecho a estar y sentirse representados
por instituciones próximas accesibles y que son interlocutores
válidos, es decir no pantallas burocráticas o entes sin competencias
decisorias, para hacer
llegar sus demandas y reivindicaciones. Pero si las normas,
los planes, los programas y en general las decisiones se elaboran
y se ejecutan en instituciones superiores (supramunicipales)
o entes especializados (como son con frecuencia los metropolitanos)
éstos deben ser representativos, transparentes y accesibles
a los ciudadanos y a sus organizaciones. En un mismo territorio
los ciudadanos deben tener los mismos derechos y deberes,
sea cual sea su género, origen étnico, nacionalidad, religión
o cualquier otro factor distintivo. La ciudadanía hoy no puede
depender de la nacionalidad.
C. En tercer existen hoy unos derechos propios del
estado del bienestar que hoy requieren ser concebidos como
más complejos y que requieren políticas específicas. El derecho
a la educación hoy supone el derecho a la formación continuada
pues es una exigencia de la evolución de las actividades de
la ciudad. El derecho a la cultura debe reconocer y proteger
la diversidad y étnica y lingüística y promover a la vez elementos
culturales universales y compartidos, indispensables para
la convivencia. El derecho a la comunicación y al intercambio
hoy requiere reconocer el acceso de todos por igual a las
actuales tecnologías de información y comunicación.. El derecho
al empleo debe completarse con alguna forma de salario ciudadano
o renta básica pues los períodos de desempleo son casi inevitables
en las trayectorias profesionales.
A partir del reconocimiento de estos derechos hay
que rediseñar a la vez las políticas públicas y las instituciones
territoriales urbanas. La cuestión primigenia no es ni la
arquitectura formal de las instituciones ni el contenido material
de las políticas públicas especializadas. La cuestión previa
es determinar los objetivos que se quieren conseguir, es decir
las necesidades que deben satisfacerse y los derechos propios
de los ciudadanos que se reconocen, el óptimo de libertad
y de igualdad que se pretende alcanzar. Y a partir de estas
premisas podemos plantearnos la organización institucional
del territorio, las políticas públicas que deben asumir, la
redistribución de responsabilidades, competencias y recursos
entre las administraciones y
los mecanismos de representación, participación, cooperación
y de resolución de los conflictos entre las instituciones
políticas y la ciudadanía.
Todo ello tiene un hilo conductor: hacer ciudad en
los nuevos territorios urbanos, en las regiones metropolitanas.
JB y MH
NOTAS:
(1)
Sobre la ciudad metropolitana actual y la
distinción entre urbanización y ciudad véase: Ascher, François:
La metapolis (Odile Jacob, 1995) y Los nuevos principios del
urbanismo (Alianza Editorial 2003); de Borja, Jordi: La ciudad
conquistada (Alianza Editorial 2003) y de Harvey, David: Espacios
de esperanza (Akal Ediciones 2003) y del mismo autor con Smith,
Neil: Capital financiero, propiedad inmobiliaria y cultura
(MACBA, 2005).(volver
al texto)
(2)
Amendola, Giandomenico: La ciudad posmoderna
(Celeste Ediciones 2000); Choay, Françoise: Le règne de l’urbain
et la mort de la ville, en La
Ville, art et architecture, Centre Pompidou
1994. Sobre el caso español ver: Borja, Jordi y Muxí, Zaida:
Urbanismo del siglo XXI, Las grandes ciudades españolas (Ediciones
UPC, 2004) y la introducción de Borja, Jordi al libro de Harvey
y Smith citado.(volver
al texto)
(3)
Sobre el gobierno de las Áreas Metropolitanas
ver la bibliografía citada en los siguientes textos de este
capítulo, los del autor y entre otros los de la OCDE (2001),
de Freire y Stren (World Bank, 2001), de Rodriguez y Winchester
(2001), de Ascher (1995 y 2001), etc.(volver
al texto)
(4)
Jordi Borja, Manuel Herce, Mirela Fiori y
Arturo de Mier y Teran: Informe sobre el Desarrollo Metropolitano
de Monterrey (México, 2005) (volver
al texto)
(5) Henri Lefebvre acuñó el concepto de El derecho
a la ciudad...Ver Los derechos ciudadanos, J. Borja, Documentos,
Fundación Alternativas, Estudios, nº 51, 2004 (incluye
una amplia bibliografía) y capítulo 7 de la Ciudad Conquistada del
mismo autor.(volver
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