Un
método empírico más que un modelo teórico.
El
método que ha caracterizado al urbanismo barcelonés de la democracia
puede definirse, con el permiso de sus responsables y sin perjuicio
de que otros calificativos sean también pertinentes, como político,
dialéctico y procesual. Se podría caracterizar también como un
urbanismo “reflexivo” o “hipertexto” según la fórmula de F. Ascher
caracterizando a la sociedad urbana actual (1),
es decir cuyo desarrollo o proceso viene condicionado por los
impactos que produce y las reacciones que suscita. Es un urbanismo
“estratégico” puesto que su punto de partida es la definición
de objetivos y prioridades de carácter político (con mayor o menor
grado de consenso con la sociedad civil). A lo largo del proceso
se produce una dialéctica permanente entre las voluntades institucionales,
las oportunidades políticas o económicas que aparecen, los condicionantes
legales y financieros y las demandas o reacciones de los distintos
actores de la sociedad.

La
estrategia urbana de las áreas de nueva centralidad para la Barcelona
olímpica del 92
Se invierte el método tradicional del urbanismo
público que convencionalmente parte
de un plan regulador definido por una legislación general
que lo enmarca y que se
desarrolla sucesivamente mediante planes parciales o especiales,
programa de actuación y proyecto urbano-arquitectónico. El plan
inicial en los inicios de la gestión democrática barcelonesa será
otra cosa, un programa de actuación que expresara una opción política
y que definirá objetivos y estrategias. Este programa propondrá
un conjunto de actuaciones que teniendo en cuenta las prioridades
y las oportunidades se convertirán en proyectos. El planeamiento
legal aparece entonces como mediación entre programa y proyecto
y consiste en buscar y utilizar el instrumento legal adecuado:
modificación del plan general metropolitano, plan especial o parcial,
inclusión del proyecto municipal en una actuación de otra Administración
pública o del sector privado, etc. (2)
Evidentemente
este método supone la existencia de un marco jurídico que permita
este tipo de actuación, es decir que ofrezca una diversidad de
instrumentos legales diversos y que proporcionen al actor público
medios suficientes para confrontarse con la propiedad y los inversores
privados (expropiación, cesiones obligadas, recuperación de plusvalías,
financiamiento de los costes de urbanización, definición de usos,
compromisos sociales y ambientales, creación de sociedades mixtas,
etc.). Fue el caso de Barcelona en los inicios de la democracia,
puesto que la legislación urbanística heredada, incluyendo el
Plan general metropolitano, ofrecía unas posibilidades que permitieron
iniciar una acción urbanística democrática sin esperar un nuevo
marco político-legal general. Y existía demás una demanda social
ciudadana que prácticamente imponía unas actuaciones inmediatas
de “obligado cumplimiento”. El
urbanismo de la democracia fue ante todo expresión de una voluntad
política que a su vez recogía la crítica urbanística intelectual
del periodo anterior y las reivindicaciones y demandas de los
sectores sociales populares que se habían movilizado contra el
urbanismo de la dictadura. Como los medios eran limitados el compromiso
entre lo que la ciudadanía activa exigía y lo que el gobierno
de la ciudad “podía” fue establecer como prioridad inmediata un
conjunto coherente de planes-proyectos de equipamientos y espacios
públicos para los barrios. Las grandes infraestructuras y equipamientos
de ciudad y las operaciones de rehabilitación integral de las
zonas deficitarias exigían más tiempo, unos recursos financieros
que no se tenían y la decisión
y cooperación de otras Administraciones públicas competentes.
Lo que fue una opción pragmática debido a la necesidad el azar
lo convirtió en una estrategia teorizable y generalizable.
Estas actuaciones puntuales tenían un efecto metastático sobre
el entorno, generaban nuevos procesos sobre el espacio edificado,
las actividades y la imagen de la zona. Se creaba consenso social
y complicidad y autoestima de
la ciudadanía. Las circunstancias favorecieron la eficacia de
esta estrategia: reactivación económica a mediados de los 80,
saneamiento de la hacienda municipal, concentración en la acción
pública urbana de capital intelectual por motivaciones políticas
y morosidad del capital privado, obtención de la candidatura olímpica.
Cuando se pudieron proyectar las actuaciones a escala de ciudad
o de metrópolis en los años previos a los J.J.OO. se pudo contar
no solo con el apoyo de la ciudadanía y el compromiso de las otras
Administraciones también se había consolidado una cultura y una
experiencia urbanísticas que permitió mantener los mismos criterios
de urbanismo ciudadano a una escala (Rondas, Villa Olímpica, localización
y concepción de todos los proyectos del 92 en función de la ciudad
del 93) que no siempre se tiene en cuenta. Nació el modelo Barcelona. (3)

Solución
infraestructural de las rondas de Barcelona y rehabilitación urbana
en Nou Barris
Este urbanismo político en la medida que se expresaba mediante
proyectos concretos, dibujables, discutidos y visibles, y no en
la abstracción del plan convencional, eran ejecutables a corto
plazo, posibilitaba la dialéctica social con la ciudadanía y permitía
a los responsables políticos y técnicos ejercer un control sobre
la calidad formal de la actuación. La importancia que adquirió
el diseño en el urbanismo barcelonés no es una concesión más o
menos caprichosa a los arquitectos sino una cuestión de justicia
social: el urbanismo en un sentido amplio es una actuación pública
destinada al público, de su calidad formal dependerá en gran parte
su uso social.
El
método democrático se enfrenta al mercado capitalista
Este
método urbanístico prevaleció desde la transición hasta mediados
los años 90. En este período la continuidad del urbanismo es indiscutible.
Luego se ha discutido, los responsables del urbanismo municipal
han enfatizado la continuidad, y los sectores más críticos han
aducido que después de los JJ.OO. se han progresivamente impuesto
los intereses y los proyectos de los promotores inmobiliarios.
Los argumentos de una parte y otra no faltan. La transformación
de Nou Barris es un fantástico ejemplo del urbanismo democrático
de los 80 y el planteamiento inicial de plan del Poble Nou, el
llamado 22@, también, aunque su desarrollo sea más contradictorio.
Pero en cambio el planteamiento de los New projects (1994) y la
posterior actuación en Diagonal mar y en la zona Forum pueden
considerarse rupturistas respecto al pasado inmediato.
No
se trata de continuidad o discontinuidad formal, puesto que sería
absurdo dar por sentado que sea cual sea la morfología, la historia
y los usos de un territorio deben adaptarse a un solo tipo de
diseño. Sin embargo hay propuestas formales que son contradictorias
con los valores propios del urbanismo democrático, que niegan
o no promueven la continuidad de la trama urbana, la accesibilidad
del espacio público o la mixtura social y funcional (como ocurre
en zona Diagonal mar y Forum). En resumen el urbanismo democrático
es aquel que se propone siempre y en todas sus acciones avanzar
hacia la “ciudad igualitaria”, utilizar el potencial de la ciudad
que puede ofrecer en forma de “salario indirecto” un plus de ciudadanía
a los que viven en situación deficitaria. Hay que juzgar el urbanismo
en función de su capacidad de reducir la desigualdad
social, no solo con criterios funcionalistas o economicistas.
En el caso de Barcelona no nos parece interesante discutir sobre
continuidad o no de su urbanismo municipal sino que conviene analizar
su evolución y sus contradicciones, que expresan la relación de
fuerzas entre las voluntad (o el discurso) de las públicas y las
demandas sociales por una parte
y las dinámicas del mercado y los intereses de propietarios,
financieros y promotores
inmobiliarios. (4).

Contradictoria
y rupturista solución urbana adoptada en la actuación de Diagonal
Mar después de los 90
El “continuismo” absoluto del urbanismo barcelonés de los 80 era
imposible después de los JJ.OO. puesto
que las condiciones habían cambiado. La ciudad se había
convertido en muy atractiva para la inversión privada mientras
que el gobierno municipal, muy endeudado, no podía ni mantener
el ritmo de la inversión pública, ni tampoco la calidad de la
nueva oferta urbana por lo demás no terminada. Se había olvidado
de hacer política de vivienda mientras que el precio del suelo
y del metro cuadrado se había multiplicado. Las infraestructuras
y los medios de transporte no dependían del gobierno de la ciudad
y Barcelona no era prioritaria ni para el gobierno español ni
catalán. Una política urbana democrática requería actuar en la
ciudad real, la aglomeración y la Corporación metropolitana había sido disuelta. La
ciudad que a finales de los 70 parecía estar en pleno declive,
a inicios de los 90 corría el riesgo de morir de éxito. El gobierno
municipal intentó primero mantener una política “desarrollista”
buscando la alianza con los inversores privados, los“new projects”,
pero multiplicar operaciones tipo Diagonal Mar difícilmente sería
aceptado por la ciudadanía y el relativo fracaso de la operación
Forum provocó un cambio de gobierno y de línea de actuación o
por lo menos de estilo. Las críticas de la aparición de un “neoporciolismo”
empezaban a manifestarse y numerosos responsables municipales
a posteriori se mostraron críticos con ambas operaciones. En
los años siguientes hasta hoy ha prevalecido el discurso de la
proximidad, de “small is beautiful”, de la atención a las demandas
particularistas de los vecinos. Es dudoso que este “buenismo”
urbano lleve a alguna parte,
significa dejar el progreso en manos del capital privado, la prevalencia
de las posiciones de privilegio en la ciudad y rebajar las políticas
públicas a satisfacer las pequeñas comodidades de los ciudadanos
aposentados. Este cambio no ha sido asumido como tal, lo cual
hubiera servido como una forma de hacer aparecer sus limitaciones
y quizás estimular así un replanteamiento innovador que tuviera
en cuenta las nuevas circunstancias y se propusiera un nuevo salto
adelante. Lo contrario de lo malo no es necesariamente lo bueno,
puede ser por ejemplo lo insignificante.
La
ciudad de final de siglo debía afrontar tres retos que su gobierno
no ha podido afrontar,
bien por falta de fuerzas o ambiciones suficientes o bien por
sentirse demasiado condicionado por los poderes
políticos superiores y propios y los actores económicos y mediáticos
que con frecuencia parecen marcar la agenda local. Los retos pendientes
eran y son: las grandes infraestructuras metropolitanas (especialmente
de transportes y comunicaciones), el desarrollo de una nueva base
económica productiva (se ha optado por la salida fácil del turismo
y algunos servicios) y la política urbana a nivel de región y
de eurorregión (que se ha dejado de lado para no molestar a su
propia clase política presente en los otros niveles de gobierno).
La
ciudad a pesar de todo no ha perdido poder atractivo ni potencial
integrador. Las políticas urbanas se caracterizan por sus contradicciones,
las operaciones desafortunadas han sido criticadas y autocriticadas,
y las afortunadas que las ha habido y las hay han merecido consenso.
Han renacido los movimientos sociales críticos lo cual es un plus
de riqueza para la ciudad, aunque la crítica intelectual no ha
alcanzado el nivel de otras épocas debido especialmente a la sumisión
al poder de muchos profesionales que recibían encargos
de proyectos o estudios y contratos de obras.
Para
contribuir a una crítica con pretensiones de equilibrio intentaremos
exponer lo que a nuestro juicio son los aspectos más aceptados
y los más criticados del urbanismo barcelonés de la democracia.
En estos primeros años del siglo el urbanismo está a debate y
sin querer es fácil caer en un cierto maniqueísmo. Nos
parece más útil como decía un viejo político francés, Edgar Faure,
exponer aquello en lo que estamos de acuerdo, es decir hay consenso,
y delimitar luego el campo de los desacuerdos. Las luces y las
sombras.
JB
Este
texto es la primera parte del balance de las estrategias urbanas
aplicadas en Barcelona desde la democracia a hasta los últimos
años, continuará en la próxima entrega de “Carajillo de la Ciudad”,
los esperamos.
REFERENCIAS
1.
Ascher, F (2004): Nuevos principios de urbanismo Alianza
Editorial, Madrid (volver
al texto)
2.
Bohigas, O. ((2007): Entrevista
de Marcelo Corti. Revista on-line Café de las ciudades:
www.cafedelasciudades.com.ar.
Ver también del mismo autor Ciudad
y acontecimiento en Arquitectura
Viva (2002), Contra la incontinència
urbana, Diputació de Barcelona (2004) y Reconstrucció
de Barcelona, Edicions 62 (1985).
No citamos por conocida y fácilmente consultable la copiosa
literatura producida por los propios servicios de Urbanismo de
la ciudad en muchos casos de gran riqueza informativa y analítica (como
los distintos volúmenes de Plans
i projectes (1981, 1988, 1999, éste con el título de Urbanismo en Barcelona, y el más reciente, de diciembre 2008). Entre las obras de síntesis a cargo
de profesionales muy vinculados a la experiencia barcelonesa cabe
citar dos textos relativamente recientes. De Busquets, J. (2004): Barcelona, la construcción de una ciudad compacta. Ediciones del
Serbal. Madrid. Y de Doménech, Ll. (2007): Barcelona, un quart de segle d’urbanisme. Aula Barcelona. Entre
los textos publicados en el exterior recientes son útiles por
su información sintética y objetividad distanciada Traits
Urbains (2007): Barcelona, difficile d’etre un modèle, Paris y Area (2007) L’Esempio de Barcellona. Y
si prefieren cultivar la autoestima ingenua vean el texto casi
publicitario de Rowe, P.G. (2006): Building Barcelona, a second Renaixença,
Actar, Barcelona. Una interesante selección de textos, algunos
críticos, se encuentra en Marshall,
T. (editor, 2004): Transforming Barcelona, Routledge,
Londres.(volver
al texto)
3.
Ver las referencias de la nota anterior. Y Capel,
H. (2005): El modelo Barcelona:
un examen crítico. Ediciones del Serbal. Madrid, que incluye
abundante bibliografía. Una exposición “for export” Borja,
J. y otros (1995): Barcelona,
un modelo de transformación urbana. Programa de Gestión
Urbana/PGU (Habitat/NN.UU-Banco Mundial). Quito. Es una obra solicitada
por el PGU para difundir la experiencia de Barcelona que se publicó
en inglés y español y no se distribuyó en España: descriptiva
y acrítica.(volver
al texto)
4.
Carrer 109 (2008): Dossier La crisi a Barcelona. Edita FAVB
(Federació Associacions de Veïns de Barcelona).(volver
al texto)