AÑO 5 - Diciembre 2013
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Editorial
Vivienda y barrio, crisis urbana y las distintas formas de habitar la calle l Por Miguel Y. Mayorga

 

Uno de los problemas que hoy se muestran con mayor presencia en la ciudad, a partir de la crisis económica global que ha marcado un momento histórico de inicios del siglo XXI desde los años 90 hasta la actualidad, es el de la situación de precarización de la vivienda y de la vida de barrio en la ciudad. Se asiste a un proceso de degradación de la vida urbana en dos vías, que convergen en un mismo espacio, la ciudad, y con unos mismos actores, los ciudadanos. Por una parte, el acceso a la vivienda no sigue solo siendo un derecho insatisfecho, sino que se recrudece en su condición mediante el sometiendo de las familias a condiciones de infravivienda o directamente despojándolas de su hábitat. Y por otra, el barrio como escenario social de las relaciones de vecindad, se convierte en el espacio alternativo de la vivienda, en el lugar donde los sin techo y despojados asumen otras formas de habitar la ciudad.

Esta fuerte transformación de la vida cotidiana, no solo aumenta la cantidad de personas que no poseen un hábitat digno, por las condiciones y características de los espacios de su ámbito de residencia privado, sino que también, hace que el mismo espacio público, como ámbito social cambie como escenario y en su composición, encontramos entonces que en el residen familias enteras, desplazados, madres solas, desempleados de larga duración -cada vez más de sectores medios-, grupos de jóvenes e inmigrantes.

Vivienda y barrio conforman así una unidad con lazos más estrechos aún, el espacio calle se convierte en un espacio que se habita por poblaciones heterogéneas que se ven forzadas a compartir un mismo espacio, donde se mezcla lo más íntimo y con lo más público a la vez, en una cotidianidad donde los sin hogar o los sin techo, al lado de los grupos más estables social y económicamente hablando, "conviven" operando bajo códigos o pautas implícitas. Relaciones de distancia, donde el conflicto como pauta común y natural de relación y equilibrio social, se transforma más en una indiferencia respecto al otro.

La degradación de la vida urbana ligada a la problemática de la vivienda, y su entorno más próximo, el barrio, no favorece de ninguna manera a los ciudadanos en general, ni a la ciudad. Sin embargo si que puede convertirse en una excelente oportunidad para manipular y limitar el derecho de las personas a la ciudad, reduciendo las acciones a solo aquellas "más rentables" económicamente y dirigidas por el mercado, que en complicidad y con el respaldo legal de los gobiernos permite no solo expulsar a las personas de donde viven, sino que también reproducir en los barrios formas de vida miserables, que al final terminan siendo objeto de represivas políticas de "seguridad" ciudadana.

Si esta crisis de la vivienda es fundamentalmente una crisis que hunde sus raíces en la urbanización, la solución debería ser la misma urbanización. Parafraseando a Harvey, ahí es donde la lucha por el derecho a la ciudad es fundamental, puesto que tenemos justo ahí la oportunidad de hacer algo diferente. Las políticas de regeneración urbana deberán ser entonces, propuestas integrales en las que ciudadano, barrio y ciudad, entendidos como entramado social y como espacio físico conforman una misma entidad.

MM
 > EN ESTE NÚMERO:
> Editorial
> Reforma urbana: el Derecho a la Ciudad como alternativa al neoliberalismo
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