Sostenible
es un adjetivo de uso siempre más frecuente para
la justificación de propuestas urbanas de cualquier
índole: sirve para sustentar y respaldar la validez
de proyectos arquitectónicos, planes urbanos
y también todo tipo de políticas de gestión
de la ciudad. De esta manera, todo lo que es denominado
como "sostenible" es interpretado y valorado
como positivo, siendo objeto de una aceptación
social que por desinformación y superficialidad
termina siendo amplia y compartida, así y por
contraste todo lo que no fuese acompañado de
este calificativo tiende a ser inaceptable e "insostenible".
Edificios "verdes" de formas caprichosas y
extrañas, tanto altos como bajos, de alta tecnología
o de aspecto rudimentario y/o kitsch; urbanizaciones
"verdes" de baja o alta densidad, de discutible
ordenación y localización; sistemas de
energía eólica perturbadores del paisaje;
estudios de impacto ambiental y medidas correctoras
desarrollados a posteriori de muchas decisiones urbanísticas
previamente ya tomadas; políticas urbanas de
"orden" y "protección" civil
que producen discriminación social; ecotasas
que legitimizan y viabilizan acciones contaminantes
y coches ecológicos que compiten con los transportes
públicos y colectivos, son sólo unos ejemplos
de las facetas de una sostenibilidad errada y autocomplaciente
llevada a límites paradójicos y extremos
en la práctica.
Si hacemos un repaso al Informe de la Comisión
de Brundtland de 1987, encontramos que según
la ONU: "el desarrollo sostenible busca mejorar
la calidad de vida de todas las personas del mundo,
sin aumentar el uso de los recursos naturales más
allá de la capacidad de la Tierra". Vemos
así como el término "desarrollo",
se antepone el de "sostenible" y como a partir
de esta definición se plantean un conjunto de
planes de acción que constituirían un
"estilo de vida realmente sostenible", basado
en tres líneas principales: una primera, referida
al crecimiento y a la equidad económica, que
considera los sistemas de desarrollo económico
a escala internacional; una segunda, a la conservación
de los recursos naturales y el medio ambiente para las
generaciones futuras; y finalmente una tercera, centrada
en el desarrollo social (empleo, alimentación,
educación, salud, energía, agua, servicios
sanitarios) así como en el respeto a la diversidad
cultural. Líneas que definen las condiciones
necesarias para que todos los miembros de la sociedad
estén en la capacidad de dirigir y formar su
propio futuro.
Sin embargo, no es difícil verificar que en aras
del "progreso" y del "desarrollo",
y en nombre de la "competitividad", en muchos
países y ciudades las políticas urbanas
terminan por usar la sostenibilidad como perfecta coartada
para lograr unos objetivos que además de velar
por intereses particulares, no solo traen consecuencias
a nivel medioambiental así como a nivel social.
Por esto se hace urgente una revisión de la sostenibilidad
y del desarrollo, para redefinir los términos
y conceptos que han sido banalmente utilizados y vaciados
de su significado; para desenmascarar las prácticas
y los procesos que han desvirtuado y "parasitado"
el calificativo de lo sostenible y para legitimar un
desarrollo sostenible que reemplace el entendimiento
actual de desarrollo. Un desarrollo que tal como conocemos
hoy es sinónimo y anhelo de crecimiento económico,
que al intentar conseguir sus poco equitativas metas,
ha llegado a instrumentalizar tanto al hombre como a
su entorno como objeto y mercancía.
MM