INTRODUCCIÓN
El extenso centro histórico de Valencia ha conocido desde
finales del XIX, y especialmente desde 1950, un intenso proceso de deterioro. Desencadenado
por los mismos factores que
en las demás ciudades
históricas españolas ha conducido a
similares resultados:
destrucción por renovación de una parte de la ciudad
histórica, que conserva sin embargo su centralidad, y degradación física, funcional y social
de otra parte, que es la que se suele calificar de "centro urbano degradado"
(CAMPESINO,
1984; SORRIBES, 1997). El centro histórico de Valencia -que administrativamente
se corresponde con el Distrito Municipal de Ciutat
Vella, dividido en seis Barrios- muestra también
una muy acusada dualidad. Por una lado, la zona sudeste, que
coincide con el barrio de Universitat-Sant Francesc, ha experimentado desde finales del siglo XIX una
intensa sustitución física y funcional,
que le ha llevado a perder casi toda su trama histórica
y muchos de sus mejores edificios; pero tiene una importante
centralidad urbana y concentra las funciones financiera, comercial y otros servicios.
En marcado contraste, la parte oeste y noroeste de Ciutat Vella es la que ha sufrido los procesos de
abandono y degradación física, económica y social (BOIRA, 1990); incluye la
totalidad de los barrios del Carmen y de Velluters y la
mitad norte del de Mercat.
En situación intermedia aparece la zona este y nordeste, los barrios de la Seu y la Xerea, así como la parte
sur del de Mercat:
por un lado Seu-Xerea han conservado y acrecentado su tradicional función
institucional y monumental, mientras que en el entorno del Mercat Central se ha mantenido una actividad comercial tradicional; pero a la vez se localizan también
en estos barrios algunas bolsas de avanzada degradación urbana.
Este
extenso y fuertemente deteriorado centro histórico
de Valencia ha conocido políticas de rehabilitación desde la llegada de la democracia (BOIRA,
1995; BURIEL, 2001). A
partir de 1979 el Ayuntamiento de Valencia elaboró
un planeamiento fuertemente protector (GONZÁLEZ
MÓSTOLES, 1983) e intentó las primeras actuaciones
públicas de rehabilitación (ANÓN, 1986).
Se frenó
así la agresión directa contra el casco histórico;
pero, en un contexto de carencia de medios financieros municipales
y de falta de mecanismos eficaces de gestión,
no se pudo impedir la continuidad del deterioro indirecto
por abandono y degradación privado y no
se generó una dinámica de recuperación. Quedó de manifiesto
que los cambios normativos no bastaban por sí
solos para inducir un proceso de rehabilitación
y que tampoco cabía esperar mucho de la iniciativa
privada si el entornoestaba, como era el
caso, tan degradado física y socialmente.
Ante esta situación, a principios de 1992
la Consellería de Obras Públicas, Urbanismo y Transportes de la Generalitat
Valenciana plantea al Ayuntamiento de Valencia una
propuesta de Plan de Rehabilitación Integral de Valencia; y e116 de junio de 1992 se firma entre
ambas instituciones un Convenio para la intervención en el
centro histórico de Valencia.
Conocido como Plan RIVA, va a suponer
un cambio importante en las políticas de rehabilitación
del centro histórico de Valencia, tanto por su rientación
como por el volumen de actuaciones y de compromisos financieros. Planteado
como una primera fase para el quinquenio 1993-1997, el 21 de abril de 1998 se firmó
un nuevo Convenio, muy similar al anterior, para el período 1998-2002; conocido coloquialmente
como RIVA
2,
en él se incluyeron los compromisos de la Iniciativa Comunitaria Urban para el barrio de Velluters.
Trascurridos ya ocho años de desarrollo del Plan RlVA, y habiendo conocido además su gestión gobiernos autonómicos de distinto signo político,
parece posible abordar un análisis
de esta importante experiencia rehabilitadora.
El objetivo de este trabajo es triple: en primer
lugar, explicar, más allá de las declaraciones formales
de los agentes institucionales, las características de esta política rehabilitadora,
la filosofía que la inspira y la praxis en que se
concreta; en segundo lugar, intentar hacer un balance
de resultados y en especial de los efectos sobre el área degradada; y, finalmente, apuntar unas
conclusiones de valor general respecto a
los factores clave en las políticas de rehabilitación
de centros urbanos degradados.
Para este análisis se han utilizado diversos tipos de
fuentes. Por un lado, fuentes escritas, tanto
bibliográficas -hay algunos balances muy interesantes
del Plan RIVA hasta 1997 (GAJA, 1998; Ros,
1998)1- como la abundante documentación institucional.
Por otro lado, fuentes estadísticas: se
ha recogido toda la información disponible del Plan
RIVA hasta enero de 2001 y se han analizado
los datos del Padrón Municipal de 1996 y su rectificación
de 2000, así como las Altas y Bajas del Padrón
en el centro histórico de los años 1997, 1998
Y
1999. Finalmente,
se han realizado una serie de amplias entrevistas,
de formato abierto, con la mayoría de los agentes del Plan RIVA,
responsables políticos y técnicos y representantes
vecinales.
CARACTERÍSTICAS
DEL PLAN RIVA
Una iniciativa anómala
El Plan RIVA se suele presentar, siguiendo la letra del
Convenio, como un "convenio de financiación y colaboración institucional entre la
Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Valencia" (BOIRA, 1995,250), e incluso
como resultado de "la toma de conciencia de ambas administraciones" (GÓMEZ y SOLER, 1998, 41) Pero, en realidad, fué
una iniciativa exclusiva de la Generalitat,
sin ninguna petición ni planteamiento previo
del Ayuntamiento. Adoptó la forma de Convenio con el
Ayuntamiento porque la Generalitat carecía de competencias para actuaciones
urbanísticas directas, fundamentales en la propuesta, como la ejecución de las "Unidades
de Actuación" (en adelante UA) o la reurbanización de espacios públicos, para lo que
necesitaba al menos del consentimiento del Ayuntamiento.
Esta es una importante anomalía de partida: los partidos
que desde junio de 1991 gobernaban en coalición el Ayuntamiento de Valencia,
Partido Popular y Unión Valenciana, no tenían ni un plan de actuación ni una
voluntad conocida de intervenir en el centro histórico. En ninguna otra operación de rehabilitación
de centros urbanos degradados en España se ha dado una situación similar; siempre ha
sido el Ayuntamiento el impulsor de la iniciativa y el gestor principal
(MOPU, 1986; TROITINO, 1992; RAMOS et. al.,
1995), aunque, por lo general por escasez de recursos,
haya dado entrada en algunos casos a la administración autonómica o a alguna actuación singular
estatal o programa europeo.
Esto explica muchos de los principales problemas de desarrollo
del Plan RIVA, impulsado y gestionado por el gobierno autonómico que
carecía de competencias básicas para su aplicación (planeamiento, licencias, disciplina
urbanística, patrimonio ... ). Y no se trataba de un conflicto político, de la Generalitat Socialista frente al Ayuntamiento Popular; porque la misma actitud pasiva se ha mantenido
por el Ayuntamiento después que en junio de 1995 la Generalitat
pasara también a manos del PP. En la etapa de lanzamiento
del RIVA, 1992-1995, las dificultades fueron además especialmente
grandes porque el reparto de poder en la coalición gobernante en el
Ayuntamiento dejó en manos de Unión Valenciana las concejalías de urbanismo, disciplina
urbanística, patrimonio y cultura, es
decir todas las competencias relacionadas con el desarrollo
del RIVA.
Un
plan de actuaciones
El Plan RIVA no pretendía ser un plan urbanístico integral
del centro histórico y, en consecuencia, no contiene un modelo de centro urbano,
ni un plan de usos, ni un esquema de vialidad. Se entendía que ésta era una competencia
municipal y el RIV A parte del contenido y filosofía
del planeamiento existente: el Plan General de 1988
y, sobre todo, los nuevos Planes Especiales de Protección y Reforma Interior
(PEPRIs), de los que se
acababan de aprobar los del Carmen y Velluters y se
conocía la propuesta de los demás, en avanzada gestación. Por ello el RIVA se plantea como
un plan de actuaciones de rehabilitación del tejido inmobiliario y del espacio público, con los
compromisos financieros y las medidas administrativas necesarias para abordarlas;
"un plan de impulso y gestión de una ordenación ya establecida previamente" (PECOURT,
1998, 184) Sin embargo, se incluyeron algunas actuaciones complementarias.
Así, la
Consellería de Cultura se comprometía a la restauración de algunos
de los hitos más destacados del patrimonio monumental del Carmen y Velluters (Escuelas Pías, Santos Juanes, Mercado CentraL.). Y la Consellería
de Industria y Comercio debía de elaborar un programa
específico de ayudas para la modernización y de reordenación del comercio.
Una
intervención pública potente
Se parte del convencimiento de que la situación de degradación
y falta de valoración ciudadana del centro histórico era tal que sólo una actuación
pública muy potente y de choque podía empezar a invertir la situación y crear
el ambiente propicio para la entrada de la iniciativa privada de fonna
generalizada. Por eso se pretendía lograr un gran
volumen de actuaciones de recuperación de la edificación
y del espacio público que por su impacto importante y rápido consiguiera un cambio
de la imagen de la zona.
Este planteamiento se concreta en las principales medidas
adoptadas:
a) Unas ayudas muy importantes a las actuaciones privadas,
buscando
incentivar la
actuación rehabilitadora de un alto número de residentes o propietarios.
La Consellería de Obras Públicas
y Urbanismo aprobó una normativa de ayudas a la
rehabilitación específica para el centro histórico de
Valencia3, con elevadas subvenciones a fondo perdido, que eran además compatibles con las
otorgadas por el Ministerio de Obras Públicas. El Ayuntamiento, por su parte, se comprometía
a completar estas ayudas con un plan de medidas de fomento a la rehabilitación,
que nunca llegó a concretar.
Para las rehabilitaciones "parciales" -es decir
las que afectaran a la fachada, cubierta y elementos comunes- se establecen subvenciones "objetivas",
sin discriminar a los solicitantes por sus ingresos, que alcanzan nada menos que al 600/0
del presupuesto protegible.
Estas debían permitir una actuación rápida y la extensión
de las actuaciones de rehabilitación por todo el casco histórico, aun a costa de su utilización
por propietarios con recursos
suficientes o en espacios menos degradados.
Para las rehabilitaciones "integrales" -entendiendo
por tales las obras de adecuación funcional o estructural del edificio- y para las de adecuación
de las condiciones de habitabilidad de la vivienda, se establecen subvenciones "subjetivas",
graduadas según la situación económica del solicitante: siempre por encima
del 30%
del presupuesto protegible
y podían llegar incluso hasta el 100%. Se pretendía hacer posible que propietarios y residentes en el centro histórico abordaran, tras décadas
de abandono, la recuperación de edificios y solares. Se incluyeron también como beneficiarias
de las ayudas a las entidades, sin o con ánimo de lucro, que rehabilitaran o reedificaran
edificios con destino a equipamiento social cultural o educativo.
b) Unos compromisos muy ambiciosos de intervención pública
directa: en
Unidades de Actuación, en actuaciones aisladas y en reurbanización
de espacios públicos. Las "Unidades de Actuación" (UA) son áreas
de rehabilitación y construcción de conjuntos
amplios de viviendas, comercios y aparcamientos, con
modificaciones de alineaciones y configuración de nuevos espacios libres. Se asumió
abordar todas las UA fijadas en los PEPRI; unas, las más complejas de gestionar, se
encomendaron a la Generalitat
y otras se las reservaba el Ayuntamiento de Valencia. En
la figura 1 se puede ver la gran importancia superficial que suponían las UA cuya ejecución
se incluye en los dos Convenios RIVA, situadas además en el corazón más deteriorado
del Carmen y de Velluters.
Además, la Consellería de Obras
Públicas se comprometía a actuar en los solares o
edificios en ruina que pudiera adquirir por compra y
en todos los que el Ayuntamiento le cediera, tras obtenerlos por los mecanismos previstos
en la Ley del Suelo para los casos, muy frecuentes en el casco viejo, de incumplimiento urbanístico
de los propietarios. La reurbanización y adecuación de los espacios públicos
incluía, en principio, no sólo los tratamientos superficiales -aceras, calzada, alcorques,
sumideros- el ajardinamiento y el mobiliario urbano, sino también la red de infraestructuras
básicas (saneamiento, agua, gas, luz, teléfono). Los compromisos abarcaban todo el
espacio público del Cannen
y de Velluters y la parte aún no renovada de Seu-Xerea y Mercat,
haciéndose un reparto de zonas entre la Generalitat
y el Ayuntamiento, el cual autorizaba a aquélla a
intervenir en el espacio urbano. Se plantea la adopción de una serie
de criterios de reurbanización comunes para todas las intervenciones, adecuados a la
singularidad del casco histórico.
Un fuerte componente social
Figura
1. Unidades de Actuaci6n (VA) previstas en los dos
Convenios RIVA.
Se
diferencian
las asignadas a
la Generalitat Valenciana
y las del Ayuntamiento de Valencia.
Fuente: Oficina
Riva.
Se manifiesta sobre todo en la expresa voluntad de mantenimiento
a toda costa de la población residente, en la que predominaban personas
de edad avanzada, con escasez de recursos económicos e incluso pobreza en muchos casos.
Además de una evidente justicia social para con los que habían soportado el proceso de
degradación urbana, se parte de una concepción del centro histórico como un barrio heterogéneo
en lo social y económico, intentando evitar la gentrificación que aceleraría la expulsión de los menos dotados. Pero
también así se aseguraba un mínimo de población inicial para
la rehabilitación y se reducían conflictos al abordar las expropiaciones y desalojos temporales
necesarios en la ejecución de las UA.
Este objetivo se traduce sobre todo en un gran esfuerzo
para que ningún residente que lo desee deje de rehabilitar su vivienda por falta
de infonnación o de recursos.
Se concretó
fundamentalmente en unas ayudas económicas muy generosas
graduadas según el nivel de ingresos; como media se ha subvencionado
el 50% del presupuesto protegible.
Pero incluso las subvenciones podían llegar al 100% del
presupuesto de la rehabilitación en los solicitantes con ingresos inferiores al Salario
Medio Interprofesional (SMI); y las memorias, proyectos técnicos, dirección
de obras y actuaciones arqueológicas podían ser gratuitas para los de renta inferior a 2.5
SMI. También ha resultado muy eficaz el establecimiento de unos plazos especiales para el
pago de las ayudas, adecuados a la escasa liquidez de la mayoría de los vecinos: el 50%
de la subvención al inicio de la obra y el otro 50% al terminarla; y para los de menos
de 2.5 SMI se podían realizar los pagos contra certificaciones de obra; se creó también
un circuito especial más rápido y menos burocrático para los pagos de las ayudas.
Pero tan importante como las ayudas era el planteamiento
de una gestión muy micro, prácticamente caso a caso, desde la Oficina Riva: información, asesoramiento -se logró
por ejemplo la constitución de 993 Comunidades de Propietarios- y gestión personalizada;
incluso se buscaba a los posibles beneficiarios de las
ayudas, con el seguimiento de las órdenes municipales de ruina o con las informaciones
de los vecinos. Los PEPRI permitían salirse de una VA, evitando la incertidumbre y el temido desalojo temporal, a los que rehabilitaran por sí mismos; esto se utilizó desde la
Oficina Riva como un mecanismo para incentivar la rehabilitación, informándoles de las ayudas
y asesorándoles en el proceso.
Se llegaba incluso a comprar la vivienda a algún propietario
que se convertía en obstáculo para poder actuar sobre todo un edificio. En esta misma línea de preocupación por el mantenimiento
de la población residente está el compromiso de realojo, inicialmente gratuito
y temporal, mientras que duraran las obras, de todos los afectados por la ejecución de las
VA. Para que no tuvieran que salir de sus barrios la Consellería
de Obras Públicas destina recursos para la compra
y rehabilitación de una serie de edificios en el Carmen y en Velluters.
El Plan RIVA también quería ser un instrumento de corrección
de las desigualdades. Por ello se centró en las zonas más degradadas y con
menores niveles de renta -el Carmen y Velluters-
y no en las áreas en que la iniciativa privada había
entrado ya y la necesidad de impulso era menor. Y por la misma razón
la Generalitat asumió responsabilidades
en aspectos tan municipales como la reurbanización de
los espacios públicos.
Este objetivo explica también las importantes ayudas
a la rehabilitación de edificios para equipamientos privados que recuperan edificios singulares
y sobre todo pueden generar nuevos focos de actividad en la zona.
Un esfuerzo en la gestión
Se pretendía una intervención ágil y eficaz y también
participativa, que diera opción a los agentes urbanos, sobre todo a los residentes en
el centro. Esto llevó a la Consellería
de Obras Públicas a la decisión de instalar una oficina
específica, la llamada Oficina RIVA, con capacidad de gestión propia, separada físicamente
y funcionalmente del resto de la maquinaria administrativa, ubicada en el corazón del
barrio del Carmen, con un horario y, sobre todo, una actitud, más adaptada a las necesidades
de los vecinos. El Ayuntamiento de Valencia creó por su parte la empresa Valencia Antiga4
En esta misma línea el Ayuntamiento se comprometía en
el Convenio a una serie de medidas que debían facilitar la tramitación de los expedientes de rehabilitación y edificación,
tanto para las actuaciones privadas como para las públicas:
plazos máximos de dos meses para la aprobación de las licencias de obras
y de un mes para los informes arqueológicos previos, trámites de urgencia para los
instrumentos urbanísticos, creación de una Unidad Técnica de Apoyo... Por su parte, la Consellería de Cultura asumía la obligación de formar un equipo de arqueólogos, que se pudieran utilizar
en las actuaciones y que se coordinaran con el Servicio de Investigación Arqueológica Municipal.
BALANCE
DEL PLAN RIVA
Una intensa renovación del tejido edificado
La iniciativa privada ha dado una respuesta enormemente
positiva al Plan RIVA y el número de ayudas solicitadas para rehabilitar edificios
y viviendas ha sido muy importante; "la demanda ha superado con creces a lo previsto
inicialmente" (GÓMEZ
y
SOLER, 1998,44). Entre septiembre de 1992 y diciembre de 2000
se ha iniciado la
renovación en Ciutat Vella de nada menos que 903 edificios -300
rehabilitaciones integrales y 603 rehabilitaciones
parciales- a lo que hay que añadir las numerosas viviendas
que han adecuado sus condiciones de habitabilidad (135 sólo en 1998-2000).
En total se han realizado o iniciado actuaciones privadas de rehabilitación con ayudas
del Plan RIVA en 6.157 viviendas5, más del 60% de las 9.000 que en 1992 se consideraba que necesitaban rehabilitación.
Aún podíamos añadir las nuevas edificaciones, unas 532
viviendas en su mayor parte de promoción pública, incluyendo las que se terminan
en 1992 de las UA1 y UA2 del plan municipal de los años 80. En un espacio que
comporta cada año un incremento de los derribos y de las declaraciones de ruina -y que le
llevó al sobrenombre de "Beirut" (SORRIBES, 1998, 127)- el cambio ha sido realmente espectacular.
La explicación hay que buscarla en la importancia y generosidad
de las ayudas: la aportación pública es aproximadamente la mitad de los
algo más de 10.000 millones gastados o comprometidos en estas rehabilitaciones; y el 80% de
ella corresponde a la Generalitat Valenciana y el 20% al MOPT. Pero también
se debe a la decidida gestión de la Oficina Riva y a la existencia de una notable
demanda residencial para el centro histórico,
tanto de la población de éste como de determinados sectores
sociales del resto de la ciudad.
El análisis temporal (ver cuadro 1) muestra un fuerte
impulso inicial con un máximo en tomo a 300 expedientes anuales en 1994 y 1995 -más
de la tercera parte del total del período 1992-2000- y un
descenso a la mitad desde 1996 y no llegan a 100
en 2000. La explicación de esta reducción creemos que es compleja.
Por un lado, es indudable que una buena parte de la demanda de los residentes ya se
ha cubierto; pero también parece haber una gestión menos activa y personalizada en la
búsqueda de los vecinos posibles rehabilitadores. Por otro lado, los promotores y propietarios
privados, ante el cambio de expectativas del casco histórico, han reducido su interés
por las ayudas subjetivas, porque les limitan el beneficio al controlar el producto y el
precio desde la normativa de promoción pública,
y han empezado a adoptar posiciones de retención especulativa.
Las actuaciones subvencionadas aparecen por toda Ciutat Vella (ver
figura 2); pero hay diferencias territoriales importantes según el tipo
de ayuda (ver cuadro 2). Las rehabilitaciones "integrales" muestran una
clara concentración en el barrio del Carmen,
(casi la tercera parte), y en el del Mercat (24%), mientras que son muy escasas en Universitat y en Velluters;
un tercio de las nuevas edificaciones también se localizan
en el Carmen. En cambio, las ayudas para la rehabilitación
"parcial", al no discriminar por ingresos ni por estado del inmueble, se distribuyen de
manera similar por todos los barrios; incluso Universitat-Sant Francesc, el de edificaciones
en mejor estado y población con más recursos, es el que recoge más ayudas, incluso
por encima del Carmen y el Mercat, mientras que Velluters, el barrio más pobre, es el que menos recibe. Se
ha acusado a este segundo tipo de ayudas de intervención
superficial y exceso de "fachadismo"
y de consumir demasiados recursos públicos (PECOURT,
1998, 185). Aunque en muchos casos pueda haber sido así, creemos que se olvida
el objetivo buscado con estas ayudas indiscriminadas: el cambio en la imagen física
de estos barrios, de enorme importancia para invertir la tendencia de degradación,
así como la necesidad de implicar en el proceso a la iniciativa privada. El alto grado
de deterioro social de Velluters
explica que ni siquiera ayudas tan elevadas como las
del Plan RIVA lograran que sus vecinos invirtieran para quedarse allí; y ha conducido,
como veremos, a plantear para él una iniciativa Comunitaria Urbana.

Una escasa realización de las actuaciones públicas
directas
A pesar de la importancia que se les concedía en el Plan
RIVA como elementos clave de la recuperación urbana, no se ha terminado todavía
ninguna y sólo están en ejecución en el Carmen la VAS y la VA21 por la Generalitat y ninguna por
el Ayuntamiento. Es uno de
los aspectos más criticados en todos los balances
realizados: porque ha conducido al predominio de las actuaciones dispersas, privadas y públicas, sin el impacto de regeneración que se hubiera logrado con actuaciones sobre áreas amplias
y
además las de mayor degradación; y porque
no ha
aportado la necesaria oferta de vivienda
pública que contrapesara el aumento de los precios inducido por el propio éxito
del RIVA.
Había sin duda un exceso de voluntarismo de la Consellería de Obras Públicas respecto a la posibilidad de realización rápida de las UA; sobre
todo porque se carecía de un instrumento adecuado de gestión para la complejidad de
actuaciones que exigían (expropiaciones, desalojos y realojos, proyectos,
trabajos arqueológicos ... ) Este instrumento se
pretendió encontrar en el I.V.V.S.A.,
empresa pública de la Generalitat
adscrita a la Consellería
de Obras Públicas; pero aquélla no le acordó suficiente
prioridad con relación a los otros graves problemas de su competencia6 y estaba también muy lastrada por los trámites administrativos habituales. A esto hay que añadir
la escasa, e imprescindible, colaboración municipal-"la realidad obligaba a una
rigurosa colaboración y coordinación para hacerlo" (GÓMEz y SOLER, 1998,42)-
Y la difícil coordinación con la Consellería
de Cultura. La declaración del centro histórico de Valencia
como Bien de Interés Cultural (BIC) en 1994 complicó aún más las cosas, porque se hacía
necesario convalidar el planeamiento cuando, como ocurría en las UA, había que proceder a
agregaciones parcelarias; esto concedía de hecho a la ConseIlería
de Cultura, con posiciones muy conservacionistas,
un "derecho de veto" sobre cada actuación (GAJA,
1998, 389).
La construcción pública de vivienda se ha limitado así
a los edificios o solares aislados que la Generalitat ha ido comprando
y rehabilitando; en total se han terminado ya 18
edificios con 125 viviendas, 23 locales y 22 plazas de
aparcamiento. Son muy pocas para incidir sobre la transformación de la zona; sin embargo,
tienen la importancia de que han permitido cumplir el compromiso de realojar en su propio
barrio a la gran mayoría de las 143 familias afectadas por la ejecución de la UA5 y UA21 del Carmen y por las UA del Urban de Velluters7. Están en obras otros 15 edificios con 52 viviendas, una
parte de los cuales irán destinados a las 18 familias que tuvieron
que ser realojadas provisionalmente fuera de Ciutat Vella.
En la figura 3 se recogen todos los edificios rehabilitados
o reedificados directamente por la Generalitat hasta enero
de 2001, tanto en actuaciones dispersas como en las
UA; su comparación con las UA previstas en los Convenios RIVA,
reflejadas en la figura 1, es muy expresiva de la escasa ejecución hasta ahora de las
actuaciones públicas directas.
Figura 2. Edificios
rehabilitados total o parcialmente por iniciativa
privada con ayudas del Plan
RIVA (1992-2000). Se distingue
según su destino para viviendas o para equipamientos.
Fuente: Oficina
Riva. Elaboración
propia.
Un significativo cambio en la dinámica residencial
En el período 1996-2000 Ciutat Vella, por primera vez desde 1950, ha aumentado
ligeramente su población (de 24.027 a 24.358 habitantes), a pesar
de que su estructura envejecida determina un saldo natural muy negativo. Pero este crecimiento
no es generalizado; al contrario, hay un claro contraste según barrios: Carmen y Mercat son los que crecen, mientras que Universitat y
VelIuters pierden población y Seu-Xerea está estabilizado.
El análisis de los movimientos migratorios en los últimos
años -periodo 1997-1999, a partir de las Altas y Bajas del Padrón- es sorprendente:
mientras que el saldo migratorio de la ciudad de Valencia es negativo en casi 10.000 personas,
el de Ciutat Vella es positivo en 208 personas y el Carmen y el Mercat
recogen más del 50% de este saldo. El balance
de los movimientos migratorios intraurbanos
es aún más expresivo de este cambio en la dinámica residencial y de sus contrastes espaciales:
por primera vez en medio siglo, el Carmen y el Mercat atraen más
habitantes de otros Distritos de la ciudad que los
que pierden hacia ellos, mientras que Universitat
y Velluters siguen teniendo
un saldo muy negativo con relación al resto de la ciudad y algo menos Seu-Xerea
(ver cuadro 3).
Es decir, en el barrio del Carmen y algo menos en el
del Mercat, donde como vimos
han sido más numerosas las actuaciones del Plan RIVA,
la dinámica residencial se ha vuelto positiva, mientras que continúa la salida de población
en la zona con centralidad terciaria, Universitat, yen
la más degradada, VelIuters;
Seu-Xerea presenta una situación intermedia.
Figura 3. Edificios rehabilitados
o reedificados por la Generalitat
Valenciana en los barrios del Carmen y de Velluters (1992-2000).
Fuente:
Oficina
Riva.
Una extensa reurbanización, pero sin criterios unificados
ni coherentes
Tanto la Generalitat como el
Ayuntamiento procedieron a la reurbanización de casi
todos los espacios comprometidos, que abarcaban
una gran parte del centro degradado: casi
100.000 m2 ejecutados
o en ejecución (ver Figura 4). Pero se trata casi
siempre de una actuación superficial y muy heterogénea. Por un lado,
a pesar de los intentos de la Consellería de Obras Públicas, no se acordó con
el Ayuntamiento y con las empresas suministradoras una solución de futuro para las infraestructuras-. Por otro lado, aunque la Consellería presentó en
1993 un proyecto de Guía Técnica de Urbanización del Centro Histórico, éste no fue aprobado nunca por el Ayuntamiento y ni siquiera la propia Consellería lo aplicó en sus diversas actuaciones10
• De este modo, no se ha logrado un
espacio urbano de características homogéneas y que contribuyeran
a crear una imagen del centro histórico clara y de calidad, tanto para el
ciudadano como para el visitante11.
Sin embargo el impacto sumado de la recualificación del espacio público y de las importantes ayudas a la iniciativa privada del RIVA ha
demostrado una importante capacidad transformadora del centro histórico. Un ejemplo claro
lo ofrece la calle Moro Zeyt
y su entorno, situada en el borde externo de Velluters en contacto con el Mercat,
menos degradado y de mejor calidad de edificación: su reurbanización
y la rehabilitación de tres edificios de promoción pública, utilizados para realojos de Velluters, ha bastado
paraincentivar la recuperación casi total de los inmuebles
por la iniciativa privada (ver figura 5)

Figura 4. Espacios
públicos del centro histórico reurbanizados
por la Generalitat y por el Ayuntamiento.
Fuente: Oficina Riva.
La carencia de definición del papel del centro histórico
en el conjunto urbano
Se ha subrayado por algunos analistas del RIVA las negativas
consecuencias derivadas de la ausencia de un modelo de centro histórico y de
su papel en el conjunto de la ciudad (PECOURT, 1998)
Es indudable que ha habido poca reflexión acerca del
modelo de centro urbano que se quería; y resulta especialmente
evidente que la inexistencia de un modelo de tráfico interior y de conexión con el resto
de la ciudad es un grave lastre para las actuaciones en el centro histórico y para sus posibilidades
de futuro. Sin embargo, se olvida que casi la mitad del espacio de Ciutat Vella sí tiene una función clara, porque contiene
buena parte del centro comercial y financiero, las principales
instituciones y numerosos otros servicios; y no sólo a escala urbana sino metropolitana
y regional. Mientras que la parte degradada del casco histórico, la que ha
sido objeto de las actuaciones del RIVA, desde hace casi un siglo tan sólo tenía una función
residencial popular; y es ésta la que se plantea, y parcialmente se logra, recuperar.
Tampoco habría que minusvalorar el impacto que pueden
tener a medio plazo el notable número de equipamientos privados que, gracias
a las ayudas del RIVA, se están instalando en estos barrios. Por un lado, se cedieron
a organizaciones sin ánimo de lucro varias plantas bajas de edificios rehabilitados por la
Generalitat; esto ha permitido
la ocupación de los bajos en zonas muy degradadas, todavía sin demanda
comercial, y una presencia de focos de actividad12.
Por otro lado, bastantes instituciones privadas han apostado
por rehabilitar, con las importantes ayudas del RIVA,
edificios enteros cuyo uso para viviendas no era factible por la tipología del edificio
o por su grado de protección. En total son 61 las instituciones que han obtenido calificación
provisional para instalarse, con una inversión estimada de 7.210 millones, de los que
2.456 millones son subvención del Plan RIVA; una buena parte de ellas se han situado en
los bordes menos degradados -una tercera parte en Seu-Xerea- pero otras lo han hecho en el corazón mismo del centro
histórico (ver figura 2). Destacamos algunas tan interesantes como
el Colegio Mayor Universitario Redor Peset, la Fundación Universidad Empresa-ADEIT, el Centro
Excursionista de Valencia, Cáritas
Diocesana, Uteco, Fundacode,
la Coordinadora de Disminuidos Físicos, la Sociedad General de Autores,
dos residencias privadas de tercera edad ... Los únicos equipamientos públicos hasta ahora,
una piscina y una residencia de la tercera edad, también se han ubicado en el barrio
del Carmen.

Figma 5. Reurbanizadón pública y rehabilitación
privada con ayudas del Plan RIVA en la calle Moro
Zeyt y su entorno.
Fuente: Oficina Riva.
Una nula implicación municipal y escasa de otras áreas del gobierno
autonómico
El Ayuntamiento no cumplió ni uno solo de sus compromisos
del Convenio RIVA, salvo la reurbanización de espacios públicos, aunque
en ocasiones con materiales de no demasiada calidad (p. e. "hormigón impreso";
PECOURT,
1998, 185). Algunos de los compromisos
exigían un esfuerzo de inversión y de gestión, como la
ejecución de las UA o el establecimiento de un plan de ayudas complementarias.
Pero otros tan sólo suponían una preocupación por la mejora de la gestión administrativa
y, sin embargo, eran de gran importancia para la eficacia del Plan (como la reducción
de plazos, la agilización de licencias ... ).
Es especialmente llamativo el caso del compromiso de
expropiación por incumplimiento urbanístico de los propietarios: hasta 1999 ni siquiera
se abrió el Registro de Solares, pese a que la Consellería
de Obras Públicas se comprometió incluso a facilitarle
los recursos financieros para afrontar las expropiaciones.
Esta falta de implicación ha lastrado todo el desarrollo
del Plan RIVA, dificultando mucho la ejecución de las VA, descompensando la calidad de las zonas
reurbanizadas y no permitiendo avanzar en los aspectos que necesitaban
una posición activa suya, como una Guía Técnica de urbanización o un plan de tráfico!3.
Tampoco las otras Consellerías
de la Generalitat Valenciana
hicieron del RIVA un tema prioritario. Las inversiones de Culhlra han sido escasas y tardías y su posición urbanística
con frecuencia demasiado rígida o de respuestas muy lentas.
La Consellería de Industria y Comercio estableció unas pequeñas ayudas
para la revitalización del comercio de Ciutat Vella; pero no le dedicó una gestión especial,
ni buscó proyectos innovadores de renovación comercial. La ConsellerÍa
de Trabajo, competente en Servicios Sociales,
tampoco intervino activamente.
Un balance global positivo y unos problemas nuevos
A pesar de todas estas insuficiencias en su planteamiento
y en su desarrollo, el Plan RIVA, ha cambiado notablemente la situación y las expectativas
del centro histórico degradado de Valencia. En casi todas las calles predomina
la renovación sobre lo vetusto, se instalan nuevos vecinos, poco a poco hay nuevos establecimientos
comerciales y se ubican equipamientos privados y públicos. Aunque aún
quedan áreas sin renovar, solares, ruinas, patologías sociales y dudas sobre un proceso
que puede alargarse años, la dinámica se ha reinvertido claramente; "hay un antes
y un después del Plan RIVA" (PECOURT, 1998, 184).
Por otro lado, los problemas que hoy se plantean para
el centro histórico no son los de un espacio en decadencia, sino los de un espacio dinámico.
En primer lugar, el fuerte incremento del precio del suelol 4,
resultado del propio éxito del Plan
RIVA, pero también de la escasez de vivienda pública por la lenta ejecución de
las VA.
En este momento se empieza a detectar una creciente congelación del suelo en el
centro histórico: hay toma de posiciones, cambios de titularidad, pero pocas actuaciones privadas.
Esto plantea la necesidad de un impulso a la oferta pública de vivienda con el desarrollo
de las VA;
las
actuaciones en marcha de la Iniciativa Comunitaria Urban en Velluters y la posible
ejecución en el Cannen
de las VA 6,
7, 8 Y 10 -las del entorno de la muralla musulmana-
desarrollando el proyecto elaborado en el marco del programa europeo Restauro (Generalitat
Valenciana, 2000; BURRIEL, 2001) pueden suponer un aporte importante de vivienda pública
más accesible.
Otros temas importantes a resolver son el de los aparcamientos
para residentes, el tráfico y la accesibilidad por transporte público, así como la
difícil compatibilidad entre algunos usos, en especial el terciario de ocio y la residencia
de calidad. A nuestro juicio, queda
también pendiente la mejora de la percepción mayoritaria
de los habitantes de Valencia, que no de los vecinos de Ciutat Vella, del gran valor urbanístico y monumental
de su centro histórico.
LA
INICIATIVA COMUNITARIA URBANA
A finales de 1994, con dos años de funcionamiento del
Plan RIVA, se pudo ya constatar que el extremo grado de deterioro físico, económico y
social del barrio de Velluters (BURRIEL, 2001) hacía que allí, a diferencia del Carmen,
no se estuvieran aprovechando por la iniciativa privada las importantes ayudas para la
rehabilitación. Ante esta situación, la Consellería de Obras Públicas decidió preparar
y presentar una propuesta a la primera convocatoria
de la Iniciativa Comunitaria URBAN, en la que se planteaba
la reurbanización y un potente programa dotacional
público en el corazón del barrio (Generalitat
Valenciana, 1995). Se aprobó en julio de 1995, muy poco después de
las elecciones que cambiaron el signo político del gobierno de la Generalitat,
pero no se puso en marcha hasta 1998, tras algunas dudas y retrasos; sus actuaciones se han incluido
en el segundo Convenio Riva.
Previamente el Ayuntamiento aprobó, a petición de la
Generalitat, una importante modificación del PEPRI de Velluters, que
suponía un
fuerte esponjamiento de la trama del barrio -carente de espacios libres- y la apertura de un eje estructuran te norte-sur.
La Generalitat se ha hecho cargo de varias DA en la zona norte del barrio
en la que se están construyendo una serie de contenedores públicos
dotacionales (Escuela de Artes Plásticas y Diseño, Conservatorio Profesional de Música,
Centro de Biología Celular, Centro de Discapacitados y Taller Ocupacional-Centro
de Orientación y Diagnóstico) y se proyecta la edificación de 245 viviendas, 47 locales
y 107 plazas de aparcamientos, más otras 292 plazas en un aparcamiento subterráneo para
residentes; la actuación se completa con la reurbanización del espacio público. El Ayuntamiento
ha iniciado también dos UA en la zona sur, que
supondrán unas 100 viviendas y un aparcamiento subterráneo
para residentes; en esta área se incluye la construcción
de una Residencia de Tercera Edad a cargo de la Generalitat.
Es indudable que la ejecución de estas UA y el funcionamiento
de los citados equipamientos públicos va a suponer en pocos años un gran impacto sobre
este barrio, el
más degradado del centro histórico y de la ciudad. Pero resulta
discutible la fuerte reestructuración urbana planteada, que ha alterado notablemente la trama
viaria histórica, así como la práctica total sustitución de la edificación; aunque ciertamente los solares y ruinas
eran casi el 60 % de
las parcelas y la escasa calidad de los materiales
hacían muy difícil la conservación de los edificios restantes y el barrio carecía por completo
de espacios libres.
CONCLUSIONES
De las actuaciones en el centro histórico de Valencia,
y singularmente del Plan RIVA, se pueden extraer una serie de conclusiones significativas
para procesos de rehabilitación de espacios urbanos degradados de una dimensión grande y en un avanzado proceso de deterioro.
1.
La eficacia de una intervención pública potente
Si se quiere parar un proceso avanzado de degradación,
invertir la tendencia y evitar la expulsión de la población existente se precisa una
potente intervención pública, concentrada temporal y espacialmente. Las ayudas a la
iniciativa privada deben ser importantes, generalizadas, generosas en su concesión y graduadas
según las posibilidades económicas, llegando si fuera preciso a la gratuidad.
Pero éstas necesitan ser completadas con actuaciones públicas directas de rehabilitación,
por expropiación, de conjuntos amplios, así como de reurbanización de espacios públicos.
y
cuando la degradación urbana ha alcanzado situaciones límite, como era el caso del
barrio de Velluters, las
ayudas a los particulares no tienen apenas efecto y sólo cabe
invertir la situación con la actuación pública directa y amplia.
2. La necesidad de una estrecha colaboración institucional
Esta intervención de choque sólo es posible con la colaboración
de la instancia autonómica, por el enorme volumen de inversión necesario y por la
existencia de otras urgencias municipales con más demanda social. Pero para ser realmente
eficaz requiere una actitud municipal activa y no meramente pasiva; porque
el Ayuntamiento tiene las competencias en todos los aspectos clave de la gestión urbanística,
así como la de definición de usos y de modelo de ciudad. Del mismo modo, se precisa
la implicación a fondo de otros sectores del gobierno autonómico, competentes en
patrimonio cultural servicios sociales o comercio e industria. Es decir, para la eficacia
de una política de rehabilitación urbana es imprescindible partir de un "pacto político",
que no se dio en Valencia en el Plan RIVA, que fije objetivos y responsabilidades lealmente
compartidos y asumidos.
3. La importancia de dotarse de instrumentos específicos de gestión
Desde las normas, los servicios administrativos, e incluso
las personas, establecidas para la gestión ordinaria, es difícil resolver problemas
que plantean constantemente situaciones, y por
tanto medidas, singulares y excepcionales. Uno de
los principales factores de acierto del Plan RIV A ha sido, sin duda, la Oficina
especial creada al efecto, con personal seleccionado para unos objetivos específicos
y con capacidad para tratar y resolver las solicitudes en contacto muy directo con los afectados.
Como también ha sido importante el dotarse de una normativa singular para
las ayudas a los particulares, o la modificación de los plazos y de los circuitos de aprobación
en los pagos de las ayudas. Uno de los principales factores de la lentitud de la
ejecución de las UA fué
precisamente la carencia de un instrumento específico y ágil de gestión
del complejo proceso; ahora el problema está en buena medida resuelto tras la aprobación
por la Generalitat Valenciana
en 1994 de la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística
(L.R.A.U.), lo que está
ya permitiendo W1a actuación más rápida en Velluters
en las UA del programa Urbano
4. La capacidad de la función residencial para invertir
por sí sola la tendencia de degradación, incluso
en un casco tan extenso como el de Valencia
El Plan RIVA ha confirmado que el centro histórico tiene
una demanda interna importante aW1que poco solvente, y que por ello necesita
ser muy incentivada, y W1a demanda externa emergente, que necesita percibir un cambio de
imagen. Para ello resulta fundamental la apuesta por el mantenimiento de la población residente.
No sólo es una exigencia de justicia social, sino también un arma muy útil para
el impulso inicial a la rehabilitación privada y con ella para el cambio de imagen de la zona.
Para su aplicación requiere una gestión muy cercana,
traducida en una tarea intensa y personalizada de
información, de asesoramiento jurídico, económico y urbanístico gratuito, e incluso sicológico y de asistencia social. Y necesita también de una
disponibilidad paralela de viviendas públicas en la propia zona para el realojo de los afectados
por las actuaciones. La existencia de subvenciones para el establecimiento
de equipamientos privados, incluso con ánimo de lucro, así como la introducción
de equipamientos públicos de ciudad, son un complemento muy importante para la recuperación
de estos barrios.
5.
Las actuaciones públicas deben ser de calidad, a pesar
del mayor coste que supongan
Esta apuesta por la calidad es necesaria tanto en la
arquitectura de las rehabilitaciones y reedificaciones de viviendas y de
equipamientos, como especialmente en las actuaciones
públicas; porque éstas adquieren una condición de referente
para las privadas y por su capacidad para generar una imagen renovada que
difunda el éxito de la operación rehabilitadora y el valor del casco histórico. Un
tema sin alternativa clara sigue siendo la difícil elección del lenguaje arquitectónico a emplear
(ROS y
ALCALDE, 1998, 119-122; PECOURT, 1998, 191-193).
6.
La necesidad de una política de tráfico y de aparcamientos
Este aspecto es uno de los valorados más negativamente
a la hora de fijar la residencia o la localización de actividades en el centro histórico.
Y, con frecuencia, como hemos visto en el caso de Valencia, no se le ha dado la suficiente
importancia ni la respuesta adecuada desde las políticas de rehabilitación de centros urbanos
degradados.
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NOTAS
* Departament de Geografia. Universitat de Valencia.
1. Tanto el trabajo
de GAJA como la serie de artículos coordinados por
Ros son de gran calidad y abundante información,
aunque quizás se interesan
especialmente por los aspectos formales y arquitectónicos
y menos por los problemas de gestión, institucionales
o sociales.
2. Queremos agradecer toda
la información amablemente facilitada por la Gerencia
de la Oficina del Plan Riva y por la Oficina Estadística Municipal del Ayuntamiento de Valencia.
3. Decreto 158/1992 de la
Generalitat Valenciana de
14-9-92; fue completado con el De<:reto 78/1993
de 28-6-93, que amplió las ayudas, y
el Decreto 23/1994 de 8--2-94. Tras el cambio de gobierno
en la Generalitat en julio
de 1995 las ayudas se han regulado
en los Decretos 113/96 de 5-6-96 y 173/98 de 20-10-98;
se mantienen sustancialmente similares en tipos e importancia,
aunque se han reducido algo, especialmente en lo referente
a los equipamientos privados, y los criterios se han hecho más restrictivos.
4. València Antiga -lU1a
empresa mixta entre el Ayuntamiento (52%) y cinco
empresas privadas, la mayoría constructoras-
se planteó como una oficina
de promoción inmobiliaria, poco interesada en la gestión
del Plan RlVA (de hecho no disponía de
personal ni de competencias para la gestión). Apenas
compró y rehabilitó unos pocos edificios y terminó por disolverse en 1997.
5. Datos facilitados por
la gerencia de la Oficina RIVA. Para el período
1992-1997 hay un detallado recuento de lo realizado en ALCALDE, C. et al. , 1998
6. Tenía la responsabilidad
de la promoción y gestión de la vivienda pública
de toda la Comunidad Valenciana, con algunos conflictos además
muy serios, tanto sociales como de deterioro físico
del parque público heredado.
7. Los real ojos no han
sido finalmente gratuitos; pero el costo del alquiler
o de la vivienda se ha graduado según los ingresos de las familias:
casi 2/3 de las viviendas son de promoción públi.ca
y de éstas un 63% se han dado en arrendamiento bonificado.
Igualmente no han sido temporales sino definitivos.
8. En 1997-1999 el saldo natural de Ciutat VeIla fue negativo
en 619 personas, la mitad de la pérdida total de la
ciudad.
9. Se planteó, tras la experiencia
del Plan Ara de Alcoi,
aprovechar la reurbanización para construir galerías
visitables, comunes para todas las infraestructuras,
que permitirían una mayor calidad de materiales -al
no ser afectados por cada modificación de
los servidos- y una eliminación de cables exteriores.
La resistencia del Ayuntamiento por su alto
coste y la decidida oposición de las compañías de
servicios llevaron a que sólo se hiciera, como prueba, en
la calle Serranos.
10. En parte por un excesivo respeto
a la concepción individual de los diversos arquitectos
proyectistas de cada urbanización. Por otro lado,
ante la carencia de un plan de tráfico y uso del viario
se partía en muchos proyectos de la base, utópica, de
que se iba a peatonalizar
o a restringir el tráfico rodado en esas calles, 10 que ha llevado
en algunos casos a la utilización
de materiales que se han deteriorado bastante pronto.
11. Este aspecto de la heterogeneidad
de materiales y diseño de las reurbanizaciones está
ampliamente tratado en ROS y ALCALDE,
1998.
12. Médicos del Mundo, Sos Racisme, Amnistía Internacional,
Acció Ecologista Agró,
Centre de Estudios Polítics
y Socials (CEPS),
Sodepaz, Fons
de Documentació del Medi Ambient, CEDSALA,
Médicos sin Fronteras, Nueva Opción, Asociación Casa
del Artista, Coordinadora de O.N.G.D's,
Asociación de Vecinos de VelIuters,
Asociación de Vecinos del Cannen.
13. A pesar de que la Consellería de Obras Públicas elaboró y presentó
al Ayuntamiento en 1993 un plan de tráfico; "Estudio de Tráfico,
Transportes y Aparcamientos en el ámbito del centro
histórico para el programa de intervención correspondiente
al Plan RIVA".
14. En 2001 el precio del
m' construido ronda las 145.000 pta.
en la zona del Portal de Valldigna,
una de las menos revalorizadas del Carmen,
y las 175.000 pta. en el
entorno más rehabilitado del mercado de Mosén Sorell-Calle
Alta. Yen los últimos cuatro años ha subido
entre un 30% en la primera zona y un 50% en la segunda.