1.
Los Grandes Eventos como Estrategia Urbana
Todas
las ciudades, grandes y medianas, ricas y pobres,
aspiran a captar inversiones, y para ello han entrado
a competir en el mercado financiero globalizado, y
en el turístico, jugando para atraer recursos y visitantes.
Es una liga que se juega en diferentes divisiones.
En una “premier” están las ciudades globales, nodos
de los flujos de capital globalizado (Nueva York,
Londres, Tokio, y pocas más); en una serie B, las
capitales de los Estados más ricos (Unión Europea)
y alguna que otra gran ciudad que aspira a no quedarse
descolgada, a no descender (Barcelona, Milán,…). Siguiendo
con el símil futbolístico, existen competiciones en
las que se admiten a equipos de divisiones inferiores,
donde los pequeños pueden soñar en competir con los
grandes. La celebración de los grandes eventos, sobre
todo los deportivos y los culturales, es el mejor
ejemplo.
Justificación
de los grandes eventos / grandes proyectos.
Las
razones de una competencia. ¿Por
qué compiten las ciudades?, ¿qué esperan ganar? La
última ratio de la apuesta por los grandes eventos
es el impulso económico, reducido a la atracción de
capitales, al “fomento de la actividad económica”,
justificado con dos argumentos: a) por la inversión
foránea que atraen; y b) por la gasto interno, generalmente
de las Administraciones Públicas, en el sector constructor,
de las obras públicas.
Se
supone que los Grandes Eventos (competiciones y campeonatos
deportivos, exposiciones y actos lúdico-culturales,…),
actúan como motores del desarrollo económico, principalmente
en el sector turístico contribuyendo a crear y difundir
“imagen urbana” (marketing urbano), e incluso mejorando
la competitividad de las ciudades, aunque esta hipótesis
es probablemente la más débil. Los Grandes Eventos
vienen ligados casi indefectiblemente a Grandes Proyectos
de Arquitectura, impulsores de la llamada “New
Economy”, la economía de los intangibles, en el campo de la
cultura, el ocio, el turismo y la comunicación. En
su defensa, finalmente, se arguye asimismo su capacidad
sinérgica y catalizadora de procesos económicos y
sociales más amplios.
¿Quién
paga la fiesta?. Los
grandes eventos son una fiesta, son el panem et circenses actuales. Espectáculo para consumo masivo,
inviables y sin sentido sin un soporte mediático global.
Pero los grandes eventos, y los grandes proyectos
a ellos vinculados, son además un envite de alto riesgo,
en el que las Administraciones Públicas suelen asumir
los costes de su realización, mientras que los beneficios
fluyen o se derivan al sector privado, respondiendo
a la llamada teoría de la lluvia fina, en sintonía
con lo que es (¿ha sido?(1))
la ideología neoliberal dominante en el último cuarto
de siglo. La consecución de un gran evento requiere
fuertes inversiones (que se detraen de otros rubros,
más sociales), muy concentradas, en el tiempo y en
el espacio, y si no se actúa de forma planeada, si
sólo se responde a las oportunidades, se pierde incluso
la ocasión para hacer de ellos instrumentos de transformación
estructural.
Además,
como en toda competición, en ésta también hay triunfadores
y fracasados, “loosers and winners”. Frecuentemente
las ciudades que han competido por la consecución
de un gran evento, deportivo p.e.,
unos Juegos Olímpicos, realizan fuertes inversiones,
sin la seguridad de obtenerlos. De hecho sólo una
es la ganadora, y las demás deben justificar cara
a sus contribuyentes un dispendio sin recompensa,
sin el maná prometido.
Desde
un punto de vista urbanístico, las críticas a los
Grandes Eventos inciden en las siguientes razones:
i)
No producen una mejora en la distribución de las rentas
(una cuestión que fue clave en los orígenes del urbanismo
moderno).
ii)
No introducen elementos equidad, ni mejoran el acceso
a los espacios y equipamientos
urbanos, por el contrario frecuentemente se desarrollan
y producen espacios cerrados, y aún elitistas. Son
una buena evidencia de la evolución de un urbanismo
socialdemócrata o reformista a otro neoliberal o empresarial,
de la concepción del urbanismo como servicio a su
utilización como negocio, una mutación en la que las
Administraciones Públicas han sido cómplices.
iii) Concentran
las actuaciones públicas en algunos, pocos, espacios
ignorando el resto de la ciudad, incluso áreas contiguas
a los recintos donde tienen lugar.
iv) En
bastantes casos (en todos los que constituyen los
casos de estudio de este texto) se han desarrollado
al margen, o en contra del planeamiento urbanístico
vigente, que ha sido transgredido o modificado a la
carta, porque no estamos ante operaciones pensadas
y planificadas, sino de “oportunidades” que surgen
y se “aprovechan”.
Si
ampliamos el marco de consideración a los aspectos
económicos, políticos, y sociales, las críticas destacan:
i)
El deterioro de los servicios y prestaciones sociales,
llegándose en los casos extremos a la privatización
de los servicios públicos, tras su previo deterioro,
forzado por la retracción de las inversiones públicas.
ii) Los
que se ha dado en llamar el “keynesianismo perverso”
(irónicamente tildado de socialismo para ricos)(2), en el que las inversiones
públicas incentivadoras de la actividad no benefician
a los sectores de más vulnerables, sino a los grupos
económicos más potentes.
iii)
La opacidad, falta de transparencia y ausencia absoluta
de participación ciudadana; ni a priori, ni a posteriori.
Ni siquiera se ha buscado el refrendo formal, como
una mera coartada del poder.
La
ciudad como icono mediático (3)
Los
Grandes Eventos son puro espectáculo, difundidos mediáticamente
y revestidos de un áurea de glamour, de opulencia.
Lejos quedan los tiempos en que hacer Urbanismo era
resolver los problemas que el despliegue de la urbanización
generaba en el espacio. El Urbanismo de los Grandes
Eventos es una actividad mediática, con su star-system, sus superproducciones, su difusión, su ranking
en la audiencia y refrendo. Un espectáculo que
es la genuina representación de la cultura de la opulencia.
Las ciudades compiten en demostrarse a sí mismas y
a los demás que son capaces del citius,
altiur, fortius, de ser las
más rápidas, las más altas, las más fuertes. Una mezcla
letal de competitividad y apariencia en la que todo
vale, con tal de competir, de generar imagen, valores
intangibles, que, se supone, son el gran maná financiero
de las ciudades.
La
Administración Pública y el capital inmobiliario forman
hoy un tándem en la que la iniciativa privada se lleva
la parte del león, mientras el sector público, desde
una situación de vasallaje, allana las dificultades,
invierte en infraestructuras de dudosa rentabilidad
social: carreteras, ferrocarriles, ciclo hidráulico.
En definitiva hace posible la acción inmobiliaria
privada, en un vínculo que podríamos calificar de
relación parasitaria.
Apuntes
sobre el Proyecto Urbano como instrumento de intervención
Un recorrido
por la desmesura, las ganas de aparentar, y el negocio,
bajo el paraguas de lo público. Planear,
pensar escenarios futuros en términos racionales es
hoy una actividad abandonada (y a ello ha contribuido
en no poca medida la banal
y oportunista descalificación académica y profesional
del planeamiento). Hay que proyectar de forma fragmentaria,
oportunista, pero siempre espectacular, “glamorosa”,
y lucrativa. València es un ejemplo paradigmático de esta política. La
ciudad está inundada por megaproyectos urbanos, presentes
o futuros: la València Litoral de Jean Nouvel,
el conjunto de rascacielos de Santiago Calatrava,
el soterramiento de las líneas de ferrocarril y el
Parc Central, la Marina
Real Juan Carlos I, y los incontables proyectos de
macrourbanizaciones, que son el golpe de gracia a una huerta
agonizante. Un rosario de grandes proyectos que arropados
por incontables actuaciones de tamaño
intermedio transmiten al ciudadano la sensación de
estar asistiendo a un espectáculo circense-urbano,
donde el más-difícil-todavía está ya preparándose.
La polémica sobre
los instrumentos de la intervención urbanística transciende
el mundo académico, por sus implicaciones sociales,
económicas, políticas. El plan, el plan
urbanístico estrictamente hablando, implica una voluntad
de prever el futuro, de establecer hipótesis evolutivas,
de identificar alternativas, y guiados por la razón
elegir la “mejor” (la “mejor” no es un concepto único,
depende de los intereses y objetivos de los distintos
agentes urbanos). Pero en cualquier caso,
la actividad de planear se mueve en el mundo de la
racionalidad, que es el valor supremo que orienta
la toma de decisiones. La apuesta por el proyecto
como instrumento para la intervención urbanística,
más allá de la no despreciable carga corporativa
que lleva aparejada, y cuando se propone de forma
rigurosa (pocas, todo sea dicho) implica sustituir
la actividad de prever por la de proyectar, es decir,
decidir y diseñar las actuaciones no desde el análisis
y la consideración de tendencias, sino desde la voluntad
apriorística. Un proyecto no se justifica por sus
análisis previos, no se deduce lógicamente, surge
como idea creadora.
La mistificación del
procedimiento, que en principio podría aportar elementos
positivos a la intervención urbanística, es que se
presenta como pura opción creadora, con frecuencia
de la mano de un genio, gurú o figura incontestable,
no como la opción voluntarista y creadora de un colectivo,
establecida en función de sus intereses, confesables
o in. El proyecto así entendido se sustrae a la discusión
ciudadana, a la valoración objetiva: sólo se puede
aceptar o rechazar; y quien opte por la impugnación
se opone a la descalificación.
Los Proyectos Urbanos
vienen, invariablemente, de la mano de una apuesta
por la “competitividad en un marco globalizado”, por
la lucha por captar inversiones financieras internacionales.
Frecuentemente, sin embargo, las únicas inversiones
significativas son las que proceden del erario público,
del bolsillo de los ciudadanos, que cargan con actuaciones
improductivas, ruinosas y de escasa (o
nula) rentabilidad social, mientras las empresas constructoras
hacen su agosto todo el año. En este cuento, la proyección
de una buena imagen, el llamado “marketing” urbano
es un elemento recurrente. Todo vale, todo se justifica
para conseguir eco, presencia en los grandes sistemas
mediáticos globales. Pero el “minuto de fama” que
arduamente persiguen tiene unos costes disparatados
y unos exangües beneficios para la ciudadanía.
Frente
al potente aparato mediático desplegado con motivo
de un “gran-evento global” las críticas no se admiten,
no se toleran. Quien ose es considerado traidor. La
disponibilidad de presupuestos públicos, la agilización
y superación de trámites burocráticos, las facilidades
institucionales y privadas que acompañan su realización
podrían utilizarse con mejores fines. El “marketing”
urbano, los pingües negocios que propician, la rentabilidad
política y social todo lo justifica, allana todos
los obstáculos.
2.
Datos básicos sobre València
Fundada
en el 138 a.C., València
es en la actualidad la tercera ciudad por población
del Estado español. El municipio alberga a unos 800.000
habitantes, con un crecimiento sostenido en la última
década debido a la inmigración (el número de extranjeros
censados supera los 100.000 (4)), y alcanza el millón
y medio con su área metropolitana, asimilada a la
comarca de L’Horta.
La
ciudad, la comarca y el País han crecido rápidamente
aprovechando el boom económico (1996-2007), aunque
no han conseguido superar el diferencial que las separa
de las otras comunidades autónomas, ni mejorar su
posición el ranking de renta per
cápita. El crecimiento económico de los últimos años
ha estado basado casi exclusivamente en el desarrollo
inmobiliario y en el turismo, por lo que no es muy
difícil imaginar que se va a enfrentar a serias dificultades
en un futuro inmediato.
El
modelo urbanístico valenciano
A
finales de 2007 (septiembre si queremos ser precisos)
el ciclo expansivo inmobiliario finisecular (1996-2007)
puede darse por cerrado. Ha sido una década larga
en la que el sector de la construcción se ha disparado
por encima de toda previsión, de toda lógica, de cualquier
sensatez
(5). En
este período, el Ayuntamiento de
València ha carecido de
cualquier idea global de ciudad, de todo modelo urbanístico
más allá de la aceptación y el impulso de la promoción
inmobiliaria, si exceptuamos la organización de los
Grandes Eventos, y los Grandes Proyectos Urbanos a
ellos vinculados. Se ha dejado arrastrar por la marea
desarrollista, ha sido madero a merced de la corriente,
ni siquiera piragua y menos barco capaz de trazar
rumbos, fijar objetivos. La improvisación continua,
el oportunismo más miope han dominado su actuación.
A falta de un modelo de ciudad a medio y largo plazo,
la Administración Municipal, apoyada por la autonómica,
ha apostado por la celebración de Grandes Eventos,
vinculándolos al desarrollo de Grandes Proyectos Urbanos,
una opción opaca, cara, inequitativa, improvisada
y derrochadora. El cambio de ciclo económico, agravado
por una crisis financiera mundial, resalta los aspectos
más negativos de una apuesta de alto riesgo, que hoy
parece perdida.
3.
Tres “Grandes Eventos”
Tres
Grandes Eventos desarrollados en València
en la primera década del siglo XXI han sido propuestos
para su análisis. Sumados, y añadiéndoles el paseo
marítimo de las playas del Cabanyal
y la Malvarrosa, entrañan la completa transformación
del frente marítimo urbano norte, con una incursión
por el antiguo lecho fluvial hasta alcanzar las inmediaciones
de la ciudad histórica. Analizaremos estos 3 eventos-proyectos
conjuntamente porque, aunque espontáneos e impensados,
han acabado por transformar la fachada litoral de
la ciudad.
Las
actuaciones suponen una ocasión perdida para estructurar
y optimar el frente acuático (water
front) de la Ciudad
de València. La forma en
que se ha manejado la intervención, la continua improvisación,
la carencia de una estrategia, de una planificación
a medio y largo plazo, la subordinación a los dictados
e intereses de las grandes empresas constructoras
e inmobiliarias, el derroche de medios, la ausencia
de un marco de participación ciudadana, la inexistencia
de cualquier reflexión, de cualquier medida, tendente
a situar la actuación en el marco de la mejora de
la sostenibilidad local, han impedido considerar las
costosas operaciones en una perspectiva global urbana,
malogrando la posibilidad de recualificar
algunos barrios y fragmentos de ciudad sumamente deteriorados
que han quedado al margen de los Grandes Proyectos
desarrollados. El Cabanyal,
Natzaret, El Grau, están hoy peor que antes de los Grandes
Eventos, mientras asisten atónitos al banquete constructor
que el Ayuntamiento costea.
3.1.
Ciutat de les Arts i les Ciències
La
idea original la aporta el gobierno socialista en
1989, pero apenas si pudo trazar el plan de ordenación,
ya que en 1994 el Partido Socialista del País Valenciano
(PSPV) pierde las elecciones, como colofón a un convulso
periodo de cesiones y renuncias sin fin.
Oficialmente
la “Ciutat de les Arts
i de les Ciències” es un
centro lúdico y de difusión científica y cultural.
Se encuentra ubicada junto al antiguo cauce del río
Turia, ocupando una superficie de unas 35 hectáreas,
y más de 1.800 metros de longitud. El conjunto incluye
el “Museu de la Ciència”, de carácter divulgativo, utilizado también como
centro de congresos, el “Hemisfèric”,
un cine Imax, el “Palau de les Arts”, un
teatro dedicado fundamentalmente a representaciones
operísticas, en una ciudad y en un país que no dispone
de compañía estable de ópera, “l’Umbracle”,
un pabellón construido encima del estacionamiento,
y que ha sido parcialmente cedido a la iniciativa
para utilizarlo como disco-pub.
Inicialmente
se había previsto también la construcción de una torre
de comunicaciones, encargada, como es ya habitual,
al arquitecto Calatrava. La torre ocupaba un área
triangular asimétrica de 41.820 metros cuadrados,
y con una altura de 382 metros se habría convertido
en la tercera más alta del mundo. Posteriormente el
proyecto fue descartado y fue sustituido por el Palau
de les Arts. Al este, se encuentra
“l’Oceanogràfic”,
supuestamente el mayor de Europa (80.000 m2), construido
por Félix Candela. El conjunto se remata con un nuevo
puente y “l’Agora”, obras
de Calatrava, en curso de finalización. Desde el punto
de vista arquitectónico, edilicio, el conjunto es
una colección de proyectos de Calatrava, una especie
de museo personal, una repetición ad infinitum de
lo más propio y característico de su estilo; desde
la consideración urbanística, es una acumulación de
artefactos, sin estructuración, ni vinculación con
la ciudad, ni su entorno inmediato.
Costes
y gestión
El
conjunto ha sido sufragado enteramente por el gobierno
autónomo, la Generalitat Valenciana, y su gestión
corresponde a una sociedad, CACSA, de capital público
al 100 %. El coste total de la operación es uno de
los secretos más celosamente guardados. Estimaciones
paraoficiales
(6)lo sitúan por
encima de los 1.300 millones de euros (al parecer
con un sobrecoste del 500
% respecto al presupuesto inicial). Las mismas fuentes
cifran en unos 200 millones de euros los ingresos
generados sólo en 2007, un valor que no puede ser
confirmado
(7), mientras
se reconoce un déficit de explotación de CACSA de
más de 62 millones de euros
en el mismo año, lo que ha obligado a la Generalitat
a “inyectar” unos 116
millones de euros, sólo en ese ejercicio, y para evitar
su quiebra. En suma, el conjunto es un sumidero de
capitales públicos, con una utilidad social muy limitada.
Devenido escenografía urbana, se ha utilizado en numerosas
ocasiones para la filmación de spots comerciales,
para la presentación de películas, o para actos sociales
e institucionales, así como para congresos y celebraciones,
en competencia con otra instalación pública existente
en la ciudad, el Palau de Congresos construido por
Norman Foster.
Como
acertadamente destacaba la prensa “Fabricar la
imagen de la postal que representa a la ciudad de
Valencia por todo el mundo no ha salido gratis”(8). Las afirmaciones contenidos
en los folletos divulgativos en el sentido de que
la CAC mejora la calidad de vida de los ciudadanos
suenan a hueca excusa. La clave más bien debe buscarse
en otra dirección, en la afirmación de que “the
Valencian Region
needed a project with an
international scope
which could transmit
the image
of a modern region”(9).
Sorprende
la escasa atención prestada a la revalorización inducida
por la operación en los terrenos colindantes. El precio
del metro cuadrado las inmediaciones se ha disparado,
y el propio IVIE calcula que las zonas adyacentes
se han revalorizado en 460 millones de euros en los
últimos diez o quince años. Una plusvalía no intervenida,
y dejada en manos de los particulares (si exceptuamos
los inanes mecanismos fiscales aplicados en las transacciones
posteriores).
3.2.
America’s Cup
A
diferencia de otros eventos deportivos, la Copa del
América no se adjudica en régimen abierto de competición.
La elección de la sede no tiene lugar a través de
un procedimiento de selección por un Comité Internacional
en base a las propuestas de ciudades candidatas. La
“propietaria” de los derechos de la Copa es la empresa
suiza ACM, por su condición de ganadora de la edición
anterior, quien libremente decide a tenor de las ofertas
que recibe, unas ofertas que pueden incluir elementos
extradeportivos.
En
nuestro análisis del evento / proyecto de la America’s
Cup trataremos de establecer
dos puntos centrales:
i) establecer
el coste total de la operación
ii) evaluar el beneficio,
no sólo en términos económicos, sino también social,
e incluso urbanístico.
El
impacto económico de la América’s
Cup
Uno
de los arcanos más celosamente guardados por las Administraciones
organizadoras es el monto total, el coste, de la operación(10).
No hay forma de saber a ciencia cierta, cuánto ha
costado, quien lo ha pagado…; ni siquiera a posteriori.
El informe elaborado por el IVIE(11), a petición de la ACM
(América’s Cup Management, sociedad que gestiona y explota el evento)
es la única fuente con cierto aval público, donde
se especifican costes, gastos e inversiones.

El
Informe agrupa las inversiones realizadas por Administraciones
Públicas (estatal, autonómica y municipal), y las
distingue del gasto generado por los turistas, de
los directamente vinculados a la competición (ACM,
los equipos participantes,…), de el de los medios
de comunicación, y de el de otras instituciones.
El
presupuesto de las Administraciones Públicas, directamente
relacionado con la America’s Cup asciende a 2.064(12)
millones de euros,
mientras que el gasto del sector privado se sitúa
en 703 millones de euros. Es decir por cada euro gastado
por el sector privado, el sector público desembolsó
casi tres.
Pero
si se observa la distribución del gasto del sector
privado, se comprueba que sólo 148 millones corresponden
propiamente a ingresos por turismo (visitantes y megayates), mientras que el resto se atribuye a los organizadores,
a los equipos participantes o a la prensa. El balance
suscita alguna otra duda, ¿tiene sentido haber gastado
más de 2.000 millones de euros para generar unos ingresos
por turismo muy inferiores?, ¿no es un “negocio” que
podríamos calificar de ruinoso?
Si
trascendemos el análisis financiero, y tratamos de
evaluar el impacto social y urbanístico de la operación,
el balance es más negativo si cabe.
Gran
parte de las instalaciones construidas, con toda celeridad
para la celebración del efímero evento, han sido demolidas
para permitir la realización del Gran Premio de la
Formula I, y su influencia retenedora sobre el vecino
barrio del Cabanyal, en un estado lamentable social y arquitectónicamente,
es nula. La contigüidad de la dársena deportiva no
ha arrojado ninguna luz sobre un entorno, de gran
valor, necesitado de una intervención rehabilitadora
y amenazado todavía por una operación de despanzurramiento
(sventramento) demoledora.
La Copa del América ha desaparecido del panorama social
y urbano como estela en la mar, dejando tras de sí,
un rastro de despilfarro y de construcciones inútiles,
mientras los vecindarios próximos han sido abandonados
a su suerte, o a la espera de unas demoliciones masivas,
sin sentido ni justificación.
3.3.
Gran Premio de Europa de Formula I
El
último evento incorporado a la ciudad, por ahora,
ha sido la celebración del denominado Gran Premio
de Europa, en agosto de 2008. Ocupando terrenos que
habían sido parcialmente reurbanizados
para la Copa América, ha requerido nuevas transformación,
en cuya ejecución no se han escatimado medios, ni
irregularidades.
La
celebración-gestión del evento

El
propietario y organizador de la competición de la
Fórmula I, Bernie Ecclestone, vendió a una sociedad ad-hoc,
Valmor (13), los
derechos de explotación del evento. El acuerdo firmado
en mayo de 2007 (un año y dos meses antes de la celebración
de la prueba) comportaba el pago de un canon de 26
millones de euros, a cambio de la explotación comercial
de la prueba y de gran parte de los derechos audiovisuales.
La sociedad gestora debía asumir el gasto del montaje,
y desmontaje, de las gradas, pero no de la construcción
del circuito que corría por cuenta de la Administración
Pública. A destacar la celeridad con que las AA.PP.
han ejecutado los proyectos y las obras, mostrando
que cuando hay voluntad política la proverbial lentitud
de las Administraciones es superada.
La
ejecución del proyecto del circuito
Es
difícil evaluar la ejecución del proyecto del circuito
sin dar cuenta del cúmulo de irregularidades, arbitrariedades
y despropósitos de todo tipo que lo han acompañado;
en su desarrollo ni siquiera se procedió a redactar
la preceptiva “Evaluación del Impacto Ambiental”(14).
La construcción del circuito de Formula I fue presentado
públicamente como la “conexión de la avenida de
Francia y el paseo de la Alameda con la Marina Real
Juan Carlos I y el Acceso Norte al Puerto y su compatibilidad
con la celebración de eventos deportivos”, como
si fuera una obra urbana más, una actuación sobre
el viario, y no lo que es: un circuito de Formula
I. De hecho uno de los lemas de oposición, probablemente
el más acertado, lo destaca cuando proclama “València no és un circuit” frente a la propaganda oficial que lo presenta
como “València Street
Circuit” [sic en inglés](15),
planteando temas centrales a la hora de analizar esta
iniciativa: lo local frente a lo “globalizado”; la
lengua nacional, el valenciano-catalán, frente a la
global, el inglés; la ciudad amable, vivible,
frente a la ciudad-negocio.
La
oposición vecinal: Fórmula Verda
El
trazado del circuito de Formula I discurre por algunas
de las zonas más deterioradas de la ciudad. Hasta
hace pocos años acogía industrias químicas pesadas
(detergentes, ácido sulfúrico, depósitos de gasolina,…)
altamente contaminantes, y la desembocadura del rio
antiguo, devenido una cloaca. La celebración del Gran
Premio de Fórmula I, reticencias y críticas al margen,
podría haber sido la ocasión para sanear y recualificar
unos terrenos que lo están pidiendo a gritos. Contiguo
al circuito se encuentra el barrio de Natzaret
uno de los más abandonados y perjudicados por el modelo
de desarrollo urbano que ha implementado la ciudad.
Para
dar cauce a las reivindicaciones ciudadanas se constituyó
una plataforma denominada Formula Verda,
de cuya web hemos tomado algunos de los datos e informaciones que
reproducimos(16).
La asociación pedía que, al menos, se contemplara
la celebración del Gran Premio como una ocasión para
ordenar y urbanizar el delta del Turia, el tramo final
de la desembocadura del rio,
y la resolución de los graves problemas urbanísticos
que afectan a la fachada litoral urbana. “València, del riu a la
mar? Delta verd o Formula
I?” fueron los lemas con que presentaron sus alegatos
en contra de la forma en que se ha gestionado el evento-proyecto.
Ninguno de sus planteamientos ha sido tenido en cuenta.
La carrera automovilística y la construcción del circuito
se han realizado sin contar para nada con la opinión
de los vecinos afectados, sin resolver la conexión
de la ciudad con el litoral por el río, una buena
muestra de lo que es la improvisación, y la falta
de un planeamiento global que aproveche las inversiones
realizadas.
El
coste del evento: balance
El
Proyecto de “conexión de la avenida de Francia y la
Alameda con el puerto, compatibles con la celebración
de un Gran Premio de Fórmula 1” establece un presupuesto
de casi 37 millones de euros. Esta inversión se limita
a la construcción de los viales, sin incluir otras
instalaciones.
Es
difícil conocer cuál ha sido el dispendio por parte
de la Administración Pública. Por su parte, la Consellera
(Ministra autónomica) de Turismo evaluó en unos 70 millones de euros
el gasto de los visitantes en los días de la competición(17). A falta de datos
globales y fiables de los costes, tanto para el sector
público como para el privado, conviene recordar la
existencia de otro circuito automovilístico situado
a unos 20 kilómetros de València,
de propiedad pública, y donde el gobierno autónomo
ha gastado cerca de 66 millones en enjugar las pérdidas
acumuladas en los dos últimos años(18).
Grandes
Proyectos sin Grandes Eventos en el entorno del litoral
Atravesado
por el circuito de Formula I, aunque sin relación
directa con el evento se encuentra la denominada “Marina
Real Juan Carlos I”, en un área dónde hasta hace poco
se localizaban depósitos petrolíferos y naves industriales.
La zona fue objeto en 2007 de un concurso para definir
su ordenación, en el que resultaron ganadoras exaequo
las propuestas presentadas por el estudio GMP Architects
(Meinhard von
Gerkan y Volkwin Marg) y el equipo formado
por Jean Nouvel y un arquitecto
local, José María Tomás, en la que se retomaba casi
literalmente un proyecto anterior del propio
Nouvel para la zona: València
Litoral.
El
recurso de otorgar dos primeros premios es una vieja
artimaña que permite a la Administración disponer
de manos libres para actuar. En efecto, posteriormente
se ha encargado al arquitecto Tomás la labor de refundición
de los dos proyectos premiados, incorporando el trazado
del circuito de Formula I. La versión presentada en
el verano de 2008 plantea una ordenación en planta
libre, similar a los proyectos previos de Nouvel,
con modelo tipológico de edificios en gran altura,
algo inusual en el perfil urbano (sky line) de València,
y cuya viabilidad es, en este momento, más que dudosa.
Deja sin resolver una adecuada conexión con el colindante
barrio de Natzaret y con
el resto de la ciudad, desaprovechando una ocasión
única para reestructurar una zona muy deteriorada,
facilitando el acceso de la ciudad a la mar.
4.
Balance y Conclusiones
Aunque
a lo largo del texto ya se han recogido algunas de
las conclusiones más significativas, las sintetizamos
en forma resumida:
1.
La apuesta por los Grandes Eventos – Grandes Proyectos
tiene ganadores fijos: el sector de la construcción
que se beneficia de encargos de alto nivel, con independencia
de la rentabilidad posterior, sin asumir riesgos,
que corren por cuenta del capital público.
2.
Y perdedores fijos: la prestación de servicios sociales,
que sufren una merma y un deterioro importantes.
3.
Llama la atención la escasa respuesta ciudadana. Ninguna
en relación a la Ciudad de las Ciencias, escasa en
el caso de la America’s
Cup y algo más notable en
la oposición al circuito urbano de Formula I, la operación
que constituye la agresión más palmaria para la calidad
de vida urbana. La ciudadanía, los súbditos contribuyentes,
han asistido, entre pasmados y fascinados, al espectáculo
circense en que se ha convertido el gobierno, la construcción
de la ciudad. Pocos han sido los espantados y alarmados,
y menos los que se han atrevido a criticar esta feria
de vanidades, este salón de la moda (arquitectónica)
que ha devenido la acción urbanística.
4.
El Urbanismo, el Planeamiento, ha sido el gran sacrificado
en este conjunto de operaciones. Abandonando su naturaleza
de instrumento racionalizador
de las políticas urbanísticas territoriales, subvirtiendo
el interés público, social, de la mayoría.
5.
Mirando el futuro. A principios de otoño de 2008 el
sector financiero se encuentra sumido en una convulsión
que sólo unos pocos habían sido capaces de advertir.
A la crisis financiera mundial hay que sumar la particular
crisis inmobiliaria estatal, agravada en el País Valenciano
por una expansión desbordada en la década anterior.
¿Perseverará la Administración Publica en su actitud,
cual jugador que acumula pérdidas doblando la apuesta,
o desistirá de seguir enterrando capitales en actuaciones
de escasísima rentabilidad social?, ¿inducirá la crisis
un cambio de modelo urbano, en el que se contemple
una ciudad más participativa, igualitaria, amable,
austera, confortable, al servicio de los ciudadanos,
y no de las grandes empresas?, ¿son estas ideas utópicas?
FGiD
Notas
(1)¿Marcará
la crisis financiera global del otoño de 2008 el final
del denominado capitalismo de casino, del neoliberalismo
rampante, del sometimiento de los poderes públicos al económico, al financiero,
la caída del dictado del mercado, de su invisible pero férreo muro?
(2)Este
texto fue escrito en su mayor parte antes de la crisis
financiera global desatada en el otoño de 2008, donde
la actuación del sector público en beneficio del sector
financiero ha llegado a extremos inimaginables previamente.
(3)Una parte significativa del contenido de
este punto, así como del siguiente, procede de GAJA
i DÍAZ, FERNANDO [2007]: “La Ciudad de València: el Litoral
y la Copa del América. La Escenografía de la Opulencia.”
en SAINZ GUERRA, JOSÉ LUIS (Ed.). La remodelación
de las ciudades europeas. Viejas áreas y nuevos usos.
Las grandes operaciones de remodelación urbana en los últimos. Universidad
de Valladolid. Valladolid.
(4)En 1996 su población era de
746.683. Fuente: Instituto Nacional de Estadística.
2001-2006, población a 1 de enero, Padrón Municipal de Habitantes, tomado de http://www.valencia.es/
[Consultado 09/09/2008]
(5)GAJA i DÍAZ, FERNANDO [2008]:
“Paisajes después del «Tsunami Urbanizador» en
el litoral mediterráneo español. El final del ciclo de hiperproducción inmobiliaria 1996-2007”. En prensa, Universidad Simón Bolívar
(Caracas, Venezuela)
(6)
Levante-EMV, miércoles 06 de
agosto de 2008, http://www.levanteemv.com/
La estimación se extrae de un informe
del IVIE, que no ha podido ser localizado.
(7)
Las cifras del impacto aducido
son las siguientes: empleos 41.419, efecto inducido
sobre la renta 1.200 millones de euros, y gasto turístico generado unos 107 millones de euros. Datos con
una baja fiabilidad y que se adentran peligrosamente en el campo de la manipulación
y la propaganda política.
(8) Ibídem nota 6
(9)
http://www.planum.net/4bie/main/m-4bie-valencia.htm
(10)Como otros eventos-proyectos
organizados desde el sector público entre los que
destacan la visita del Jefe del Estado Vaticano.
(11)
IVIE, Instituto Valenciano de
Investigaciones Económicas. Estamos ante un balance
para-oficial, ya que el informe responde a un encargo de la propia Administración Pública. Cfr. MAUDOS, JOAQUIN (Dr.) [2007.XII]: “Impacto económico
de la XXXII América’s Cup València 2007” - IVIE (Instituto
Valenciano de Investigaciones Económicas), València. http://www.ivie.es/downloads/ws/2008/ac1/informe_ac2007.pdf
<Consultado11.09.2008>
(12)
En realidad la cifra invertida
por el gobierno valenciano en su Plan de Acción para
la America’s Cup 2004/2007 asciende a 2.261 millones de euros, pero el Informe del IVIE pero contempla
en el cálculo de impactos económicos la indicada
de 1.247, casi la mitad.
(13)
Integrada por tres socios: dos
empresarios locales (Fernando Roig, dueño del club
de fútbol Villareal y de empresas cerámicas, Jorge Martínez “Aspar”, ex campeón mundial de motociclismo),
y una caja de ahorros, Bancaixa.
De acuerdo a la legislación vigente las
Cajas de Ahorro son entidades sin ánimo de lucro y
con una expresa finalidad social. Bancaixa es la 6ª entidad financiera a nivel
estatal, y la 3ª entre las Cajas de Ahorro, por volumen
de recursos ajenos. http://www.euroresidentes.com/vivienda/hipotecas/entidades_que_le_dan_la_hipoteca.htm
[Consultado 18 sep 2008]
(14)
En el manifiesto de oposición a la prueba impulsado por la plataforma
“Fórmula Verda” se
habla de un “estado de excepción ambiental”,
destacando que un total de 8 leyes distintas fueron
vulneradas en su construcción.
(15)
http://www.valenciastreetcircuit.com/
[Consultado 11 sep 2008]
(16)
http://www.formulaverda.com/
[Consultado 18 sep 2008]
(17)
El País, 17 de agosto de 2008.
La estimación está basada en una asistencia estimada
de 140.000 espectadores y un gasto per cápita de 500 euros. La capacidad
del circuito a ocupación plena supera ligeramente
las 110.000 personas.
(18)
http://www.levante-emv.com/