Muchas veces he visto que se me citaba como uno de los difusores del "modelo
Barcelona", especialmente en el exterior, en Europa
y América latina. Eso es cierto, por lo menos en parte.
Después de los JJ.OO mi etapa en el gobierno municipal entraba en
su tramo final. Permanecí
aun dos años más en el Ayuntamiento cómo "delegado
del Alcalde para las relaciones internacionales":
Esta actividad
que anteriormente había sido complementaria se convirtió
en oficial y principal. La participación en congresos,
seminarios, conferencias o mesas redondas hacía inevitable
aparecer como representante de una experiencia considerada
exitosa. Cuando el Programa de Gestión Urbana de Naciones
Unidas y Banco Mundial me encargaron un libro lo titularon
"Barcelona, un modelo de transformación urbana"
que se publicó en inglés y castellano en 1995. El título
no es del autor, fue una decisión de los responsables
del PGU (NN.UU.-WB).
Fue mi última actividad en el Ayuntamiento. El libro que coordiné y en parte
escribí, pero en el que colaboraron diversos autores,
políticos y técnicos, todos vinculados de formas diferentes
al gobierno de la ciudad, no se caracteriza por ofrecer
una visión crítica y si bien no es propagandístico, enfatiza la lectura
positiva de las políticas públicas de los primeros 15
años de democracia.
Hay que decir que entonces y también ahora, pienso que la transformación de
la ciudad desde 1979 hasta ahora ha sido globalmente positiva.
Con la distancia y el hecho que desde los mediados de
los años 90 han sido más visibles las omisiones o aspectos
negativos de la gestión municipal, me ha conducido a analizar
el proceso urbano de Barcelona desde una perspectiva,
si me permiten la expresión, más "dialéctica",
es decir procurando descubrir las contradicciones del
proceso, las virtudes y las debilidades de las políticas,
las intervenciones conflictuales
de los diferentes actores, los efectos perversos de los
éxitos y los defectos
de algunos de los grandes proyectos.
Creo sinceramente que hay que desmitificar el así llamado "modelo Barcelona". Por tres razones
principales.
En primer lugar por inadecuación del término "modelo". Un modelo
es una construcción conceptual, abstracta, que facilita
el análisis de realidades concretas pero no es una fotografía
del objeto real-material. Si es acertado es una clave
interpretativa, casi siempre parcial, de la realidad.
Segundo: el modelo, en el lenguaje habitual, hace pensar en un diseño formal
que se puede reproducir in situ y con valor general. La
transformación de Barcelona no lo es. Se puede hablar
de un método urbanístico o de un proyecto político, pero
no de un modelo formal. El término "modelo"
en todo caso podría aplicarse al diseño físico de Cerdà
para el Eixample,
pero hay que tener en cuenta que se trataba de una propuesta
para un gran espacio vacío, diez veces mayor que la ciudad
existente.
Tercero: el modelo Barcelona cuando se dirige al exterior o hay una recepción
del mismo, se tiende a interpretar como un conjunto de
normas y actuaciones que configuran una propuesta urbanística
ideal y transferible. Pero ni es posible hacer esta transferencia,
ni hay un urbanismo ideal definido. Cada ciudad es un
caso, los problemas pueden ser similares, los criterios
u objetivos compartidos, las respuestas tienen que ser
necesariamente diferentes.
La mitificación del "modelo Barcelona" ha sido un factor de promoción
de la ciudad pero también ha tenido efectos negativos.
En Europa y otras partes del mundo se admiró a una ciudad
que con los JJOO entró en un proceso de encantamiento
autosatisfecho y cuyos gobernantes fueron perdiendo el
sentido crítico. Gradualmente una parte de la ciudadanía
y de la opinión experta internacional
empezó a mostrar un cierto malestar y cansancio,
incluso decepción, especialmente a partir del nuevo siglo.
Operaciones "emblemáticas" como el Fórum 2004, o la Plaza Europa (entre la
ciudad y el aeropuerto (una treintena de torres como dejadas
caer al albur en un páramo suburbano) y el abuso de objetos
arquitectónicos descontextualizados, a menudo obras caprichosas
de arquitectos famosos (ejemplo: Nouvel, la mal caída
torre Agbar y el
absurdo diseño del Parc Central del Poble Nou), no han
obtenido buena crítica y se han considerado una perversión
del "modelo". En América latina, con la distancia,
la mitificación no siempre correspondía a un conocimiento
preciso y continuado del urbanismo barcelonés, y a menudo
se han querido copiar algunos programas o proyectos sin
la debida adecuación. Algunos profesionales, unos vinculados
al urbanismo de Barcelona, otros tan solo vagamente conocedores del mismo, con buena
fe o por oportunismo, han vendido
un modelo idílico
" prêt à porter " que no ha llevado a ningún sitio.
El
caso de Barcelona es más explicativo exponerlo como un
proceso contradictorio en el que intervienen: a) las políticas
públicas y la fuerza inercial de las mismas, b) las relaciones
de fuerza entre las dinámicas del mercado y los actores
económicos capitalistas y las demandas y movilizaciones
sociales o populares y c) la influencia de las culturas
urbanísticas acumuladas y las ideas predominantes en los
sectores profesionales e intelectuales.
De
dónde proceden las ideas sobre el urbanismo barcelonés
Las políticas urbanas no nacen de la simple voluntad política o de las visiones
de los profesionales. En el caso de Barcelona tenemos
que distinguir tres factores contextuales que han condicionado,
en un sentido positivo, el urbanismo de la democracia.
Primero: La existencia de una cultura urbanística específica. Podríamos definirla
como la voluntad de hacer una ciudad compacta, tanto cuando
las condiciones permiten "hacer ciudad sobre la ciudad"
como cuando hay que planificar el desarrollo urbano en
las periferias. A principios de siglo XIX era
evidente el agotamiento de la ciudad en el interior de
las murallas. El clamor ciudadano, popular y burgués,
profesional y social, consiguió derribar las murallas.
El desarrollo se hizo mediante la continuidad urbana,
a una escala y una trama diferentes, siguiendo unos planes, principalmente el de Cerdà, pero también influyeron en la cultura urbanística
local, en mucha menor escala,
las alternativas o las continuidades: Rovira i
Trias 1859, Garriga i Roca 1862, Baixeras 1867, Garcia
Faria 1891, Jaussely 1905, hasta el Plan Macià o Le Corbusier
1932. Los planes y las propuestas, incluso los que no
se realizan, forman parte de una cultura que influye en
el urbanismo posterior. Se manifiesta desde la demolición
de las murallas, una voluntad colectiva de "hacer
ciudad", en la cual se expresan intereses contradictorios,
desde la "gran Barcelona" como motor económico y cultural de la Cataluña de la Lliga, hasta las políticas
socialdemócratas que promueven Esquerra
Republicana
y el GATPAC
al inicio de los años treinta. Estas políticas o proyectos
priorizan equipamientos y viviendas para los trabajadores, ideas e iniciativas que se radicalizarán en
un sentido anticapitalista en el periodo revolucionario
(decretos de municipalización del suelo urbano y de colectivización
del sector de la construcción de 1937). La cultura del
planeamiento urbano es vigente incluso durante la dictadura:
Plan
comarcal de 1953, Esquema director metropolitano de 1964-67,
Plan general metropolitano 1974-76. En estos
planes y
proyectos no solo colaboraron los equipos profesionales
cualificados, también hubo debate ciudadano (especialmente en los años 70), y si bien recibieron
críticas por la opacidad derivada del marco político dictatorial
también cuando hizo falta
fueron defendidos por los sectores democráticos profesionales,
de comunicación y cívicos. Como ocurrió con el Plan general
metropolitano (1974-76) que suscitó una activa defensa
de colegios y colectivos
profesionales (como el Ceumt) y de la prensa local de
orientación democrática.
Las políticas urbanas de los gobiernos progresistas de la democracia no insistieron
sobre el planeamiento, aparente paradoja, sino sobre los
proyectos, más o menos complejos, pero ejecutables. Las
razones son evidentes: hacía falta priorizar el hacer
ciudad sobre la ciudad por una parte y por otra, el planeamiento y la legislación vigentes
ya ofrecía un arsenal de instrumentos para actuar y para
responder a las demandas sociales. Pero transferir estos
criterios a otras ciudades, por ejemplo latinoamericanas,
donde no existe ni la misma cultura de planeamiento, ni
los mismos instrumentos legales para hacer proyectos orientados
por el interés social mayoritario, hubiera sido un error.
Además hay que tener un cuenta la diferente estructura
social de las ciudades españolas y latinoamericanas.
Segundo: En Barcelona existe una "sociedad civil" implicada en el
urbanismo y la calidad de la ciudad, como se deduce del
punto anterior. Pero hay que añadir que en los años 60
y 70 se generó una crítica urbana y se difundió y legitimó
un conjunto de valores y criterios sobre el urbanismo
que crearon un ambiente consensual y una capacidad de
presión social considerable. Los dos actores principales
fueron por una parte un movimiento popular urbano y ciudadano que integraba sectores
trabajadores de barrios tradicionales o periféricos y
sectores de clases medias. Y por otra parte sectores profesionales,
culturales, universitarios y de medios de comunicación.
Podríamos añadir los sectores ilustrados del empresariado
(Círculo de Economía). Todo junto creaba unas condiciones
que favorecían una política urbana transformadora. Los
programas de los partidos políticos en las primeras elecciones
municipales (1979) eran bastante similares, expresaban un "consenso activo"
positivo que incluía a los partidos más o menos de izquierdas
(PSUC, PSC, ERC) y los partidos de centro (CiU, UCD).
Tercero: El gobierno de la ciudad elegido en 1979 lo formaban un ancho espectro
político-social-cultural hegemonizado
por
los dos partidos entonces principales (PSC
y PSUC
habían sido los dos más votados), pero con la participación
de CiU (que a medio mandato pasó a una oposición
blanda hasta los JJ.OO). A lo largo de los 30 años que
siguieron esta mayoría se ha mantenido hasta las últimas
elecciones. Los tiempos del urbanismo son largos, un proceso
de transformación de la ciudad no se hace ni en uno, ni
en dos mandatos de 4 años. No sólo ha habido tiempo y
una mayoría política y social estable, también se han
dado unas circunstancias excepcionales. Las demandas de
la sociedad estaban arraigadas y habían conseguido un
importante nivel de agregación y una complicidad en los
sectores políticos y profesionales que habían llegado
al poder local.
A partir del segundo mandato la hacienda local se fue saneando y se inició
un periodo de reactivación económica en el país y en Europa.
España se pone de moda y Barcelona, próxima a Europa,
está bien situada para reconvertir su base económica industrial
en una ciudad de servicios personales y a las empresas
y en turismo. La candidatura olímpica da a la ciudad el
impulso definitivo.
Resumiendo, el caso Barcelona puede estudiarse como un ejemplo exitoso derivado
de su transformación urbana, con sus contradicciones y
sus efectos perversos o no deseados, o resultado de omisiones
y concesiones a los agentes (“developers”) privados. El
balance en muchos aspectos se puede considerar relativamente
positivo. Las circunstancias fueron también muy favorables. Sería erróneo, gratuito y confusionario presentarlo
como un modelo perfecto, transferible e imitable.
La
recepción en el exterior del “modelo Barcelona”
Nos parece necesario objetivizar el discurso sobre Barcelona, asumiendo sus
contradicciones, “sus luces y sus sombras” como intentamos
hacer en el libro citado al inicio de este texto. Es también
una condición necesaria para una
recepción eficaz y correcta por parte de públicos exteriores.
En los últimos 20 años he desarrollado una parte importante
de mi vida profesional en el extranjero, especialmente
desde comienzos de 1995 cuando cesé en el gobierno de
la ciudad. He trabajado principalmente en Francia y en
América latina, con estadías más breves y espaciadas en
Italia, Portugal y Estados Unidos. Hay que decir que en
todas partes he encontrado un ambiente, en general, muy favorable
al "modelo Barcelona", lo que se ha hecho, cómo
se ha hecho y cómo se ha interpretado. No quería, obviamente, negar el balance positivo pero tampoco me parece
ni honesto intelectualmente, ni positivo para la ciudad
alimentar la visión idílica, acrítica y no siempre
bien informada de mis interlocutores.
El discurso triunfalista en realidad ha provocado reacciones en sentido contrario
en la misma ciudad. Críticos moderados que reconocen el
valor positivo de las transformaciones de la ciudad han
tendido a ampliar su visión crítica y acercarse a las
voces hipercríticas, minoritarias tanto en Barcelona,
como en el exterior, que a partir de los aspectos negativos,
silenciados por el discurso dominante, exponen una visión
radicalmente crítica, la de una ciudad rica que excluye
a los pobres, un urbanismo y una arquitectura de apariencias al servicio
de la especulación y la ostentación y un gobierno cómplice
de promotores y constructores que ha dado la espalda a
los movimientos ciudadanos. Esta visión radical, negativa,
no la comparto, pero reconozco que se basa en elementos
reales. Es la otra cara del discurso publicitario que
ha practicado el gobierno de la ciudad y una parte importante
de los sectores profesionales y culturales bien relacionados
con aquél, así como algunos personajes internacionales,
que incluso escribieron libros laudatorios, como Ken Hugues
(1992) y Peter Rowe (2006). En un caso todo se blanco,
en el otro todo se negro. En Barcelona se ha generalizado
bastante la idea dicotomica que divide el urbanismo en
dos períodos temporales: el buen urbanismo es el que llega
hasta los Juegos Olímpicos y el perverso es el posterior.
En este caso habría dos "modelos", el bueno
y el malo, como en el cine. Facilita el análisis pero
proporciona una visión sesgadadade la realidad. Ni todo
fue perfecto en el primer períódo, ni todo es rechazable
en lo hecho después de los JJ.OO. Aunque ciertamente en
este segundo período las sombras han aumentado en número
e intensidad.
He preferido rehuir a los modelos estructurales y practicar una perspectiva
historicista,
analizar unos procesos complejos, sus precedentes y condicionantes,
las contradicciones objetivas y los conflictos entre los
actores, sus impactos
en la realidad social, incluidos los efectos perversos
del éxito. Y en la medida de mis posibilidades, construir
un discurso equilibrado y comprensible tan para
el público local como por el exterior. A éste me quiero
referir ahora.
Creo que desde Barcelona hay que hacer un discurso crítico que se avance a la crítica exterior que tiende más a seguir las modas Pues
si bien Barcelona todavía disfruta de una muy buena fama
en los medios de comunicación masivos y en la opinión
pública en los sectores políticos y profesionales, en
los últimos 10 años han empezado a manifestarse reticencias
y algunos del grandes proyectos urbanísticos y obras arquitectónicas
recientes (por ejemplo operación Fórum 2004, o
las citadas obras de la Plaza Europa y del
Parque Central del Poble Nou de Nouvel) no han suscitado
entusiasmos. Mantener actualmente el discurso ingenuo
e idílicamente positivo (como a menudo hacen los responsables
municipales) no solo es cerrar los ojos a una parte de
la realidad, es poco hábil. No hay que olvidar que cuando
se pierde la hegemonía intelectual a la larga es pierde
la influencia en los sectores mucho más amplios de la
vida política y social.
En América latina la recepción del "modelo Barcelona" nos plantea
una cuestión ética importante, que no se plantea igual
en el ámbito europeo. En Europa se ha admirado el urbanismo
barcelonés, en algunos casos se han encargado proyectos
o asesorías a profesionales de la ciudad, pero no se puede
decir que el discurso sobre la política y las estrategias
urbanas de origen barcelonés haya modificado significativamente
la cultura y la práctica del urbanismo en los países de
nuestro entorno. Otras ciudades españolas han realizado
políticas similares, en espacio público especialmente,
y si bien en algunos casos se refieren a Barcelona es
más bien por compartir una cultura urbanística similar
y no por influencia de un polo dominante barcelonés que
solo existe por ahora en futbol. En realidad hay unacultura
urbanística europea en gran parte compartida y el caso
de Barcelona, por la talla, la rapidez y el éxito mediático
de su transformación, ha confirmado su pertinencia. En
América latina en cambio cuando "se ha comprado el
discurso" no ha significado que ello se materializara
en una acción coherente, continua, transformadora. En
todo caso se ha traducido en actuaciones puntuales, dispersas
o intermitentes. Se ha interpretado o aplicado, voluntariamente
o por la fuerza de las circunstancias, en el marco del
neoliberalismo imperante: plan estratégico sin capacidad
reguladora pero legitimador de proyectos urbanos puntuales,
promoción de la ciudad más por la vía de enclaves que
de la integración ciudadana, falta de criterios y de programas reductores de
las desigualdades sociales, etc. En otros casos ha servido
para promover actuaciones parciales, interesantes en sí
mismas, pero sin capacidad transformadora de partes importantes
de la ciudad y de efectos contradictorios. Y en muchos
otros casos las propuestas o proyectos inspirados por
el caso de Barcelona y por profesionales que han tenido
alguna vinculación esta ciudad han quedado reducidos a
discursos, papeles, documentos, ideas en el aire… No es
necesariamente negativo, es un poso positivo el que quedará,
pero no todo, por no decir la mayoría de las veces, lo
que se ha planteado o iniciado en las ciudades latinoamericanas
citando el ejemplo de Barcelona ha tenido resultados equivalentes.
Las debilidades de los marcos legales y políticos, la escasa complicidad entre
sectores profesionales y en general de las clases medias
con los movimientos populares y la relativamente insuficiente
capacidad de éstos para influir en las políticas públicas
integrales ha derivado en unos casos en una recepción
más legitimadora culturalmente que eficaz en la práctica
por parte de sectores políticos y profesionales y en otros
ha servido a una política más clientelar que ciudadana,
especialmente cuando se trataba de programas dirigidos
a sectores de ingresos bajos o medio bajos.
La gran desigualdad social a la que ya nos hemos referido es un handicap difícilmente
superable: cuando la mitad de la población vive bajo el
umbral de pobreza y a menudo en condiciones de fuerte
exclusión social, estrategias como las nuevas centralidades,
la rehabilitación de barrios o los efectos redistributivos
de los espacios públicos no se pueden plantear de la misma
manera. Hay que vincular estas acciones con programas
destinados a satisfacer necesidades básicas (empleo, alimentos,
acceso a la escolarización, salud pública, etc).
Algunos de los profesionales que hemos sido vinculados a la gestión urbana
en Barcelona, hemos trabajado también en algunas ciudades
latinoamericanas. En mi caso en bastantes: México
DF, Monterrey,
Bogotá, Santiago
de Chile, Valparaíso,
Buenos Aires, Córdoba,
Rosario,
Sao Paulo y Santo André, Rio de Janeiro, La Habana, etc. Hemos
intentado adaptarnos a unos entornos muy diferentes. Seguramente
no siempre lo hemos conseguido. Y en todo caso soy consciente
de que a menudo nuestro discurso barcelonés ha dado pie
a interpretaciones que no compartíamos y que han servido
para legitimar prácticas políticas con las cuales no nos
podíamos identificar. Sería conveniente que los profesionales
de Barcelona que han trabajado en América latina hicieran
un análisis autocrítico.
Desmitificar el "modelo Barcelona" presentando sus sombras es la
mejor manera de hacer creíbles las muchas luces que se
han encendido en la ciudad. Reconocer que no es un modelo
transferible a otras ciudades no sólo es una cuestión
de responsabilidad intelectual, es también ofrecer un
conjunto de ideas y criterios que pueden estimular a otros
a buscar soluciones propias. Sin embargo la experiencia
transformadora de Barcelona, relativamente exitosa, pero
también contradictoria y con crecientes efectos perversos,
compleja y realizada en un período de tiempo
corto (para los que son los tiempos del urbanismo)
nos facilita claves que nos ayudan a evaluar otras experiencias
de ciudades que en algunos casos se consideraron influenciados
por Barcelona en algunos aspectos (Rio de Janeiro, Buenos
Aires) y en otros no (Bilbao, Monterrey).
El
no modelo Barcelona y su utilidad para analizar otros
casos

Figura
1. Barcelona
No hay duda que la estrategia o quizás mejor el método urbanístico de Barcelona
resultó eficaz. Ya nos hemos referido a las circunstancias
favorables cultura urbanística acumulada y a la movilización
gradual de la sociedad civil a partir de la década de
los sesenta. Y también
la continuidad de una mayoría política progresista
a lo largo de las dos últimas décadas del siglo en que
se forjó el “modelo Barcelona”. Hay que destacar un hecho
que no siempre se tiene en cuenta: las oportunidades existen
si se saben aprovechar, lo cual supone que previamente
los actores protagonistas saben lo que quieren. El gobierno
de la ciudad y los liderazgos sociales y culturales lo
sabían. Y cada oportunidad se supo aprovechar: movilización
ciudadana primero, proyectos urbanos ambiciosos una vez
obtenida la candidatura olímpica, concertación con agentes
privados cuando la ciudad devino más atractiva para los
inversionistas. Pero no bastan las circunstancias favorables.
El marco legal existente (legislación urbanística, planeamiento
vigente) permitía disponer de una diversidad de instrumentos
que permitía un importante protagonismo público (por ejemplo
el destino obligado para equipamientos o espacios públicos
del suelo si cambiaba de uso). Lo cual permitió definir
de entrada unos objetivos políticos-urbanos deseados y
viables: renovación de centros históricos; equilibrio
empleo-residencia en el Ensanche, la extensa área central;
nuevas centralidades; desarrollo del frente de mar; reconversión
de la zona portuaria y de las zonas industriales; rehabilitación
de los sectores degradados o deficitarios en los barrios populares; etc. Es decir primero se
define un plan político de objetivos y actuaciones y se
intenta generar los máximos consensos institucionales
y ciudadanos posibles; luego se elabora un proyecto inicial,
complejo, de carácter integral y se somete a información
y debate ciudadano; a
continuación se busca la figura legal que conviene aplicar
en cada caso; a partir de este momento se deben encargar
los diversos programas y proyectos técnicos que correspondan,
los cuales a su vez deberán ser debatidos y aprobados.
Este método supone la combinación de unos criterios generales de cultura política
y urbanística muy definidas como fue en los primeros años
de la democracia: concepto de ciudad igualitaria, que
hoy llamaríamos derecho a la ciudad para todos; protagonismo
de las centralidades, los ejes, el espacio público y la
movilidad (“monumentalizar la periferia y hacer accesibles
los centros”); apuesta por la mixtura de funciones y poblaciones,
reducir al máximo posible la especialización funcional
y la segregación social; etc. La aplicación consecuente de estos criterios
supone a su vez
un liderazgo político muy potente, un alto nivel cultural
y técnico y de compromiso ciudadano de los equipos profesionales
y una sociedad civil activa, crítica y con capacidad de
movilizarse.
A pesar de las circunstancias favorables , de la bondad de los criterios y
de la capacidad para aplicarlos de los actores políticos
y profesionales protagonistas el resultado no siempre
respondió a los objetivos en unos casos y en otros, por
acción o por omisión. No siempre hubo coherencia en la
actuaciones públicas, por ejemplo el gobierno de la Generalitat
disolvió el ente metropolitano cuando más necesario era,
fue a finales de los 80cuando se concretaron los proyectos
de gran escala. No se previeron los efectos perversos
o incluso se conculcaron los objetivos proclamados. En
el caso de Barcelona señalemos como puntos negros: la
falta de política de vivienda social y concertada y de
política de suelo para hacerla efectiva; la insuficiencia
del sistema regional de transporte público correspondiente
al mercado de trabajo y a la movilidad cotidiana; y la
inexistencia de un gobierno metropolitano correspondiente
a la ciudad real, el ámbito no solo de la base económica
local, también de la población aglomerada y en el que
se dan las desigualdades sociales principales.
Por lo tanto si analizamos a continuación otros casos (Bilbao y Monterrey,
Rio de Janeiro y Buenos Aires) utilizando las claves interpretativas
derivadas del supuesto “modelo” no es para comparar a
partir de un prejuicio favorable a Barcelona. En todos
los casos hay aspectos positivos y negativos y nunca son
los mismos. Simplemente utilizamos los indicadores positivos
que orientaron la transformación barcelonesa para ver
hasta que punto se cumplen o no en otras ciudades.
El somero análisis sobre los otros casos lo haremos teniendo en cuenta cinco
criterios (no son los únicos pero si los más directamente
urbanísticos) que en Barcelona han sido considerados exitosos
aunque no se han evitado que se hayan producido efectos
perversos. Estos criterios son:
Uno. La integralidad de la actuación que en el caso barcelonés se ha aplicado
a proyectos de intervención sobre la ciudad compacta,
bien en el centro histórico (Ciutat Vella), bien en zonas
industriales en proceso de reconversión (22@).
Dos. Producción de nuevas centralidades como operaciones
estratégicas, complejas, relativamente largas y costosas,
que requieren una diversidad de agentes públicos y privados
y que reciben un impulso decisivo si se sabe aprovechar
(o propiciar) una oportunidad favorable (ejemplo obvio:
los Juegos Olímpicos, pero fracaso relativo de la operación
Forum del 2004).
Tres. Articular la ciudad existente con el entorno
metropolitano mediante ejes potentes vinculados a los
sistemas de movilidad y a las nuevas
centralidades. Ya hemos expuesto la debilidad de
la política metropolitana que no ha cumplido adecuadamente
una función integradora
coherente y reductora de desigualdades a escala
de la aglomeración plurimunicipal. En unos casos incluso
la fragmentación politica existente ha producido proyectos
monstruosos en la periferia como la Plaza Europa.
Cuatro. La actuación en los barrios populares y zonas
mal integradas en la ciudad mediante operaciones de rehabilitación
de las viviendas, mantenimiento de la población y atracción
de nuevos grupos sociales, creación de equipamientos y
espacios públicos de calidad y facilitar la accesibilidad
y la visibilidad. Entre otros objetivos convertidos en
slogan recordemos el “monumentalizar la periferia y hacer
accesible el centro”.
Cinco. La Gestión descentralizada y participativa
de las proyectos y
programas urbanos que permitan crear consensos activos
con los distintos colectivos sociales en especial los
más demandantes con
el fin de reducir la desigualdad social y el desequilibrio
territorial y de facilitar la expresión de las reivindicaciones
ciudadanas. Barcelona no es Porto Alegre pero en los años
80 de democracia si que funcionó una relación fluida entre
los colectivos ciudadanos y el
gobierno de la ciudad.
Bilbao
y Monterrey. Una experiencia afortunada, una perla en
un espacio lacónico
Dos ciudades industriales, caracterizadas por su potente actividad económica,
una estructura social propia del capitalismo clásico (burguesía
y proletariado) y una calidad de la oferta urbana discreta.
Ambas con bastantes similitudes con Barcelona. Y como
en el caso de la capital catalana el municipio relativamente
pequeño es el centro de una aglomeración donde se expresa
la segregación social, uno o dos municipios periféricos
ricos y el resto para los sectores populares con escasa
calidad de ciudad. Ambas también con necesidad de modernizar
su base económica, dotarse de infraestructura cultural
y ofrecer un ambiente urbano atractivo tanto para responder
a las crecientes demandas sociales de los
sectores medios y populares
como para atraer actividades y poblaciones externas.
Y en ambos casos con la “oportunidad” que representó en un caso
la crisis industrial seguida de un período de reactivación
económica del entorno (el ingreso en la Unión Europea
en los 80 en el caso de Bilbao y la posición privilegiada
para la relación con EEUU en Monterrey). En el caso de
Bilbao la oportunidad se concretó en la Operación Ría
para reconvertir una extensa zona industrial central debido
al cierre de la siderurgia y a la necesidad de trasladar
el puerto. Y faltaba algo especial para cambiar la imagen
de la ciudad, que fue el Gughengeim. En el caso de Monterrey fue primero la Operación Fundidora, la reconversión
del viejo parque industrial siderúrgico y luego la Macroplaza
y los equipamientos adyacentes (Museo de arte contemporáneo)
y posteriormente la celebración de un evento, el Foro
de las Culturas. Sin embargo a pesar de las similitudes
los resultados fueron muy dispares.

Figura
2. Bilbao
Bilbao acumuló un conjunto de factores, objetivos
y subjetivos, favorables. El gran “espacio de oportunidad”
de la siderurgia estaba situado en la Ría y en el puro
centro de la ciudad. La operación Ría se planteó conjuntamente
entre el gobierno español y el vasco con el de
la ciudad en un largo período de colaboración entre las
dos fuerzas políticas principales (nacionalistas vascos
y socialistas). Desde el inicio se concibió como una operación
compleja, integral y articulada con otras operaciones
en la ciudad (traslado del puerto, nuevo aeropuerto, el
metro, la mejora del centro histórico, actuaciones en
los áreas experiféricas). Y con la fortuna de contar con
un factor inicialmente no previsto y que se convirtió
en el elemento emblemático que dinamizó la operación,
cambió la imagen de la ciudad y la proyectó en el mundo:
el Gugenheim.
Es lo que podríamos denominar un caso de “serendipity”, apareció algo que
no se buscaba y alguien que lo propició que no se esperaba.
Fue una iniciativa al margen impulsada por el secretario
general de la Cámara de Comercio y el consejero de Cultura
del gobierno vasco que concibieron un proyecto de un gran
equipamiento cultural y encontraron en el espacio disponible
de la Ría el lugar adecuado. Pero ni forma parte del gran
proyecto de la Ría ni se esperaba que tuviera los efectos
mágicos que tuvo. El Gugenheim y su entorno se pueden
considerar como el equivalente a los JJOO de Barcelona
en cúanto proyección exterior.
En resumen se trata de un caso exitoso, con muchas similitudes en el planteamiento
con el de Barcelona, con resultados bastante parecidos.
También lo son algunos efectos perversos como las dinámicas
gentrificadoras, los excesos arquitectónicos (Diagonal
mar y Forum en Barcelona y las 4 torres concebidas por
Pelli y encargadas a él mismo y a otros tres otros arquitectos
divinos), la insuficiencia de la política de la vivienda,
la concepción como un todo de la realidad metropolitana
y en consecuencia el mantenimiento de las desigualdades
sociales aunque sea a escalas diferentes.
No se pueda hablar de la aplicación
del mismo “modelo” pero si de criterios
semejantes, pero aplicados por medios y actuaciones
diferentes. Aunque en ambos casos siempre con un fuerte
liderazgo público y una preocupación positiva por la calidad
de los proyectos. Incluso cuando la problemática es la
misma y los objetivos son coincidentes las respuestas
deben ser distintas, pues la historia, la morfología,
la cultura urbanística, la estructura social, el marco
político y jurídico, los instrumentos y recursos disponibles
y el tipo de liderazgo son diferentes. En todo caso Bilbao
es una experiencia afortunada en el doble sentido de la
palabra: proyectos bien planteados y exitosos favorecidos
por la suerte o el azar de múltiples coincidencias. Se
reaccionó frente a la crisis con ambición. Con independencia de que luego aparecieran
algunos efectos perversos citados.

Figura
3 Monterrey
Monterrey no nos merece, a nuestro parecer, el mismo
juicio. El punto de partida era parecido, aparentemente
los objetivos y el tipo de actuaciones bastante similares,
los resultados muy diferentes. Había diferencias importantes
de entrada. El gran espacio de oportunidad, La Fundidora,
era exterior al área central de la ciudad, separado aunque
cercano al tejido urbano. Se trata de un complejo fantástico,
de una gran belleza, los antiguos edificios y espacios
adyacentes de la siderurgia reconvertidos en equipamientos
culturales, sociales y deportivos. A los que se añadieron
algunos edificios nuevos (hoteles por ejemplo), todo ello
inmerso en un parque atractivo y acogedor. Un polo con
un indudable potencial de centralidad. Había distancia
física y psicológica pero era factible crear un eje potente
que lo articulara con el área central. Lo que no se ha
sabido hacer, solamente un modesto trayecto para facilitar
el acceso a algo que continua siendo externo. Una de las
pocas operaciones interesantes que se realizaron con ocasión
de la celebración del Forum Mundial de las Culturas que
se celebró en la ciudad en el 2007 y que fue poco aprovechado
por la ciudad.
La gran operación central anterior al Forum resultó poco exitosa, la Macroplaza.
Una realización orgullo de las élites locales, una prueba
más de su bajo nivel cultural. Un proyecto arquitectónico
disparatado, abarrotado de obstáculos para usos colectivos
diversos, de una ostentación de mal gusto, ni funcional
ni acogedor, mal rodeado de edificios que en vez de enmarca
la plaza la niegan (es el caso del Museo de Legorreta,
el más significativo, que le da la espalda). El viejo
centro que lo rodea ha carecido de un proyecto integral
y ambicioso de rehabilitación, ha envejecido mal, ofrece
una imagen poco atractiva y en gran parte degradada. No
se ha aprovechado el cauce del río y su entorno a pesar
de que atraviesa el centro de la ciudad. Se mantiene una
fuerte segregación social en la ciudad y especialmente
en la periferia, en cuyos municipios se concentran los
sectores populares en un entorno urbano extremadamente
deficitario, en territorios de exclusión. Con la excepción
de una zona, un municipio especialmente, donde se concentran
una gran parte de los sectores de altos ingresos y que
contrasta brutalmente con los municipios adyacentes.
El principal factor diferencial con Bilbao es la falta de un liderazgo político
potente, con un proyecto integrador y con una cooperación
interinstitucional efectiva (gobierno local y gobierno
del estado de Nuevo León). Este débil liderazgo en
parte se explica por el bajo nivel cultural de
las elites y la voluntad política de estas de mantener
una fuerte segregación social en el territorio. Esta segregación
se expresa en parte en el interior de la ciudad y de una
forma mas brutal en la periferia donde al lado de uno
de los municipios más ricos de América latina (San Pedro)
se encuentran otros extremadamente pobres. La falta de
una política metropolitana o de cooperación intermunicipal
significa renunciar a ordenar el territorio tanto para
facilitar un desarrollo coherente como para reducir la
desigualdad social. Hay un deficit tremendo de cultura
política democrática.
El Instituto Tecnológico de Monterrey,
prestigioso y principal productor de conocimiento, se
caracteriza por un escaso interés por la cultura humanística,
por la falta de espíritu crítico, por su carácter socialmente
excluyente y por proporcionar una simplista formación de manual. Tampoco existe
una movilización ciudadana de los sectores medios, relativamente
débiles en una sociedad dualizada. Los sectores populares
en gran parte residen en los municipios periféricos y
en todo caso tienen carencias locales o barriales muy
urgentes que hace muy difícil que promuevan un proyecto
ciudadano global integrador con vocación hegemónica. Los
sectores dirigentes del mundo económico
y social no manifiestan más interés que el negocio
inmediato y la complicidad con los poderes políticos.
Cuando le comenté al presidente de la Cámara de Comercio
la importancia incluso económica de una buena oferta cultural
me contestó tranquilamente “sabe usted a mí la cultura
no me interesa nada”. Quam natura non dat, Salamanca non
presta.
Río
de Janeiro y Buenos Aires: ciudades fantásticas mal servidas
por sus gobiernos.
En esta caso nos encontramos con dos ciudades exuberantes de belleza y actividad,
de alto nivel cultural y de una base económica diversificada.
En un caso existe una naturaleza extraordinaria que la
ciudad, Río de Janeiro, ha integrado en su tejido urbano, tanto la relación
con los frentes de agua como con la espléndida vegetación.
Una ciudad con una vitalidad urbana extraordinaria. En
el otro, Buenos Aires, dispone de una herencia urbana de alta calidad, forjada
desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, con
áreas centrales y espacios públicos comparables con las
mejores ciudades europeas y con oferta cultural de alto
nivel. Y un conjunto de barrios con identidades marcadas.
Hay el lado oscuro de la pobreza, en gran parte recluida en zonas marginales
(favelas, villas miseria) y, sobre todo en el entorno
metropolitano, que en Buenos Aires (Gran BB.AA) acoge
una población triple a la de la ciudad central y mientras
que la población Río, de territorio extenso, es inferior
a la de su región metropolitana (Baixada Fluminense, Niteroi).
Ambas ciudades a partir de la década de los 90, han promovido unas políticas
urbanas en algunos aspectos similares a Barcelona y según
sus protagonistas dejándose inspirar por el urbanismo
barcelonés. Sin embargo el punto de partida era bastante
diferente. Las dos grandes ciudades latinoamericanas son
de territorio extenso, lo que hace que a pesar de su población
numerosa (solo comparable con Londres y Paris en Europa
occidental) no nos encontramos ante una aglomeración compacta.
En ambas aparecen enormes zonas periféricas de urbanización
discontinua, caracterizadas por la exclusión territorial,
con deficits básicos
históricos y habitat informal, en donde se concentra mayoritariamente
una población de bajos ingresos y
economía informal. El contraste es muy grande entre
la ciudad central y las periferias, pues si bien en la
ciudad que da nombre al territorio estos contrates también
existen es en relación a las periferias que la desiguadad
es mucho mayor. Y los gobiernos locales periféricos disponen de muchos
s menos recursos por habitante que la ciudad central,
a pesar de que está si aparece “rica” con relación al
resto no dispone de recuros equivalentes a Barcelona o
Bilbao. Se añade a todo esto la inestabilidad política
puesto que a cada elección cambian el personal y las prioridades,
Los proyectos se interrumpen, se generan enclaves privilegiados
mientras que el entorno metropolitano presiona con sus demandas
sobre los equipamientos y los servicios de la ciudad central.
Barcelona se apoyó en una tradición urbanística culturalmente
hegemónica: Cerdà, el movimiento moderno con orientación
social de los años 30 (Gatcpac) y la cultura ciudadana
progresista forjada contra la dictadura). Un centro histórico
relativamente extenso pero acotado, monumental y residencial
popular a la vez, degradado en parte pero con fuertes
elementos atractivos e integradores que no era difícil
concebir su rehabilitación. Un Ensanche potente que mantenía
un equilibrio entre residencia con diversidad social,
equipamientos centrales y barriales, trama viaria que
garantizaba la movilidad y empleos. Y unos barrios populares
muy movilizados y que habían definido unas demandas que
formaban parte del capital político compartido por la
gran mayoría de sectores políticos democráticos. Además
la crisis industrial había dejado en manos del gobierno
municipal un importante patrimonio de suelo disponible
para equipamientos y espacios públicos. Transferir políticas
urbanísticas similares a ciudades latinoamericanas, incluso
tan potentes como Río y Buenos Aires, pero mucho más problemáticas
que las europeas, no podían producir los mismos efectos.
Y estas políticas en bastantes casos no eran tan parecidas
a las barcelonesas como pretendieron a veces algunos de
sus responsables. El urbanismo no puede resolver el conjunto
de problemas sociales acumulados en el territorio urbano.

Figura
4. Rio de Janeiro
En Río el Plan estratégico fue elaborado a partir de 1994 por un equipo
conjunto carioca-barcelonés. Pero ni consiguió el consenso
político-ciudadano-socioeconómico del de Barcelona, ni
tuvo continuidad debido a los cambios políticos ni introdujo
un conjunto de proyectos nuevos en la agenda de los gobiernos.
Si que puso sobre la mesa del debate ciudadano algunas
cuestiones básicas sobre el desarrollo urbano del
centro y de las zonas norte, la importancia decisiva de
un buen sistema de transporte público (que era y es muy
deficitario), la conveniencia de una política metropolitana,
etc.
Dos programas específicos fueron más
eficaces. Uno, “Favela-barrio”,
es interesante, ha conseguido éxitos parciales y ha servido
de modelo para una política para todo el país. Es un programa
con una voluntad integradora coincidente con los criterios
de la capital catalana aunque ésta no tuvo ninguna influencia
sobre ello. El programa “Rio cidade” en cambio si que se presentó desde su inicio como una
iniciativa similar a los proyectos barceloneses de los
años 80. Se trataba de desarrollar una estrategia cualificadora
de distintas zonas de la mediante la mejora de los espacios
públicos. Fue una operación interesante que, como otras,
no tuvo continuidad debido a los cambios políticos, aunque
ha dejado huella en la ciudad y en su cultura urbanística.
Sin embargo este tipo de operaciones requieren además
de continuidad ir seguidas de otros proyectos transformadores
(accesibilidad, nuevas centralidades, equipamientos, programas
económico-sociales, rehabilitación y programas de renovación
del parque de viviendas, etc). Es decir la estrategia
del espacio público puede motorizar una actuación integral
pero si ésta no se da el efecto es muy limitado.
La estrategia de creación de espacios públicos es especialmente eficaz cuando
la desigualdad social urbana no es muy grande y la población
de bajos ingresos tiene cubiertas sus necesidades básicas
y dispone de un cierto excedente para atraer y generar
inversiones privadas. En este aspecto la diferencia entre
Barcelona y las ciudades latinoamericanas es grande y
lo que en la primera obtiene efectos positivos indirectos
en las otras son más limitados cuando debieran ser mucho
más poderosos.
Río también se planteó la recuperación del centro urbano.
A diferencia de Barcelona no ha sido objeto de un plan
integral y de ejecución relativamente rápida. Han sido
un conjunto de actuaciones y medidas que han revitalizado
considerablemente el centro tanto la actividad comercial
diurna como la vida nocturna. Sin embargo una transformación
rehabilitadora del conjunto y de recuperación de la función
residencial está aún pendiente. La mejora de la movilidad
y de la oferta del transporte colectivo, especialmente
entre la periferia y la ciudad central es otra deuda histórica.
Algo tan sencillo como la tarifa integrada y la conexión
entre la red metropolitana y la ciudadana aun no se ha
resuelto, lo cual contribuye a aumentar los costes sociales
y la desigualdad. Los intereses de los potentes grupos
privados del transporte se
imponen a los intereses públicos.
Los Juegos Olímpicos, mejor dicho las propuestas de candidatura,
ofrecen un interesante elemento de comparación entre Río,
Buenos Aires y Barcelona. Las dos ciudades latinoamericanas
se inspiraron en Barcelona, por lo menos en el planteamiento
inicial de aprovechar la candidatura para promover una
transformación significativa del tejido urbano. Ambas
prepararon su candidatura para los JJOO del 2004 a mediados
de los años 90 y ambas quedaron fuera en la primera vuelta.
Como es sabido una década después Río ha obtenido la nominación
para los Juegos del 2016 (lo comentamos más adelante).
La propuesta técnica anterior (para los JJOO de 2004)
fue preparada en gran parte por un equipo en el que participaron
varios de los responsables del proyecto urbano para los
JJ.OO de Barcelona. En resumen: contra la idea inicial
de algunos responsables de Río y especialmente de las
élites económicas y deportivas que optaban por concentrar
las actividades olímpicas en el rico Sur (Lagoa, Barra
de Tijuca, Río Centro) se optó por priorizar la extensa
zona central, con muchos espacios disponibles y la isla
Fundao, muy próxima al centro y fácilmente conectable
con el norte (aeropuerto, barrios proletarios de Rio,
Baixada). La propuesta técnica fue bien evaluada, la gestión
política mucho menos (Havelange, presidente de la FIFA,
dió a entender que tenía más o menos comprados a personajes
del COI) y los JJOO estaban destinados a una ciudad europea.
La nueva propuesta de Río, en este
caso ganadora, ha dado lugar a que diversos responsables
de la ciudad hayan proclamado que se inspira de Barcelona.
Quizás la intención si, o una idea muy distorsionada de
Barcelona, puesto que el proyecto presentado es opuesto
a lo que serían los criterios de la candidatura barcelonesa.
En este caso se optó por priorizar el desequilibrio existente
entre este y oeste y se ubicaron las intervenciones en
aquellos ejes y puntos de centralidad que se querían desarrollar,
contra las tendencias del mercado existentes que generaban
más desigualdades. En cambio la propuesta de Rio concentra
las mayores intervenciones y el 50 % de la inversión en
la zona Sur lo cual representará importantes costes sociales
y ambientales, tanto por la desubicación de las operaciones
como por las oportunidades perdidas. Es una propuesta
elitista, especulativa, destinada a reforzar la desigualdad
social y el desequilibrio territorial, fragmentadora del
tejido urbano, insostenible por los costes ambientales
y energéticos que genera, económicamente inviable pues
se genera una oferta que difícilmente encontrará demanda
solvente y se desprovecha la posibilidad de desarrollar
zonas deprimidas, políticamente antidemocrática, éticamente
impresentable. Se ha perdido absurdamente una gran oportunidad.
Rio
en cambio podría ofrecer un triángulo en el centro orientado
al norte basado en un triángulo cuyos elementos principales
son: el centro histórico y administrativo, la zona portuaria
y el área San Cristóbal/Maracaná. Hay suelo disponible
y edificios subutilizados recuperables. Sería una operación
de gran escala que cualificaria la zona mas densa (si
sumamos residentes con usuarios) de la ciudad.
Y tendría efectos dinamizadores hacia el norte.
Pero sobre todo una propuesta de este tipo significaria
dar un giro radical para romper las dinámicas perversas
y segregadoras que dominan el desarrollo urbano. En este
caso se han impuesto lamentablemente los intereses de
algunos grupos económicos inmobiliarios con la complicidad
de responsables políticos y técnicos. ¿Razones de este
comportamiento político? Quizás la mitificación de los
agentes privados como “eficaces”; o por ignorancia sobre
lo urbano muy propio de los políticos que tienen en la
cabeza solo el “Estado”; o por haber dejado pasar el momento
oportuno para intervenir,
por temor a hacer peligrar la candidatura; o por no existir
en la cultura política local un proyecto de ciudad socializado;
y problemente en algún caso por interés lucrativo,
por complicidad entre promotores codiciosos y políticos
venales. El resultado es tan sorprendente como desagradable:
gobiernos teóricamente progresistas han asumido un proyecto
contrario a lo que podría ser una idea de ciudad democrática.

Figura
5 Buenos Aires
Buenos Aires es una ciudad fantástica con una gran capacidad
de resistir a los malos gobiernos. Después de los siniestros
años de la dictadura (segunda mitad de los 70 hasta 1983)
siguió un período de grave crisis económica que no permitió
grandes proyectos urbanos. Los gobiernos de los 80 se
centraron en las políticas culturales y sociales y en redefinir la organización política local
mediante la elaboración de una “Constitución de la ciudad”
que diera carácter electivo al gobierno, o por lo menos
al jefe de gobierno, más competencias al Consejo (Asamblea
legislativa) e iniciar un proceso descentralizador y participativo.
A inicios de los 90 el nuevo jefe de gobierno, Grosso,
antes de asumir efectivamente el cargo, viajó a Barcelona
y se propuso llevar a su ciudad algunas de las iniciativas
que despertaron su interés: los espacios públicos conquistados,
la descentralización y especialmente la reconversión de
la zona portuaria para la ciudad. El primer proyecto de
Puerto Madero lo preparó un equipo mixto entre la Secretaria
de Planeamiento y un equipo vinculado al gobierno de Barcelona.
Se proponía una trama que continuara la retícula de la
ciudad, con diversidad de usos incluídos los residencias
para demandas diferenciadas y se colocaban los edificios
altos en la prolongación de las avenidas. Era un proyecto
integral que “hacía ciudad”. Pero exigía un liderazgo
público para mantener los equilibrios a lo largo de un
período de tiempo relativamente largo. Pero la presión
de los intereses políticos y económicos de los
administradores “públicos” optaron por la solución
fácil y lucrativa a corto plazo de ofrecer los galpones
(almacenes portuarios) y los posiciones centrales a los
promotores o grupos económicos mas fuertes para concentrar
edificios de oficinas y comercio de lujo en las zonas
más accesibles. El resultado ha sido un paisaje de galpones
de arquitectura atractiva situados frente al agua privatizados
para las elites económicas y políticas y edificios-torres
dispersos en el territorio adyacente sin trama ciudadana
y separado de la ciudad por playas y vías de estacionamiento
y circulación. Se ha creado un enclave elitista mediante
una operación especulativa y excluyente solo atenuado
por la calidad del espacio público reforzado por la belleza
del entorno. El jefe de gobierno tenía un proyecto de
ciudad, por las razones que fueran,
presión de intereses espúreos o complicidad con
éstos, o quizás creer que o era una operación lucrativa
para los agentes políticos y económicos dominantes o no
se haría nada, el hecho es que se realizó una operación
vistosa pero no lo que requería un proyecto democrático
de ciudad.
El planteamiento del proyecto olímpico
de los años 90 nació
con la misma lógica especulativa: concentrar todas las
inversiones en la costanera norte, la zona rica de la
ciudad pero con mucho espacio disponible (parques y espacios
públicos de calidad, aeropuerto ciudadano) cuando la lógica
ciudadana exigía aprovechar la oportunidad para un desarrollo
cualificante hacia el sur (que fue la lógica seguida en
Barcelona con la ubicación de la Villa Olímpica en el
frente de mar del este). Como no se obtuvo la nominación
el proyecto quedó para otra ocasión.
Las actuaciones posteriores han
seguido casi siempre el mismo camino pero sin la ambición
de los dos ejemplos citados. Se han facilitado las operaciones
especulativas de pequeña escala por medio de torres aisladas
que rompen la magnífica retícula de la ciudad . La arquitectura
al servicio de un mercado salvaje ha idos substituyendo
al urbanismo ciudadano. Se deterioran los espacios públicos
mientras se realizan pequeñas o medianas obras públicas
intrascendentes para favorecer negociados “público-privados”.
Se mantiene la prioridad al transporte privado mientras
se deteriora el transporte público colectivo y el espacio
público.
El caso de la calle Corrientes
es muy expresivo de la impotencia o la falta de cultura
ciudadana de los responsables políticos. El deterioro
de una calle emblemática como Corrientes no es una cuestión
de circulación, o lo es solo muy parcialmente. Cerdà decía
que la calle no es una carretera, menos aún una calle
que merece ser patrimonio de la humanidad. Corrientes
debiera ser semipeatonal, es un espacio público significante
y polivalente, una calle con vocación de paseo, comercio
y ocio. En los años 90 la secretaría de planeamiento convocó
un concurso para arquitectos para su rehabilitación. Ganó
una propuesta intervencionista y barroca, costosa e innecesaria.
Cuando el director de planeamiento me pidió opinión al
respecto le respondí de entrada que le proponía gratis
una solución muy poco costosa, adecuada al lugar y viable
a corto plazo. Era suficiente recuperar para los viandantes
dos de los seis carriles de tres metros cada uno que se
destinaban a la circulación de vehículos. Le pareció una
buena idea pero difícil de aceptar por parte del jefe
de gobierno (De la Rúa, que luego fue presidente y nunca
se distinguió por su coraje) pues él y la mayoría de los
miembros del gobierno se asustarían ante la reacción de
los medios de comunicación y de los automovilistas. Solo
se ha conseguido al cabo de años de debate recuperar uno
de los 6 carriles para ampliar una veredas misérrimas.
Paralelamente a estas dinámicas se elaboró la Constitución de la Ciudad cuya virtud principal ha sido ampliar
la clase política local
mientras que la ley
de Comunas, es decir la descentralización, se ha
ido aplazando y pervirtiendo, puesto que parece destinada
a favorecer una nueva extensión de la partitocracia y
de la burocracia locales.
También se fue elaborando un Plan urbano ambiental sin objetivos definidos,
sin proyectos ancla, sin prioridades ni movilización de
recursos, sin consenso político ni apoyo ciudadano. Y
una buena idea como fue el Plan Estratégico que generó un espacio ciudadano de debate y participación
fue dejado de lado progresivamente por los gobiernos de
la ciudad.
Y sin embargo “ e pur si mueve”. En los últimos años la reactivación económica
y cultural ha supuesto una mayor animación del espacio
colectivo. Ha prevalecido excesivamente la ocupación comercial
y de ocio de la escena pública para sectores medios y
para turistas puesto
que supone en muchos casos disponer de excedente económico.
Una ansía de aparecer globalizados. Pero Buenos Aires
es exuberante de vitalidad cultural, tiene una identidad
marcada y diversa en sus centros y en sus barrios, existen
múltiples organizaciones
ciudadanas y redes sociales, hay debate urbano al margen
de las instituciones políticas. Es una ciudad que enamora.
La ciudadanía se merece otros gobernantes.
Nota
conclusiva
Esta sintética comparación no pretende oponer una experiencia positiva (la
española) frente a experiencias negativas (las latinoamericanas).
Hemos utilizado el discurso de Barcelona para hacer la
crítica de otras ciudades que se han servido de este discurso
para legitimar sus acciones y omisiones. No nos hemos
entretenido en el caso de Barcelona ni en el de Bilbao
puesto que en esta misma obra se analizan críticamente
y el autor también lo ha hecho tanto en una obra colectiva
de hace unos años, (Urbanismo del siglo XXI, y muy recientemente en Luces y sombras
del urbanismo de Barcelona, ya citada.
Hemos procurado exponer por una parte las diferencias contextuales entre la
situación de las dos ciudades
españolas y las tres latinoamericanas, lo cual explica
en parte como en muchos casos las sombras han sido más
visibles en estas últimas. Pero también hemos querido
resaltar que la voluntad, o mala voluntad, política también
ha influido en el uso perverso de un discurso teóricamente
democrático y de facto excluyente por acción o por omisión.
Esta reflexión crítica sobre los tres casos latinoamericanos no nos exime
de hacer un discurso crítico sobre el caso español, que
se lo merece. El modelo que ha prevalecido progresivamente,
en especial a partir de los 90, ha llevado a una crisis
económica que nos ha convertido en el país más endeudado
del mundo “desarrollado”, tanto en deuda pública como
privada (en relación a la población). Y si bien es cierto
que en las ciudades compactas en los primeros 20 años
de democracia (las dos últimas décadas del siglo XX) se
han producido transformaciones positivas, no solo en Barcelona
y Bilbao, también en otras muchas ciudades, también lo
es que los efectos perversos se han manifestado con el
tiempo cada vez más fuertes. El mercado inmobiliario ha
ido expulsando a los sectores populares de las ciudades
centrales y éstas se han hecho más exclusivas y excluyentes
en sus zonas de más calidad. Se han utilizado ideologías
como la “competitividad urbana” (un concepto absurdo)
o la “inseguridad” debido a la existencia de “colectivos
(supuestamente) peligrosos”, inmigrantes, jóvenes, pobres,
para favorecer esta exclusión y enviar a los sectores
de bajos ingresos lejos de la ciudad de calidad o acosarlos
sistemáticamente en el espacio público. Y de esta forma en España las ciudades
centrales ofrecen una apariencia de ciudad democrática
mientras en las extensas zonas suburbanas domina la exclusión,
la anomía y la miseria ciudadanas.
Nuestro objetivo ha sido analizar la contradicción entre el discurso producido
en Barcelona vehiculado en América latina y la realidad
de las políticas urbanas de tres ciudades que el autor
ha podido conocer de cerca. Y verificar nuestra hipótesis
de que el uso que se ha hecho de este discurso ha servido
más de legitimador que de orientador de las prácticas
urbanas. Con el tiempo este mismo usos perversos se han
aplicado también en España a nuestras realidades. El urbanismo
aunque su ejecución tenga una dimensión técnica es ante
todo una parte importante de la política.
JB
Notas