
Existen
momentos en la historia humana dominados por procesos de profunda
transformación y cambio, momentos determinantes, cuando se cierra
un ciclo histórico y se generan las condiciones para otro ciclo
que lo remplazará, momentos de bifurcación, en el sentido de
Prigogine, en los que la
incertidumbre domina el escenario, el presente se desintegra
progresivamente y el futuro se manifiesta como una nube oscura
e indescifrable (Ilya Prigogine. El fin de las certidumbres.
Madrid: editora Taurus, 1996).
Todas
las evidencias disponibles indican que estamos viviendo un período
de transformación y cambio acelerado. Los indicadores accesibles
demuestran con riqueza de detalles el agotamiento progresivo de la civilización
moderna. Todos los elementos determinantes del mundo moderno
están desapareciendo y la humanidad está en camino a un nuevo
ciclo de la civilización, cuyo perfil y verdadera naturaleza
no estamos en el presente estado de cosas en condiciones de
comprender.
Esta
es una cuestión importante que debemos considerar cuando observamos
el derrumbe de las estructuras del edificio económico construido
desde la mitad del siglo XX, acaecido durante los últimos meses
de 2008 y los primeros meses de 2009. La crisis financiera puede
ser interpretada como un elemento más para reforzar la idea
de que estamos viviendo un momento histórico de profundas
transformaciones de largo plazo, cuyas ramificaciones se
extienden mucho más allá de la dinámica de la economía global.
¿Alguien
puede pensar que los estados nacionales pueden gastar miles
de millones de dólares buscando salvar estructuras financieras
e bancarias, sustentar bolsas de valores y rescatar empresas
quebradas delante de la epifanía da orden global (que en tesis
pretendía eliminar el territorio y construir
una sociedad virtual sobrepuesta sobre el mundo real)? A
pesar del despilfarro inmenso de recursos, la crisis financiera
puede hasta si se quiere atenuarse, más no cierra la más grave
crisis que vive la civilización humana. Por esta razón el foco
no se puede restringir a los problemas financieros; es importante
comprender que cada vez más claramente se demuestra en forma
clara e irreversible que podemos estar vivenciando el cierre
del ciclo histórico de la era moderna, que se iniciara durante
la Reforma y el renacimiento
europeo occidental.
Mucho
más allá de la crisis financiera y bursátil, existe una dimensión
del cambio social y de las formas de vida humana que exigen
una atención cuidadosa, considerando que sus consecuencias pueden
ser catastróficas para la
humanidad. En ningún otro tema esta aseveración
es tan verdadera como en el caso del hábitat
humano, que se degrada progresivamente junto a las formas
de gestión del territorio y de estructuración urbana impuesta
por la civilización moderna.
Una
de las cuestiones más interesantes en la gestión urbana es la
desaparición progresiva
de la dicotomía campo-ciudad. La vida rural se volvió urbana,
nada parece diferir entre la vida urbana y rural, los estilos
de vida urbanos en el campo y la ciudad se volvieron uniformes.
La urbanización del campo, junto con la aceleración del crecimiento
de las grandes metrópolis, universalizaron un estilo de vida
fundado en el paradigma moderno y dominado por la economía industrial
(R. Abramovay et I. Sachs. Nouvelles configurations villes-campagnes,
Paris, UNESCO, 2003).
La
urbanización del mundo será uno de los desafíos más complejos
de la humanidad durante los próximos cincuenta años. En la actualidad,
cerca del cuarenta por ciento de la población mundial vive en
el medio urbano y, según proyecciones estadísticas, en 2015,
más del sesenta por ciento de la población será urbana, índice
que puede alcanzar el ochenta por ciento en 2030. Basta observar
las transformaciones profundas que están ocurriendo en India
y en China (los países de mayor población del mundo), donde
se puede observar la formación de un
contingente elevado de personas expulsadas del campo circulando
en torno de las ciudades en busca de abrigo y medios para sobrevivir,
para comprender la magnitud de los desafíos que enfrentara las
próximas décadas la humanidad (United Nations. World Population
Prospects New York, July, 2008).
Las
ciudades crecen aceleradamente y reúnen millones
de personas apiñadas en pequeñas cajas de fósforos, en casamatas
que hacen recordar las guarniciones militares y que pueden ser
vistas en las más diversas ciudades del mundo, formando una
selva de piedra y cemento gris, atenuadas por los vistosos colores
de los vidrios oscuros y las luces de neón que disimulan las
fortificaciones humanas; un ambiente artificial donde la naturaleza
desapareció irremediablemente, substituida por un manto de cemento
y asfalto.

Las
casamatas, que recuerdan las viejas guarniciones militares o
las sedes de las fábricas industriales, construyen una realidad
urbana que aparta el hombre de la naturaleza. En los
interiores de los edificios se organiza el ambiente con confort;
sin embargo, el entorno ordenado no consigue esconder la soledad. Los hombres
viven en medio de una selva artificial, temerosos de la agresión
y la violencia de la urbe contemporánea.
El
problema urbano no resulta apenas del crecimiento poblacional.
Uno de los más graves problemas es el sprawl urbano, la vida urbana que avanza
por el territorio, incluso en áreas inhóspitas, como los arenales,
las asentamientos sobre ríos, lagos, arroyos y hasta sobre
el mismo mar. Las urbes
se desparraman llevando consigo un rastro de destrucción
del ecosistema, destruyendo vida y eliminando la biodiversidad
en la naturaleza del planeta Tierra.

Este
fenómeno no es exclusivo de la ciudad, ocurre también en el
campo. El estilo de vida rural reproduce el mismo modelo del
habitar de la ciudad, un mismo paradigma de la vida humana contemporánea.
Los hombres en el campo viven del mismo modo, con los mismos
hábitos y los mismos comportamientos que los hombres de la ciudad,
siguen el mismo patrón de habitar y consumir, la vida urbana se torna
uniforme en el campo y la ciudad compartiendo la misma agresión
a la biodiversidad del ecosistema planetario, acentuando los
riesgos y los peligros de la extinción biológica, la vegetación,
la fauna y la propia humanidad.
A
pesar de todos los avances de la ciencia y de la tecnología,
la infraestructura básica de la vida urbana permaneció inalterable
durante un tiempo considerablemente largo, como por ejemplo
los sistemas de captación de agua de ríos y fuentes conducidas
por gravedad para uso doméstico (un enorme desperdicio que elimina
un recurso vital para la vida en el planeta). Los avances de
la ciencia contemporánea son suficientes para transformar el
modo como se estructuran las ciudades, se organiza la vida domestica
y se practican los hábitos culturales, atenuando los impactos
ambientales.
Uno
de los aspectos más controvertidos de la infraestructura intraurbana
es el modo como los hombres se desplazan dentro del espacio
urbano. La velocidad y el sistema de transporte individual es
la característica fundamental del movimiento urbano en casi
todo el mundo: el automóvil personal infestando las calles,
provocando el rush,
consumiendo combustibles fósiles, emitiendo dióxido de carbono,
agravando el desequilibrio climático, elevando la temperatura
media del planeta y con ella el deshielo de los glaciares y
la elevación del nivel de los mares, con el peligro de una gran
crisis ambiental en el planeta Tierra.

La
integración entre el medio urbano y la industria (y es perentorio
incluir aquí la integración urbana e industrial en el campo)
provoca profundos desequilibrios: la polución de aire, la contaminación
de los ríos y las fuentes de abastecimiento de agua, la deforestación
agresiva, los gases emitidos por los automóviles, camiones,
tractores, que contaminan la atmósfera. Ni siquiera
los mares escapan a la profusión
devastadora de la civilización moderna; hoy los mares son
receptáculos de millones de toneladas de basuras que se acumulan
impidiendo la nutrición de la vegetación y la fauna marina,
destruyendo la vida en el mar.
Nada
parece más peligroso que la crisis del abastecimiento de agua
potable en las ciudades del mundo. Expertos de diversas partes
del mundo advirtieron sobre la crisis del agua en un encuentro
mundial realizado en la ciudad de Estambul, a tal punto que
las próximas guerras pueden ser en torno del dominio de fuentes
de agua limpia (UNESCO. Water Development Report: Water in a
Changing World, Paris, 2009).
El
caso brasileño es bastante sintomático. En un país dotado de
una privilegiada riqueza hidráulica en toda la extensión de
su territorio, la oferta de agua para la ciudad de São Paulo
se está tornando un grave problema. Una de las mayores metrópolis
del mundo tiene dificultad para abastecer de agua a su población;
en los próximos años se tornará un importador de agua potable de otros estados
brasileños, localizados bien distantes de la región metropolitana
paulista. Debemos considerar que la ciudad de São Paulo fue
construida en un área bañada por ríos y riachos, muchos de ellos
fueron entubados para producir suelo urbano, por eso las inundaciones
son un gran problema para la ciudad. El río Tietê corta
la ciudad: su carga hidráulica está totalmente contaminada por
residuos químicos industriales y por redes de cloacas de varias
ciudades de la región metropolitana, produciendo el paisaje
surrealista de un río fétido cruzando una de las mayores ciudades
del mundo, donde descansa un poderoso aparato industrial y económico,
un paisaje brutal que demuestra la irracionalidad de la civilización
moderna.
Lo
mismo ocurre con las centenas de millones de toneladas de residuos
acumulados en vertederos sanitarios o desparramados en los más
inimaginables lugares del planeta, contaminando el aire con
gas metano, cubriendo la superficie de la tierra con residuos,
como los polímeros, producidos por la industria petroquímica,
que demoran siglos para ser descompuestos en la
naturaleza. El lujo humano se torna residuo y la basura
contaminante crece irracionalmente.

El
modelo de gestión del territorio y la administración del medio
urbano, asociados con la impiedosa destrucción del ecosistema
planetario producido por la industrialización y la urbanización
predadora en el campo y en la ciudad, constituye un problema
mucho más grave que la crisis financiera y bursátil. Sus consecuencias
tienen una proyección más duradera, sin dejar de considerar
el problema económico: el volumen elevado de las inversiones que deberán ser realizadas para
salvar el planeta, bastante superior a la suma gastada para
salvar los bancos y agentes bursátiles
Nuevos
modelos de gestión del territorio y urbanización, en el ámbito
de nuevas bases económicas, constituyen un imperativo en el mundo contemporáneo.
De otra forma, la vida humana desaparecerá irremediablemente
del planeta en un tiempo no demasiado extenso; los seres humanos
acabarán creando un paisaje desolador en este pequeño planeta
del cosmos.
Una
propuesta es la planteada por Lester Brown, que formula un proyecto
de eco-economía, un nuevo modo de organizar la vida económica,
una economía solar
que se integra plenamente a la diversidad inmanente de la naturaleza
pródiga. Para esto, es preciso abandonar la economía predatoria,
cuyo principal modelo representa la industrialización y la urbanización
moderna, de la cual el automóvil individual es posiblemente
uno de sus iconos más sobresalientes (Lester Brown. Eco-Economy.
New York: WW Norton, 2001).
El
hombre precisa reconocer la necesidad de retornar al seno de
la madre naturaleza y para esto nada puede ser tan representativo
como la figura de la diosa Gaia, la madre que genera la vida, la fertilidad
pródiga que crea la diversidad, como propone James Lovelock
cuando recuerda que el mundo es un organismo vivo cuya integridad
se debe cuidar. Pensar en la
diosa Gaia, que los griegos construyeron en
la era clásica, implica reconocer que la vida y sus manifestaciones
en todas las dimensiones de la naturaleza es el fenómeno fundamental
en este pequeño planeta perdido en la inmensidad del universo
sideral (James Lovelock. Gaia – Um Novo Olhar sobre a Vida na
Terra. Lisboa: Edições 70, 2007).
El
imperativo de la ciudad sustentable descansa en una nueva consciencia humana, en
una nueva forma de ver el mundo, y construir esta visión del
mundo solamente será posible cuando se superen las ilusiones
que los modernos impusieron como valores para la humanidad,
la economía predadora que solamente se preocupa con la abundancia
de riquezas producidas en ambientes de extrema competitividad
y ganancia. De la misma manera, se debe superar la imagen del
hombre como rey de la creación, dotado del poder supremo concedido
por la divinidad, que le permite desperdiciar los recursos humanos
y destruir sin piedad la biosfera planetaria para realizar sus
deseos más egoístas.
La
ciudad sustentable precisa de nuevos recursos científicos y
tecnológicos y, en este sentido, le cabe a la arquitectura sustentable
un papel fundamental para crear nuevos proyectos arquitectónicos
que tornen realidad la reinserción del hombre y de su hábitat
al ecosistema planetario, provocando una interacción integral
con todas las dimensiones de la
biosfera. No se trata de someter el medio ambiente
al diseño arquitectónico sino, por el contrario, construir
proyectos arquitectónicos dentro de la naturaleza, como
parte integrante de la biosfera y respetando los límites de
la vida en el planeta.
Un
nuevo modelo de gestión del territorio y nuevos modelos de ciudades
pueden emerger de proyectos arquitectónicos que reformulen radicalmente
el hábitat humano, comprometiendo la vida humana y sus hábitos
con una permanencia de las formas del ecosistema, proyectos
de un hábitat que no destruya la vida en el planeta y utilice
con eficiencia y eficacia la energía disponible en el cosmos,
sin comprometer la belleza y el confort de la vida humana.

Un
diseño arquitectónico que considere las condiciones de la biosfera,
utilice materiales con baja carga energética, reduzca la demanda
de energía y utilice fuentes renovables de energía, eolica,
solar, mareomotriz. Un adecuado diseño arquitectónico podrá
eliminar o, por lo menos, atenuar el uso perverso de sistemas de calefacción
y de refrigeración que consumen y desperdician energía y
causan tantos daños al medio ambiente. De la misma forma, es
preciso crear instrumentos de la vida cotidiana coherentes con
la permanencia de la naturaleza, reciclando materiales y asegurando
la auto sustentación del ecosistema.
El
diseño solar pasivo
constituye una alternativa tecnológica adecuada para desarrollar
un nuevo concepto de hábitat humano, para producir una nueva
forma de inserción humana en la biosfera, utilizando positivamente
las fuentes prodigas de la naturaleza, como el sol, las brisas
y los vientos, implantando formas de aprovechamiento de los
recursos naturales, como el tratamiento de las aguas residuales,
el uso de agua de lluvia y el uso de materiales reciclables.
Es
posible, en el actual estado del conocimiento, repensar
el hábitat humano reformulando de modo integral el modelo de
gestión del territorio y el modo como se construyen las
formas del habitar humano. Es posible formular nuevas utopías
como las eco-villas propuestas Robert
Gilman, que un día decidió dejar de observar las estrellas del
cosmos y construir un modelo de vida humana, que integre respetuosamente
la vida humana al entorno natural.
Todo
esto implica el desafío de nuevos y arrojados proyectos humanos.
La arquitectura puede (como piensa William McDonoug) producir
los fundamentos del desarrollo sustentable, que conserve la
multiplicidad inmanente de la biosfera sin
abdicar las condiciones materiales de la vida humana. Una
actitud de esta naturaleza implica abandonar muchas de las formas
actuales de realizar las cosas en el mundo (William McDonough.
Cradle-to-Cradle. Remaking the Way We Make Things. New York: North Point Press, 2002).
Todos
los elementos aquí citados fueron puestos sobre la mesa para
reflexionar sobre el modelo de gestión del territorio contemporáneo
y sobre el caos urbano y demostrar que la crisis que vive la humanidad no puede ser
circunscripta a la dimensión financiera y bursátil. De lo
contrario, los hombres seremos conducidos a un escenario lúgubre,
a la primavera silenciosa a que se refería Rachel Carson en
la década de sesenta, cantando los versos del poema La
belle dame sans merci de John Keath: The
sedge is wither'd from the lake, And no birds sing (Rachel
Carson. Silent Spring. New York: Hougton Miffling, 1962.). Los
pájaros no cantan más en el amanecer, la primavera se tornó
silenciosa.
RP
Raúl
Puigbonet es economista, master y doctor en Planificación Urbana
y Regional - Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), investigador
en la Fundação de
Apoio à Pesquisa (FAPEX-BA), consultor del Programa de Desarrollo
del Nordeste Brasileño y profesor universitario. Es gestor del
webblog Inteligencia
do futuro.
De
su autoría, ver también en café
de las ciudades:
Número
72 I Urbanidad contemporánea
La
ciudad telemediada I Extraña lógica de
descentramiento espacial y concentración económica. I Raúl Puigbonet
Sobre
gestión sustentable del territorio, ver entre otras notas en
café
de las ciudades:
Número
67 I Ambiente
Innovación,
solidaridad y diseño, claves para una región sostenible
I Las propuestas de DOTT 07 en el nordeste de Inglaterra I Marcelo
Corti
Número
51 I Ambiente y Economía de las ciudades
Sobre
el origen el uso y el contenido del término sostenible
I Demandas de operatividad sobre un concepto ambiguo I José
Manuel Naredo
Número
8 I Ambiente
Una
comunidad auto-sustentable en Australia
I “Sin organizaciones no se puede avanzar” I Jill Jordan